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Orbán y la suma 0

Por Jesús del Peso Tierno

Desde que estalló el conflicto en Ucrania, el tablero geoestratégico ha sufrido una sacudida global que ha sumido el panorama internacional en una total incertidumbre. Ante este escenario, algunos Estados se han aventurado a pescar en aguas revueltas para tratar de sacar beneficios políticos.

Ilustración | Ana Paula Durán

Desde que, allá por el 2010, llegase el gobierno de Viktor Orbán al poder, las relaciones entre Bruselas y este pequeño Estado centroeuropeo han ido tensándose paulatinamente según se han ido sucediendo los problemas y malentendidos entre ambos. Sin embargo, el estallido de los populismos europeos y la expulsión del Fidesz de la familia democristiana europea supuso el estallido definitivo de la guerra que mantienen en la actualidad Orbán y las instituciones europeas.

“Siempre se nos acusa de ser amigos de Rusia y los espías de Putin en la UE”

Péter Szijjártó | Ministro de Exteriores de Hungría

Sin embargo, el gobierno húngaro de Viktor Orbán lleva cerca de cuatro meses haciendo malabares para sacar réditos políticos de la guerra en Ucrania. Un periodo de tiempo en el que ha jugado un papel ciertamente ambiguo entre las posiciones de ambos bloques tratando de garantizarse para sí, las mejores condiciones posibles de no alinearse con uno u otro bando. 

Así, desde que comenzó el conflicto bélico y empezaron a adoptarse las primeras sanciones en contra de Rusia, Hungría, a menudo funcionaba como contrapeso a la voluntad de la mayoría de los Estados europeos, buscando negociar condiciones u acciones políticas en favor de su gobierno a cambio de desbloquear dichas sanciones

Y es que, pese a terminar dando su brazo a torcer y a pesar de su posición minoritaria de entre los 27, la regla de la unanimidad europea le ha servido a Budapest para matizar y ralentizar la adopción de sanciones en contra de Rusia. Algo que por supuesto, se ha visto agradecido desde las instituciones en Moscú. Un ejemplo de esto serían los episodios vividos a lo largo del pasado mes de junio cuando la gasista internacional rusa Gazprom cortaba el suministro de gas a Polonia y Bulgaria, mientras seguía garantizando el abastecimiento de las centrales húngaras

Pescando en aguas revueltas

Durante las últimas semanas, el debate ha venido girando en torno a las restricciones sobre las compras de petróleo ruso. Unas negociaciones a lo largo de las cuales, ha venido haciendo gala de su agresiva política exterior de suma 0 sobre la guerra en Ucrania. 


Ilustración | Serhiy Kolyada

Así, sin contemplar los pros y contras a nivel colectivo de la motivación de estas sanciones, Budapest ha tratado de aprovechar para beneficio propio la nueva ventana de oportunidades que se le abrían ante el nuevo escenario. Con ello y su amenaza de veto sobre la adopción de tales sanciones, el gobierno de Orbán ha logrado el compromiso europeo para la construcción de nuevos oleoductos que garanticen el suministro de energías fósiles desde el interior del continente y que le aseguran para el largo plazo, inversiones multimillonarias en el seno de su propio Estado

Con esta política del “palo y la zanahoria” se desenvuelve en el interior de la Unión el gobierno en Budapest, donde el bloqueo y la tensión se ven rápidamente recompensadas con el avance y el compromiso de firmeza ante nuevas posiciones frente al régimen ruso. Las cuales están logrando desligar cada vez más a la economía húngara de los intereses rusos.

Los efectos que la guerra dejará en la unidad de la Unión Europea no serán visibles de una manera inmediata, y habrá que esperar a ver como se reconfiguran las políticas en el este del continente, más aún tras las nuevas adhesiones a la OTAN. En cambio, la desentonada estrategia de Hungría se ha visto ampliamente señalada por parte del resto de socios europeos, más aún cuando los únicos amigos que tenía Orbán en su particular cruzada contra Bruselas -tal y como lo era Polonia hasta el estallido de la guerra- se han mostrado firmes en su compromiso con la Unión.

Ésta estrategia no ha hecho más que señalar a Victor Orbán como un paria dentro de los 27, que, entre su palo y su zanahoria y la suma 0, podrían terminar causándole un amplísimo coste político a la larga. Un coste que se verá no solo a nivel internacional, sino también en materia interna, y es que, lo verdaderamente complicado de esta agresiva estrategia respecto de Rusia en el presente clima de guerra radica en la defensa de un discurso de ambigüedad ante Rusia en el interior de su propio país.

Pese a la amplitud de beneficios que a la larga le reportaran los acuerdos que han ido adoptando con la Unión, es una postura difícil de defender entre las sociedades de Europa del Este, donde son especialmente reticentes de la sociedad rusa desde las caídas de los regímenes comunistas, más aún desde que comenzase la invasión en Ucrania.


Jesús del Peso Tierno (España): Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad Rey Juan Carlos de la Comunidad de Madrid.

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