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El renacer de la geopolítica europea

Por Álvaro Manrique Robledo

El eje de poder de la Unión Europea se ha desplazado de Alemania a Francia. Esto no es casualidad, es el resultado de estrategias que expresan una reforma profunda.

Ilustración | Ingrid Fonoy Díaz

El statu quo en el que vivíamos hace tan solo unas semanas ha cambiado, y nada indica que vayamos a volver al punto de partida. La invasión rusa en Ucrania tendrá trascendencia más allá de lo que Vladimir Putin había previsto, pues sus planes iniciales de una “reconquista relámpago”, han fracasado. La reacción de Occidente ha sido de una coordinación sin precedentes, utilizándose todos los mecanismos de la globalización en su conjunto para sancionar y golpear a la economía rusa. El resultado de estas es que más de 170 multinacionales han abandonado ya el país, y 191 han suspendido sus operaciones. La bolsa rusa cerró durante semanas, reabriendo con ganancias provenientes de la compra de gas de Europa. Se trata de un tira y afloja en el que Moscú sigue teniendo cartas que jugar para sortear el impacto de las sanciones. Los que sufren de forma más aguda son, como siempre, ciudadanos que poco tienen que ver con lo que está pasando. Aunque por supuesto, su opinión individual es vital en la batalla por el relato en tiempos de guerra.

Este conflicto no ha hecho sino acelerar unos cambios que ya se estaban dando en la UE, pero que ahora avanzarán de forma decisiva. Se trata de asuntos como la independencia energética o la independencia estratégica. En este sentido, sorprenden las declaraciones del Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell. Él aboga por la creación de una fuerza militar europea de despliegue rápido de 5000 efectivos, algo que ya se ha aprobado y que comenzará a prepararse para 2025.

Este movimiento no tiene una gran relevancia desde el punto de vista de capacidades, entonces se considera un paso simbólico. Pero una cosa está clara, la autonomía estratégica europea ya no es tabú. Por primera vez, hablar de un «ejército europeo” no es algo totalmente descabellado, ni es algo que de vergüenza.

No era previsible hace dos meses, que la Unión Europea iba a contar con este moméntum político, que no existía desde hace años y que la llevaba a una parálisis peligrosa. Son los últimos tiempos de crisis -sin tener en cuenta las anteriores a 2015- en los que ha demostrado su utilidad y capacidad de resolver grandes problemas. Y es que, las últimas crisis parece haber hecho escarmentar al pueblo europeo.

Este mes de abril se celebran elecciones que ahondarán o frenarán este moméntum. Los comicios en Hungría y Francia (3 de abril y 10 de abril), marcan un cambio de timón o la profundización de estos cambios, que difícilmente tendrá vuelta atrás.

Dos elecciones fundamentales 

Para las elecciones en Hungría, se presentaron dos grandes partidos. Fidesz, de corte ultranacionalista, con un programa de “democracia” iliberal, y Unidos por Hungría, coalición opuesta. Viktor Orbán ya fue primer ministro en 1998 por cuatro años, pero no le pareció suficiente. En 2010 volvió a ser investido, y conserva el poder hasta hoy. El 3 de abril su partido fue reelegido con mayoría absoluta en el parlamento. Fidesz se alza con 135 escaños, mejor resultado que en 2018.

La oposición, pese a haberse unido en una candidatura única, ha sufrido una derrota sin paliativos. La situación de guerra en Europa ha premiado el papel de «hombre fuerte» de Orbán, y a su equidistancia con el conflicto. Él planteaba una dicotomía por la que ayudar a Ucrania supondría “entrar en guerra contra Rusia”, y esto ha calado en un electorado que ha preferido no mojarse. Ahora bien, no podemos obviar la profunda desventaja que sufre cualquier partido de la oposición. Hungría aprobó en 2011 una nueva constitución, impulsada por Orbán, y que le beneficia. También aprobó en 2020 reformas constitucionales sin consulta pública, y durante un Estado de emergencia. Las misiones de observación electoral de la OSCE calificaron a las elecciones de 2014 y 2018 como “libres pero no justas”.

El control de los medios de comunicación, el tratamiento que reciben minorías en el país, e incluso que se hayan cerrado universidades, no nos permiten tratar a Hungría como democracia plena. Se consolida entonces, con matices, el proyecto iliberal en Hungría. El 3 de abril también se celebró un referéndum de “protección de la infancia”. Este, pretendía prohibir la enseñanza de asuntos LGTB a menores de edad. Una cruzada personal de Orbán que ha fracasado. Menos del 50% de la población llamada a votar participó, por lo que el referéndum es nulo.


