Habermas: diálogo y consenso
Por Agustina Miranda Giordano
“Lo que se necesita más bien es un juego de argumentación, en el cual razones motivantes reemplacen argumentos definitivos”.

Jürgen Habermas es uno de los filósofos contemporáneos más destacados de nuestros días, nació en Düsseldorf, Alemania, en 1929. Lo podemos identificar como un teórico social de posguerra con una amplia formación sociológica y filosófica reflejada en sus intentos de integrar diversos desarrollos teóricos de distintas áreas del saber actual. Desde la lingüística hasta teorías de aprendizajes, en diálogo con la tradición del idealismo alemán y el pensamiento crítico.
Proveniente de la Escuela de Frankfurt, principalmente, a través de Theodor Adorno y Max Horkheimer. Dicha escuela tiene su origen en el Instituto para la investigación social fundado alrededor de 1920. En 1931, toma los rasgos abocada al desarrollo de un programa de investigación conocido como Teoría Crítica de la Sociedad, el cual surge para promover una transformación de la sociedad existente.

Frente a las teorías tradicionales que confirman un status quo,la teoría crítica niega el estado de cosas en el ámbito social, histórico, cultural, proyectando lo que debería ser. Teóricos del círculo de Frankfurt parten de la constatación del sufrimiento del mundo en el marco de la postguerra (1914-1918), fascismo en Italia, nazismo en Alemania, estalinismo en la Unión Soviética, la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y el desenfrenado desarrollo de la sociedad tecnológica avanzada.
Cuando el nacionalsocialismo asume el poder (1933), el grupo de Frankfurt se ve obligado a exiliarse en Ginebra, París y Nueva York. En 1950 renace el Instituto para la investigación social y surgen filósofos y sociólogos entre los que se destaca Jürgen Habermas quien es uno de los miembros de la segunda generación.
Jürgen comparte con los frankfurtianos los efectos del colapso de la Alemania nazi, aunque él repiensa la visión pesimista de aquellos sobre la racionalidad. En términos generales, este pesimismo viene dado por la reflexión sobrela instrumentalización de la razón. Para la teoría crítica esto ha acaecido porque la razón ha caído en descrédito. Especialmente Adorno y Horkheimer se posicionan contra la tiranía de la razón instrumental: la razón se ha vuelto un medio, un instrumento, una herramienta del poder y del sistema para el dominio de la naturaleza y de los hombres que todo lo reduce a criterios de cálculo y de utilidad, incluido al ser humano.
Frente a esta visión de la razón se pronuncia Habermas quien -a pesar de compartir ideas con el pensamiento frankfurtiano- representa uno de los esfuerzos reflexivos más importantes de la época contemporánea en el rescate de la “racionalidad moderna” en donde la humanidad es concebida como un fin y no como un medio. Esto va en consonancia directa con el pensamiento kantiano y el imperativo categórico.
“Obra de tal modo que consideres a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”
Immanuel Kant
El filósofo alemán prefiere usar la noción de “racionalidad” y no la de “razón» para subrayar el carácter intersubjetivo que se da en los procesos de diálogo y consenso entre los sujetos. La racionalidad se constituye intersubjetivamente y la comunicación humana tiende al entendimiento entre los seres humanos. Ya no se trata de una “razón a priori y ahistórica” (como en la modernidad), sino de procesos comunicativos que los seres humanos despliegan en un mundo cargado ya de significaciones -conquistadas históricamente- que articulan el tejido comunicativo de la vida cotidiana.

De algún modo ha reconsiderado el método dialéctico crítico añadiendo la necesidad de enriquecer la investigación empírica con reflexiones sobre lo histórico. Este retorno a la dialéctica tiene relación con la significación original de este término: el diálogo. Precisamente, entre personas y grupos que no comparten los mismos intereses ni las mismas corrientes ideológicas.
El mejor argumento
En su obra Teoría de la acción comunicativa (1981) introduce la noción de “situación ideal de habla» como el ámbito de intercambios de argumentos libres de intereses particulares y subjetivos. De esta manera, excluye deformaciones e imposiciones propias del poder social y confiriendo a los hablantes la experiencia de libertad en el intercambio de argumentos.
“Llamo ideal a una situación de habla en que las comunicaciones no solamente no vienen impedidas por flujos contingentes, sino tampoco por las coacciones que se siguen de la propia estructura de la comunicación. La situación ideal de habla excluye las distorsiones sistemáticas de la comunicación”
Jürgen Habermas | Filósofo y sociólogo alemán
De modo que resultan depurados los intereses particulares y subjetivos, es decir, quedan libres de la carga de la acción. En ese intercambio y diálogo puede emerger el mejor argumento, aquel que nadie impone, pero que se impone a todos, pues es resultado del “consenso”. La racionalidad comunicativa que propone se funda en el consenso, es decir en el acuerdo racionalmente motivado.
Esta “situación ideal de habla” tiende al entendimiento intersubjetivo y se orienta hacia el consenso como forma de solución a los conflictos válida para todos los afectados. Esta situación supone el reconocimiento del otro como sujeto con iguales derechos, lo que posibilita un diálogo e intercambio entre pares.
De esta manera, mediante la capacidad de dialogar argumentativamente, esto es de “aunar sin coacciones y de generar consenso” los participantes “superan la subjetividad inicial y merced a una comunidad de convicciones racionalmente motivada se aseguran a la vez la unidad del mundo objetivo y la intersubjetividad del contexto en que se desarrollan sus vidas”. El objetivo es convencer, corregir y/o fundamentar apelando a argumentos razonables para alcanzar un consenso fundado.
“Los discursos sirven para la comprobación de las pretensiones de validez problematizadas de opiniones (y de normas). La única pretensión permitida en el discurso es la del mejor argumento; y el único motivo admitido, el de la búsqueda cooperativa de la verdad”
Jürgen Habermas

