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Borges y su pensamiento político: una aproximación

Por Juan Francisco Baroffio

Sobre Jorge Luis Borges todos conocemos una frase que le pertenece o que se le atribuye. En el dixit argentino sus mordaces frases en contra de Juan Domingo Perón y su parido político son harto conocidas. Sus palabras, furibundas las más de las veces, se enarbolan como verdad revelada cuando se critica al movimiento justicialista. Esto ha creado el imaginario de un Borges reaccionario de ultraderecha al que se le cuelga el rótulo de «facho». Sus simpatías por las literaturas anglosajonas, su desprecio al football y sus amistades en la elite argentina (Adolfo Bioy Casares, Silvina y Victoria Ocampo, Manuel Mujica Laínez, entre otros), solo vendrían a confirmar esta caracterización. Pero Borges, ¿Qué pensaba políticamente?

Ilustración por Ana Paula Duran

Lo político en su obra

En sus poesías y cuentos la política en general y el peronismo en particular, apenas son representativas. Eva Evita Duarte de Perón solo aparece mencionada en un cuento de 1957, El simulacro. Si sumamos los ensayos, solo en L’Illusion comique de 1955. Perón, apenas en nueve textos. Las menciones a la figura de Juan Manuel de Rosas sobrepasan con creces a cualquier otra figura política: 64 textos (muy por encima de las 40 obras que mencionan a Julio César [1]). Es cierto que, en ocasiones, el uno era el otro. Rosas en algunos textos borgesianos, es el símbolo de un despotismo que está condenado a repetirse. Y encuentra a su imitador / continuador en Perón. Algo que también está muy a tono con su época: al gobierno de Perón se lo caracterizaba como Segunda Tiranía, en alusión a que la primera había sido el largo gobierno rosista. Para esto, casi siempre, hay que recurrir a las entrevistas.

[1] Pero ambos, no llegan a los 216 textos en que menciona a William Shakespeare, lo que ya nos da un indicio del lugar preponderante que la literatura va a ocupar en su obra.

La política en su juventud

Sabemos que se definía como anarquista spenceriano. Sin adentrarnos en los complejos detalles, digamos que es una corriente del anarquismo individualista. Podemos encontrar el origen de esta adhesión en su entorno familiar: su padre Jorge Guillermo Borges adscribía a esta doctrina e incluso se opuso a que sus hijos recibieran educación por parte del Estado. Cierto amor y lealtad filial, creemos, también influyeron en la toma de posturas del escritor.

Pero esta adscripción política no siempre fue absoluta. En su juventud en Europa publicó algunos poemas dedicados a la Revolución Rusa y destruyó un manuscrito de un libro titulado Los salmos rojos (o Los ritmos rojos), que ensalzaban la revolución, la fraternidad y el pacifismo. Escribió, también, un libro de ensayos en los que aparecían textos políticos. Destruyó el manuscrito al regresar a Buenos Aires en 1921[1].

[1] Los menciona en Autobiographical Notes (escrito en colaboración con Thomas N. Di Giovanni) y publicadas en la edición del 19 de septiembre de 1970 de The Newyorker.


Jorge Luis Borges junto a Victoria Ocampo y Adolfo Bioy Casares
en Mar del Plata, 1940

En Argentina, solo se tiene noticias de una única participación activa en un partido político. Participó en la organización de mítines para promover la reelección de Hipólito Yrigoyen. Con los años recordaría a este ex presidente diciendo «creo que fue un hombre de pocas luces pero también un hombre muy probo»[1].

[1] Entrevista de Fernando Sorrentino en Siete conversaciones con Jorge Luis Borges (Losada. Buenos Aires, 2007).

Hasta aquí, tenemos a un joven Borges inmerso en los debates políticos de su tiempo. Pero sus esfuerzos en un partido como la UCR, no se comparan en nada a las tareas literarias en las que estaba comprometido: fundaba revistas, escribía, publicaba, buscaba poetas. El joven Georgie era un verdadero agitador cultural que invitaba a empapelar las calles con poesía y a ser iconoclastas. Era el centro vivo de un verdadero hervidero literario. Y no se tienen mayores noticias de sus opiniones políticas hasta los albores de la Segunda Guerra Mundial.

