¿La reivindicación del multilateralismo?
Transcurridos los primeros días del 2020, nos encontramos situados en una de las peores crisis económicas, humanitarias y sanitarias de la historia. Es así que nace una pregunta en los líderes mundiales para buscar avanzar ante la tempestad de los sucesos de este año: ¿cooperar o no para salir de las numerosas crisis?

¿Qué está sucediendo?
Los efectos de la pandemia han acentuado los fenómenos internacionales formados durante los últimos años. El ascenso del nacionalpopulismo y proteccionismo en los gobiernos de Bolsonaro en Brasil, de Andrzej Duda en Polonia y la efímera pero histórica administración de Trump; a lo que se le suma el discurso de odio al categorizar a un virus como un plan chino para acabar con la economía estadounidense; y el declive del mismo Washington como hegemón y a su vez el ascenso de China como potencia mundial, demuestran la severa dificultad que enfrenta el modelo wilsoniano que en enero del 2020 parecía invisible pero que ya estaba presente y la situación actual solo vino a evidenciarla.
En marzo del año que pasó se encendieron las alertas de la comunidad cuando el COVID-19 avanzó hacia Occidente. Bajo esta coyuntura, diversos representantes políticos y autoridades científicas, tanto de Occidente como de Oriente, reivindicaron el rol del multilateralismo para afrontar las carencias de los sistemas sanitarios. Junto con los largos días de confinamiento (política presente en casi todo el globo), el proteccionismo y el cierre de fronteras, se generó una inevitable depresión económica y los más vulnerables tenían la necesidad innata de salir a laborar en las mayores condiciones de riesgo.
Aunado a las condiciones precarias internas de los Estados, esta pandemia llega con un problema en las instituciones multilaterales de carácter mundial y regional, principalmente con una carencia de eficacia al hacer frente a los problemas mundiales, y una grave falta de comunicación y transparencia al transmitir el porqué de sus acciones a los ciudadanos del mundo.

Es innegable que la retracción de la actividad conjunta de los países ha estado asociada a la inestabilidad del internacionalismo liberal promovido por occidente durante años y a la crisis hegemónica que enfrenta EE. UU., que arrastra consigo la ausencia de los ideales de una de las principales figuras históricas de este sistema, Woodrow Wilson.
En las últimas tres décadas Washington abdicó progresivamente de un liderazgo político mundial con las ideas de Barack Obama de “leading from behind”, optando por un optimismo cosmopolita y después al universalismo. Pero en el último tiempo nos encontramos con Donald Trump y su desinterés e intención coercitiva en las acciones de la nación frente a los avances de una agenda de gobernanza global que venía con claras intenciones de robustecer los regímenes e idear nuevas normas así como las estructuras de las instituciones globales.
Realidades desterradas
En medio de la bipolaridad y los constantes enfrentamientos entre Estados Unidos y China, el liderazgo global tendrá que salir de otro lugar que no sea únicamente de aquellos. Las pruebas de fuego para afrontar los obstáculos post-pandemia estarán concentradas en las repercusiones económico-monetarias, y en la capacidad de conducción y de liderazgo de organismos medulares basado en las políticas creadas por los históricos acuerdos de Bretton Woods, especialmente el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, así como el sistema de Naciones Unidas.
Para enfrentar la urgencia de la recesión económica mundial, ambos organismos deben mostrar capacidad de dar respuestas que superen las que ofrecieron para lidiar con los efectos de la acaecida en 2008. Ante la situación económica grave y sin precedentes como la actual, se da una nueva oportunidad para que se reconfiguren políticas y se desarrollen una nueva visión para lo que se aproxima.
Por otro lado, la enorme magnitud de esta situación de riesgo también se acentuó por la incapacidad colectiva de los gobiernos para pensar en términos no lineales. Esto sin descartar la permisividad de líderes como Jair Bolsonaro y Alexander Lukashenko para escuchar las claras advertencias de la comunidad científica.
En definitiva, las condiciones políticas para lograr ese desafío dependen en gran parte de las acciones de Estados Unidos, que enfrenta una crisis de liderazgo global que ya no le da el lugar de ser el único a cargo de dictar el rumbo de muchas políticas mundiales. Lo que sí sigue teniendo es una posición importante para retomar el espíritu multilateral que condujo durante décadas.

