El argentino que supervisa el mundo nuclear
Por Luis Souto
Rafael Grossi, de 62 años, es uno de los diplomáticos latinoamericanos más conocidos de la actualidad. No solo por su servicio de 35 años en acción exterior, sino por su amplio conocimiento en el campo de la energía atómica. Pero ¿Quién es el bonaerense que decidió continuar el retador trabajo de supervisar la situación de la energía nuclear en el mundo?

Diez de la mañana, hora local, dos furgonetas fuertemente custodiadas se desplazan por una carretera de tierra sin asfaltar. En los vehículos un grupo de inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) preparados para hacer una inspección de “rutina”. Al llegar al almacén, ubicado en algún lugar de la mitad este de lo que alguna vez pudo considerarse Libia, comienza el trabajo de inspección. Tras largas horas y varios conteos, los inspectores descubren que 2,5 toneladas de uranio natural han “desaparecido”.
En su despacho, el hombre fuerte de la OIEA prepara una declaración de prensa. Tiene que medir muy bien sus palabras, aunque el uranio natural no puede usarse inmediatamente como arma, un malentendido podría sembrar el pánico internacional. Tampoco puede revelar la ubicación. Libia es un territorio caótico dividido entre grupos tribales y rebeldes, revelar la ubicación del resto de material podría convertirlo en diana de grupos criminales. El mensaje tiene que gustar a todos y ser neutral, o la OIEA se abstiene a perder el beneplácito de alguna de las facciones que controlan Libia.
Si, los días no son fáciles para Rafael Mariano Grossi, nacido en Buenos Aires en 1961. El argentino fue reelegido a comienzos de marzo de 2022 para un segundo período de cuatro años al frente de una de las agencias más importantes del sistema de Naciones Unidas, la de la energía atómica.
Sin duda, el panorama internacional no es óptimo para Grossi; Irán acumula uranio con un 83,7% de pureza, la planta nuclear más grande de Europa (Zaporizhia) cumple su primer año en riesgo de sufrir ataques y Australia ha anunciado la compra de hasta cinco submarinos con capacidad nuclear ante “la amenaza de China».

Para poder entender a esta figura debemos retornar a sus orígenes. En 1985, tras graduarse del Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN), recibió su primer contacto nuclear al ser designado para formación en INVAP, la empresa nacional argentina dedicada a la energía atómica. Desde entonces, su carrera diplomática y experticia en los campos atómico y armamentístico crecieron de forma conjunta. De hecho, Grossi participó en el año 1993 en la delegación argentina que negoció el Tratado de prohibición de Armas Químicas.
Su primer gran rol internacional lo asumió en 1997, cuando presidió el Grupo de Expertos Gubernamentales de las Naciones Unidas sobre el Registro Internacional de Armas, institución encargada de recopilar información sobre las armas fabricadas en el país para garantizar un mínimo de transparencia en su mercado internacional. Este cargo lo desempeñó hasta el año 2000.
Este artículo podría cubrir el ilustre currículo del Señor Grossi; hasta el 2010 había sido: Jefe de gabinete de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas; Subsecretario General de las Naciones Unidas en materia de Desarme; Titular en el Grupo de Países Proveedores Nucleares; Director General de Coordinación Política de la Cancillería Argentina; Embajador de Argentina para Bélgica; Embajador de Argentina para la Oficina de la ONU en Ginebra. Un currículum más que completo.
Llegó la segunda década del Siglo XXI y Grossi fue elegido como director general adjunto de la OIEA, trabajando de forma directa con el por entonces director general, Yukiya Amano. Esta posición ya asentaba el camino para Grossi, cuya carrera tenía un claro componente nuclear. Aunque se postuló en el año 2015, para presidir la agencia en la que ya trabajaba, no fue hasta el 2019 cuando recibió su primer cargo.

