Un país devastado
Impulsado por el prolongado conflicto interno, la agresión externa, el declive económico y la escasez de recursos, Yemen se enfrenta a la peor crisis humanitaria del mundo. Pero antes de la devastación ¿Qué sucedía en este país árabe?

Estamos en 1990. Yemen es el rincón más remoto y poblado de la Península Arábiga. Edificios arabescos lúcidos, con gruesas puertas talladas, alrededor de la bahía. Miles de hectáreas de pequeños peces plateados planos con lomos azules, colocados en hileras esparcidos tomando el sol.
Hoy esta nación, está devastada. Al Qaeda en la Península Arábiga ha tomado la mayoría del territorio en la periferia. Hace meses sus fuerzas tomaron Mukalla, ahora una ciudad de unos doscientos mil habitantes. Se vacían prisiones, saquean sucursales de bancos y despojan de armas y tanques las bases militares locales. Mientras que el aeropuerto se convirtió en el primero en caer bajo el control de una franquicia del grupo terrorista.
Los yemeníes han sobrevivido en desiertos y montañas desoladas durante milenios, pero el país todavía está atrapado en un pasado violento que se ha intensificado en los años posteriores a la unificación de 1990. Agravios, pequeñas disputas, ciclos de venganza y codicia política. Mientras los taxistas mastican bolas gigantescas de qat, un narcótico estimulante suave que les hincha las mejillas y los convierte en salvajes. Alrededor del noventa por ciento de los hombres yemeníes, al menos la mitad de las mujeres y hasta el veinte por ciento de los niños todavía mastican qat según la Organización Mundial de la Salud, a pesar de las campañas para detenerlo. La producción de este, a su vez, se ha convertido en parte de la corriente principal económica, produciendo hasta cinco veces la rentabilidad de otros cultivos. El ciclo ha sido difícil de romper.
Con tan pocos lazos nacionales, Yemen tiene más razones para estar separado que para mantenerse unido. Hace más de dos décadas que estalló la primera guerra civil, desde la unificación entre las dos antiguas mitades del país: el republicano Yemen del Norte y el socialista Yemen del Sur.

Este último se rebeló contra el autócrata Ali Abdullah Saleh, el ex-líder de Yemen del Norte, que había asumido el control general después de la fusión. Los sureños perdieron, varios líderes huyeron al exilio y desde entonces el país entero se ha visto asolado por conflictos.
La séptima rebelión hutí, es solo la última. El clan Houthi son musulmanes zaidíes, que constituyen alrededor de un tercio de los veintiséis millones de habitantes de Yemen. Un pueblo alguna vez poderoso del norte, gobernó durante un milenio y resintió profundamente su influencia reducida bajo Saleh. Entre 2004 y 2010 libraron otras seis guerras contra su gobierno. Todo se ha traducido en ataques armados esporádicos, huelgas generales y protestas. El punto álgido principal fue el fracaso en compartir el poder desde la unificación, fue el mismo que desencadenó la guerra civil de Yemen en 1994.
La agitación interna dejó bolsas de territorio incontroladas ocupadas por Al Qaeda, especialmente después de que la represión de Arabia Saudita obligara a los extremistas a cruzar la frontera en 2004.

Los ataques con aviones no tripulados estadounidenses han matado a miembros de la mencionada organización terrorista, pero no han detenido sus operaciones, ni en Yemen ni en el extranjero. Para 2010, la CIA clasificó a Al Qaeda reconfigurada en la Península Arábiga -con sede en Yemen- como la amenaza más peligrosa para la seguridad de Estados Unidos.
En 2011, un levantamiento nacional inspirado en la Primavera Árabe, derrocó a Saleh después de casi un cuarto de siglo en el poder. El estado solo se volvió más frágil. Los seis jeques del Golfo, encabezados por Arabia Saudita, orquestaron una transición. Sin embargo el Diálogo Nacional posterior entre los notables de la nación, los líderes tribales e incluso un ganador del Premio Nobel de la Paz, el bloguero y político yemení Tawakkol Karman, no logró improvisar ni una constitución ni una fórmula para compartir el poder. El desmoronamiento de uno de los países más exóticos del mundo se aceleró.
Como resultado, lo que sucede en Yemen, es ahora un conflicto para toda la región. El experimento de un siglo para unir al país ha fracasado definitivamente. No existe una solución militar, y es poco probable que existan ganadores de un conflicto de múltiples niveles, independientemente de las ganancias territoriales.
Decir que Yemen se ha convertido en una catástrofe humanitaria no sería algo nuevo o sorprendente. La comida, el agua y las medicinas escasean. Hoy es uno de los países más pobres del mundo. Parecía que con la pandemia el extremismo se había apagado, pero ciertamente está recibiendo un impulso. Las afirmaciones de que Yemen es ahora la otra Siria y un territorio dominado por el terrorismo parecen no tan inusuales.
Emilio Cruz López (México): Licenciatura en Relaciones Internacionales, Universidad Iberoamericana.
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