Foto: Brian Snyder / Reuters.
La nueva administración de Joe Biden, con el discurso de “America is back” transmite la clara intención de abandonar el aislacionismo por el que se caracterizó Washington durante los pasados 4 años. Pero las dificultades internas y la profunda rotura que enfrenta el país, probablemente no le permitan exteriorizar políticas del nuevo liderazgo que busca para el sistema internacional.
El virus, a su vez, ha puesto en manifiesto la dicotomía de la globalización. Es evidente que este proceso ha favorecido a una mayor propagación del virus, con cientos de puertos y aviones que facilitan el transporte y el comercio internacional, y ha propiciado que haya ciudadanos latinos contagiados en Asia así como europeos en Oceanía.
Es así como diversos territorios decidieron cerrar sus fronteras en casi su totalidad para combatir al virus, limitando el traslado global. Pero, por otro lado, no se puede descartar que influyó fuertemente en la producción y publicación de información, en la tecnología, así como en el trabajo de los Estados para unir esfuerzos multilaterales en la repartición de vacunas por y para diferentes países.
«El multilateralismo está bajo ataque justo cuando más se necesita».
António Guterres, Secretario General de Naciones Unidas.
La crisis de organizaciones y la falta de voluntad política
Nace la necesidad de trasladarnos a la ONU que ante esta emergencia global tiene la labor innata de actuar en la coordinación de acciones. Fue claro que la Organización Mundial de la Salud (OMS) se vio superada al inicio de los brotes, la cual se encuentra compuesta por Estados, por lo que la ausencia de voluntad de estos es el primer paso para el desastre. Si no se buscan nuevos esquemas, se cambian las formas de movilización y se aprovechan mejor los recursos de los que dispone la OMS y de las demás organizaciones, no se podrán cumplir los objetivos propuestos.
Tomando en cuenta el SARS-CoV-2 solo vino a acelerar los procesos críticos y más rotos del sistema internacional liberal, vemos que el quiebre del multilateralismo y de la cooperación mundial son de los más graves. El mundo se encuentra en un momento crucial para la historia donde el crecimiento social y económico solo se podrá encontrar cambiando las instrucciones de las organizaciones. Pero esto no es suficiente, deben cambiar los liderazgos y las voluntades de los dirigentes a su vez.
Las ideologías son inherentes a los esfuerzos políticos y hoy en día divergen más que nunca. Emmanuel Macron hizo énfasis en el surgimiento de nuevos conceptos como la soberanía europea y la autonomía estratégica, que son ideas, que como señaló el francés, están presentes en la gobernanza global.

Hay un trabajo ideológico por hacer y es urgente. Los gobiernos que buscan trabajar colectivamente deben reflexionar sobre términos como los que mencionó el actual presidente de Francia, con el fin de que hagan valer su voz y voto, y no escatimar en pronunciarse con respecto al debate de las ideas. Las tensiones ideológicas deben ser pensadas desde el país para después ser expuestas a la comunidad internacional, solo de esa forma se podrá construir una acción útil.
¿Se debe reinventar el multilateralismo?
El mundo no está en una situación sencilla, sin embargo sí se han encontrado algunos intentos que buscan resarcir algunos de los daños colaterales provocados por el SARS-CoV-2. La decisión coordinada del G-7 para la concesión de moratorias a los países de menores ingresos puede significar un esfuerzo importante, a lo que se le suma la demanda de mayor coordinación de los bancos centrales, tomando en cuenta la severa situación de desigualdad que se evidenció durante el confinamiento para evitar contagios.
Es preocupante y cada vez más severo, principalmente en América Latina, la situación crítica de la desigualdad que requiere de un empuje político y un aumento sustantivo de inyección de recursos para poder seguir extendiendo los bienes públicos. Si bien son acciones complejas, lo realizó la canciller Angela Merkel en Alemania, aunque si necesitan indefectiblemente de esfuerzos colectivos.
Así pues, se trata en primer lugar de una revisión del esquema de lectura de los líderes mundiales en cuestiones ideológicas. Entender las ideas que amenazan y que ponen en riesgo el sistema multilateral y la caída de un actor como Donald Trump de forma democrática, demuestra que se pueden derrotar a personas autoritarias del poder. Y una vez realizado, construir coaliciones muy concretas con actores gubernamentales y no gubernamentales (empresas, asociaciones, etc.) para conseguir resultados.
Como mencionó el actual Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, “el COVID-19 pone más que nunca a la cooperación y al multilateralismo en el centro de nuestro trabajo. La pandemia marca un antes y un después, dejando al mundo un mensaje claro: la solidaridad es hoy, más que nunca, nuestra única tabla de salvación”.

La función de la ONU es central. Una de sus razones de ser no solo es preservar la paz y la seguridad en el mundo, sino también crear un espacio para el diálogo. Iniciando con el Consejo de Seguridad con nuevos miembros no permanentes, como México y Kenia, se deben llevar una agenda preventiva de los conflictos que busque evitar las catástrofes. Es evidente que el COVID-19 es una advertencia para el verdadero desastre que le aguarda a la humanidad con la aceleración del cambio climático y las nuevas dinámicas de terrorismo, tal es el caso de los lobos solitarios. Dicho esto, la ONU deberá renovarse o morirá junto con las voluntades de sus miembros.
Sería un error pensar en el regreso del multilateralismo ya que hoy carece de ambición y fuerza. Es necesario que se convierta en una nueva forma de cooperar, con una esencia distinta pero con el mismo objetivo: el de trabajar en conjunto para solucionar problemas comunes.
Es una tarea que no solo se deben replantear las naciones, sino que es imprescindible que se voltee a ver a nuevos actores como las organizaciones no gubernamentales, la sociedad civil, la comunidad empresarial y autoridades locales, incluyéndoselos en la toma de decisiones para evitar que los instrumentos se mantengan en las manos de los intereses de los más poderosos. Procesos como la paradiplomacia lo evidencian y cada vez se hacen más presente que estos mecanismos ya no solo le pertenece a los jefes de Estado.
Un multilateralismo más inclusivo, con mayor repartición de poder y sin agentes únicos, donde ceder se traduzca en eficacia y de esta forma retirar el sonambulismo para evitar a pasos ciegos otra crisis severa. El mundo está a tiempo de evitar otra catástrofe y solo hay una forma de salir de los problemas que le atañen a la comunidad internacional: juntos.

Emilio Cruz López (México): Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad Iberoamericana.
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