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DIPLORAMA 91

 “Mis queridos venezolanos, el mundo ha quedado maravillado por lo que hemos logrado. Y pronto presenciará una de las imágenes más conmovedoras de nuestro tiempo: el regreso de los nuestros a casa”.

María Corina Machado

Edición N° 91

En el mundo, la paz, la libertad y la justicia no son constantes de la política ni de los países. Son excepciones que nacen de causas nobles y de personas valientes. Y mientras los dilemas geopolíticos y los tambores de guerra resuenan, la dignidad humana debe alzarse con honradez, junto a todos los que creemos en sus valores y principios.


El Nobel y el dilema de una intervención

Luka Santiago Cuellar

Mientras María Corina Machado recibe el Premio Nobel de la Paz en Oslo, su figura vuelve a generar tensiones en la opinión de la comunidad internacional: muchos cuestionan sus recientes declaraciones, especialmente su respaldo a una eventual intervención estadounidense y al uso de la fuerza para acelerar una transición política en Venezuela

Su llegada a Noruega no fue fácil; tuvo que trasladarse clandestinamente y lo hizo gracias a Estados Unidos. Fue presentada como un símbolo de la resistencia democrática frente a un régimen autoritario y reconocida por su permanencia en Venezuela cuando otros líderes optaron por el exilio, por su denuncia sistemática de la represión estatal y por su capacidad para mantener vivo un movimiento político en condiciones de persecución, censura y violencia institucionalizada. 

En estos últimos meses, el cambio de régimen se ha vuelto una necesidad latente para los venezolanos y también para Estados Unidos, principalmente por cuestiones geopolíticas. La postura de Maria Corina ha sido duramente criticada por considerarse de doble moral, alegando parte de la opinión pública que Machado es una representación de la búsqueda y promoción de la paz internacional pero a su vez respalda las intervenciones de Netanyahu en Gaza y la intervención militar estadounidense en Venezuela.

La reaparición internacional de Machado coincide con un momento en el que Washington ha intensificado de manera significativa su presión sobre el gobierno de Nicolás Maduro. Mientras la administración Trump despliega sanciones más agresivas y acciones directas, como la reciente incautación de un buque petrolero frente a las costas venezolanas, la activista ha respaldado públicamente estos esfuerzos, sosteniendo que la única forma de debilitar al régimen es elevar el costo de su permanencia en el poder.

Pese a la disidencia en cuanto a opiniones, el Nobel de la Paz fue y es un gesto simbólico. Más que destacar a Maria Corina Machado como líder, funciona como una manera de visibilizar a los activistas y defensores venezolanos que luchan por la democracia, el respeto a los derechos humanos y a la libertad de expresión y pensamiento. Al mismo tiempo, este reconocimiento obliga a la comunidad internacional a repensar su postura frente a regímenes autoritarios como el de Venezuela y a evitar una selectividad que prioriza algunos conflictos mientras desatiende otros.

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Persona del Año 2025: los rostros de la IA

Marko Sal

Cuando la revista TIME eligió a los “arquitectos de la inteligencia artificial” como Persona del Año 2025, reconoció una mutación profunda en la naturaleza del poder. La edición de este año no eligió a un líder político, un estadista o una figura carismática, sino a una constelación de actores que hoy moldean el orden global. Sam Altman (OpenAI), Jensen Huan (Nvidia), Larry Ellison (Oracle), Masayoshi Son (SoftBank), Elon Musk (Tesla), entre otros, no gobiernan Estados, pero diseñan infraestructuras invisibles que organizan y condicionan la vida contemporánea.

La inteligencia artificial se ha convertido en el nuevo lenguaje del poder global. No gobierna territorios, pero administra flujos de datos, de capital, de información y de decisiones. En este sentido, la elección de TIME funciona como un síntoma de nuestro contexto actual. El centro de gravedad del poder ya no reside exclusivamente en los gobiernos, sino en un entramado híbrido donde corporaciones tecnológicas y Estados se necesitan mutuamente. La diplomacia del siglo XXI ha pasado de jugarse en cumbres internacionales a los centros de datos, laboratorios de investigación y acuerdos público-privados en el sector tecnológico.

No obstante, este reconocimiento devela una tensión histórica. La concentración de capacidades tecnológicas en pocas manos evoca la Edad Dorada: innovación vertiginosa, acumulación de riqueza y una brecha creciente entre quienes producen la tecnología y quienes dependen de ella. La IA promete eficacia y progreso, pero también amplifica riesgos sistémicos como desplazamiento laboral, desinformación algorítmica, dependencia energética, explotación de recursos naturales y nuevas formas de vigilancia.

