El abuso del keynesianismo en Argentina
Por Julián Resentera Ficcardi
Distintas corrientes han predominado en la política económica global de las últimas seis décadas. Pero sin dudas, las dos grandes ideologías que lograron imponerse luego de la caída del telón de acero han sido el neoliberalismo y el keynesianismo. Sin embargo dichos sistemas no siempre se han implementado de forma correcta.

Algunos países han logrado convertirse en el claro ejemplo de dichas ideologías. Si pensamos en Latinoamérica veremos que ambas ideologías se ven representadas tanto en Chile como en Argentina. Un país es el fiel seguidor de los “Chicago Boys” con tinte liberal y políticas pro mercado y el otro un fiel seguidor del keynesianismo con políticas públicas expansionistas y un fuerte rechazo a los mercados desregularizados. Cabe destacar que si bien Argentina sigue políticas keynesianas, no siempre son implementadas en los momentos idóneos para los cuales fueron diseñadas.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de keynesianismo?
Las ideas keynesianas son aquellas doctrinas basadas en la obra de John Maynard Keynes (1883-1945), centradas en la estimulación de la economía en época de crisis mediante un papel activo del estado y un aumento del gasto público. Los economistas de esta rama creen que, como los precios son rígidos en contextos recesivos, las fluctuaciones de cualquier componente de la demanda conjunta de un país (consumo, inversión o gasto público) hacen variar el producto, sin necesariamente disparar los precios.
Sin embargo, es importante recordarle al lector que cuando Keynes recomendaba estimular el gasto público para el impulso de la economía, lo hacía teniendo en cuenta un mundo afectado por la “recesión”, más precisamente por la crisis de los años 30. En los cuales, la teoría clásica con predominancia liberal parecía no tener respuestas a la inminente crisis económica que afectaba no solo a los Estados Unidos sino a toda la comunidad internacional.

“Ahora somos todos keynesianos” proclamaba en 1971 el entonces presidente Richard Nixon, haciendo referencia a que en un mundo con un contexto recesivo, las políticas keynesianas podían prometer la recuperación económica mundial.
Hoy la propia administración de Alberto Fernández hace eco de lo dicho por Nixon. Distintos políticos como Kicillof y Guzmán -seguidores de autores keynesianos como Stiglitz- han logrado reconocimiento internacional como los defensores de Argentina contra los llamados fondos buitres, que persiguen a toda costa el pago de los bonos argentinos, o también denominados “bonos basura”, los cuales fueron adquiridos a precios de remate.
El problema de Argentina y de otros países alrededor del globo es querer hacer uso y abuso de la política antes mencionada. En momentos recesivos es recomendable amparar a la economía nacional mediante el estímulo de políticas que impulsen tanto la demanda pública como privada a fin de retomar la senda de crecimiento económico. Pero en momentos de auge económico es importante y deseable estimular el ahorro y los fondos anti-cíclicos para poder tener un respaldo en momentos en donde la economía sufra un estancamiento, de lo contrario políticas excesivamente expansionistas, especialmente las políticas monetarias van a derivar en un alza de precios, en otras palabras: inflación.
Políticos como Kicillof atribuyeron el rápido crecimiento económico o “milagro económico argentino” experimentado en los años 2003-2008 luego de la recesión del año 2001 a las recetas post-keynesianas de la demanda interna. Keynes incorporó un gran aporte académico cuando demostró que en una economía de mercados abiertos la oferta no crea necesariamente su propia demanda, y que niveles bajos o insuficientes de demanda pueden causar recesiones que son potencialmente evitables
¿Es ésta la ideología que ha operado en Argentina?
Cuando la economía argentina estalló en el año 2001, la población perdió su empleo y las empresas nacionales el acceso al libre crédito, lo que hizo colapsar la demanda interna y destruir la industria nacional.

Pero cuando el país abandonó el sistema de paridad cambiaria con el dólar, el tipo de cambio real se depreció de forma significativa. Esto reorientó la estructura de demanda interna, desde las importaciones a los bienes nacionales, ya que Argentina se abarató en términos relativos con el resto del mundo. También se incrementó el precio interno de los alimentos exportados, sujetos a fuertes impuestos en Argentina, lo cual aumentó los ingresos estatales, proporcionando fondos para financiar el impulso del gasto público. Dado el aislamiento de Argentina del resto del mundo y de los mercados financieros internacionales, el Banco Central pudo recortar las tasas de interés locales con poco temor a una fuga de capitales hacia el extranjero. Este impulso fiscal y monetario fue la base de una rápida recuperación económica.
A primera vista, parecería que Kicillof tiene razón; lo anteriormente mencionado es similar a una típica receta keynesiana capaz de impulsar la recuperación económica de un país. Sin embargo, el mismísimo Keynes jamás hubiera dado el visto bueno a las políticas económicas impulsadas por la administración kirchnerista.
El enfoque keynesiano busca garantizar que la demanda interna no sea inferior a la oferta, no que la demanda sea excesivamente superior a la oferta, es decir que sus ciudadanos consuman más de lo que producen en términos reales. Los Kirchner han asegurado que la demanda sea significativamente superior a la producción u oferta nacional. Esto se ve reflejado claramente en la tasa anual de inflación, la cual ha sido superior al 50% luego de los denominados “años dorados” o “década ganada”, sin que el famoso congelamiento de precios de los servicios públicos ni las reiteradas manipulaciones del índice de precios al consumidor puedan ocultarlo.
Julián Resentera Ficcardi (Argentina): estudiante avanzado de la licenciatura en economía, Universidad Nacional de Cuyo.