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75° aniversario de la OTAN: El escudo de occidente

Por Kike Souto

“Sin la OTAN, los pasados 75 años habrían sido muy diferentes y mucho más peligrosos”. Estas fueron las palabras del Secretario de Defensa Lloyd J. Austin III, durante la apertura de la cumbre de Washington en el que los 32 países miembros de la Alianza Atlántica conmemoran tres cuartos de siglo de la organización que frenó el avance soviético sobre Europa. Lloyd no se equivoca al decir que sin esta coalición, nuestra realidad seria muy distinta y el orden liberal y basado en DDHH que tenemos hoy, podría no existir.

Ilustración | Newsweek

La Europa de la posguerra estuvo marcada por una profunda miseria y dolor, que potenciaron los esfuerzos de reconstrucción del continente. No obstante, la caída del tercer Reich no fue el fin de la amenaza totalitaria. La guerra había sido iniciada por dos regímenes, uno de ellos aún vivo y victorioso tras cambiar de bando en la contienda: La Unión de Republicas Socialistas Soviéticas.

Stalin no solo se había salido con la suya al quedarse los territorios tomados de Polonia durante la repartición con Hitler (1939), sino que había logrado que los Aliados reconocieran y cedieran la independencia de varios países, y una “zona de influencia” en Europa Central y del Este.

La URSS había logrado que su apoyo a los aliados se convirtiera en un tapaojos para Londres y Washington, en detrimento de las naciones ocupadas. El letargo occidental duraría hasta 1948, cuando la Unión Soviética orquestó un golpe de Estado en Checoslovaquia para hacerse con el gobierno (febrero) y poco después estableció un bloqueo a Berlín para intentar ahogar a la parte occidental de la ciudad. Aunque un puente aéreo sirvió para salvar la aún destruida capital alemana, los aliados se dieron cuenta de que la ambición rusa no acabaría ahí.

Conociendo esta situación, el 4 de abril de 1949, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido firmaron en Washington el Tratado del Atlántico Norte, donde se comprometían a cooperar y defenderse mutuamente. Fue una respuesta a las inquietudes de los gobiernos europeos, especialmente tras las exitosas pruebas soviéticas con armas atómicas. Así, el mundo había quedado dividido en dos: la Guerra Fría comenzaba.


Las dos Europas

El 1° de Mayo del 2024, las celebraciones inundaban las calles de Europa Central y del Este. Los habitantes de Varsovia, Praga, Vilna, Tartu, Kośice o Liubliana celebraban con conciertos, ferias, actos oficiales y actividades infantiles el 20° aniversario de la adhesión a la Unión Europea. Aquel día de 2004, no solo marcó la mayor expansión del proyecto comunitario, sino el punto y final a las dos Europas. Europa del este y oeste morían, dando paso a un solo continente.

Mientras escribo este artículo, desde mi escritorio en Varsovia, se me hace difícil imaginar que hace tan solo unos años atrás, este edificio estaba resguardado por oficiales del régimen comunista. La historia nunca ha sido buena con Polonia, que tras ser repartida por Stalin y Hitler, fue destruida, restructurada, limpiada y sometida a un régimen dictatorial de más de 30 años.

En esta ciudad ,además, se concretó una de las mayores humillaciones al pueblo polaco, la firma del Pacto de Varsovia de 1955, una versión de la OTAN impuesta por Moscú tras la adhesión de la Alemania Federal a la Alianza occidental. En esta ciudad de caluroso y húmedo verano se concreto la idea de un continente dividido en dos contra su voluntad.

Aunque la guerra fría fue un conflicto que afectó a prácticamente todo el globo, lo cierto es que la OTAN sirvió a sus propósitos: evitar cualquier intento de carrera armamentística nacionalista y contener las ansias imperiales de Moscú en Europa. De hecho, el Pacto de Varsovia si tuvo protagonismo en las intervenciones de Hungría (1956) y durante la Primavera de Praga (1968) aplastando cualquier intento de democratización en Europa Central.

Pero como toda historia, hay un final. Y aunque en año nuevo de 1989 el Bloque Soviético parecía inamovible, lo cierto es que escuchó sus últimas campanadas antes de venirse abajo como un castillo de naipes. Europa era libre y el Pacto de Varsovia moría, de facto.


Imagen | Cordon Press

El fin de la Guerra Fría: De alianza Defensiva a Ofensiva

A pesar de la muerte del bloque soviético, la OTAN no dejó de existir. Aunque varios ideólogos buscaron reinventarla, lo cierto es que, sin un enemigo común, era complicado buscarle un sentido a una alianza defensiva en el espacio de lo que Fukuyama llamó el Fin de la Historia. No obstante, no pasaría mucho tiempo hasta que la Organización cambiara su enfoque a la ofensiva.

