Utopía vs Realidad: ODS en Latinoamérica
Los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU han marcado un antes y un después en las políticas públicas e internacionales de la agenda global hacia un desarrollo sostenible, como medida para contrarrestar las carencias y problemáticas que los 193 países miembros se han comprometido a erradicar en un periodo de 15 años.

La Agenda 2030 propone 17 objetivos globales que logren un cambio a mediano plazo. Este artículo se centrará en tres de los objetivos principales: ODS 1 Fin de la pobreza; ODS 3 Salud y Bienestar; y ODS 13 Acción por el clima. Sin embargo, los objetivos planteados por la ONU a los países miembro no siempre se amoldan a la realidad que se vive en aquellos que son desarrollados y subdesarrollados. La falta de recursos imposibilita avanzar rápidamente a comparación de potencias mundiales que por lo menos están luchando desde su trinchera un cambio sustancial. América Latina enfrenta graves retrocesos hacia 2030 por problemas económicos, políticos, sociales y sobre todo por la pandemia del SARS-COV-2 que ha exacerbado y retrocedido los avances logrados. La realidad alcanzó a la región y el 2030 está “a la vuelta de la esquina”.
La utopía se ha adueñado durante los últimos años de los gobiernos latinoamericanos ante el inminente fracaso de varios de los objetivos de desarrollo, esto debido a la falta de sensibilidad y de recursos económicos como en el caso de México, Brasil, Argentina o Bolivia, por poner algunos ejemplos. Así es que se ha ocasionado un claro desapego por completar los objetivos marcados y, aún peor, que los diferentes gobiernos nacionales han creado un discurso falso sobre el éxito que se está teniendo y por supuesto sin rendir verdaderas cuentas.
En 2015 los Estados miembros de las Naciones Unidas se comprometieron a erradicar y hacer un cambio profundo en temas tan importantes como la salud, el ambiente o la pobreza. Así, el segundo se tornaba positivo ante los retos que el planeta enfrentaría en el futuro próximo y, de acuerdo a las estimaciones hechas por la misma Organización, se alcanzarían avances importantes en los temas ya antes mencionados.
A diferencia de países vecinos —en el caso mexicano serían Estados Unidos y Canadá—, se ve una clara diferencia de políticas estratégicas que fomenten la cooperación y logren una concientización directa en la sociedad. México ha tenido la mala fortuna de cambiar varias de sus estrategias y políticas para mal ante las embestidas internacionales y presiones por parte de organismos autónomos, para volver a encaminarse y hacer conciencia del daño irreparable en temas ambientales y de pobreza. Los casos en el sur de América no se quedan atrás como lo es Brasil, que durante los últimos años ha dado una imagen internacional precaria por la dura realidad que se vive en el gigante sudamericano.
Podemos enumerar a todos los países latinoamericanos y encontraremos similitudes entre ellos: mismos problemas en mayor o menor medida como corrupción, indigencia, desigualdad laboral y de género, justicia, etc. Los gobiernos no podrán avanzar en los ODS o cualquier tratado internacional que ayude a su población y a crecer si las autoridades siguen preocupándose más por mantenerse en el poder con malas decisiones que impliquen un retroceso en la vida de millones de personas por el beneficio de solo unos cuantos.
ODS 1 – Fin de la pobreza
Según datos de la ONU el número de personas en calidad de pobreza extrema disminuyó más de un 50 % en el periodo de 1990-2015, pero aún es muy grande la brecha que confrontan los Estados subdesarrollados para poder atender las necesidades básicas de la población.


Se estima que a nivel mundial aproximadamente 736 millones de personas aún viven en estas condiciones, con ingreso promedio de US $1.90 al día, careciendo de alimentos, agua potable y medidas sanitarias, de las cuales 215 millones de personas pertenecen a Latinoamérica. Son datos desalentadores a las aspiraciones de los ODS para erradicarla en un periodo de 15 años. Tan solo en 2018-2020, según datos otorgados por la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), aumentó un 13.5% en tan solo dos años, lo cual es un golpe duro a los gobiernos latinos que, por medio de la utopía, logran maquillar cifras y desestimar el estado de alerta para poder brindar una imagen pulcra y llena de optimismo a la ONU y a diferentes organismos internacionales.
Un factor externo que acrecentó la situación en el último año ha sido la pandemia por el Covid-19, pues la crisis económica que se avecinó con el cierre de miles de negocios y empresas, y el despido masivo de personal laboral que ha mermado la baja producción de empleos. Si bien dentro de los primeros años se han logrado implementaciones de políticas para combatirla que han sido exitosas en la manera de lo posible, la realidad es que hoy en día a causa de la crisis pandémica toda esperanza creada por tales políticas ha caído por la borda, afectando al mundo entero.