Contra el nazismo, el fascismo y el comunismo

Para ese entonces era, lo que diríamos hoy, un autor de nicho. Desde ese lugar mostró un fuerte rechazo a las doctrinas del nazismo y del fascismo. Admirador de las tradiciones culturales del pueblo judío y del misticismo de su religión, fue uno de los primeros intelectuales en Argentina en denunciar las doctrinas deshumanizantes del régimen de Adolf Hitler (por ejemplo, en el artículo Wells, previsor de 1936 o en el cuento Un milagro secreto de 1943) y el antisemitismo de los intelectuales y políticos locales que enarbolaban consignas germanófilas (por ejemplo, en el texto Yo, judío de 1934). Esta postura lo llevó a su primer enfrentamiento con el coronel Perón y el gobierno de facto del que era parte.

La postura neutral del gobierno del general Edelmiro Farrell (del que Perón era vicepresidente) era vista como una toma de partido disimulada en favor de las potencias de Eje. Algo que, por el otro lado, era muy celebrado por intelectuales anti liberales que consideraban que cualquier enemigo del liberalismo (en general representado por Estados Unidos y Gran Bretaña) y del comunismo, debía ser apoyado. Durante la dictadura de Farrell los grupos nacionalistas y nacionalistas católicos tuvieron una activa participación. Dos doctrinas contra las que Borges disparó numerosos dardos.

En cuanto al régimen soviético encabezado por Iosif Stalin, también fue receptáculo de duras críticas. Cualquier tipo de censura, sobre todo las relacionadas a la literatura, despertaban en el autor argentino los mayores reproches. Y de sus viejas simpatías juveniles por el comunismo, ya no quedaban ni rastros: «Hay jóvenes que me dicen ser modernos y por ello, comunistas. Si son tan modernos, ¿por qué se atienen a lo que escribió Marx en el Museo Británico a mediados del siglo pasado? ¿Es eso ser contemporáneo?»[1].

[1] Matamoro, Blas (recopilación): Diccionario privado de Jorge Luis Borges. Altalena. Buenos Aires, 1979)


El escritor en la Biblioteca Nacional (Buenos Aires, Argentina)

El primer peronismo

El 17 de octubre y la llegada de Perón a la presidencia, fueron vistos como calamidades por el grupo de intelectuales que formaban o colaboraban con la revista Sur (con algunas excepciones como Leopoldo Marechal). Borges era uno de ellos. «En 1946 subió al poder un presidente de cuyo nombre no quiero acordarme»[1]. En su caso personal, no era solo algo teórico.

[1] Autobiographical Notes.

Borges y su familia pertenecían a una clase media de recursos escasos. Él y su madre se sostenían con la pensión del difunto Jorge Guillermo y con el sueldo que el hijo tenía como auxiliar en una biblioteca pública de la Ciudad de Buenos Aires y lo que le pagaban por algún texto o traducción. Sus posturas críticas al antiguo vicepresidente de facto y su franca adhesión a los Aliados le costaron su trabajo. Luego, tanto su madre como su hermana y sobrino fueron arrestados por participar en acciones de protesta pacíficas en contra del presidente Perón. Estos hechos tuvieron una mayor influencia en los enconos políticos de Borges que toda la tradición antirosista y unitaria de sus antepasados. Durante toda su vida se refirió al militar como el innombrable.

Borges, con la caída del peronismo, fue nombrado Director de la Biblioteca Nacional por el régimen de facto del general Pedro Eugenio Aramburu. La llamada Revolución Libertadora fue aplaudida en diversos ambientes intelectuales argentinos y en la casa de los Borges: «Nos sentíamos tan felices que nadie profirió una palabra contra el dictador»[1].

[1] Ídem.

Tiempos de militares

Muchas veces, su visión de un idealizado militarismo patriótico, al corte de sus romantizados antepasados que lucharon en las guerras de Independencia y contra los caudillos federales, y el culto al coraje, llevaron a que Borges tuviera palabras de enaltecimiento hacia los militares de su tiempo. Incluso son famosos sus comentarios elogiosos al general Jorge Rafael Videla apenas asumió la presidencia de facto. Para comprender este episodio es imperioso situarse en la época. Para el momento en que Borges hace esos comentarios, 19 de mayo de 1976 (la fecha coincide con un famoso almuerzo en el que participaron también Ernesto Sábato, Leonardo Castellani y Horacio Ratti), los únicos detenidos / desaparecidos y asesinados de los que se tenían noticias eran los que habían sido víctimas de la Triple A, organizada desde el gobierno peronista de María Estela Isabelita Martínez de Perón, y del accionar terrorista de grupos guerrilleros, algunos de los cuales también pertenecían a facciones del peronismo. Es dable recordar que, para ese momento, la democracia era un experimento político que no había terminado de cuajar en la sociedad argentina.

