Ataque a Irán: ¿Fin o Comienzo?
Por Tomas Peña
Junio de 2025 quedará grabado como un mes de fuego y fractura: una cadena de actos bélicos sumó otro capítulo de atrocidades en Oriente Medio. Pensar en una paz duradera suena, para muchos, casi ingenuo. La inestabilidad reina, y en un mundo más multipolar y armado, los dilemas de seguridad no hacen más que profundizarse.

Irán perdió la guerra
La decisión del ejecutivo norteamericano de atacar las tres instalaciones nucleares en Irán: Fordo, Natanz e Isfahán mediante bombas antibúnker a través de los Northrop Grumman B-2 Spirit durante el domingo 23 de junio no fue casualidad. La operación “León Naciente” lanzada el 13 del mismo mes por Netanyahu como un ataque “preventivo” (ilegítimo para los doctrinarios del derecho internacional público) fue concertada al día siguiente del plazo que estableció Trump para que Irán finalice su plan de enriquecimiento de Uranio. Más aún, el día 52, Donald Trump decidió celebrar su cumpleaños con un desfile militar de 45 millones de dólares, ostentando sus capacidades militares.
Y allí entra una arista fundamental del conflicto actual: la asimetría de poderes. Cito un artículo que he leído en The Economist, cuyo título es “Iran has lost the war”. En este, se señalaban una consecuencias fundamental del ataque llevado a cabo por los Estados Unidos en lo que Trump caratuló como “la guerra de los 12 días”: Irán no tiene una espalda de alianzas tan férrea.
Hezbollah, célula terrorista financiada y apoyada políticamente por el pulpo se ve devastada desde el 13 de octubre cuando el Mossad se dispuso a debilitarlo con incursiones terrestres y aéreas. Entre ellas, el icónico episodio de los beepers. Lo mismo sucede con los hutíes en Yemen, quienes fueron avasallados desde enero de 2024, cuando Washington y el Reino Unido comenzaron una campaña aérea contra las posiciones hutíes en respuesta a los ataques contra barcos estadounidenses en el mar Rojo. Por último, Siria, aliado estratégico de Irán y nexo armamentístico para la provisión de Hamás, se encontró tras las cuerdas tras el derrocamiento de Bashar al-Ásad en diciembre del año pasado. China se pronunció al respecto de manera vaga, prestando su apoyo a Teherán sólo desde el plano diplomático e instando una desescalada urgente.
Si a ello se le suma las sospechas emanadas por la OIEA del enriquecimiento de uranio iraní a más de un 60%, cabe señalar que la ofensiva perpetrada llega en tiempo y en forma oportuna: ¿Es esta una Masterclass de geopolítica occidental? Tal vez. Lo certero es que las aspiraciones regionales de Irán: mantener su eje chiita, asegurar rutas de armas hacia Hezbollah y ganar influencia geopolítica frente EE.UU. Israel y Arabia Saudita son hoy puestas en duda.
Un ataque exitoso
Tanto la operación “León Naciente” como la operación “Martillo de Medianoche”, y sus respectivos contraataques, cobraron la vida de 28 muertos y 3238 heridos para Israel y 935 muertos y 4746 heridos para Irán, según informa HRANA (organización de derechos humanos en Irán, por sus siglas en inglés). Se vieron damnificadas la infraestructura nuclear iraní (27 sitios de enriquecimiento de Uranio), además de los domicilios de los agentes del establishment de defensa Iraní, el cual el Mossad identificó mediante misiones de inteligencia. Más aún, el mismo instituto lanzó misiones de sabotaje para desactivar los sistemas de defensa aérea iraní y los sistemas de lanzamiento de misiles de Irán. Esto paralizó la estrategia de la guardia revolucionaria iraní, eliminando a varias autoridades de la armada del pulpo.
La respuesta fue inminente y la cúpula de hierro fue penetrada, detalle no menor pasible al análisis. Pese a la gigante asimetría de poder, un misil iraní impactó en el centro médico de Soroka, en la ciudad de Beersheba. Asimismo, los ataques contra las bases militares norteamericanas en Catar e Irak no produjeron daños significativos, pero deslumbraron las capacidades militares de Teherán en esta escalada. Trump imperó un cese de hostilidades y este aconteció 12 horas después del llamado a la paz, pese a rispideces intermedias y a que el canciller iraní desmintiera que hubiese una tregua entre ambas partes.
