Más allá del Realismo y del Liberalismo
Por Alejo Maggini
¿Podemos imaginar un paradigma internacional más allá de los modelos geopolíticos establecidos? Para una disciplina joven, la humildad y apertura ante nuevas perspectivas es la clave.

Inmiscuidos en los temas del aqui y ahora, estamos ligados a una constante reacción ante los hechos, a definir soluciones en base a paradigmas establecidos hace mucho tiempo y a jugar una partida de ajedrez con piezas cuyos movimientos estan limitados a casilleros negros y blancos. En el ajedrez de las relaciones internacionales hay más de 32 piezas cuyos trasfondos sociales, económicos, identitarios e interpersonales trascienden los roles ejecutivos asignados en el juego de la política.
Para muchos autores, la unidad de análisis básica de las relaciones internacionales se delimita en el estado-nación. Esta noción emerge con los tratados de Westfalia de 1648, convirtiendo a la disciplina internacional en un campo de estudio de menos de 400 años de academia, práctica y análisis. Con el corto periodo de vida de nuestra especialidad, los internacionalistas nos nutrimos y contribuimos con nuestros estudios a la interdisciplinaridad de las ciencias políticas, estudios de paz, religión, retórica y geografía entre tantas otras para fortalecer marcos que sostengan nuestras reacciones a las tambaleantes dinámicas de la política, el comercio internacional y los derechos humanos.
Desde estos cimientos, reconocemos al realismo y al liberalismo como escuelas formadoras del pensamiento político global y legitimamos a sus autores como los fundadores de los espacios de cooperación y prevención de conflictos. Tal enfoque perpetúa, en ocasiones, una falsa dualidad en la que los actores globales solo pueden moverse de maneras predeterminadas sobre casilleros de blanco o negro en el tablero del orden mundial. Seré breve en mi repaso de estas escuelas, ya que en su momento fueron tratados en Kant: el dulce sueño de la paz y El Renacer de la Geopolítica Europea.

Ya en el Dialogo Meliano, datado del 416-415 a.c, Tucídides implanta la piedra angular del pensamiento realista: “los fuertes hacen lo que quieren y los débiles sufren lo que deben”. El realismo como escuela política entiende al mundo desde una visión pragmática, muchas veces amoral, con gran énfasis en la trascendencia material del poder tanto económico como geográfico y militar. Pensadores como Thomas Hobbes y Niccolò Machiavelli han ampliado los horizontes de nuestra comprensión sobre la estructura de los sistemas políticos, las características virtuosas de nuestros líderes (virtù maquiavélica) y aún más a fondo sobre la naturaleza misma del hombre como lobo del hombre. Estas dinámicas nos invitan a explorar la necesidad de teorías defensivas y ofensivas frente a calamidades inherentes y externas al sistema internacional, tales como guerras civiles, avances tecnológicos bélicos y enfrentamientos mercantiles. Con cautela y atención a los intereses del oponente, el realismo nos permite sobrevivir.
En contraste, Immanuel Kant y John Locke proveen bases fundamentales del liberalismo como escuela basada en la cooperación entre naciones e individuos, el respeto mutuo a condiciones humanas natas llamadas derechos y a la formación de modelos de beneficio que contrastan con los juegos de suma cero del realismo. A esta escuela se inmiscuye la filosofía económica del capitalismo que, no solo llevaría un capítulo aparte en esta reflexión sino que abre las puertas a moldear el análisis de toda estructura política presente. La frase “en las fronteras por las que crucen productos, no cruzaran los ejércitos” resume tal relación de poder y cooperación a nivel internacional.
Las alianzas estratégicas como la OTAN, la Organización de Países Exportadores de Petróleo y la Unión Europea son ejemplos de tales esfuerzos liberales. La reflexión del general estadounidense Douglas McArthur tras la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial es apropiada para ilustrar este concepto: “(…) desde los cielos ya no llueve muerte, y los mares solo albergan comercio.” Frente a las mayores catástrofes, el liberalismo celebra la cooperación ante todo.
Hoy en dia, ambas escuelas junto al Constructivismo, se presentan como los casilleros blancos y negros sobre los que los estados-nación deben navegar avances seguros y definidos, entendiendo que los retrocesos son duros, injustos y ciertas veces inadmisibles. El arduo trabajo de la academia para mantener estas reglas vigentes representa un esfuerzo loable frente a desafíos actuales que difieren estructuralmente de los cimientos realistas y liberales.

