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Desorden multipolar

Por Paula Gómez

El año 2023 nos deja un panorama de incertidumbre e inestabilidad. La guerra en Ucrania continúa, el Karabaj cae bajo control azerí y comienza una ofensiva sin precedentes en Gaza, escalada de tensiones en Asia Oriental por las aspiraciones chinas sobre la isla de Formosa… múltiples actores internacionales significan a su vez múltiples intereses en juego. La gran cuestión a la que se dirige el mundo es, ¿nos aproximamos a un mundo bipolar o el auge de potencias medias aumentará la multipolaridad del orden internacional? 

Ilustración | Nate Kitch

Con la caída de la Unión Soviética, Estados Unidos se convirtió en el único poder hegemónico en pie; sin embargo, a lo largo del nuevo siglo, el auge de China ha hecho que Washington tenga que compartir espacio en la gobernanza global. La competencia entre ambas potencias nos hace tender en muchas ocasiones a simplificar los sucesos internacionales a una rivalidad en la que cada uno intenta superar al otro en términos de influencia y peso internacional. 

Sin dejar de ser verdad que los dos grandes poderes actuales son innegablemente Washington y Pekín, y que cada uno cuenta con una esfera de influencia, no hay que olvidar aquellos actores que se están haciendo un hueco entre estas ambiguas descripciones de poder; ya sea de forma individual o en bloque.  

Por ejemplo, el crecimiento de la India en los últimos años en términos económicos, superando a China como país con mayor población, con un gasto militar que la llevó en 2021 a ser el tercer mayor del globo, y una geografía estratégica, han convertido a Nueva Delhi en una potencial competencia para Pekín y Washington.

No obstante, aún le queda un largo camino para equiparar en peso geopolítico a estos dos gigantes globales, como bien señala Jo Inge Bekkevold, investigador del Instituto Noruego de Estudios de Defensa en su debate sobre multipolaridad para Foreign Policy “las dos grandes potencias representan la mitad del gasto total en defensa del mundo, y su PIB combinado equivale aproximadamente al de las 33 economías más grandes sumadas”. 

Es por ello que también deja fuera de esta competencia de polos tanto a la Unión Europea como a Rusia, a pesar de la innegable importancia geopolítica de ambas en las dinámicas internacionales. En el caso de Bruselas, el hecho de que cada estado lleve una política exterior, de defensa y seguridad individual que atienda a los intereses internacionales en lugar de mostrar unidad en la organización. Las discrepancias entre los miembros quedaron reflejadas tanto durante la crisis del COVID-19 como en el apoyo militar a Ucrania.

Ilustración | The Spectator

Moscú por su parte, cuenta con casi todos los requisitos que podría necesitar para considerarse una gran potencia, como armamento nuclear con capacidad para disuadir, grandes recursos naturales, además del impacto que causa con sus decisiones unilaterales más allá de sus fronteras como está haciendo con la invasión ucraniana.

Sin embargo, como considera el citado investigador, el hecho de que su economía sea menor que la de Italia y su gasto en defensa no llegue a un cuarto comparada a la de China, lo deja fuera de la gobernanza global.

Es por ello que estos dos actores internacionales se encuentran muchas veces posicionados bajo las esferas de influencia de Pekín y Washington, una agrupación muy simplista ya que al final el desarrollo de los acontecimientos internacionales no interesa a todos por igual; pero que no obstante es visible en la situación de Rusia.

Tras la invasión de Ucrania, Xi Jinping se ha aprovechado de la vulnerabilidad económica de Moscú para comprar hidrocarburos a bajos precios con motivo de las sanciones impuestas desde Occidente. A Pekín no le interesa que el espacio postsoviético se desestabilice, ya que, si Putin completara con éxito su incursión en Ucrania, Asia Central podría ser su siguiente foco, región en la que China mantiene fuertes intereses. 

Pero a pesar de esta posición clara que tiene el gigante asiático, el principal objetivo de este es instaurar un orden multipolar a través de la cooperación con Rusia, para destronar a Occidente definitivamente del liderazgo de la gobernanza global. Esta voluntad de diversificar los polos en el sistema internacional también nace según expertos de la oportunidad que puede presentar para el Sur Global la comprometida situación en la que se encuentra Occidente.


