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¿Qué son los SpitzenKandidat?

Por Jesús del Peso Tierno

La clave de la democratización de la Unión Europea pasa por la revisión en los procesos de elección de sus instituciones, para ello, la propuesta de los Spitzenkandidaten se erige como la mejor manera de democratizar los nombramientos dentro de la organización internacional. 

Ilustración | Peter Schrank

La gobernanza de la Unión Europea es un tema a menudo, conflictivo. En especial si añadimos el profundo desconocimiento orgánico de los ciudadanos que viven bajo su mandato, y que en gran medida, elección tras elección, alimenta el desafecto de los ciudadanos europeos al no comprender con la suficiente claridad los mandatos políticos de los ciudadanos elegibles entre aquellos postulados a la gobernanza de la UE.

Para ello, el término alemán SpitzenKandidat se plantea como la mejor solución a los problemas de gobernanza de la Unión Europea. Dentro de este ámbito, deberíamos comprender a la Comisión Europea como el órgano de mayor importancia dentro de las instituciones.

La Comisión es, por su naturaleza, una institución independiente la cual ejerce los roles de gobierno institucional de la Unión Europea. Quedando libre de toda presión política surgidas desde el interior o exterior de la organización (Parlamento Europeo y Estados). 

Sin embargo, esto es algo conflictivo en tanto y en cuanto los poderes de gobernanza o mejor dicho, directores de la UE, no queden sometidos a un juicio estricto a disposición de la ciudadanía en general (o por lo menos en la medida en la que los responsables del mismo son electos en la actualidad).

Esto se debe, fundamentalmente, a que el cargo a ostentar no emana directamente de la voluntad surgida del Parlamento Europeo, ni la persona a designar para liderar el mismo es necesariamente ningún parlamentario europeo electo en unas votaciones públicas, sino que este suele emanar principalmente, de la voluntad del Consejo Europeo (es decir, de los jefes de gobierno que componen a la Unión Europea).


Ilustración | Hokyoung Kim

Así pues, si bien es cierto que el Consejo Europeo es una institución que cuenta con unos miembros electos democráticamente por sus ciudadanos (los presidentes de los gobiernos que componen a la Unión Europea), y que podría verse justificado como un procedimiento democrático indirecto (en el que unos representantes democráticamente electos toman decisiones políticas en nombre de sus electores), esto ha convertido al proceso decisión dentro de la UE en un proceso algo alejado del juicio de la ciudadanía

Aunque, en la práctica la proposición emanada del Consejo Europeo (adoptado por mayoría cualificada entre sus miembros) deba ser refrendada por el Parlamento Europeo, y que incluso éste pueda someter a los miembros de la Comisión a juicios de confianza, el debate sobre el origen de los miembros, la manera por la que llegan hasta sus puestos y el control político que sufren después de llegar al cargo, ha alimentado el debate democrático dentro de las instituciones

Uno de los debates mantenidos más candentes a lo largo de las últimas elecciones europeas fue el de los Spitzenkandidaten como la mejor manera de democratizar el procedimiento de elección de los miembros de la Comisión, o por lo menos en lo referido a su presidente. 

Esto es, la conversión de los cabezas de lista de los diferentes partidos políticos que concurren a las elecciones europeas en los candidatos a la presidencia de la Comisión Europea. Algo que, por muy sencillo que parezca, todavía no ha sido llevado a la práctica dentro del marco institucional de la Unión Europea.

Ilustración | Joep Bertrams

Es decir, el planteamiento de unos candidatos a la Presidencia de la Comisión dentro de las propias elecciones europeas, algo que no es llevado a la práctica ya que supondría una amplia pérdida de poder para los Estados en su participación como miembros de la Unión Europea.

De esta manera, tal y como sucede con la fórmula actual, el procedimiento permite encontrar posiciones y cargos pactados democráticamente entre los diferentes miembros que componen la UE, de manera que ningún Estado -grande o pequeño- pudiera sentirse agraviado en un proceso de elección al presidente ampliado a unas elecciones europeas entre todos los ciudadanos.

De esta forma, se logra democratizar el proceso de selección entre los diferentes Estados miembro de la Unión, no entre sus ciudadanos. Sin embargo, el debate sobre el regimiento de las instituciones comunitarias está servido

¿Cuál es la mejor forma de regir democráticamente a la Unión Europea? ¿Mediante el procedimiento de soberanía popular o el de la soberanía nacional?

Porque, tal y como argumenta el actual estado de las instituciones, los ciudadanos del mismo modo que se ven representados a través del sufragio universal, lo hacen a través de sus propios jefes de gobierno, los cuales de la misma manera eligen el órgano gubernativo de la Unión Europea.

El procedimiento actual sería, por ende, un proceso democrático delegado en los jefes de Estado, de manera que la elección de los organismos de la unión habría decaído a ser uno meramente de representación territorial, alimentando los debates que hemos visto en el pasado sobre el ampliamente debatido “déficit democrático de la Unión Europea”. 

La solución a este conflicto devendría en la mejora y el perfeccionamiento de los partidos políticos a nivel europeo, mediante la participación y escucha de los afiliados de los partidos entre todos los Estados encontrando la manera de que los más pequeños no llegaran a encontrarse infrarrepresentados dentro de los mismos en sus aspiraciones por apoyar a un hipotético Presidente de la Comisión Europea.

¿Cuál sería el mejor método para la elección del presidente del organismo ejecutivo de la Unión Europea? ¿Uno basado en la territorialidad o uno basado en la democracia directa?

Para el caso de la Unión, con el auge de los populismos europeos, la desconfianza en el proceso burocrático y un creciente sentimiento de pérdida de la representación popular, lo peor que podrían hacer las instituciones sería dejar caer a las mismas en un círculo burocrático excesivamente alejado de la voluntad ciudadana, por más de que el objetivo perseguido fuera el del bien común para la ciudadanía europea. 

Es decir, que la intromisión política de los jefes de Estado, representados mediante el Consejo Europeo, dejaran de entorpecer la vida orgánica de las instituciones europeas haciendo así que, con sus aciertos y sus errores, fueran los propios ciudadanos quienes permitieran avanzar a las instituciones europeas en la dirección indicada por estos.

Ahora bien, ¿cuál sería el poder de una institución ejecutiva a nivel europeo respaldada plenamente por la voluntad popular? ¿Estaríamos, pues, ante un mero cambio procedimental o esto supondría, de facto, la creación de los Estados Unidos de Europa?

La respuesta a eso solo depende de los ciudadanos europeos, ya que los medios para ello parece que llevan ya tiempo construidos. 


Jesús del Peso Tierno (España): Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad Rey Juan Carlos de la Comunidad de Madrid.

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