Pensemos en el ejemplo propuesto por Iván Villalobos Alpízar: a la hora dialogar distintos sectores sociales, tras de un periodo de crisis y protestas, éstos no parten de un grado cero del interés, sino que manifiestan una serie de intereses, prejuicios y demandas propias de la situación. El diálogo en esta disposición se tensiona, cada una de las partes tratará de imponer su posición de forma estratégica. Sin embargo, subyace al diálogo una serie de presupuestos que, aunque pueden ser quebrados, su misma existencia permite discernir una acción estratégica de una acción comunicativa, y por ello mismo, exigir a la contraparte apegarse a tales principios, so pena de romperse el diálogo.
En este sentido, Habermas distingue entre acción estratégica y acción comunicativa que busca la comprensión mutua. A diferencia de la acción comunicativa, la acción estratégica tiende a la satisfacción de necesidades o a la consecución de fines subjetivos y particulares.
¿Cómo se expresa dicha teoría en la política?
Dado que la racionalidad es compleja y se manifiesta en la interacción comunicativa, lo importante no es afirmar lo racional o irracional, sino construir la racionalidad a partir del consenso. Esto tiene su impacto en la política ya que este proceso consiste en proseguir y desplegar el diálogo hasta que se alcance el mejor argumento, el cual es el más racional. Aquí los interesados en resolver el problema son quienes determinan cuál es el mejor argumento.
Todo esto lo podemos traducir en términos de política deliberativa. La participación deliberativa es participación de interesados, quienes partiendo del hecho de que la realidad social es conflictiva para alcanzar el consenso, se fijan los criterios que hacen posible la deliberación. En palabras de Habermas, el concepto de política deliberativa sólo cobra una referencia empírica cuando tenemos en cuenta la pluralidad de formas de comunicación en las que puede formarse una voluntad común, no sólo por vía de un autoentendimiento ético, sino también mediante ponderación y equilibrio de intereses y mediante compromisos, mediante elección racional de los medios con vistas a un fin, justificaciones morales y comprobaciones de que se es jurídicamente coherente (en Tres modelos de democracia. Sobre el concepto de una política deliberativa).
Frente a un modelo de democracia liberal y otro republicano, Habermas piensa en un modelo de democracia deliberativo que se apoya precisamente en las condiciones de comunicación bajo las que el proceso político puede tener a su favor la presunción de generar resultados racionales porque se efectúa en toda su extensión en el modo y estilo de la política deliberativa.
Ahora bien, ante los hechos que cotidianamente vivimos, el modelo deliberativo de discusión y determinación de asuntos públicos funcionaría en un estadio en el que la mayoría de las democracias en la actualidad no se encuentran. Esta es una de las principales críticas contra la viabilidad práctica de la democracia deliberativa, la cual pareciera una ilusión racionalista que rara vez es conseguida en la realidad. Sin embargo, también cabe señalar que estos espacios no son totalmente utópicos, existen formas y vías periféricas en las que la sociedad genera espacios de reflexión y de debate de los problemas de la misma para contrarrestar el avance del poder.
La democracia deliberativa tiene vigencia e importancia como una idea regulativa en sentido kantiano, es decir, se persigue ese fin como una aproximación asintótica. Se podría entender como un ideal que posee la suficiente fuerza para impulsar acciones en los sujetos y en las políticas, aunque todavía no se haya alcanzado.
Agustina Miranda Giordano (Argentina): estudiante de Profesorado de grado universitario y Licenciatura en Filosofía, Universidad Nacional de Cuyo.
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