Secuelas del conflicto
En el interín, suscitó el temor por el cierre del estrecho de Ormuz (por donde circula el 20% del petróleo y el 30% del gas natural licuado mundial) como una contraofensiva geoestratégica por parte de Irán. Se barajaron hipótesis de todo tipo: desde una crisis internacional del petróleo hasta un inminente peligro en Latinoamérica en caso de una eventual escalada. Ningún análisis estuvo exento de fundamentos.
En el caso económico, analistas señalaron que el cierre del estrecho tiene consecuencias globales e impactos locales. En principio, una suba en el precio del barril de crudo mundial, generando puja inflacionaria internacional por un clásico shock contractivo de la oferta y freno al crecimiento económico mundial. Impulsos inflacionarios globales, llevando a las economías desarrolladas a aumentar las tasas de interés y consecuentemente disminuyendo la capacidad latinoamericana de atraer capital extranjero por la suba del riesgo país.
Cuando las tasas de interés internacionales aumentan, el capital huye a infiernos más seguros. Más aún en un contexto inestable por lo acontecido el 9 julio, día en el que venció el tiempo que pactó Trump para definir la política de aranceles recíprocos, imponiendo a muchos de sus socios aranceles a partir del 30% (regirá desde el primero de agosto para México y la Unión Europea y un 50% para Brasil). La tensión en los mercados globales está presente tanto en el plano comercial como en el plano financiero.
En el plano político, la escalada invitó a reflexionar las consecuencias en Argentina. Pese a la lejanía geográfica que separa a Buenos Aires de Teherán, la alineación cuasi automática del presidente Javier Milei a los Estados Unidos e Israel, siendo el único latinoamericano en tomar una postura diplomática de apoyo al ataque preventivo de Netanyahu, generó preguntas en clave de seguridad. Tanto el atentado a la embajada israelí en 1992 como el atentado a la AMIA de 1994 figuran como precedentes de que Argentina puede (y ha sido) un objetivo iraní. Un patrón internacional en las células terroristas al perpetrar ataques es, tal como describe el especialista Damián Jacubovich, elegir sistemas de seguridad más vulnerables. La abultada presencia de la cultura judía, la embajada, la postura en política exterior de auxiliar a Israel sin matices y la proliferación de empresas norteamericanas en Argentina llevan al analista a no creer descabellada la hipótesis de que la historia se repita.
Impacto en América Latina
Aunque geográficamente alejada del epicentro del conflicto, América Latina no permanece ajena a la creciente tensión entre Irán e Israel. Las secuelas de esta disputa geopolítica se filtran en tres dimensiones clave para la región: la seguridad, la diplomacia y la economía.

El conflicto remarcó las posturas diplomáticas de la región. De ello puede desmenuzarse los matices ideológicos, políticos y estratégicos de la cuestión. Venezuela mantuvo una postura de firme apoyo a Irán. Maduro rechazó categóricamente el ataque del 13 de junio calificándolo como un “acto criminal que viola el derecho internacional y la Carta de la ONU”, instando a parar lo que llamó una posible escalada global y denunciando “maniobras imperialistas” contra Irán. Resulta menester recordar que Caracas, desde el 2009, tiene relaciones diplomáticas rotas con Tel Aviv. Asimismo, expresó sus solidaridad con el pueblo Palestino, Siria, Yemen y el Líbano, denunciando el sionismo y comparándolo incluso con el Nazismo, llamando a detener “la locura de Netanyahu”.
El 19 de junio más de 50 marchas en Caracas consignaron el lineamiento de Maduro y, paralelamente, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana visitó la embajada iraní en Caracas para expresar su rechazo unánime al ataque de Israel, calificándolo como genocida y violatorio del derecho internacional en nombre de Maduro y del ministro de Defensa, Vladimir Padrino. Todo podría sintetizarse en la frase esbozada por Diosdado Cabello, ministro de Interior y Justicia de Venezuela al referirse a Israel como un “tigre de papel”.
El presidente de Bolivia, Luis Arce, quien ha cortado relaciones con Israel desde el 31 de octubre de 2023, optó por una postura similar, acusando el ataque como crimen de guerra. En concordancia con la disidencia del ataque perpetrado, Chile, Colombia, Honduras y Belize retiraron embajadores o bien realizaron una protesta formal. En el caso de Petro, las relaciones diplomáticas ya acarreaban conflicto dado que desde mayo de 2024 que el país retiró su misión diplomática en Israel.
Brasil, por su parte, se unió al bloque de los países críticos, comparando la acción militar Israelí con el Holocausto (paradójicamente), testimonio no exento de polémica, derivando en una escalada diplomática en la relación bilateral (ya había retirado al embajador brasileño en Israel el 28 de Mayo) y en la declaración por parte Israel que calificó a Lula da Silva como persona non grata.
