Falsas etiquetas: economía y sustentabilidad
La situación ambiental a nivel global alcanzó en el último tiempo una etapa de extrema urgencia. El comportamiento humano durante los diez años siguientes condicionará para siempre el futuro en la tierra. Según la iniciativa Great Reset del Foro Económico Mundial, si hay alguna lección clara que nos deja la crisis sanitaria del Covid-19 es que la naturaleza debería ser el centro de nuestra forma de operar pero ¿qué países se adaptarán primero?

Es una idea frecuente la de considerar a las naciones más ricas y altamente industrializadas como aquellas que más perjudican a los ecosistemas y a la biodiversidad. Sin embargo, esta teoría escapa del lado B de la situación ya que todo problema político es económico y en este caso también ambiental.
En los estados industrializados recae una enorme responsabilidad del impacto en el medio pero, años después de la Revolución Industrial, son al fin y al cabo los únicos con las herramientas necesarias para desarrollar reglamentaciones e iniciativas con el fin de proteger y preservar la vida en la tierra. En ocasiones, como es el caso de la India, países en desarrollo representan índices de contaminación de los más altos pero tienen la desventaja de no contar con los recursos económicos y organizacionales para revertir los daños.
Hoy las nuevas tendencias ecologistas y la responsabilidad social, que una considerable porción de la humanidad comienza a exigir con fuerza, impulsan a los primermundistas a ser los que más iniciativas eco-friendly e incluso eco-animals implementan. Por el contrario, los estados subdesarrollados son los primeros en verse envueltos en un enredo ambiental al que no pueden hacerle frente estructural ni monetariamente.

El Índice de Desempeño Ambiental evalúa a 180 países sobre la salud ambiental y la vitalidad de sus ecosistemas, del cual surge que Dinamarca se halla primero en el listado de las ciudades más ecológicas (2020). El pequeño territorio tiende a una política comercial liberal y, además de ser una de las economías más ricas dedicada a los servicios, industria y agricultura, es la ciudad con más bajo nivel de corrupción. La riqueza no es un concepto sumamente económico sino también cultural.
Entre las iniciativas medioambientales se halla su propuesta de producir exclusivamente alimentos orgánicos. De hecho, Dinamarca fue el primero en regular este tipo de alimentos y, según Organic Denamrk, ya es considerado como uno de los más pro-orgánicos del mundo con un 8% de productos de este origen.
Por su lado, Suecia se encuentra en octavo lugar siguiendo el listado del IDA y es a su vez uno de las naciones con mayor riqueza, con un PIB per cápita de 45.850€ al año. Es así que se ha convertido en uno de los estados europeos con el menor porcentaje de emisiones de gases de efecto invernadero a pesar de ser uno de los mayores consumidores de energía, ya que que cuenta con más recursos renovables y es líder en la transición ecológica.

Pero sus ambiciosos objetivos para las próximas décadas son los más llamativos. Estos propósitos incluyen la eliminación total de los combustibles fósiles para calefacción, así como lograr que las emisiones de gases de efecto invernadero sean negativas para 2050. Los exitosos resultados se deben tanto al sector público liderado por Stefan Löfvén desde 2014, como al privado con empresas verdes como Volvo, IKEA o Electrolux.
Analizado desde un punto de vista general, los primeros diez puestos según el índice mencionado con anterioridad se los lleva la Unión Europea, aunque en el alto ranking podemos encontrar a naciones fuera de aquella región como es el caso de Japón, Australia y Nueva Zelanda; todos grandes generadores de riqueza. América Latina no figura en la lista hasta el puesto 44, otorgado al país vecino Chile. Por su parte, África se lleva los últimos 10 puestos junto a Afganistán salvo por Solomon Islands (Oceanía).
Hay un caso particularmente interesante que es el de Japón. El país asiático es considerado una de las economías más grande del mundo que, por cierto, fue hasta 2010 la segunda potencia económica mundial, puesto que le arrebató China. Con sus grandes avances tecnológicos se refleja su tendencia a la sustentabilidad demostrado en su amplio progreso en la aplicación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible dentro del continente. Culturalmente en Japón se respeta y admira la naturaleza con una devoción única.
En los años 60 el territorio nipón sufrió una fuerte crisis ambiental con intoxicaciones generalizadas en la población por agentes químicos nocivos en los alimentos. Fue a finales de tal década que el gobierno decidió terminar con la contaminación del aire con la aprobación de la Ley Básica de Control de la Polución Ambiental, promulgada en 1968. Actualmente ocupa un lugar sobresaliente (12 en cuanto su desempeño ambiental y 18 respecto al logro de los ODS en general) junto a países del norte europeo como Suecia y Noruega.
Entre los éxitos en materia medioambiental de Japón figura la disminución de los niveles de polución y emisiones de carbono, lo que ha bajado las enfermedades respiratorias. Por otro lado, Tokio es un ejemplo en la conservación de bosques y gestión de residuos industriales y electrónicos.
Hay una potencia mundial que pone en evidencia el hecho de que cuando la capacidad tecnológica y económica son un hecho, lo único faltante para revertir el camino andado es la decisión de hacerlo. En 2020 un informe de Science Advances posicionó a Estados Unidos como el país que más basura plástica produce a escala global y quien además recicla menos de un 10% de la generada. En este contexto, EE. UU. no mostró un compromiso equivalente al problema e incluso en ese mismo años abandonó el Acuerdo de Paris al cual volvió recientemente con la asunción de Joe Biden del poder.


La solución a la crisis climática y ecológica parece tenerla en la actualidad los países más desarrollados. Lo que construyó la tecnología y el dinero, solo puede revertirlo la tecnología y el dinero. Las dificultades de los estados tercermundistas para el correcto desarrollo social y económico son los mismos que no logran darle al cuidado del planeta el lugar en la agenda que amerita. Atender a las raíces es primordial para ver renacer una sociedad en armonía y empatía con el hogar de todas las personas, el planeta tierra.
Valentina Terranova (Argentina): estudiante de Periodismo, Universidad Juan Agustín Maza.