Narcocultura mexicana
México se distingue por sus tradiciones, costumbres, gastronomía, historia y… el narcotráfico. Es precisamente esto último lo que ha tenido un gran impacto en la sociedad del país, romantizando de tal manera el tráfico de drogas que deja de lado los efectos lacerantes del mismo. Así, cuando el narcotraficante es venerado y situado como un ejemplo a seguir. Esto es la narcocultura.

El tráfico de drogas en el país es un tema al que cada gobierno en funciones intenta encontrarle solución y punto final. Es un asunto que ha costado miles de vidas sin distinción de género ni edad. Ahora bien, ¿qué sucede cuando la sociedad enaltece las acciones de los narcotraficantes hasta llegar a posicionarlos como un ideal?
La narcocultura tiene sus comienzos en Colombia y México, desde donde se comenzó a hablar de personajes como Pablo Escobar o Joaquín “el Chapo” Guzmán y de los múltiples cárteles de la droga como el Cártel del Golfo o el Cártel de Cali. Tal vez, el tener como modelo la vida de los narcotraficantes da inicios con las acciones que muchos de ellos realizaban al utilizar sus recursos para construir escuelas, hospitales y otros edificios para contribuir al crecimiento de sus comunidades y llenar el vacío dejado por los gobiernos: narco-populismo. Un claro ejemplo es Escobar, quien se postuló para un cargo público de toma de decisiones en el gobierno en el que logró ser elegido diputado suplente. Jesús Malverde, considerado el “Santo de los narcos” es otro ejemplo interesante de lo mencionado, puesto que era considerado una especie de bandido del pueblo el cual le daba dinero robado a los pobres; en su nombre se han construido varias capillas en ciudades como Culiacán o Chihuahua e incluso su veneración llegó a tal grado que las personas rezan en su nombre. Lo que dio inicio como el temor a las masacres, asesinatos y secuestros, se fue convirtiendo en un sumo enaltecimiento hacia el poder que ostentaban y agradecimiento por sus buenos actos para el pueblo.
A raíz de lo anterior, aquella se ve fortalecida y vista de manera positiva. El narcotráfico comienza a traducirse y replicarse rápidamente en la música, la vestimenta, bebidas, en el cine, entre otros.
Una de las referencias importantes a la narcocultura son los llamados narcocorridos que inician en el norte del país. Este subgénero musical busca narrar el estilo de vida de los narcotraficantes e invitan a unirse al tráfico de drogas prometiendo lujos y comodidades. Son cientos los artistas que hoy en día realizan producciones musicales haciendo referencia a esta «cultura», siendo los más destacados: el Komander, Calibre 50, Larry Hernández, Voz de Mando, Los Buitres de Culiacán, entre otros. Pero también muchas personalidades de la escena musical han sido víctimas del tráfico de drogas como Valentín Elizalde, Chalino Sánchez y Alberto Lizárraga. Los elementos que imperan en la música han llevado a que cada vez sean más las personas que repliquen las canciones y que visiten en diversas plataformas sus videos, haciendo que el público que gusta de ellos sea bastante significativo.
Por supuesto que hay que resaltar la influencia que en los últimos años la televisión y las plataformas de streaming tienen al producir series y películas que retratan esta forma de vida, la enaltecen y les proporcionan poder. Es importante mencionar que gracias a estas producciones la narcocultura crece y se ve multiplicada a tal punto que al día de hoy está normalizada, ya que la televisión es uno de los principales entretenimientos en las familias mexicanas de todas las clases sociales. Producciones como La Reina del Sur, El Señor de los Cielos o El Cártel de Los Sapos son consumidas por los telespectadores, incluyendo niños, niñas y adolescentes.

Toda esta influencia del mundo del tráfico de drogas nos ha llevado a su peligrosa normalización y glorificación. Resultan sorprendentes los resultados y el peso que tienen en la sociedad. Al día de hoy vemos un alarmante aumento de asuntos relacionados con la narcocultura: negocios que se basan en la comercialización de playeras, blusas y gorras con temáticas de narcotráfico, fiestas e incluso la reciente aparición de las buchonas —mujeres cuya aspiración es ser novia, esposa o amante de un narcotraficante—.
A pesar de todo, resulta curioso que las personas que lo enaltecen de cierto modo, no se refieren ni detienen a pensar en los drásticos finales que los capos de la droga han tenido —la mayoría asesinados o encarcelados hasta el día de su muerte— ni tampoco la violencia que imperó en sus vidas. Parece ser que lo importante para aquellos influenciados es la visión del ideal de acceder a riquezas, lujos y poder sin tomar en cuenta su gravedad.
El resultado de todo esto es que se ha tomado como algo normal la problemática latente que ha afectado por años el curso del país en el ámbito social, económico, turístico y de seguridad pública. Habrá entonces que meditar lo que sucede en la sociedad mexicana puesto que más que ser expresiones culturales y/o artísticas, agravan y potencian aún más la situación.
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«Cuando digo síntoma, narcóticos, migración, tráfico humano, todos son síntomas de organizaciones criminales transnacionales que a menudo operan en áreas no gobernadas, entre un 30% a 35%, de México. Esto está creando algunas de las cosas con las que lidiamos en la frontera». General Van Herk – Jefe del Comando Norte de Estados Unidos
En agosto de 2013 la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) realizó un estudio en ocho Estados de la República Mexicana que concluyó que los jóvenes se sienten identificados con los narcotraficantes y sicarios, muy por encima de las profesiones como policía o profesor. El 26,3% de los entrevistados piensan que a ellos, sus amigos o personas de su edad les gustaría parecerse a aquellos. Esto último es verdaderamente preocupante.
No es sólo la narcocultura como una expresión del narcotráfico, sino todo lo que pasa alrededor de esto: asesinatos, violaciones, mutilaciones, adicción, robo y cosificación de la mujer. Debemos llevar a la reflexión y al debate nuestras acciones, y cuestionar lo que sucede alrededor de ellas.
Paola Socorro Carrillo Briceño (México): Licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, Universidad Modelo, y maestrante de Políticas Públicas, Campañas y Elecciones, Universidad José Martí de Latinoamérica.
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