El retorno Trumpista
Por Estanislao Molinas y Marko Sal
“La Edad Dorada de América comienza ahora mismo”. El 20 de enero de 2025, Donald J. Trump asumió formalmente su nuevo mandato, consolidando su regreso a la Casa Blanca.

En esta ocasión, a diferencia de inauguraciones previas, la toma de posesión de Trump se desarrolló en la Rotonda del Capitolio, un cambio determinado por las adversas condiciones climáticas en Washington D.C. Este inusual escenario generó comparaciones con la segunda investidura de Ronald Reagan en 1985, cuando el acto también debió trasladarse al interior del Capitolio. Como dato histórico, la primera investidura presidencial en los Estados Unidos tuvo lugar el 30 de abril de 1789, cuando George Washington, del partido independentista, prestó juramento en el balcón del Federal Hall en Nueva York, marcando el inicio de la tradición presidencial del país.
Para su segundo mandato, Donald Trump ha conformado un gabinete alineado con su famoso motto “Make America Great Again”. Entre los puestos clave en su administración se destaca por un lado su vicepresidente, J.D. Vance, quien es un ex senador por Ohio, abogado y autor del libro Hillbilly Elegy, representando el ala populista del Partido Republicano. Por otro lado, su secretario de Estado, Marco Rubio, senador por Florida y ex precandidato presidencial. Con experiencia en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, su designación sugiere una postura más dura frente a China y un respaldo fuerte a los aliados tradicionales de EE.UU., como Israel y Taiwán. Estas figuras dentro del gabinete refuerzan el perfil de una administración con enfoque unilateralista y pragmático, priorizando intereses estratégicos sobre el multilateralismo y la diplomacia tradicional.
Además, la lista de invitados a la ceremonia refleja con claridad el perfil de la política exterior que marcará el cuatrienio. Antes de mencionarlos, recordemos que la Constitución de los Estados Unidos otorga al presidente un papel central en la conducción de la política exterior, aunque con controles y contrapesos establecidos por el Congreso. De acuerdo con el Artículo II, Sección 2 de la Constitución, el presidente es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y tiene la autoridad para negociar tratados internacionales, aunque estos deben ser ratificados por el Senado con una mayoría de dos tercios.
Además, el Artículo II, Sección 3 establece que el presidente «recibirá embajadores y otros ministros públicos», lo que implica su papel en el reconocimiento diplomático de otros Estados y en la dirección de las relaciones internacionales. Por esto, cabe mencionar que entre las competencias exclusivas del presidente en política exterior se incluyen, la dirección de las relaciones diplomáticas, la negociación y firma de tratados (sujeto a ratificación del Senado), la designación de embajadores y otros funcionarios clave (con aprobación del Senado), la emisión de órdenes ejecutivas en materia internacional, la conducción de la seguridad nacional y toma de decisiones militares, incluso sin declaración formal de guerra del Congreso en ciertos casos.

Como fue mencionado anteriormente, la asistencia de figuras como Javier Milei, presidente de Argentina, Nayib Bukele, presidente de El Salvador, y Daniel Noboa, presidente de Ecuador, simbolizaron la conexión de Trump con líderes que han desafiado el status quo en América Latina. La presencia de Giorgia Meloni, primera ministra de Italia, representó un nexo estratégico con la derecha europea, mientras que la ausencia de líderes como Xi Jinping o Emmanuel Macron subrayaron la tensión con China y la distancia con la Unión Europea.
En lo que a Argentina y al Cono Sur respecta, en los días previos a la ceremonia de investidura, Javier Milei ha sostenido diversas reuniones bilaterales en Washington D.C. El 19 de enero, Milei se reunió con Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), con el objetivo de negociar un nuevo acuerdo financiero por 11.000 millones de dólares para fortalecer las reservas argentinas y eliminar el cepo cambiario. Además, Milei participó en un encuentro con inversores en el Instituto Milken, acompañado por su equipo económico, incluyendo al ministro de Economía, Luis Caputo, y al canciller Gerardo Werthein. Durante este evento, dialogó con representantes de sectores estratégicos para fomentar inversiones y establecer alianzas económicas. Estas actividades reflejan la intención de Milei de fortalecer los lazos con esta nueva administración del Uncle Sam y asegurar el apoyo económico del FMI, ubicando a la Confederación Argentina en esta órbita.
Por otro lado, el presidente Trump ha mostrado escepticismo hacia la Organización Mundial del Comercio (OMC). Se espera que su administración busque reformas en la OMC o adopte medidas unilaterales para favorecer la industria estadounidense, en particular el sector automotriz. Esto podría generar tensiones con exportadores clave como China, México y Alemania, que dependen de un comercio regulado dentro del marco multilateral.