El mundo de hoy presenta agentes de cambio en movimientos sociales, el sector privado, ciudades globales, y famosos influencers cuyo poder de convencimiento e impacto escaparon a las especulaciones de los pensadores clásicos. No solo las piezas difieren sino también los desafíos y las controversias. El cambio climático genera consecuencias detrimentales de manera desigual y se ramifica por los casilleros clásicos que alentaron razonar que el fuerte haga lo que quiera y que el débil sufra lo que deba dentro de un sistema liberal internacional que ignora a la naturaleza y acelera el consumo presente por sobre la sustentabilidad futura.
Ambas escuelas y sus pensadores continúan proveyendo explicaciones y posibles soluciones pero estas calamidades son más urgentes que en otras oportunidades de nuestra historia. Pregunto entonces, ¿Podemos seguir limitándonos al estudio del estado-nación sin entender lo que sucede dentro, a través y más allá de ellos?
Siendo una joven disciplina nutrida de reflexiones filosóficas, sociológicas y humanas de otras fuentes de conocimiento, tenemos la oportunidad de ofrecer nuevos colores a los casilleros, extender el tamaño del tablero, agregar piezas y adaptar las reglas del juego. Frente a la dualidad realismo vs. liberalismo y a las consideraciones del constructivismo, las cuales espero tratar en futuras contribuciones, los invito a considerar alternativas para comprender el paradigma global.

Estructuralismo: La cuestión de África y América.
Más allá del arsenal bélico y los tratados internacionales o quizás aun a través de ellos, emerge el pensamiento estructuralista enfocado en el rol del lenguaje y las concepciones definidas por este en el marco sociopolítico global. Tomando un solo hilo de esta teoría y aplicándola a los modelos clásicos, podemos entender como unidad de análisis al estado-nación y a sus servidores públicos como los determinantes de su accionar ante el concierto de las naciones. Por tanto, el lenguaje y las preconcepciones propias de la diplomacia, la política pública y las lenguas extranjeras juegan un rol fundamental en las medidas pragmáticas del actor político por excelencia.
Un claro ejemplo proviene de Binyavanga Wainaina quien en 2005 revolucionó el marco político en relación a la perspectiva global sobre el continente africano. Su texto demuestra que las relaciones internacionales, por más objetivas que sean como ciencia social, no escapan a los prejuicios y parcialidades históricas de la comunidad global. Así como Edward Said critica la concepción colonial de los pueblos de Medio Oriente y Asia Central en su ensayo pivotal del estructuralismo titulado Orientalismo, Wainaina nos abre los ojos a esta teoría con ¿Cómo escribir sobre África?
“En tu texto, trata a África como si fuera un solo país. Es caluroso y polvoriento, con praderas onduladas y enormes manadas de animales y gente alta y delgada que se muere de hambre. O es calurosa y húmeda, con gente muy baja que se alimenta de primates. No te atasques con descripciones precisas. África es grande: cincuenta y cuatro países, 900 millones de personas que están demasiado ocupadas pasando hambre y muriendo y guerreando y emigrando como para leer tu libro. El continente está lleno de desiertos, selvas, altiplanos, sabanas y muchas otras cosas, pero a tu lector no le importa todo eso, así que mantén tus descripciones románticas y evocadoras y poco particulares”.
Cita sarcástica de Binyavanga Wainaina en «¿Cómo escribir sobre África?»
El autor nos reclama que la próxima vez que leamos o escribamos sobre el vasto continente africano tengamos en cuenta no solo las explicaciones cualitativas y cuantitativas de la realidad continental pero que desafiemos las caracterizaciones tanto por la identidad de quienes las promueven como a quienes hacen referencia.
Caso similar ocurre en la intersección de la política global con las lenguas extranjeras. “América” y “America” parecen representar el mismo concepto pero su versión castellana engloba al grupo de países del continente homónimo cuyas culturas e historias se presentan interconectadas por un territorio común con ideales diferentes trazados por tradiciones ancestrales aborígenes, colonialismo y largas olas migratorias.
En inglés, cuando la palabra se emula alrededor del globo, en especial fuera de Latinoamérica, America sirve al propósito del excepcionalismo estadounidense que se ha aislado de sus vecinos continentales para presentarse como una América aparte y a sus países colindantes como referencias geográficas que le mantienen en el centro.
Así como la proyección Mercator mantiene el eurocentrismo intacto en los mapas, Estados Unidos se conflictúa al definir a todos los estados-nación australes de sí como Sudamérica condenando a sus habitantes a una homogeneidad conceptual y a un estereotipo. El liberalismo nos llamaría a cooperar entre naciones pero si fallamos en considerarnos estados-nación de igual nivel de personería institucional estatal, el tablero se mantendrá torcido hacia el norte y el sur quedará con menos piezas y alienado.

