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¿Sistema en equilibrio? Crecimiento económico y sustentable 

No todos los sistemas han fallado, cuando se trata de lucha contra el cambio climático y defensa ambiental, la prosperidad económica muestra los mejores resultados.

Harry Haysom | Financial Times

Lo cierto es que hoy, si despojamos nuestra visión pesimista del crecimiento y tratamos de comprender el mundo, simplemente como ciudadanos universales veremos que en nuestro planeta, la mitad de la población pertenece a la clase media. A nivel global, el número de personas que viven en situación de extrema pobreza disminuyó desde un 36 % en 1990 hasta un 10 % en 2015, según datos de Naciones Unidas.

Sin embargo, es inaceptable que sigan habiendo 650 millones de personas alrededor del globo que viven con menos de 2 dólares al día y que tengan sus necesidades básicas insatisfechas, es decir que son pobres extremos. También es cuestionable la inminente desigualdad que gobierna algunas regiones y el nivel de contaminación ambiental que cada año obliga a millones de personas a emigrar por falta de agua o por la escasez de recursos naturales básicos para el desarrollo humano. 

En concreto hablamos  de aproximadamente 3.800 millones de personas que pertenecen a hogares de clase media. Lo bueno es que los cambios se están produciendo a una velocidad sin precedentes. Precisamente este ritmo es lo que ha propiciado que entre 1990 y 2015, la población que vive en condiciones de pobreza extrema cayera un 75%. Al analizar estos datos es razonable cuestionarse si todo este cambio es sostenible, y mejor aún si es compatible combinar crecimiento económico y sustentabilidad en un sistema donde las personas cada vez consumen más. 

Un mundo con menos indigentes significaría personas con mayores oportunidades, con una mayor apuesta por los estudios y el conocimiento, con una tendencia positiva a montar empresas y también, más exigente con los políticos. Las sociedades que viven en la clase media tienen casas, ahorros, negocios, y ello les lleva a estar cada vez más comprometidos con la estabilidad y a ser más exigentes.

Al ver la evidencia y los datos es normal cuestionarnos si la infraestructura global puede soportar a tanta gente consumiendo tanto. El cambio climático, las extinciones masivas y la contaminación del agua están afectando al planeta como nunca antes. Son muchos los retos a los que nos enfrentamos. De hecho, si únicamente escuchamos las noticias podemos tener la impresión de que nos dirigimos hacia el precipicio. Y claro, con tantas personas consumiendo más y más es normal preocuparnos.

Cuando hablamos de desarrollo, crecimiento económico y consumo hay dos cuestiones que comprensiblemente nos preocupan: la primera es la contaminación y el daño al medio ambiente, y la segunda es si habrá recursos para todos. Empezando por la primera ¿Puede ser que las cosas no vayan por un camino tan malo? Lo que observamos durante los últimos años en economías como las de Estados Unidos, la Unión Europea, China y Japón veremos que en 1960, los Estados Unidos emitieron 0,94 kilogramos de CO2 por cada dólar de producción. En 2014 este valor ascendía a 0,34, es decir un 64% menos. Por su parte, la Unión Europea redujo sus emisiones de CO2 por dólar de producción un 54% entre 1991 y 2014. El caso de Japón ha sido equivalente, incluso China, el país que utilizaba el carbón para toda su producción, ha reducido sus emisiones relativas de CO2 durante las últimas cuatro décadas. Es decir, la evolución tecnológica y las nuevas preocupaciones medioambientales están logrando que el mundo cada vez logre producir más, contaminando menos.

“Los buenos resultados de políticas públicosestán asociados con la riqueza (el PIB per capita), implicando que la prosperidad económica hace posible que las naciones inviertan en políticas y programas que conducen a resultados deseables. Esta tendencia es especialmente cierta para categorías de asuntos dentro del paraguas de salud ambiental, como construir lainfraestructura necesaria para proveer agua potable limpia y sanidad, reducir la contaminación del aire en el ambiente, controlar el desperdicio peligroso, y responder a las crisis de salud pública que aportan grandes retornos para el bienestar humano”.

Yale Center for Environmental Policy and Law

Los avances en ciencia e innovación y la presión de los consumidores están logrando que se frene el proceso de destrucción ambiental. Cada vez es más claro que la relación entre medio ambiente y riqueza tiene una forma de U invertida. Es decir, que a partir de un nivel determinado de riqueza las sociedades empiezan a preocuparse mucho por el medio ambiente, empiezan a tomar medidas para cuidarlo y también comienzan a desarrollar y a utilizar tecnologías más limpias.

Gideon Rachman
Martin Sandbu

Esto es lo que se desprende, por ejemplo, del Índice de Desempeño Ambiental construido por la Universidad de Yale, a partir de métricas que miden la calidad del aire, el agua, los bosques y los hábitats naturales. De los 180 países que forman el índice todos menos 2 han mostrado una mejora durante la última década. Por otro lado nos muestra que cuanto más rico es un país en promedio, más limpio se vuelve su entorno, más conciencia ambiental existe y mejores resultados obtiene.

Si lo pensamos, es bastante lógico. Los países más ricos pueden destinar más recursos al desarrollo tecnológico o a la protección de zonas naturales. De hecho, desde 1990, a medida que las sociedades se han ido haciendo más y más abundantes en términos económicos, las áreas protegidas se han casi duplicado. Hoy más del 15% de la superficie del planeta está protegida. Más clase media va a suponer una mayor cantidad de recursos para cuidar el medio ambiente, el desarrollo de tecnologías más limpias y una mayor conciencia ambiental. Son muchos los retos que tenemos por delante, pero la tendencia no es tan mala como se cuenta. Es importante que como ciudadanos y consumidores exijamos que los gobiernos y las empresas impulsen tecnologías y métodos de producción más limpios.

La mejor manera de superar estos retos es con inversión, con sociedades más adineradas y mejor formadas. Es importante seguir apostando por el desarrollo humano y la creación de riqueza. También es indispensable que a medida que alcancemos mayores niveles de educación y bienestar, nos convirtamos en consumidores y ciudadanos más exigentes y conscientes del cuidado que nuestro planeta necesita. El cambio debe ser de abajo hacia arriba y debe comenzar por nosotros mismos. Tampoco podemos ignorar la evidencia científica que demuestra que el mundo se está calentado. No podemos relajarnos y debemos seguir apostando a las energías renovables hasta alcanzar un mundo que a partir del desarrollo y la libertad de los pueblos alcance un nivel no preocupante del impacto ambiental.


Julián Resentera Ficcardi (Argentina): estudiante avanzado de la licenciatura en economía, Universidad Nacional de Cuyo.

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