Volviendo a Latinoamérica, si bien la relación con Argentina es destacada, otros actores clave como Brasil y México enfrentarán escenarios distintos. La administración de Lula da Silva podría chocar con la Casa Blanca en cuestiones medioambientales y comerciales. Por su parte, los retos para Claudia Sheinbaum en México irán más allá de los diferendos comerciales que auguran directamente renegociar el T-MEC. Con la promesa de Trump de incluir a los cárteles de la droga a la lista de organizaciones terroristas y declarar emergencia nacional en la frontera sur de Estados Unidos, los retos para el Gobierno de México en materia de seguridad y migración serán inminentes; la capacidad de Sheinbaum de negociar y coordinarse con Washington será puesta a prueba.
En su discurso inaugural, Trump también reiteró su intención de fortalecer la independencia energética de EE.UU. mediante la expansión del fracking y la reducción de regulaciones ambientales, prometiendo no poner freno a su iniciativa “drill, baby, drill” y terminar con el Green New Deal que, según Trump, ha impactado negativamente en la industria automotriz estadounidense. Esto podría afectar el mercado global del petróleo, generar tensiones con la OPEP y tener repercusiones en países productores como Arabia Saudita, Venezuela y Canadá, su principal socio petrolero.
Por otra parte, dos puntos geopolíticos clave que podrían ser objeto de atención en la nueva administración de Trump son Groenlandia y Panamá, jugando la primera un rol predominante. Un territorio autónomo bajo soberanía danesa, ha sido objeto de creciente interés por parte de Estados Unidos en los últimos años debido a su posición estratégica en el Ártico y su riqueza en recursos naturales. En 2019, durante su primer mandato, Trump sorprendió al mundo al sugerir la compra de Groenlandia, argumentando razones geopolíticas y económicas. Aunque la propuesta fue rechazada por Dinamarca, el interés estadounidense en la isla no ha desaparecido. La creciente presencia de China y Rusia en la región ha elevado la importancia del Ártico en la seguridad nacional de EE.UU. Teniendo en cuenta que a diferencia de la Antártida, esta porción del globo no está amparada por ningún tratado internacional, es posible que la administración Trump refuerce la cooperación con Groenlandia, ampliando inversiones en infraestructura y fortaleciendo la presencia militar en la base aérea de Thule, un punto clave para la defensa norteamericana.
Por otro lado, el Canal de Panamá sigue siendo un activo estratégico de gran relevancia para Washington. Durante la administración de Joe Biden, la creciente influencia china en el país, a través de inversiones en puertos e infraestructura, generó preocupación en los círculos de seguridad de EE.UU. Trump, en su segundo mandato, podría intensificar la presión sobre Panamá para limitar la expansión de empresas chinas en proyectos clave relacionados con el comercio marítimo. Además, con una política exterior más transaccional y enfocada en la seguridad nacional, Trump podría buscar reforzar la cooperación con Panamá en términos de vigilancia del Canal y seguridad regional. También es probable que la pronta administración enfatice la necesidad de controlar los flujos migratorios en la región, lo que podría traducirse en acuerdos bilaterales más estrictos en materia de seguridad fronteriza.
Pasando a otro tema, específicamente a las tecnologías emergentes; más allá de la AI Race contra el Partido Comunista Chino, la administración Trump podría reforzar su cooperación en innovación tecnológica con Japón y Corea del Sur, buscando fortalecer su posición frente la Unión Europea, la cuál ya ha regulado este nuevo mercado con su AI Act. Por su parte, Washington podría promover acuerdos estratégicos en el sector de semiconductores y ciberseguridad para limitar la influencia tecnológica de Pekín.

En un análisis reciente de Foreign Affairs, titulado How Trump Will Change the World, describe la reelección de Trump como un “rinoceronte gris». La publicación argumenta que la política exterior de EE.UU. bajo su segundo mandato estará marcada por una reducción del excepcionalismo estadounidense, promoviendo una diplomacia más transaccional y menos centrada en la promoción de valores democráticos. También señala la falta de claridad en la estrategia de Trump respecto al conflicto en Ucrania, sugiriendo que su administración podría adoptar una postura menos comprometida con Kiev y más orientada a negociaciones con Moscú.
La segunda presidencia de Donald Trump marcará una transformación en la Política Exterior de Estados Unidos, con un enfoque más disruptivo y menos inclinado al multilateralismo. La reconfiguración de alianzas y la gestión de crisis globales definirán el impacto de esta nueva etapa, en un mundo que sigue adaptándose a las nuevas dinámicas de poder del siglo XXI. Una época donde si bien existen múltiples centros de poder, EE.UU. y China continúan siendo los key-players fundamentales del sistema internacional.
Con un equipo de gobierno leal y una visión clara de sus objetivos internacionales, Trump tiene el margen necesario para redefinir las prioridades estratégicas de Washington. La gran incógnita radica en hasta qué punto su enfoque generará estabilidad o, por el contrario, si esta “Era Dorada para Estados Unidos” aumentará la volatilidad dentro de la sociedad internacional.
Marko Alberto Sal Motola (México): Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad Anáhuac Querétaro. Columnista en Diplomacia Activa.
Estanislao Molinas (Argentina): Estudiante avanzado en Relaciones Internacionales, Universidad Católica de Santa Fe.
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