Ilustración | Cristiana Couceiro

De hecho, Moscú y Pekín han hecho una declaración conjunta de sus relaciones a principios de 2023 en la que establecen su voluntad de cooperar conjuntamente para crear según palabras del presidente chino Xi Jinping, “Reforzaremos nuestra cooperación en el seno de las estructuras multilaterales, incluidas la OCS, los BRICS y el Grupo de los Veinte, y promoveremos una auténtica multipolaridad en un intento de facilitar la recuperación económica mundial postpandemia, al tiempo que intensificaremos nuestros esfuerzos constructivos para configurar un mundo multipolar y mejorar la gobernanza mundial”.

A la oposición de la unipolaridad o bipolaridad mundial, y con el objetivo de reorganizar el orden actual en beneficio de lo que se considera el Sur Global, encontramos el bloque de países de economías emergentes BRICS. Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, para aumentar su peso en las dinámicas internacionales han añadido en la segunda mitad de 2023 a seis integrantes más: Argentina, Arabia Saudita, Irán, Etiopía, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos. 

No obstante, la diversidad de los actores del grupo emergente presenta un reto para conseguir objetivos comunes. Si en el bloque occidental, que cuenta con cierta homogeneidad y experiencia suficiente como aliados, las tensiones afloran en cuanto a los intereses de los países divergen entre ellos, ¿cómo podemos esperar efectividad en el BRICS si India y China siendo los mayores poderes del grupo mantienen disputas territoriales en la región del Himalaya?

El presidente francés, ya ha mostrado su preocupación por la hegemonía mundial y el papel secundario que Europa parece asumir ante los nuevos retos mundiales. La guerra en Ucrania mostró la unión de la posición occidental; sin embargo, el ataque indiscriminado de civiles en Gaza por parte de Israel como respuesta a la agresión de Hamás y el veto estadounidense a un alto al fuego en Palestina no ha sido apoyado por Europa, que se ve envuelta en acusaciones de doble moral

Específicamente Macron evidenció su preocupación por la hegemonía estadounidense y la dependencia de la industria energética y militar. Además la extraterritorialidad del dólar, y su uso como arma para sancionar internacionalmente dificulta los negocios europeos que a veces se enfrentan indirectamente a estas sanciones, a lo que el presidente declaró «Si las tensiones entre las dos superpotencias se calientan… no tendremos tiempo ni recursos para financiar nuestra autonomía estratégica y nos convertiremos en vasallos». Incluso habló de la posibilidad de la escalada del conflicto entre Taiwán y China, en el que podría verse arrastrado según el líder, por los intereses estadounidenses.

A pesar de que exista como se considera, dos super poderes en una posición mucho más ventajosa que el resto, el auge de potencias medias y regionales que luchan por sus intereses desbancándose de sus aliados. Este viene a ser el caso de Turquía, como poder regional y miembro de la OTAN, es considerado por muchos como “un aliado incómodo”. Ankara ha condenado enérgicamente a Israel desde el comienzo de la ofensiva en Gaza, ha apoyado a Azerbaiyán en la toma del Karabaj favoreciendo la limpieza étnica del territorio.

Está claro que nadie quiere volver a caer en un sistema bipolar como el de la Guerra Fría, el cual de todas formas, sería mucho más diferente debido a la interdependencia en la que ahora mismo se encuentra el sistema internacional y donde las consecuencias impactarían de forma general a todos ya sea directa o indirectamente.

Aunque la polarización del mundo está restringida a dos superpoderes, por ahora, hay que observar los movimientos de estas potencias en ascenso, las cuales van a seguir su camino y mirar por sus intereses nacionales y a nivel regional e incluso uniéndose en bloque para participar activamente y crear un impacto en las dinámicas internacionales.

Quizás con la voluntad de China y Rusia de crear un sistema multipolar, nos acercaremos a un orden que pueda favorecer a potencias consideradas como no alineadas a conseguir sus objetivos fuera de estas dos esferas de influencia; e incluso podría plantear un panorama más favorable que ayude a disuadir la brecha norte-sur del globo.


Paula Gómez (España): Estudiante de Máster en Estudios Geopolíticos, Charles University, Republica Checa.

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