La última oportunidad de Nueva Caledonia
Todos los ojos están puestos en Asia-Pacífico. En primer lugar, por las tensiones entre China, sus vecinos y los Estados Unidos, que busca limitar el ascenso del gigante asiático. Pero existen otros actores internacionales en dicha escena que pasan desapercibidos, uno de ellos: Francia.

La firma de la nueva alianza militar AUKUS (acrónimo de Australia, Reino Unido y Estados Unidos) el 21 de septiembre de este año, ha provocado la sorpresa de unos y el enfado de otros. Entre estos últimos está Francia, quien ha considerado una traición la firma de este acuerdo sin haber sido informado. El problema está no solo en la pérdida del llamado «contrato del siglo» firmado con Australia, un contrato de 56 mil millones de euros por la construcción de 12 submarinos que ahora pasará a manos de Estados Unidos como parte del AUKUS. Aparte del golpe económico que supone a la industria naval y militar francesa ¿Es la única razón por la que Francia ve peligrar su influencia en la región o hay más problemas? ¿Qué intereses tiene Francia en mantener su influencia en esta región?
Un poco de contexto
Francia es uno de los grandes actores de la región al ser soberano de las islas Wallis y Futuna, la Polinesia Francesa y Nueva Caledonia. Su importancia radica en su zona económica exclusiva de más de 3,5 millones km². De estos territorios, el más importante es Nueva Caledonia, por poseer en torno al 11% de las reservas mundiales de níquel, esencial para las baterías recargables y los automóviles híbridos. Asimismo, esta industria junto con la construcción suman en torno al 26% del empleo privado en esta región.
Descubierta en 1774 por el británico James Cook y colonizada en 1844 por los franceses, Nueva Caledonia es un archipiélago situado en el Océano Pacífico al nordeste de Australia, con una isla principal -Grand Terre- donde habita la gran mayoría de la población de la región.
Tras la II Guerra Mundial, los Canacos, nombre que reciben los aborígenes de estas islas, conscientes de los recursos minerales existentes y en plena ola descolonizadora, buscaron la independencia de la Metrópoli, lo que desembocó en un conflicto civil entre los lealistas (favorables a continuar como un Territorio de Ultramar – TOM) y los independentistas. Tras décadas de conflicto, en 1988 el Gobierno francés y los Independentistas Canacos firmaron los Acuerdos de Matignon para poner fin a los enfrentamientos.
En estos acuerdos, la Metrópoli se comprometió a invertir y desarrollar la región durante 10 años, tras los cuales los locales se pronunciarían sobre su futuro. Así, el 5 de mayo de 1998, se alcanzaron los Acuerdos de Nouméa donde se sometió a referéndum de la población un estatus especial para Nueva Caledonia con instituciones y gobierno propios, transferencias de competencias estatales a las nuevas autoridades, así como el reconocimiento de la identidad canaca.
Hacia la independencia
En los Acuerdos de Nouméa se previó la celebración de hasta 3 referéndum de independencia, de los cuales París se comprometía al desarrollo del autogobierno de las islas con la transferencia de las competencias propias y compartidas (educación superior, relaciones internacionales con los países vecinos de la región y las mineras) siempre y cuando lo aprobase el Senado francés.
El primero de estos referéndum tuvo lugar el 4 de noviembre de 2018, ganando el “no a la independencia” y seguir perteneciendo a Francia con un 56,67% de los votos y una participación de más del 81% del censo. La alta participación fue analizada como una muestra del deseo de los canacos de decidir sobre su futuro. De ahí que el propio Acuerdo de Nouméa previera la celebración de otro referéndum en caso de rechazo a la independencia en el plazo de 2 años.

Éste se celebró el 4 de octubre de 2020 ganando otra vez el “no”, aunque esta vez por un margen más estrecho. A pesar de este revés, la mayoría del Congreso de Nueva Caledonia solicitó la convocatoria de un último referéndum haciendo uso de la facultad prevista en los Acuerdos. El Eliseo accedió a la petición convocándolo el 12 de diciembre de 2021.
¿Qué ocurrirá el día después?
El Elíseo ha elaborado un documento de reflexión sobre todas las consecuencias derivadas del referéndum gane el sí o el no. En ambos casos, supone poner fin a los Acuerdos de Nouméa y abrir una nueva época en las relaciones entre París y Nouméa. Este documento prevé en las dos situaciones un período de transición de dieciocho meses para definir la relación con el nuevo sujeto político, en caso de independencia; o buscar el encaje constitucional de la región con el resto de Francia.
En el primer caso, una vez certificados los resultados se elevaría la petición de independencia a la Asamblea francesa quien sería la encargada de concederla elaborando la ley correspondiente. Por tanto, en un primer momento, se mantendrían todo igual. En este período, el gobierno neocaledonio deberá estudiar qué relación quiere pasar a tener con la Metrópoli así como las implicaciones económicas y diplomáticas derivadas de la independencia. Entre ellas, la relación del Franco CFP con el Euro, la gestión de los contratos mineros, los acuerdos económicos con terceros países y el acceso a todos los organismos multilaterales de decisión (ONU, OMC, etc.). Todo ello con la incertidumbre y peligro de ser influenciados por China o Australia.
En el segundo caso, de ganar la permanencia en Francia, irremediablemente conllevaría una reforma constitucional para integrar a Nueva Caledonia. ¿Qué modelo podría adoptarse? Podría ser una suerte de estado libre asociado al estilo de Puerto Rico, conservando Francia la competencia en materia exterior, más allá de la que ostenta la isla con sus vecinos; o una región autónoma como Córcega, perdiendo muchas de las competencias que tiene a día de hoy.
¿Qué ventajas tendría esta situación? Para los canacos supondría la conservación de la nacionalidad francesa y el acceso al mercado europeo como territorio especial de la Unión Europea. Para los franceses, el mantenimiento del control del níquel como recurso mineral y las decisiones principales en torno a su economía. Además, seguiría teniendo una posición privilegiada en la región de Asia-Pacifico y mantendría su papel de potencia mundial con voz en la región ante las tendencias expansionistas de China.
En resumen, a nivel estratégico en el corto plazo no habría un gran cambio puesto que en cualquier caso, París mantendría su posición y controlaría los tiempos hasta septiembre de 2023.
En los últimos días, debido al embate del COVID-19 en Nueva Caledonia se han suscitado dudas en torno al mantenimiento o no de la fecha de votación, por un lado, el Ministro de Ultramar francés Sébatien Lecornu ha afirmado su intención de continuar con lo planeado a expensas de la evolución de la pandemia. Por otro lado, la llamada al boicot del FLNKS -Alianza de partidos independentistas de Nueva Caledonia de tendencias socialista- denunciando que la interferencia de las elecciones presidenciales han abierto un nuevo escenario.
Ante las elecciones presidenciales de 2022 con un más que previsible duelo entre Macron contra un líder de la extrema derecha -Le Pen o Zemmour- ¿Podría suponer un estímulo para la extrema derecha la pérdida de uno de sus territorios? ¿Será el 12 de diciembre de 2021 la última oportunidad de los canacos para alcanzar la anhelada independencia?
Arturo Martínez Bautista (México): estudiante de Relaciones internacionales, Universidad Tecnológica de México.

