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La máquina de influencia de posguerra

Inmediatamente después de finalizar la Segunda Guerra Mundial comenzó un periodo de tiempo de casi 50 años conocido como Guerra Fría, que tendría como polos opuestos a los Estados Unidos por el bloque capitalista y a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas por el bloque comunista. Este enfrentamiento fue principalmente un conflicto político, económico, social, tecnológico y propagandístico.

Durante todos esos años se llevó a cabo una lucha propagandística para evitar que la población se inclinara hacia los colores del enemigo e incluso “contagiar” con los ideales propios a los ajenos. Para todo esto se utilizó un complejo sistema donde podemos distinguir varios tipos de propaganda; la propaganda blanca, en la que fácilmente se distinguen las fuentes de información y que es por demás verídica o no muy alejada de la realidad. Esta se usó a través de radios controladas por el estado que emitían sólo las noticias autorizadas por el gobierno. En los Estados Unidos fue la emisora “Voz de América” (VOA por sus iniciales en inglés), mientras que en la Unión Soviética era la emisora “Radio Moscow”.

Por otro lado, se utilizó la propaganda negra; noticias tergiversadas, exageradas o incluso inventadas para desprestigiar y dar mala imagen al oponente. Esta fue utilizada principalmente en los momentos de crisis y de mayor tensión del conflicto, como lo fue la Guerra de Vietnam, la Crisis de los Misiles y la Invasión de Bahía de Cochinos.

Discursos políticos de alto voltaje con graves acusaciones contra el enemigo eran constantes durante esta época. Esto, acompañado de un adoctrinamiento diario mediante la escuela, los diarios, la radio y la televisión, crearon un contexto donde la gente tenía fe ciega en lo que se les decía, o por lo menos no perdía tiempo en cuestionarse lo que sucedía a su alrededor. Pero la difusión no se da solamente a través de fervientes discursos o emisiones de radio que pasaban por varios filtros antes de salir al aire, sino que también se da a través de actos que dejen en claro la postura, conductas inequívocas que resalten y que te posicione en el centro del debate. A continuación, analizaremos algunos de los ejemplos más claros e importantes.

¿Quién da más?

Tras la guerra, Europa había quedado completamente destruida, sumida en la pobreza y la miseria. La URSS se encontraba ahora a tiro de piedra el devastado continente, por lo que la introducción del comunismo en los países occidentales ya no era un miedo, sino que era un hecho. Ante este escenario se planteó la famosa “Doctrina Truman” que giraba en torno a la idea de expandir la influencia norteamericana al continente europeo. Esta fue acompañada del “Plan Marshall”, un plan económico que pretendía dar una ayuda monetaria a los estados que sufrieron los desastres de la confrontación, generando así además un sentimiento de protección por parte de Occidente y un rechazo al bloque comunista.

Dicho “sentimiento” no sería coincidencia, sino que fue producto de la exitosa campaña publicitaria norteamericana que se esparció por los países de la Europa Occidental con frases tales como “Todos nuestros colores en el mástil” o “Fuera comunistas de Francia”, mientras se muestra como los Estados Unidos son el “candado” que impide la entrada del comunismo soviético al oeste.

“Sea cual sea el clima, solo alcanzamos el bienestar juntos” Poster propagandístico del Plan Marshall. Las aspas del molino están representadas por las banderas de los países que fueron beneficiados por el plan.

«La fuerza de la Unión”, póster propagandístico de la COMECON. Se pueden ver las banderas entrelazadas que recuerdan un tejido tafetán, sinónimo de unión y fuerza.

Dicho contexto inquietó a la URSS, que terminaría conformando el equivalente soviético al Plan Marshall, la COMECON. No se trataría de entregar diferentes sumas de dinero, sino que agruparía a los países alineados en el eje comunista (incluso fuera de Europa como fue el caso de Cuba), planteando un escenario de comercio entre los mismos donde se creaban diferentes áreas de producción y especialización, por ejemplo Alemania Oriental producía alimentos y recibía combustibles. La Unión soviética también hizo uso de su aparato propagandístico y sembró la idea del colonialismo norteamericano, generando opiniones cruzadas sobre el Plan Marshall. Aquellos que lo defendían decían que era una ayuda para mitigar los efectos del combate y evitar el comunismo, mientras que quienes estaban en su contra alegaban un plan estadounidense para que Europa quede “en deuda” y cediera ante cualquier propuesta norteamericana.

El poderío nuclear

El 6 y 9 de agosto de 1945 tuvieron lugar los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, la única vez que el potencial destructivo de la energía nuclear fue utilizado contra población civil. Estos hechos demostraron la facilidad con la que se podía doblegar a una nación con el uso de la energía atómica, por lo que el mundo entendió en ese momento que quien poseyera mayor y mejor arsenal de esta clase, dominaría de facto el orden del mundo. En este contexto es que desde 1945 se comenzó con la investigación, desarrollo y pruebas de armamento nuclear.

Cada uno de los 1.050 ensayos nucleares de los Estados Unidos y los casi 800 (oficiales) de la URSS significó una amenaza directa tanto para el contrincante y su pueblo, como para el resto de la humanidad, quienes veían la posibilidad de la guerra nuclear cada vez más cercana. La propaganda una vez más hacía lo suyo; imágenes de imponentes explosiones de magnitudes colosales eran filtradas al pueblo soviético, mientras que lo mismo pasaba para con los ciudadanos estadounidense que veía como su oponente detonaba la bomba nuclear más grande hasta la actualidad, Bomba del Zar, en un acto más de demostración de poderío.