La alternativa militar era vista como un factor político más en la vida normal del país. Lamentablemente, pocos se dieron cuenta de las funestas consecuencias de esta naturalización de los golpes de estado. Borges, que vivía por y para la literatura, fue uno de los tantos que no tuvo conciencia de lo que se tejía en forma clandestina. Ese mismo año incluso era invitado a Chile a recibir un doctorado honoris causa de la Universidad de Santiago que, aunque no estaba previsto, fue entregado por el dictador Augusto Pinochet. Este hecho, creen algunos, fue lo que le costó definitivamente el Nobel.


(Buenos Aires) El fiscal Julio César Strassera con el escritor Jorge Luis Borges. Strassera fue
una de las figuras claves en el Juicio a las Juntas Militares. Foto Archivo: Juan Carlos Piovano

Pero la postura del escritor cambió al poco tiempo. Amparado por su situación de celebridad, tanto en la esfera nacional como internacional, Borges hizo públicas sus críticas al autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. Fue uno de los firmantes de la primera solicitada que la organización Madres de Plaza de Mayo, con las que se había reunido, hizo en reclamo de sus familiares desaparecidos[1]. Sus vituperios al Mundial de 1978 pueden leerse también en este sentido: mientras que en un país hay represión y falta de libertad, un campeonato deportivo no puede taparlo todo. En una segunda visita a Chile en esos años rechazó almorzar con Pinochet.

[1] Diario Clarín, 13 de agosto de 1980.

La Guerra de Malvinas también fu motivo de críticas por parte del afamado escritor: «Con el objeto de desviar la atención, descubrieron una isla casi ignorada e inventaron una guerra que perdieron. Dieron prueba de una bestialidad enciclopédica. Y, además, eran borrachos»[1]. En comentarios de entrevistas atacó uno de los principales elementos simbólicos de los militares, al decir que los contemporáneos no tenían nada que ver con los valientes soldados de la Independencia. E incluso los tildó de cobardes, lo que en el universo borgesiano es uno de los peores calificativos.

[1] Roberto Alifano: Biografía verbal. Plaza y Janés. Barcelona, 1988.

Últimos años

La vuelta a la Democracia encontró a Borges con elogios en sus labios. Él, que décadas antes había dicho que la Argentina no era digna de la democracia, no tenía más que palabras de esperanza: «la democracia argentina me ha refutado espléndidamente»[1]. Y asistir al famoso Juicio a las Juntas, le provocó una evidente conmoción: «no juzgar y no condenar el crimen sería fomentar la impunidad y convertirse, de algún modo, en su cómplice»[2].

[1] El último domingo de octubre. Publicado en el diario Clarín, el 22 de diciembre de 1983.

[2] Lunes, 22 de julio de 1985. Publicado en el diario Clarín, el 9 de agosto de 1985.

Unos pocos años después lo encontró la muerte en Ginebra.


AP Photo / Eduardo Di Baia

Con casi 87 años, Borges había tenido opiniones cambiantes en materia política. Él mismo, cuando lo interrogaban sobre la cuestión, afirmaba que de política no sabía nada y que su opinión no tenía ningún valor. En una muestra de su escepticismo y desinterés por la política, decía, se había afiliado al Partido Conservador. Sin embargo, podemos ver en este breve recorrido, que ciertos valores se mantuvieron incólumes y que reconoció sus errores:

«Mi Utopía sigue siendo un país, o todo el planeta, sin Estado o con un mínimo de Estado, pero entiendo no sin tristeza que esa Utopía es prematura y que todavía nos faltan algunos siglos. Cuando cada hombre sea justo, podremos prescindir de la justicia, de los códigos y de los gobiernos».

Jorge Luis Borges en El último domingo de octubre

Es probable que cierta ingenuidad y una adhesión a valores patrióticos inculcados en su seno familiar, lo llevaran a tener posturas conservadoras. Lo cierto es que la cuestión de las opiniones políticas nunca fue un elemento relevante en su propia vida, la que consagro de lleno a la creación literaria. Tal vez, el exceso de politización de un país como la Argentina es la que mantiene el tema en el foco.

Juan Francisco Baroffio (Buenos Aires, Argentina) Escritor, historiador, ensayista y bibliófilo. Director de Ulrica Revista.

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