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Argentina ante el mundo

Por Mauricio Rodriguez

El rumbo de la política exterior debería perseguir una máxima esbozada por Norberto Bobbio, «independencia, pero no indiferencia”. El pragmatismo es una conducta que debe navegar en un equilibro de valores e intereses, sin olvidar el alma de Occidente.

Después de que Brasil asumió la custodia de la Embajada Argentina en Venezuela, el presidente Milei dejó de lado las grandes diferencias que mantiene con su par brasileño para destacar, en cambio, la cercanía entre ambos países: “Los lazos de amistad que unen a la Argentina con Brasil son muy fuertes e históricos”.

“Quien lea estas páginas en el futuro debería darse cuenta de lo espeso y desconcertante que es el velo de lo desconocido. Ahora, bajo la plena luz que brinda la retrospectiva, resulta fácil ver en qué fuimos ignorantes o nos asustamos demasiado, dónde nos descuidamos o fuimos torpes”. Dichas palabras fueron escritas por Winston Churchill en sus Memorias, recordando la etapa previa a la Segunda Guerra Mundial y la dificultad de la preparación que tuvo que hacer el Reino Unido para enfrentar al fascismo.

Con esto, el histórico primer ministro británico nos brindó dos importantes lecciones. Nadie sabe las amenazas que nos depara el futuro y no hay que dar nada por asegurado; ni el resultado de una elección, ni el fin de una disputa, ni el futuro de una nación. Sin embargo, hay algunos principios rectores que nos permiten visualizar por donde ir.

«Las ideas centrales de Occidente contienen muchas de las respuestas que buscamos hoy en día en respuesta a un populismo que hace estragos tanto en la izquierda como en la derecha. En lugar de ser la fuente de los males de la sociedad, los valores de la civilización occidental son parte de la cura. Son necesarios ahora más que nunca»,

Joe Lonsdale, empresario e inversor tecnológico estadounidense.

El camino es con Occidente

Hace un año escribí Un mapa para Argentina, en el que concluía que la gran amenaza para nuestro país es la cultura política habituada a la falta de proyección a largo plazo. Al respecto, la Argentina debe actuar con voluntad y liderazgo. Debemos cambiar el enfoque de la política exterior, pasar de lo episódico a lo permanente, pasar de la creencia en respuestas definitivas a la comprensión de que cada “solución” no es más que el comienzo de una nueva serie de problemas. En una atmósfera así, nuestra conducción requiere un equilibrio entre la continuidad y el cambio.

Sobre ésta base, Argentina debe recordar sus compromisos diplomáticos y las constantes que forjan una tradición en su política exterior. Sin embargo, el gobierno actual comete errores al perder la brújula institucional como consecuencia de la alta carga ideológica en la política exterior.

Para escapar de este ciclo de condena nacional, las lecciones de la historia pueden ayudar a la Argentina en una correcta conducción exterior. Un ejemplo de ello, puede ser durante el gobierno de Arturo Illia, cuando la Cancillería no titubeó en demostrar su rechazo a la estrategia de “exportación revolucionaria” que estaba llevando a cabo la Unión Soviética en América Latina, tal como demuestran las comunicaciones entre el embajador argentino en Moscú, Lucio García del Solar, y el canciller de la Unión Soviética, Andréi Gromiko. No obstante, las acusaciones en el campo político-estratégico no representaron un obstáculo en la creación de un mercado bilateral muy atractivo para ambas naciones, ya que entre 1963 y 1966 los intercambios con la URSS pasaron de diecinueve a ciento doce millones de dólares, de los cuales el 80% correspondía a exportaciones argentinas.


Ilustración | Nash Weerasekera

La defensa de los valores como la libertad, la justicia y la democracia no son negociables, y por lo tanto Argentina tiene que defenderlos en cada oportunidad en que se pongan en riesgo. Pero también, debemos hacer una reflexión interna, entendiendo la naturaleza de nuestra economía y la importancia tanto del mercado, como de nuestros vínculos vecinales. En este sentido, el pragmatismo debe navegar en un equilibrio entre nuestros valores e intereses, sin sacrificar el alma de Occidente. Tal como expresó Henry Kissinger, en su discurso sobre los partidos comunistas en Europa Occidental el 9 de junio de 1977, en Washington D.C.