El 16 de noviembre de 1992, el Consejo de Seguridad emitió la Resolución 787, pidiendo a la OTAN que preparase un bloqueo contra las repúblicas yugoslavas que se batían en una sangrienta guerra civil. Esta fue una de las cinco operaciones que concluyó con la intervención directa en la operación Fuerza Deliberada contra las fuerzas serbias y de la República Srpska, que habían cometido un genocidio en Srebrenica contra la población musulmana. En solo cuatro semanas, la guerra de Bosnia había terminado y la OTAN permanece en el país desde entonces, como garante de los Acuerdos de Dayton.

La Organización se había reconvertido en una especie de policía internacional, algo que quedó plasmado con la siguiente intervención en la Guerra de Kosovo. En ella, 13 países participan en la Operación Fuerza Aliada, que forzó a Serbia a retirarse de Kosovo. A pesar del éxito en la Guerra de los Balcanes, los 2000 marcaron el inicio de las amenazas híbridas con el nacimiento de nuevos actores. Esto quedó plasmado en 2001 con la activación del artículo 5 del Tratado Atlántico (por primera vez en la historia de la organización).

El mencionado artículo aclara que un ataque contra uno era un ataque contra todos los miembros de la organización. La cuestión en este caso fue que el ataque no provenía de un país, sino de un grupo terrorista. Concretamente provenía de Al-Qaeda, que había perpetrado los mortíferos ataques del 11-S que abrieron la puerta a la intervención en Afganistán contra el régimen talibán. La guerra se prolongó hasta 2021 y hoy es considerada la única derrota de la Alianza.

Le siguieron sendas operaciones defensivas en la frontera sur de Turquía, solicitadas por Ankara durante la guerra de Iraq y Siria, en las que la OTAN no intervino directamente por no considerarse un ataque a ningún miembro.  Las intervenciones las cierra Libia, también bajo solicitud del Consejo de Seguridad y cuyos resultados, aunque inicialmente victoriosos, han sido cuestionados por la desestabilización del país sahariano.


Imagen | AP

La OTAN hoy: Sexy otra vez

Es muy probable que el lector, especialmente en América Latina, haya escuchado críticas a la OTAN por su “intervencionismo”. No obstante, esta afirmación carece de base al tratarse en su mayoría de actuaciones bajo el mandato de la comunidad internacional excluyendo las acciones individuales de algunos de sus estados miembros. Buena prueba de ello fue la crisis de identidad de la organización durante las pasadas décadas. ¿La alianza defensiva seguía teniendo sentido como una policía del Consejo de Seguridad?

El aparente fin de las guerras interestatales había quitado sentido a una alianza defensiva. Incluso tras la invasión rusa de Ucrania en el 2014, el presidente galo Enmanuel Macron llegó a pronunciar la tan sonada frase: “La OTAN esta en muerte cerebral”. Por varios años, muchos analistas compartieron la opinión francesa, especialmente en un contexto de abandono del sector militar, sobre todo en el viejo continente.

Todo cambió el 24 de Febrero de 2022, cuando Rusia inicio su brutal agresión contra Ucrania. Hace un año escribíamos, en Diplomacia Activa, que uno de los principales cambios del panorama internacional derivado de la invasión era precisamente el cambio de imagen hacia la OTAN. Después de tantos años, la organización no solo tenía sentido, sino que era sexy otra vez.

El fin de la hegemonía liberal acerca al mundo a un territorio inexplorado y cada vez más hostil. Y, mientras EEUU pone su foco en el Indo-pacífico y su estrategia para contener a China, los países europeos han comenzado a reactivar la carrera armamentística y los planes de defensa frente a un viejo conocido: Moscú. Rusia, a pesar de no tener la misma capacidad militar que la URSS, sigue representando una amenaza a la seguridad regional y mundial. Esto lo saben bien en Europa Central y del Este, donde la OTAN goza de mayor popularidad y respaldo gubernamental.

Desde 2022, Suecia y Finlandia ingresaron a la organización Atlántica en búsqueda de garantías frente al Kremlin. Estas nuevas adhesiones han cambiado el contexto geopolítico europeo. El Mar Báltico se ha convertido de hecho en un Lago de la OTAN; la frontera entre Rusia y la alianza ha aumentado en más de 1.000 km y el 2024 presenció los ejercicios defensivos más grandes desde la guerra fría, en los que la alianza desplegó hasta 90.000 efectivos en zonas sensibles.

El tiempo le ha dado la razón a los países de Europa Central y del Este. La OTAN, aunque polémica, ha mantenido la estabilidad en el viejo continente y garantizado la independencia de sus miembros frente a potencias imperialistas. ¿Alguien duda de que una Lituania o Estonia fuera de la OTAN hubiese mantenido su independencia en el contexto actual? Da igual tu postura frente a la alianza, Lloyd J. Austin dijo una verdad universal: sin la existencia de la OTAN, la historia habría sido muy diferente y la realidad europea no hubiese sido tan pacífica. 


Luis «Kike» Souto (España-Venezuela): Periodista, Máster avanzado en Estudios Interdisciplinares por el Colegio de Europa de Natolín, Polonia.

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