Ilustración | Joan Wong

En los últimos años, Hungría y Polonia ya bloqueaban la toma de decisiones en el seno europeo. Además, introducían distintas reformas en contra del Estado de derecho y de los valores democráticos. Casi siempre en nombre de una repetitiva “soberanía nacional”. Excusa que se ha utilizado para emprender reformas que ya han sido sancionadas por la justicia europea, y por las que aún se están pagando grandes multas. Hungría encontraba apoyo en el Grupo de Visegrado. Una alianza de naciones euroescépticas que ha saltado por los aires, sobre todo por choques con Polonia, que defiende un discurso duro contra el Kremlin, que Hungría no respalda. Desde 1991, Visegrado se muestra más débil que nunca.

Hungría sale de estas elecciones con un líder que no será bienvenido en Bruselas, y que cuenta con apoyos internacionales reducidos. Queda por ver cómo reacciona la Unión a la disfuncionalidad que esto plantea. 

Las elecciones presidenciales francesas, por su parte, pueden suponer un cambio de marcha. Todo apunta a que en la segunda vuelta (24 de abril) se enfrentarán cara a cara, Emmanuel Macron, firme europeísta, contra un candidato euroescéptico.

En el juego de los extremos, lanzan los dados Eric Zemmour (extrema derecha), Marine Le Pen (derecha nacionalista radical) y J.L. Mélenchon (extrema izquierda), alguno de ellos son lo posibles candidatos que enfrentarán a Macron. Todos ellos son capaces de movilizar a amplias masas, que sufren las consecuencias de graves crisis sociales. Un descontento que saben capitalizar. La elección de Macron significará más Unión Europea, por otro lado, la elección de Zemmour, Le Pen o incluso Mélenchon, conllevará la pérdida de Francia de gran parte del liderazgo que maneja actualmente en Bruselas. No hace falta decir que estos tres candidatos de oposición intentarán implementar reformas euroescépticas que reduzcan las competencias de la Unión Europea, dejándonos de esta forma con el interrogante, ¿llevará esto a la disfunción de la misma?


Ilustración | Peter Schrank

Europe puissance

La realidad es que estos últimos dos años, Macron ha preparado un programa a medio-largo plazo en la UE, uno que pretende mover el poder hacia París, desplazándolo de Berlín. La salida de Angela Merkel a finales de 2021 ha roto un equilibrio que dábamos por sentado. El nuevo canciller, Olaf Scholz, es de distinto signo al del presidente francés. Si bien esto no es la primera vez que sucede (Hollande-Merkel), sí parece que ahora plantea un mayor obstáculo a la cooperación. Apenas han pasado 100 días con Scholz en el poder, y se requieren reformas urgentes para las que Francia intentará depender menos de Berlín. 

El importante papel que Macron ya ha tenido en las negociaciones de paz, le benefician electoralmente provocando el efecto “rally ‘round the flag” en el que una emergencia nacional, fomenta una cohesión y un apoyo extra para los que percibimos capaces de resolverla. Si sus esfuerzos se traducen en un acuerdo, lo proyectarán como nuevo líder de Europa. Se le acabó el chollo a Alemania, y a Francia se le abre la oportunidad para definir hacia dónde van en común “los 27”. 

La relación que conocíamos como eje franco-alemán no ha desaparecido, pero ha cambiado. Las próximas semanas serán decisivas para la reconfiguración de esta. Lo más llamativo durante la campaña electoral de Macron, fue su uso del nuevo concepto «Europe puissance». 

Ilustración | Peter Reynolds

En la «Europa geopolítica», se habla menos de valores morales y la atención de vuelve más realista en los recursos naturales, económicos, militares, diplomáticos y en otras fuentes de poder de las relaciones internacionales. Estos recursos son necesarios para poder defender cualquier proyecto basado en valores. Y es que, con una inflación galopante, el fin de una emergencia sanitaria de la que no nos hemos recuperado todavía, y un descontento social masivo, a los demócratas nos cuesta más que otras veces defender nuestro proyecto. Una Europa geopolítica puede ser la garantía de un futuro menos precario, en el que los hechos hablen por sí solos. Podrá ejercer un liderazgo democrático que hasta ahora estaba desgastado.

Se abre una nueva etapa del proyecto europeo. Todos los escenarios plantean la revisión de competencias y supondrán o bien el empujón definitivo hacia una UE renovada, o un fuerte “stop”, en virtud de proyectos nacionalistas y excluyentes. 

¡Buena suerte, Europa! Sok sikert, Európa! Bonne chance Europe!


Álvaro Manrique Robledo (España): estudiante avanzado de Relaciones Internacionales, Universidad Rey Juan Carlos de la Comunidad de Madrid.

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