Kant: el dulce sueño de la paz
Por Agustina Miranda Giordano
El pensamiento kantiano posee un gran significado en las relaciones internacionales. La idea de la paz perpetua “no es una fantasía vana, sino un problema que hay que ir resolviendo poco a poco, acercándonos con la mayor rapidez al fin apetecido”.

Sobre la paz perpetua, es un escrito ético-político de Immanuel Kant que se publica tras la paz de Basilea entre Francia y Prusia en 1795. Si nos ubicamos en el contexto de producción de esta obra, advertimos que se trata de una época de transformaciones en la forma de entender y de hacer política, el modo de ordenar la vida social, la producción, la economía y la constitución de los Estados nacionales. Europa se encontraba en una coyuntura histórica importante: la Revolución Francesa. La cual, para Kant, significa desde el punto de vista práctico, la manifestación de la idea de progreso que se verificó en la especie humana.
En esta obra kantiana hablamos de un proyecto racional para la paz perpetua, en donde el filósofo está centrado en el análisis de las condiciones de posibilidad de una paz duradera. En el tratado, Kant estipula las condiciones para una paz perpetua bajo la forma de artículos preliminares y definitivos. Situándose en el marco de una reflexión sobre la sociedad internacional y una filosofía de la historia, ante una problemática que se integra en un sistema ético, jurídico y político.
¿Cómo se da el pasaje del estado de naturaleza en los sujetos al de la sociedad civil?
Aun cuando se vislumbre cierto optimismo respecto de la posibilidad de la paz, a diferencia de Rousseau -y en consonancia con Hobbes-, Kant considera que la lucha es propia de la naturaleza humana. La paz no es propia y natural entre los sujetos, sino que ésta se obtiene mediante una conquista de su voluntad racional.
«La paz entre hombres que viven juntos no es un estado de naturaleza (status naturalis), el estado de naturaleza es más bien la guerra, es decir, un estado en donde, aunque las hostilidades no hayan sido rotas, existe la constante amenaza de romperlas. Por tanto, la paz es algo que debe ser instaurado».
Immanuel Kant | Filósofo y científico prusiano

Los individuos superan la dimensión instintiva introduciendo la razón autónoma. La autonomía de la razón indica que ella misma se da la ley, no prescribe en concreto qué hacer, si no indica el modo cómo se ha de actuar (de lo contrario sería un imperativo hipotético o condicional). En Kant, la razón se impone a la voluntad de una forma universal y necesaria, por tanto objetivamente, en contra de cualquier deseo o querer subjetivo.
A lo largo de las obras de este autor, la formulación del Imperativo categórico se va modificando, pero lo esencial de él radica en cómo se determina la máxima de la acción. En la cuarta y última formulación del imperativo que propone indica algo fundamental.
«Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio».
Immanuel Kant
No se refiere a la máxima sino a la determinación de la acción misma que precisa el motivo objetivo del obrar. La idea de humanidad como un fin en sí misma es una categoría a priori-práctica reguladora del obrar. La filosofía práctica busca el fundamento del obrar cuya síntesis la encuentra en la idea de la humanidad como fin y no como mero medio utilitario.
Según el filósofo prusiano, la finalidad del obrar humano se puede leer en el decurso histórico y la encuentra en la intencionalidad de la Naturaleza. Pues, en ella se da el desarrollo de las disposiciones originales de la humanidad. La garantía de la paz perpetua la encontramos en la Naturaleza que introduce en las disensiones humanas armonías y concordia que permitirían avanzar en el camino de la civilización hacia la moralización (la plena humanidad). Para ello hay dos pasos claves que se dan no en el individuo, sino en la especie.

El primero de ellos es la instauración de una sociedad civil que administre universalmente el derecho. En línea con el pensamiento contractualista moderno que pretende establecer una constitución civil bajo leyes a la salvaje libertad. La salida del estado de naturaleza conduce a constituir una sociedad civil organizada mediante el “contrato originario”, el cual es un imperativo de la razón y sobre el cual ha de fundarse toda la legislación de un pueblo. Constitución que para Kant debe ser republicana, ya que ésta es más propicia para llegar al anhelado fin de la paz perpetua.
Pero esto no acontece sin relaciones antagónicas entre los sujetos, o como lo llama Immanuel, “la insociable sociabilidad”, antagonismo necesario superado mediante el uso de la razón. Entonces, el segundo paso, depende a la vez del primero, y tiene que ver con el problema de las reglamentaciones de las relaciones interestatales.
“De qué sirve trabajar en pro de una constitución civil conforme a leyes interindividuales, esto es, en pro de la organización de una comunidad, cuando esa misma insociabilidad es la causa de que cada comunidad esgrima una libertad desenfrenada en sus relaciones exteriores”.
Immanuel Kant
Mediante un largo proceso, la Naturaleza conduce a la humanidad a un estado de ciudadanía mundial o cosmopolita. La intencionalidad de la Naturaleza es una hipótesis que posibilita afirmar el progreso de la especie humana y abre paso a la interpretación de la historia en clave cosmopolita.
Entonces, se trata de la historia de la realización progresiva de la idea de humanidad. Esta funciona como categoría reguladora de las acciones concretas de los sujetos como momentos de un progreso que tiene como fin la humanidad misma y su perfeccionamiento moral.