Si bien estas fueron demostraciones de la alta potencia militar de ambas naciones y que mediante la propaganda sembraron el terror en la sociedad, el momento bisagra se dio en 1962 cuando, en una obstinada y por demás sorpresiva jugada política y militar, la Unión Soviética introdujo armamento nuclear en Cuba. A través de emisiones de radio y televisión los locutores norteamericanos sembraban, con voz desesperada y desconcertada, el temor por un inminente ataque nuclear. Y no era para menos, la URRS había instalado en el patio delantero de Estados Unidos misiles nucleares con la mira puesta en Washington D.C. Durante los siguientes 13 días el mundo se detuvo, los ojos del mundo estaban en las negociaciones entre Kennedy y Jruschov, y las sarcásticas conversaciones que mantenía el Consejo de Seguridad de la ONU.

Adli Stevenson arremete contra su par soviético en el Consejo de Seguridad de la ONU “¿Niega que Rusia haya instalado misiles de medio alcance en Cuba? Sí o no, y no espere a la traducción, sí o no”.

El temor de un choque nuclear próximo y la presión social tras días sin llegar a un acuerdo, hizo que el Gobierno de los Estados Unidos terminara cediendo ante las propuestas que ofrecía Moscú; la URSS solo desmantelaría los misiles si Washington hacía lo mismo con los que había instalados en Italia y Turquía y luego de una declaración pública donde renunciaran a todo intento de derrocamiento de Fidel Castro. Además se creó una comunicación directa entre Washington y Moscú. El peso político de semejante actuar militar demostró al mundo, pero principalmente al Gobierno y al pueblo norteamericano, que EE. UU. no era intocable y que bastaba un simple movimiento de fichas para desestabilizar y poner en jaque a todo un sistema.

La frontera final

Sin duda alguna durante la Guerra Fría se dio una de las carreras tecnológicas más importantes y trascendentes; la carrera espacial. Desde mediados del Siglo XIX ya se teorizaba sobre la posibilidad de enviar objetos al espacio mediante cohetes. Este “sueño de un loco” se convertiría en uno de los ejes del conflicto tecnológico entre las dos superpotencias y fue el ámbito en el que más se vio reflejada la propaganda política durante esta época.

El objetivo era simple; llegar al espacio. Pero, ¿por qué tanto interés? Quien la ganara demostraría a su adversario y a todo el mundo su enorme poderío económico pues investigar, desarrollar y lanzar un cohete con éxito al espacio no era (ni lo es a día de hoy) algo barato. En segundo lugar, y aún más importante, estaba el desarrollo bélico. Si lograban crear un dispositivo capaz de traspasar las fronteras del espacio, este podría ser utilizado para bombardear cualquier lugar del globo. Esta idea se tornaba aún más tentadora sabiendo que aquellos podrían contener ojivas nucleares.

“¡Gloria al pueblo soviético, conquistadores del espacio! Nosotros, el pueblo soviético, que defendemos el comunismo, tenemos el honor de ser los primeros en entrar en el espacio” . A. Kruchínina, 1961.
“Carrera a la Luna”. Portada de la revista Time, diciembre de 1968.

Tomamos como inicio de la carrera espacial octubre de 1957 cuando la URSS logró poner por primera vez en órbita un satélite artificial. Desde este momento comenzó una competencia que fue monopolizada por este país en todas sus etapas, logrando los soviéticos ser los primeros en poner un satélite, un ser vivo (la perra Laika), el primer humano (Yuri Gagarin) y a la primera mujer en órbita; como así también hacer la primera caminata espacial y colocar un satélite en órbita lunar. Dichos logros conseguidos causaron durante años gran sentimiento nacional y hundió los ánimos de los norteamericanos, quienes veían a su nación ser relegados al segundo, y último, puesto en todos los campos, mientras que “los rojos” se asentaban como los líderes en el ámbito espacial y tecnología potencialmente utilizables en la rama militar. Todos los hitos posibles se habían logrado, la próxima parada era la Luna.

La “carrera a la Luna” terminaría el 20 de junio de 1969, día en el que Neil Armstrong se convertía en el primer hombre en pisarla. Este hecho opacó y tiró por la borda cualquier éxito logrado por la Unión Soviética en los años anteriores. Tal acontecimiento no necesitó discursos, posters o emisiones radiales; el hecho de tener a dos hombres en la Luna colocando la bandera estadounidense en vivo para más de 650 millones de personas en el mundo, era por sí mismo una de las propagandas políticas más impactantes que se hayan visto, y que se podrán ver jamás. El alunizaje del Apolo 11 significaría para el pueblo soviético una dura derrota y terminó por hacer que el gobierno comunista abandonara por completo la carrera espacial, que ya venía perdiendo popularidad desde la salida de Jruschov.

Si bien también existieron sucesos militares que marcaron aquella época, donde más podemos ver el uso de la propaganda es en el conflicto ideológico, político, económico y tecnológico. Además de dejarnos hazañas inimaginables o de ponernos al borde del colapso, la Guerra Fría nos mostró una nueva forma de hacerla aplicada directamente a la política. Ya no se utilizaban los eufóricas y sentidas palabras, ahora también podíamos transmitir nuestro mensaje y dejar nuestra impronta mediante diferentes tipos de acciones, ya sea detonar la bomba más grande jamás creada, poner un hombre en la Luna, apuntar misiles a Washington o dar ayuda económica a aliados estratégicos. Por eso ahora nos queda reflexionar, ¿qué actos que nos topamos a diario buscan influir en nuestros pensamientos e ideas? Te leemos en nuestras redes.


Francisco Sánchez Giachini (Argentina): estudiante de Abogacía, Universidad de Mendoza, y columnista de Diplomacia Activa.

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