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DIPLORAMA 90

 “Quienes buscan la unidad, la paz, gracias a su notable liderazgo y acciones. Para FIFA este premio [FIFA de la Paz] es para el presidente de Estados Unidos en reconocimiento de sus acciones extraordinarias para promover la paz alrededor del mundo”

Gianni Infantino

Edición N° 90

Una semana marcada por negociaciones secretas entre Washington y Moscú para frenar la guerra en Ucrania, tensiones trilaterales rumbo al Mundial 2026 y el intento del papa León XIV por reactivar el diálogo en Medio Oriente deja una evidencia: el Premio FIFA por la Paz no podría caer en mejores manos que en quien convirtió la inestabilidad en su principal virtud.


Paz en Jaque

María Candela Molina

El enviado especial del presidente Donald Trump, Steve Witkoff, y el yerno del mandatario, Jared Kushner, mantuvieron conversaciones de alto nivel con Vladimir Putin el martes 2 de diciembre, culminando una semana de diplomacia intensiva en medio del impulso de la administración Trump para poner fin a la guerra rusa en Ucrania. En una coyuntura de creciente tensión bélica en distintos frentes, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tiene como misión fundamental el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. No obstante, las negociaciones bilaterales y la mediación por figuras de autoridad, características del periodo anterior a la Segunda Guerra Mundial, marcan el curso de los sucesos candentes actuales. Ante la falta de éxito de este tipo de iniciativas, ¿será posible ponerles fin en el corto plazo?

El 26 de noviembre de 2025, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 2805 (2025) sobre Consolidación y Sostenimiento de la Paz. Manifestó profunda preocupación por el gran costo humano y el sufrimiento causados por los conflictos armados, y expresó grave alarma ante el considerable número de crisis humanitarias y de seguridad simultáneas que enfrenta el mundo en la actualidad. Simultáneamente, invocó el mandato de la Comisión de la Consolidación de la Paz como órgano asesor y plataforma para ayudar a los Estados Miembros afectados por conflictos a fortalecer sus iniciativas nacionales para lograr la paz. 

El problema es que los textos recientemente aprobados y los mecanismos propuestos por el mayor órgano encargado de la paz y la seguridad, son letra muerta a los ojos de los líderes autoritarios. La resolución de controversias siempre ha sido un proceso inherentemente político, la diferencia es que hoy prescinde de organismos internacionales para llevarse a cabo. Como resultado, la carga de la finalización de un conflicto recae en mayor medida en quienes negocian directamente los términos de un acuerdo final.

En líneas generales, y hasta el momento, este mecanismo ha carecido de efectividad. La prueba resulta evidente en los intercambios de funcionarios entre Estados Unidos, Rusia y Ucrania en el transcurso de esta semana. El perfil que muestran los representantes de los estados en conflicto es el de negociadores duros, reticentes a ceder alguno de sus intereses en pos del fin de la guerra. Así lo expresó el presidente de Rusia, Vladimir Putin, dijo que Moscú tomaría la región del Donbás en el este de Ucrania “en cualquier caso”, incluso por medios militares. Mientras tanto, funcionarios ucranianos viajaron a Estados Unidos el jueves, donde tuvieron conversaciones con sus homólogos estadounidenses sobre un plan para poner fin a la guerra de Moscú. Lastimosamente, los encuentros aún no dejan rastro de la concreción de un acuerdo definitivo. 

El artículo 1.1 de la carta de Naciones Unidas fue escrito en miras a evitar la proliferación de conflictos armados entre los miembros de la organización, reafirma el compromiso inquebrantable con la paz y la seguridad. Sin embargo, los conflictos en el mundo buscan medios alternativos para su resolución en lugar de utilizar a las NU como plataforma y, al mismo tiempo, esta pierde autoridad en favor de mandatos personales. La pregunta es si serán las Naciones Unidas capaces de ver el fin de la guerra entre Rusia y Ucrania o perderán la personería antes de ello.

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El mundial de los tres (a veces) amigos

Marko Sal

En la antesala de que se celebre la máxima competencia futbolística en América del Norte, la fiesta deportiva no se ha podido separar de la realidad política. El pasado viernes 5 de diciembre, el Centro Kennedy, en la ciudad de Washington D.C., se realizó el sorteo para la Copa del Mundo 2026 que definió el camino de 48 selecciones ya clasificadas al torneo que se jugará en México, Estados Unidos y Canadá. No obstante, los partidos más importantes no son los que están por disputarse, sino los que ya se están jugando entre el jaguar, el alce y el águila calva en las canchas de la política, la migración, la seguridad y, por supuesto, el comercio.

En una decisión que en apariencia fue de último momento, la jefa del Ejecutivo mexicano, Claudia Sheinbaum, anunció en su conferencia matutina su asistencia al sorteo, representando su primera visita a Estados Unidos. Más allá de un gesto ceremonial, la ocasión sirvió para reunir por primera vez en persona a la presidenta con el líder estadounidense, Donald Trump, aprovechando que el contexto de fiesta y maquillada unidad regional opacara la tensa y ambigua relación bilateral que se había limitado a la diplomacia telefónica. Asimismo, a la breve reunión asistió el primer ministro, Mark Carney, quien ha solidificado una relación mucho más cercana con Sheinbaum para negociar en mancuerna con su contraparte estadounidense.