Para los Estados —especialmente para regiones como América Latina— el desafío es estratégico. Permanecer como usuarios pasivos de modelos ajenos implica resignar la soberanía tecnológica. Construir capacidades propias, regular con inteligencia y cooperar regionalmente se vuelve una necesidad, no una opción.

Que la Persona del Año tenga nombres, pero no un rostro único, es señal de una era en la que el poder no se ejerce de forma visible, sino estructural. Y como toda estructura, puede consolidarse o ser disputada. En Diplomacia Activa, hemos dado seguimiento a la relevancia de la inteligencia artificial con el paso de 2025, por lo que te recomendamos consultar el contenido a continuación:


Paces frágiles en la RDC

Iker Escobar León

La República Democrática del Congo alberga un conflicto intermitente de la escena global, debido a los intereses geopolíticos externos y a las medidas inadecuadas para solucionar el conflicto con la vecina Ruanda. Durante este año, el país centroafricano estuvo en boga por los intentos de Washington para lograr una tregua entre Kinshasa y Kigali. Se creía un avance, sin embargo, los últimos eventos amenazan con un retroceso para la paz.

El miércoles, 9 de diciembre, se registró la masacre de más de 400 civiles, a manos del grupo M23, en la región oriental de Kivu del Sur, en la RDC. El portavoz congoleño declaró que las muertes de civiles, realizadas por militares y mercenarios ruandeses, representan una violación al cese al fuego auspiciado este verano. 

Por su parte, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, alertó que el último ataque del M23 podría socavar los esfuerzos de paz para el conflicto; asimismo, reiteró su apoyo a la vía diplomática para alcanzar la paz. Del otro lado, la Unión Africana ha llamado al diálogo y enfatizó en el respeto a la soberanía y la integridad territorial de los Estados para lograr una paz duradera en la zona. 

En tanto, Estados Unidos celebró la firma de la paz, apenas el pasado 4 de diciembre, mientras que la amenaza de la extracción de minerales críticos de la RDC por empresas rojiazules crece. Con ello en mente, ¿por cuánto tiempo más será necesario ver cómo se desangra la región para ver un cambio efectivo en la solución de este conflicto local? ¿O hasta que no se perjudiquen los intereses del Norte-Global no habrá una reacción honesta?

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Tecnofeudalismo

El concepto de tecnofeudalismo se utiliza para describir una mutación profunda del capitalismo contemporáneo, en la que el poder económico, político y social deja de organizarse principalmente a través del mercado y pasa a estructurarse mediante plataformas digitales que concentran datos, infraestructura y capacidad de control. A diferencia del capitalismo clásico —basado en la competencia, la propiedad privada y la producción— el tecnofeudalismo se apoya en la apropiación de rentas digitales y en relaciones de dependencia asimétricas.

En este esquema, las grandes corporaciones tecnológicas funcionan como nuevos señores feudales. No producen bienes en el sentido tradicional, sino que controlan territorios digitales —redes sociales, motores de búsqueda, nubes de datos, sistemas de pago— sobre los cuales otros actores deben operar. Usuarios, empresas y Estados se convierten en vasallos modernos: dependen de estas plataformas para comunicarse, comerciar, informarse o incluso gobernar, pagando tributos en forma de datos, comisiones o pérdida de autonomía.

El elemento central del tecnofeudalismo es la captura de datos y la extracción de renta. Los algoritmos organizan el acceso a la visibilidad, al crédito, al consumo y a la información política. La lógica de mercado es desplazada por reglas privadas impuestas unilateralmente por plataformas que no rinden cuentas democráticas. De este modo, el poder deja de residir únicamente en el Estado o en el capital industrial y se traslada a actores tecnológicos capaces de moldear comportamientos, preferencias y narrativas.

Desde una perspectiva internacional, el tecnofeudalismo reconfigura la soberanía. Los Estados pierden control sobre flujos de información críticos, infraestructuras digitales y procesos decisorios mediados por tecnología. A su vez, se profundizan desigualdades entre países centrales —donde se concentran las plataformas— y periferias digitales que consumen tecnología sin controlarla.

El tecnofeudalismo plantea así un dilema estructural: ¿cómo regular un poder que no gobierna formalmente, pero condiciona la vida económica, social y política? En esta nueva etapa, la disputa ya no es solo por territorios físicos, sino por los dominios digitales donde se organiza el poder del siglo XXI.


¿Llegaste hasta acá? ¡Gracias! En Diplomacia Activa respetamos la pluralidad de ideas, comprendiendo que el diálogo es la herramienta para encontrar puntos de conexión y construcción frente a las diferencias. Con este espíritu, aportamos a la libertad, la paz, la justicia y las instituciones sólidas. Apóyanos

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