ODS 3 – Salud y Bienestar
El terrible manejo del sector salud, y la falta de medicamentos, equipo médico e instalaciones adecuadas, han logrado crear una verdadera pesadilla para los que buscan la mínima atención medica en el sector público. Si bien es cierto que existe el sector privado y que ahí es donde al parecer hay mejores condiciones laborales y de atención médica para la población, no todos pueden acceder a una de calidad. La crisis sanitaria en Latinoamérica ya existía desde antes que la pandemia que azotara al mundo entero.
Según fuente de Health Care Index en colaboración con CEO World Magazine(2019), un estudio con 89 países a nivel mundial reveló que Argentina lidera el sistema de salud al posicionarse en el lugar 27, México 29 y Venezuela como contraparte al quedar en el lugar número 88 del ranking. Según el informe mencionado lograría verse a los latinos como ejemplos a seguir en sus políticas de salubridad pero la realidad es distinta si vemos la abismal diferencia de la atención médica ante las potencias mundiales como lo son: Corea del Sur, Francia, Bélgica y Australia por mencionar algunos dentro del top ten.
Además de la calidad del sistema de salud, existen diversos temas arraigados al bienestar general de la población y que afectan en gran medida a esta por consecuencias como la mala calidad de aire en las principales urbes del continente, la falta de educación sexual, enfermedades terminales ante la falta de tratamientos y la falta de protección social.
Siguiendo al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (2021), cada dos segundos muere una persona de entre 30 y 70 años de edad a causa de enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer o respiración crónica; siete millones de personas fallecen cada año por exposición a finas partículas de metales pesados en el aire contaminado; y al menos 400 millones de personas carecen de servicios de salud. Todos estos problemas llevan años creciendo por parte de los gobiernos que cada vez más apuestas por reducir el presupuesto anual al sector salud redestinándolo con fines electorales o a su propia conveniencia como es el caso de México y el bajo porcentaje hacia diversas Secretarías para aumentar el margen de acción militar.
Mientras no se entienda que la salud es primordial, que una sociedad saludable es más productiva y se siga creyendo que es más importante gastar en temas políticos, los ODS acordados para reducir la mortalidad en enfermedades crónicas y terminales, en mejorar los hospitales y el equipo médico, seguirán dentro de la burbuja de la cual salir no es una opción.
ODS 13 – Acción por el clima
Es una realidad que no existe ningún territorio que no recienta los terribles efectos del cambio climático, y proponerse como meta lograr transformaciones para 2030 es casi una misión imposible. Si bien hay Estados que se han concentrado concretamente en metas positivas y realistas para mejorar las condiciones del planeta, Estados Unidos, por ejemplo, durante la administración Trump efectuó su salida del Acuerdo de Paris y del Protocolo de Kioto, dejando a un lado su preocupación por el ambiente y los efectos de los gases de efecto invernadero. En América Latina la situación se ha vuelto crítica por medidas de gobiernos incrédulos a la problemática, específicamente como Brasil y México.

Por el lado brasileño la poca congruencia del gobierno para asumir el rescate del Amazonas ante la tala inmoderada de árboles, la extinción de especies y los incendios fuera de control, han marginado al gigante sudamericano por no implementar acciones realistas que cumplan con los objetivos de desarrollo sostenible. Siguiendo los datos oficiales del Banco Mundial, Brasil en 2018 arrojó a la atmósfera un total de 1.032.640 kilotoneladas de CO2, esto lo convierte en uno de los territorios más contaminantes a nivel global y lejos está de alcanzar las aspiraciones de reducir un 37% de emisiones en 2025 y 43% para 2030. Cabe mencionar que para el año 2050 las autoridades se comprometieron en lograr un porcentaje cero a las emisiones generadas al medio ambiente.
Para México las cosas no pintan del todo favorables para reducir las emisiones contaminantes en la atmósfera y acabar con la deforestación masiva de los bosques y selvas mexicanas. Ante las nuevas políticas federales sobre energía es un claro retroceso permitir el uso de carbón y combustóleo para la producción de la misma. La reducción de la conexión de fuentes de energía renovable como la eólica y solar fotovoltaica ha dejado en claro que el cuidado del medio es considerado un tema menor.
A pesar de las políticas anticlimáticas tomadas por el presidente López Obrador al apostar por energías fósiles, el DF se comprometió a reducir en un 51% las emisiones de carbón para el año 2030, lo cual es una misión casi imposible de cumplir. Hay que recordar que en el Acuerdo de Paris se busca disminuir un 30% sus emisiones para 2020, siendo que al entrar en operaciones la nueva refinería Dos Bocas, aumentaría al año 17.3 millones de toneladas de carbono. Un panorama turbio para los organismos internacionales y protectores del ambiente ante el incumplimiento de acuerdos internacionales.
Actualmente América Latina arrojaría alrededor de 700 millones de toneladas de CO2 para el año 2030, lo cual contradice los planes de llegar a cero emisiones para la fecha. Según la CEPAL (2019), solo cuatro países latinos han presentado tendencias a la baja en emisiones: Guatemala, Belice, Jamaica y República Dominicana.
Después de analizar los datos en los tres ODS que se exponen anteriormente, queda claro que lo que se veía muy lejano y futuro, ya nos alcanzó. Y, a pesar de las medidas impuestas por la ONU y los protocolos internacionales, se ha dejado entrever la poca convicción por parte de los dirigentes para lograr un cambio significativo a nivel global. No son suficientes los esfuerzos hechos por las autoridades y de la misma población para ver cambios importantes en la reducción de la desigualdad, el acceso a la salud de calidad y el cuidado al medio ambiente.
La utopía en que viven los Estados es alarmante, de alguna manera conformista por los mediocres resultados obtenidos desde 2015 a la fecha y, claro, desde la creación del Acuerdo de Paris, el Protocolo de Kioto, entre otros. El mundo necesita abrir los ojos ante la inminente catástrofe mundial que se avecina si realmente no tomamos en serio la crisis por la que estamos viviendo. Dicen que la esperanza muere al último y, como humanidad, es una de las pocas cosas que nos quedan siendo objetivos. Las acciones que hoy tomemos repercutirán el día de mañana para bien o mal.
Ricardo Ochoa Aranda (México): Pasante Relaciones Internacionales, Universidad Autónoma de Durango.