Ecofeminismo
Ahondando en nuestro análisis de la frase hobbesiana “el hombre es el lobo del hombre” en la obra fundamental El Leviatán, podemos dirimir el contexto social y de género de la época fundadora de la teoría política realista. Contexto social en el que tanto el sujeto como el objeto de esa famosa frase solo corresponden al sexo masculino, evocando al establecido sistema patriarcal que tanto para el liberalismo como para el realismo equiparaba al sistema de poder.
Si esta sentencia, que solo incluye al 49.5% de la población mundial se entiende y extrapola como modelo de funcionamiento político internacional, el sexo femenino y el colectivo LGBTQIA+ parecen no participar de esta dinámica de juego de suma cero. De hecho, son estos grupos los que históricamente han obtenido ganancias nulas o incluso negativas bajo estructuras desiguales que la sociología analiza con una perspectiva de género.
En este contexto, siguiendo los fundamentos filosóficos dictados por Françoise d’Eaubonne en 1974, el movimiento Ecofeminista expone que las normas sociopolíticas actuales conducen a una visión incompleta del mundo. Esta teoría utiliza los principios feministas de igualdad entre géneros para reinterpretar el contexto social actual en pos de estructuras no patriarcales articuladas con compromisos con el medio ambiente. En resumidas cuentas, esta teoría se fundamenta en la asociación del tratamiento social hacia las mujeres con la relación de la humanidad con la naturaleza.
Más allá de las dualidades realistas y liberales, capitalistas y comunistas, Ynestra King explica que estos modelos de imposición patriarcal se fundamentan en la discriminación y exclusión de la mujer del sistema cultural de la misma forma en que la humanidad se constituye en la explotación de la naturaleza. La autora explica que:
“El análisis crítico y la oposición a la cultura tecnológica e industrial -capitalista y socialista- es crucial para el feminismo, la ecología y las luchas de los pueblos indígenas. En este momento de la historia, no hay manera de desenredar la matriz de opresiones de la sociedad humana sin liberar al mismo tiempo la naturaleza y reconciliar la parte de la naturaleza que es humana con la que no lo es. Los socialistas no tienen la respuesta a estos problemas – comparten el antinaturalismo y el dualismo básico del capitalismo. Aunque fue desarrollado por el capitalismo, los medios tecnológicos de producción utilizados por los estados capitalistas y socialistas son en gran medida los mismos. Todas las filosofías de la liberación existentes hasta ahora, con la posible excepción de algunas formas de anarquismo social, aceptan la noción de que la humanidad debe dominar la naturaleza, y que la creciente dominación de la naturaleza no humana es una condición previa para la verdadera libertad humana”.
Lo más significativo dentro del análisis filosófico de King resuena en la necesidad de reconciliar a la humanidad con su parte natural, llamamiento crucial para descubrir que el destino de los recursos naturales globales determinará el límite del nuestro. Desde esta perspectiva, los sistemas patriarcales visibles, latentes y ocultos pueden equipararse a los modelos extractivistas, nocivos y lucrativos que agotan los recursos de la tierra y condenan a la naturaleza a su extinción temprana.
Mientras millones de mujeres deban subsistir bajo el yugo de un sistema opresor que restringe su acceso a la propiedad agrícola, les prohiba expresar sus símbolos religiosos en libertad, las asesine con impunidad, y las limite a participar en política, el tablero seguirá sesgado y continuará reflejando el hecho de que solo dos de las 32 piezas no pertenecen al sexo masculino. Tal explotación de la mujer y el distanciamiento con nuestra parte natural, de acuerdo al Ecofeminismo, impedirá acciones de protección temprana en el Amazonas, exacerbará la deforestación desmedida para establecer monocultivos, impulsará la extracción de combustibles fósiles y condenara los esfuerzos de las conferencias y tratados climáticos al fracaso.
Una última consideración al concluir esta reflexión, pese a la metáfora ajedrecística que acompaña este artículo me permito compartir una aclaración. Aunque para ciertas piezas y leviatanes las dinámicas políticas puedan constituirse como un juego de colaboración o suma cero, las consecuencias de sus movimientos y las tergiversaciones del tablero devienen en sufrimiento, exclusión, y hambre reales que más que un juego son un llamado de atención a los paradigmas del siglo XXI.
Los desafíos actuales requieren soluciones holísticas más allá del paradigma realista de suma cero y que estas honren la cooperación más allá de la individualidad de derechos del liberalismo. La lucha contra el cambio climático, la protección de la biodiversidad y el desarrollo sostenible puede abrir nuevas puertas a la inclusión social con perspectiva de género y al empoderamiento de los pueblos del Sur Global para demarcar su destino con libertad. También, nos exhorta como agentes de cambio a influenciar las reglas del juego, a convertirnos en piezas que avancen por casilleros multicolores, a ampliar el tablero para asegurar soluciones conjuntas, y a repensar nuestro rol y nuestras intenciones al momento de jugar nuestro turno.
Alejo Maggini (Estados Unidos): Licenciado en Diplomacia y Asuntos Internacionales y Licenciado en Economía, Occidental College.
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