Ahora bien, ¿qué sucede cuando los problemas no se dan entre sujetos sino entre Estados? El imperativo categórico que conduce a los individuos a asociarse en el Estado, también tiene la exigencia racional de que estos superen el estado de naturaleza que impera entre los Estados y constituir una unión de Estados. La ciudadanía mundial no anula las ciudadanías individuales de los estados existentes. Además implica la libertad de circulación de sujetos y bienes. Se trata de un “Estado de naciones (civitas gentium) que, aumentando sin cesar, llegue por fin a contener en su seno todos los pueblos de la tierra”.
La idea de un Estado mundial cosmopolita funciona al modo de un principio regulativo en el ámbito internacional, y principalmente con respecto a la guerra. Para ello, Kant postula que tiene que existir una Federación de la paz que busca terminar con las guerras para siempre (a diferencia del pacto de paz, el cual busca acabar con guerras concretas). Esta federación no persigue la adquisición de poder para el Estado, sino simplemente “Mantener y garantizar la libertad de un Estado en sí mismo y, también, la de los demás Estados federados, sin que éstos deban someterse por esta razón (como los individuos en estado de naturaleza) a leyes políticas y a su coacción”.

La Naturaleza se hace presente nuevamente en el antagonismo entre cuerpos políticos para mostrar la posibilidad de un equilibrio fundado en un poder unificado por una confederación de pueblos. En donde, la toma de decisiones sería conforme a leyes de la voluntad común, es decir, una legislación fruto del consenso colectivo.
Aunque no sea posible la realización del Estado universal, y con él, de la paz perpetua, lo que sí es realizable en todo caso es la aproximación al mismo mediante el adecuado proceso de asociación de los Estados. La paz perpetua es ciertamente una idea irrealizable. Pero su función es la de buscar una continua aproximación a ella.
¿Qué logrará la humanidad si alcanzará la utopía de una sociedad civil justa y un estado cosmopolita universal?
En definitiva, y teniendo en cuenta el escenario social, económico y político de la época, logrará fijar las condiciones de posibilidad para el desarrollo del capitalismo. En este sentido, el pensamiento de Kant cumple la función de conferir legitimidad al estado de cosas dadas.
Por un lado, el propósito cosmopolita que propone Kant se dirige a establecer leyes universales que posibiliten el comercio entre los pueblos. Por otro lado, podemos advertir la función crítico-reguladora de la idea del establecimiento universal de la paz perpetua.
«Si alguien no puede probar que algo es, puede intentar probar que no es. Pero si no lo consigue de ninguna manera de ambas formas, puede todavía preguntar si le interesa aceptar (como hipótesis) una cosa u otra, y esto con un propósito teórico o práctico o bien para alcanzar un determinado fin, que puede ser a su vez pragmático o moral».
Immanuel Kant
Entonces, la paz perpetua sería posible porque todavía no se ha demostrado su imposibilidad. Y entonces nos preguntamos ¿para qué sirve actuar conforme a estas ideas? Según el pensamiento kantiano, resulta necesario actuar en conformidad con la idea de ese fin, puesto que se persigue una aproximación asintótica, nos acercamos pero nunca alcanzamos esa idea. Se trata de un ideal que posee la suficiente fuerza para impulsar acciones en los sujetos y en los estados. Por más objeciones y críticas que podamos hacer,no hay que descartar estas ideas, el pensamiento kantiano constituye un valioso precedente en las teorías de relaciones internacionales, por lo que sus reflexiones son importantes para entender nuestro presente.
Agustina Miranda Giordano (Argentina): estudiante de Profesorado de grado universitario y Licenciatura en Filosofía, Universidad Nacional de Cuyo.
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