En concordancia, la conferencia en Bogotá para una presión multilateral a Israel liderada por Colombia y Sudáfrica el pasado 15 de julio fue prueba de una coalición de países que repudia la ofensiva israelí. En el mencionado evento se realizaron embargos de armas y se revisaron los contratos que tienen las partes con Israel, con el fin de suspender toda relación económica, militar y diplomática.
Claudia Sheinbaum, presidenta de México, apeló a la diplomacia pacífica conforme a su tradición constitucional, llamando a las partes a la paz. La Secretaría de Relaciones Exteriores mexicana expresó una profunda preocupación. Acorde a una postura diplomática ecléctica, México decidió no condenar a ninguna de las partes. Reiteró la solución de dos estados respaldada por Sheinbaum, desde febrero de 2025 que la mandataria instó el reconocimiento mexicano de Palestina. Posterior al ataque, coordinó la evacuación de 136 connacionales Mexicanos en Irán e Israel al momento del ataque, brindando asistencia consular y facilitando vuelos de retorno seguro.

Uruguay, por su lado, condenó los ataque de EE.UU contra las instalaciones nucleares iraníes exigiendo una desescalada, y convocando formalmente a su embajador en Israel para solicitar garantías de seguridad en los diplomáticos acreditados en Palestina. Reiteró, tal como Sheinbaum, una solución pacífica que se ampare en la coexistencia israelí-palestina dentro del marco del derecho internacional.
En contraposición, Argentina unilateralmente pareció ser la más enfática en el apoyo al ataque preventivo Israelí. La Cancillería condenó los ataques iraníes sobre la población civil Israelí y gestionó vuelos espaciales para repatriar 250 argentinos varados en las zonas de conflicto. La oposición manifestó su rechazo de la postura diplomática argentina, considerando el alineamiento como un riesgo a la neutralidad argentina y una amenaza de sobre exposición para los ciudadanos argentinos. El PJ se pronunció contra el gobierno exigiendo retomar una postura basada en el multilateralismo que evite “prepotentes exabruptos discursivos”.
La marcada posición argentina se entronca con una narrativa histórica: si se evacúa el personal diplomático de Teherán al mismo tiempo que se refuerza la seguridad local en sinagogas, la AMIA, escuelas como la ORT, puede verse como acciones de retaliación locales y es dado la condena firme y sostenida que ha tenido el gobierno contra Irán por haber perpetrado los ataques terroristas del siglo pasado. La afinidad ideológica se encausa en la necesidad argentina de juzgar lo acontecido en los 90. Por ello, se ha avanzado con juicios en ausencia contra siete ex funcionarios iraníes y tres talibanes acusados del atentado a la AMIA en 1994, medida que fue aprobada por ley y que refuerza su discurso anti iraní.
Otros planos de posicionamiento
Al ejecutar un análisis geopolítico debe tenerse en consideración ángulos que toman mayor relevancia en el mundo de hoy en día. La desinformación o “fake news”, tan presente en el conflicto de Oriente Medio ha polarizado a las sociedades de manera preocupante. Los gobiernos latinoamericanos reportan, sobre todo en Argentina y Brasil, amenazas y discursos discriminatorios amplificados por las redes sociales y con contenido viral falseado, además de una ola de violencia simbólica. Factor a tener en cuenta en estas escaladas que vislumbran quienes comulgan con Occidente y quienes desdeñan su accionar.
Todo ello, ante un emergente marco regulatorio digital pionero en Europa y replicado en parte por la región, concerniente a la Inteligencia Artificial y al ciberespionaje, obliga a los vecinos latinoamericanos formular leyes que ordenen las tensiones existentes agravadas por el conflicto.
La privatización de armamentos y apoyo tecnológico militar ha también creado grietas. Dentro de la región, hay quienes intensifican vínculos con Israel (Ecuador y Argentina) en materia de defensa para la provisión de drones, radares, baterías tipo Iron Dome y otros como Bolivia, que exploran la cooperación armamentística con Irán para la tecnología de vigilancia.
Nada de todo lo anterior mencionado tiene un impacto únicamente doméstico. Realizar esta afirmación sería una visión simplista de la realidad internacional. La reacción regional sobre un conflicto internacional pese a descoordinada, muestra divisiones marcadas entre el “sionismo agresor”, los llamados a la moderación y el respeto por el derecho internacional humanitario, y el alineamiento. Esto, al igual que otros sucesos de alcance mundial, vislumbra la fragmentación política, económica y diplomática que existe en la región.
Tomas Peña (Argentina): Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad de San Andrés, y columnista de Diplomacia Activa.