¿Qué se discutió tras la quiniela futbolística? La agenda trilateral se ha complejizado con el paso de la presidencia trumpista, la cual ha entremezclado las cuestiones comerciales, migratorias y de seguridad como problemáticas inseparables. Particularmente para México —el actor con mayor sensibilidad a las declaraciones e iniciativas del “Madman”— desenredar esta agenda a través de mesas técnicas de trabajo sostenidas entre miembros de sus respectivos gabinetes ha sido la principal prioridad. Además, el objetivo prioritario de Sheinbaum y Carney es que prevalezca el T-MEC, cuya revisión coincidirá con el Mundial de 2026. Según las declaraciones del propio mandatario estadounidense, el tratado debería dejarse expirar —tal como permite su cláusula sunset— para entonces negociar acuerdos bilaterales por separado con México y Canadá. Sin embargo, fiel a su estilo contradictorio, Trump enfatizó después del sorteo que mantiene “una extraordinaria relación” y una estrecha coordinación tanto con la presidenta mexicana como con el primer ministro canadiense.

La incógnita es si esta postura sobre el T-MEC refleja realmente el deseo estratégico de Estados Unidos o si estamos ante un déjà vu de su primera administración, cuando Trump amenazó con retirarse del TLCAN para forzar negociaciones bilaterales. Lo cierto es que la cláusula sunset incorporada al T-MEC —concebida originalmente para garantizar revisiones periódicas y evitar la obsolescencia del acuerdo— terminó convirtiéndose en un instrumento político. Paradójicamente, quien la impulsó ahora la emplea como palanca para someter el libre comercio a su agenda, presionando a México y Canadá en temas sensibles: reglas de origen automotrices, mecanismos de cumplimiento laboral, energía y solución de controversias. Así, un mecanismo técnico de actualización se transforma en un arma negociadora capaz de tensionar las cadenas productivas de América del Norte y de redefinir las condiciones de integración regional.

¿Será suficiente el diálogo trilateral para contener la tentación de Trump de retirarse unilateralmente del acuerdo? ¿Lograrán los tres países renovar el T-MEC por 16 años o quedarán atrapados en revisiones anuales hasta su expiración en 2036? Tres certezas emergen de este contexto: la interdependencia sigue siendo la mejor defensa de México y Canadá, la Copa del Mundo les otorga un margen temporal para calibrar sus decisiones, y la diplomacia de Sheinbaum y Carney entiende que resulta mucho mejor acercarse a Trump cuando está de fiesta que cuando arbitra desde la Casa Blanca.

Con el calendario definido —en las canchas y en la política— te invitamos a leer la siguiente recomendación:


León en Medio Oriente

Iker Escobar León

El Papa León XIV inauguró durante la semana pasada su primer viaje internacional, y el destino no fue casualidad. Se trató de una visita a una zona sumamente rica, culturalmente, y de gran relevancia para las religiones abrahámicas: el Medio Oriente. 

La gira del Santo Padre partió el jueves, 27 de noviembre, dirigiéndose hacia la península de Anatolia, donde se reunió con el mandatario turco, Recep Tayyip Erdogan; asimismo, visitó Ankara, Estambul y Nicea. En su visita, el Sumo Pontífice discutió la posibilidad de fungir como mediador en la Cuestión Palestina, abogando por la solución de los dos Estados, invitando también a la participación turca. 

Posteriormente, la cabeza religiosa visitó el Líbano, donde presidió encuentros interreligiosos y llamó al diálogo entre religiones; la presencia del líder del Vaticano reunió a líderes de diferentes Iglesias cristianas y religiones. El mensaje también buscó la unidad dentro de la Iglesia Católica. Por último, el obispo romano remarcó la importancia de la paz en el Oriente Medio, como la cuna de las religiones abrahámicas. 

Con ello, el monarca católico culminó su travesía el miércoles, 3 de diciembre. Su visita recuerda la importancia del entendimiento y el diálogo pacífico, realizando el papel importante de las religiones para la comprensión. ¿Podremos ver pronto una visita papal a Latinoamérica?

Mientras tanto, te invitamos a leer nuestras recomendaciones:


Corolario Trump

Abróchense sus cinturones: el Gran Garrote está de vuelta al estilo Trump. La nueva Estrategia Nacional de Seguridad publicada por Washington recupera una lógica que parecía pertenecer al archivo de la diplomacia hemisférica. La referencia explícita a un “Corolario Trump” sobre la Doctrina Monroe no es solo un gesto simbólico, sino el intento de reactivar una tradición histórica en la que la geografía se convierte en justificación política. Toda gran potencia desarrolla lo que en Relaciones Internacionales se denomina una lógica de proximidad estratégica: la idea de que los acontecimientos en su vecindad inmediata constituyen amenazas directas a su seguridad nacional. Ese principio, que alguna vez legitimó intervenciones en nombre del “orden hemisférico”, reaparece hoy con un lenguaje nuevo, pero con los mismos impulsos de control.

El documento estadounidense deja claro que América Latina vuelve a considerarse un espacio de influencia exclusiva. La lucha contra las “narcolanchas”, la presión para un cambio de régimen en Venezuela y la intención de disputar recursos críticos como el Canal de Panamá son presentados como temas de seguridad vitales. Pero la novedad más reveladora es otra: la migración, elevada a categoría de amenaza existencial, se convierte en un elemento central de esta doctrina. De la criminalización del flujo migratorio a la noción de “invasión”, la frontera deja de ser un límite geográfico para transformarse en un dispositivo político. A ello se suma la competencia con China, que reconfigura puertos, cables submarinos, minerales y cadenas de suministro como zonas de disputa estratégica, y la inesperada confrontación con Europa, donde Washington promete respaldar a quienes resistan los valores promovidos por la Unión Europea.

El llamado “Corolario Trump” no es un regreso al pasado, sino la actualización de una doctrina que combina seguridad, identidad nacional y rivalidad geopolítica. Una visión donde el hemisferio deja de ser un vecindario y vuelve a ser frontera defensiva, territorio de competencia y extensión directa del interés nacional estadounidense.

Para saber más, puedes consultar el National Security Strategy (2025).


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