Última advertencia para Somalia
Por Concepción Mejías Carrascosa
De todos los males que podemos escribir en una agenda, el Cuerno de África los tiene todos. En un mundo globalizado, los problemas son globales y un país necesita nuestra atención ¿Qué está pasando en Somalia?

Con un riesgo mundialmente declarado, Somalia contempla la posibilidad de que 230.000 personas mueran de hambre a causa de las cuatro temporadas de lluvias fallidas y décadas de conflicto armado. Esta realidad ha causado que más de 800.000 personas se desplacen a territorios exteriores, o que aquellas que no tienen esta oportunidad adopten conductas de emergencia, como desescolarizar a las mujeres de la familia para obtener una vía de ingresos a través de los matrimonios de conveniencia, o la prematura inserción en el mundo laboral.
Según las Naciones Unidas, Somalia y sus vecinos del cuerno de África, que ya en 2019 y 2021 vieron cómo una plaga de langostas acababa con sus cosechas, están actualmente sufriendo la peor sequía en los últimos 40 años.
No obstante, no es solo el hambre la principal amenaza de la población. Los somalíes también se están enfrentando a las consecuencias de la falta de agua potable y saneamiento, como lo es el cólera o el sarampión.
Junto a estas agravantes se encuentra la guerra civil que el país lleva sufriendo desde 1991, cuando fuera derrocado el dictador Mohamed Siad Barre, dejando a este país sin Gobierno efectivo y en manos de grupos como Al Shabab y distintos señores de la guerra.
Al Shabaab es una organización yihadista vinculada con Al Qaeda que lucha por la creación de un Estado fundamentalista islámico en Somalia, es decir, establecer un califato somalí. Desde marzo de 2008, esta organización se encuentra incluida en el listado de Organizaciones Terroristas Extranjeras. Su dominio y principal influencia se centra en su control, casi total, de los territorios en el centro y sur del país, incluida la capital en algunos periodos.
Para contextualizar este control terrorista del territorio es necesario recordar que Somalia está dentro de los diez países del mundo con mayor tasa de mortalidad infantil y cuenta con una de las menores rentas per cápita mundiales.
Desde el golpe de estado de 1969, en que fue asesinado el presidente Sharmarke, hasta 1991, Somalia fue gobernada bajo el régimen de terror de Mohamed Siad Barre. Estos años fueron marcados por la inestabilidad, las tensiones internas en el Gobierno y los frecuentes conflictos armados. Con su derrocamiento en 1991, el país quedó totalmente sumergido en un desequilibrio gubernamental y social.
La esfera internacional ha colaborado en algunas ocasiones con el Gobierno somalí para intentar restaurar la paz en el territorio, siendo la última cooperación la anunciada por el Secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, el pasado 16 de septiembre, cuando aplaudió el liderazgo del actual Presidente somalí, Hassan Sheikh Mohamud, al revigorizar la presencia de las fuerzas armadas somalíes y actuar de forma proactiva tanto con Estados Unidos como con otras fuerzas internacionales, en las acciones por la paz.
Desde el pasado mes de mayo, el Departamento de Fuerzas estadounidense envió fuerzas armadas al territorio para ayudar a paliar las tensiones y frenar el avance de los grupos terroristas.
Desde las Naciones Unidas, Martin Griffiths, Secretario General Adjunto de Asuntos Humanitarios y Coordinador del Socorro de Emergencia, ha hecho un llamamiento a la esfera internacional para pedir ayuda financiera ante esta grave crisis. De los 131,4 millones de dólares que se estiman necesarios para aliviar la tensión del país somalí, solo un 46% han sido financiados.
Como gran parte de la población mundial, Somalia también está sufriendo las secuelas del conflicto Ucraniano. El aumento de los precios de los alimentos, la escasez de trigo o el coste de la luz no han facilitado la supervivencia de un país que, día a día, lucha por sobrevivir. Frente a este túnel sin salida aparente, el Presidente francés Emanuel Macron se comprometió el pasado 20 de septiembre ante la Asamblea de la ONU a financiar el envío de trigo ucraniano a Somalia y ayudar así a apaciguar el riesgo humanitario.
Macron ha subrayado que esta decisión ha sido tomada en el marco de la “solidaridad, eficiencia y exigencia de total transparencia” con otras organizaciones internacionales de ayudar a las distintas regiones del continente Africano a superar estas dificultades.
Con lo visto, en un contexto de guerra constante, terrorismo, inestabilidad política, inclemencias climáticas y un calentamiento global que cada vez hace que en Somalia hayan menos precipitaciones, el país africano tiene por demás complicado una salida pronta del flagelo del hambre y la guerra.
Con la entrada oficialmente de Somalia en un estado declarado de crisis humanitaria, queda comprobar si verdaderamente el círculo internacional actuará de manera unida ante este último llamado de emergencia o si, una vez más, mirarán hacia otro lado.
Concepción Mejías Carrascosa (España): Graduada en Derechos Humanos y Gobernanza, Universidad Autónoma de Madrid.