«Las sociedades estancadas del Este sirven a la vez de esperanza y advertencia. Nos recuerdan que la vitalidad latente, intelectual y política del Oeste, mas que su prosperidad material, es la envidia del mundo. En última instancia, los vientos del cambio soplan del Oeste. Los hombres y mujeres de Europa Oriental indudablemente son conscientes de que, a pesar de sus dudas y su sentimiento de dilema espiritual, el Oeste es la vanguardia de la modernización, la fuente vital de la cultura y el refugio del espíritu libre del hombre. Los países en desarrollo que ansían el progreso se vuelven hacia el Oeste, no hacia el Este, en busca de ayuda, de apoyo y de la medida de lo que puede lograr el hombre cuando tiene aspiraciones. Nuestra tecnología, nuestra creatividad, nuestro inigualado vigor económico, y no cualquier doctrina burocrática de determinismo económico, son las fuerzas que configurarán el futuro si movilizamos la energía de los pueblos libres».

Henry Kissinger

Independiente, no indiferente

A días del fraude electoral cometido en Venezuela, en el que Nicolás Maduro se autoproclamó Presidente, ya son más de mil las personas detenidas por la dictadura de acuerdo a los reportes elaborados por la organización Foro Penal. Y es que ya no sólo se trata de un desprecio rotundo y contundente por el proceso democrático, tal como declaró el Centro Carter. Se trata de una continua violación a los derechos humanos, a las Convenciones Internacionales, a la libertad de expresión y a la paz social. A través de la represión a políticos opositores y a la población venezolana en sí, Maduro nos demuestra la importancia de la democracia liberal.

Ilustración | Miguel Devia

“El orden liberal es una delicada mezcla de inteligencia, humanidad y valentía, y su defensa exige sacrificios a los que nuestra generación no está acostumbrada. Pero no hay alternativa. Fuera del orden liberal sólo hay fuerza y violencia y decadencia y desolación. Fuera de la democracia no hay libertad ni paz ni progreso ni civilización”.

Cayetana Álvarez de Toledo

En medio de señalamientos y críticas, Caracas decidió romper relaciones con los países que no reconocieron los resultados de las elecciones. Tras esta decisión, la Embajada de Argentina, que hoy refugia a presos políticos, quedó desprotegida y asediada por Maduro y sus secuaces. A pesar de las declaraciones del Presidente Javier Milei, en las que llamó “corrupto y comunista” a Lula Da Silva, el gobierno de Brasil fue el primero en levantar la mano y se encargó de la custodia de la Misión Diplomática Argentina en Caracas, al igual que de la protección a los seis asilados políticos, los cuales no pudieron acompañar a los diplomáticos argentinos en su salida del país.

En este caso primó la solidaridad diplomática y los valores comunes, olvidados entre la cacofonía ideológica que identifica a los liderazgos débiles, pero gritones, de nuestros días. Buenos Aires debe delinear sus intereses, no en base a pasiones sin sentido, sino al razonamiento de largo plazo. La postura de Gabriel Boric en este sentido es ejemplar. El presidente chileno no se dejó llevar por las críticas o por las voces radicales de la izquierda, y denunció sin maquillaje, el fraude en Venezuela.

En democracia, los debates enriqueces a las naciones y fortalecen sus vínculos. Lo que pasa en Venezuela, es un punto de inflexión. Es un buen momento para que America Latina se vea al espejo en la búsqueda de nuevas soluciones comunes. Como escribieron los internacionalistas Juan Gabriel Tokatlian y Daniel Zovatto en «Urge una propuesta regional para la transparencia electoral en Venezuela», la cooperación es vital para encontrar resultados a una tragedia que amenaza con extenderse a toda la región. Debe evitarse que las dinámicas geopolíticas externas influyan negativamente en el proceso electoral venezolano. Y esto debe hacerse en base a valores que forman la modernidad de nuestras naciones.

En este contexto, Argentina tiene una serie de oportunidades y desafíos. No es tiempo para timoratos, pero la moderación y la razón deben anteponerse a la exaltación. Liderar hoy un camino de libertad, paz, justicia e instituciones sólidas debe hacerse en base al disenso respetuoso, pero claro frente al horror de la dictadura.


Mauricio Rodríguez (Argentina): Analista en Relaciones Internacionales, Universidad de Congreso. Columnista y editor en Diplomacia Activa.

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