Un argentino universal
En la actualidad, es difícil pensar en un argentino más importante para el mundo que Rafael Grossi. No es para más decir que su presidencia en la OIEA ha sido intensa. En 2018, el expresidente Donald Trump hizo saltar por los aires el Acuerdo Nuclear con Irán, que reactivó su programa de enriquecimiento de Uranio y llegó a amenazar con limitar el trabajo de la OIEA. Fue el mismísimo Grossi, quien a finales de febrero de 2021 salvó in extremis la presencia de la agencia, a través de un acuerdo que le tomó dos días de negociación con las autoridades persas. Todo, por supuesto, en medio de una pandemia, que limitó al máximo la misión del organismo que solo puede supervisar in situ.
“Llega en un momento en que nos enfrentamos a muchos retos importantes y estoy plenamente comprometido a seguir haciendo todo lo que esté en mi mano para llevar a cabo la misión crucial de la AIEA”, afirmó Grossi, tras su reelección por unanimidad. Podrían ser simples palabras, pero los hechos le dan la razón.
El mayor reto, según el propio director de la OIEA, es la situación en la Central Nuclear de Zaporiyia, controlada por los rusos tras la invasión masiva de Ucrania en 2022. Dicha central fue víctima de varios ataques durante los meses más cruentos del conflicto. En octubre del mismo año, el propio Grossi acordó, tras reunirse con Volodymyr Zelenski y Vladimir Putin, la intervención de la agencia en la planta para garantizar las operaciones normales. Cada mes, un grupo de expertos de la OIEA cruzan el frente para alternarse en el cuidado de la planta.
No podemos decir que Ucrania sea un éxito. El propio Grossi dice que del 1 al 10, la posibilidad de un accidente es, o bien 0, o bien 11. Por los momentos, el personal de la planta se ha mantenido, aún cuando Rusia oficialmente le dio el control a Rusatom y el servicio eléctrico sigue funcionando con relativa normalidad, a pesar de los ataques rusos a la infraestructura eléctrica.

Cuando las cosas no podrían ir más complejas para el mundo nuclear, aparece Australia, que ha decidido adquirir, en el marco de la Alianza AUKUS, hasta cinco submarinos con capacidad nuclear.
¿Cuál es el problema se preguntará el lector? A fin de cuentas, Australia es una democracia sólida y defensora del orden internacional, más aún, esto solo responde a la creciente amenaza militar de Pekín. Bueno, es “complicado” como lo definió el propio Rafael Rossi. Camberra suscribió y ratificó el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), no obstante, ahora está comprando submarinos con capacidad nuclear.
No hay que esforzarse en pensar al respecto, sin embargo, Grossi no puede decir lo evidente. En lugar, abrirá una ronda de negociaciones a petición de China para intentar que este proyecto se lleve a cabo de forma segura e intentando “de alguna forma” garantizar los acuerdos internacionales por parte de los países implicados.

Rafael Grossi, el argentino de cuya capacidad para maniobrar de forma diplomática, pero a la vez contundente, depende la estabilidad internacional. Su mandato se extenderá hasta el 2027, quizás más. Lo que está claro es que su relevancia recae en su espléndida conducción del cargo. No cualquiera firma un acuerdo con el régimen de los Ayatola, le dice a Putin “acordemos que no estamos de acuerdo”, supervisa el desarrollo de más de 52 plantas nucleares alrededor del mundo, o da la cara ante proyectos occidentales que pudiesen violar acuerdos internacionales.
En general, la experticia y experiencia de Grossi en desarme, energía atómica y sobre todo diplomacia ha sido la mejor combinación que este porteño haya podido ofrecer a un mundo cada vez más caótico. Por cierto, para tranquilidad del lector, Rafael Grossi comunicó que las 2,5 toneladas de uranio natural fueron encontradas a unos 5 km de distancia del lugar original y ya se encuentran bajo supervisión de la OIEA.
Luis Souto (España-Venezuela): Periodista, Máster avanzado en Estudios Interdisciplinares por el Colegio de Europa de Natolín, Polonia.
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