El giro político de Brasil
Por Emilio Cruz López
Los brasileños expulsaron del Palacio de Planalto al conservador de derecha, Jair Bolsonaro. En su lugar eligieron a un veterano político, el ex presidente de izquierda Lula da Silva.

Luego de días de incertidumbre por el tardío reconocimiento de la derrota por Bolsonaro, todo parece estar en orden para que inicie la transición en la democracia del gigante sudamericano. La pregunta ahora es ¿Cómo será hasta que eso suceda?
Una elección decidida por una diferencia de solamente 1.8 puntos, dos millones de votos realmente deja un país más dividido que unido. Por su puesto, la mayoría de la comunidad internacional observó con alivio la situación postelectoral. Sin embargo, esto no refleja la realidad doméstica de Brasil.
En definitiva, Lula es una figura que divide a la sociedad, y en los números podría indicarse que se cree que es la mejor solución. Los políticos no parecer ser dos caras de un mismo país, por el contrario parecen ser monedas diferentes. Lula ha expresado apoyo a las instituciones democráticas y ha promovido el rol activo de “Brasil potencia” en la esfera internacional, a diferencia del exmilitar que optaba por el aislamiento. De hecho, este último tuvo varios problemas en sus relaciones con Estados Unidos y Europa, también atacó a la Suprema Corte y elogió la exdictadura militar. Pero no todo está perdido para Bolsonaro, este podrá haber salido derrotado de las elecciones, pero el bolsonarismo está más vivo que nunca. Muchos de sus partidarios han dedicado a bloquear carreteras en todo el país desde los resultados electorales.
Bolsonaro, simplemente criticó a su contraparte, celebró el apoyo de sus partidarios y motivó más protestas mencionado que al final las protestas son el símbolo de la injusticia e indignación por parte del “pueblo” brasileño.

El mayor reto que enfrenta Lula es gestionar la polarización interna, las divisiones y campos políticos, y particularmente encontrar soluciones para salvaguardar el bosque del Amazonas. Entonces, la distribución de poder en el país es más heterogénea que en otros momentos de la historia sociopolítica de Brasil. Pero, por otro lado, es claro que Lula alberga liderazgo social y sindical que puede ser un factor determinante en su posicionamiento. De hecho, este fue uno de los factores más importantes que lograron que alcanzará la presidencia en 2003. También, de forma sorpresiva, logró dialogar y negociar con la iniciativa privada en su momento para conseguir inversionistas extranjeros que potenciaran la economía. Sin embargo, sí enfrenta un panorama político más complicado en este momento. Su mayor apoyo son las clases medias que se convirtieron en el electorado más crítico y menos fácil de convencer ante narrativas ideológicas y populistas.
Definitivamente, los mayores ganadores de estas elecciones son las instituciones, sobre todo las electorales, a pesar de la polarización interna, se demostró su eficacia y se valieron como la herramienta más efectiva para garantizar la democracia en el país. Ninguna otra institución pudo ser más efectiva, ni las fuerzas armadas, ni el ejecutivo. El temor a que se concretara una autocracia se esfumó con el pasar de los días. Sin embargo, el hecho de que las instituciones no hayan caído no significa que estén debilitadas, al final, la mayor debilidad del gobierno de Bolsonaro fue que no pudo construir puentes que conciliaran.
Lula también tiene un reto personal, debe encontrar la manera de que el populismo no lo domine en su forma de gobernar. Empieza con el pie izquierdo al mencionar en uno de sus diversos discursos que no repetirá las mismas narrativas radicales de la izquierda. Cree en los consensos y la prudencia; es un hecho que estos deben ser pilares de su gobierno. Ante la polarización política debe considerar los intereses de todas las personas, será la única manera en la que pueda respirar la democracia brasileña, ante un poderoso Bolsonaro que se consolidó como actor importante desde la primera vuelta, independientemente de su derrota.
En materia de política exterior actualmente existe una ausencia de Brasil en el plano internacional que fue promovido por su anterior mandatario. Es irónico que la siguiente aparición en el exterior de Brasil será la COP 27, como ha sido la regla con esta convención, se ve complejo que se puedan concretar acuerdos, es responsabilidad del gobierno de Bolsonaro todavía, pero es la oportunidad perfecta para comenzar a cambiar la narrativa de la nueva Brasil, si es que no se consigue en el exterior, al menos dentro del país.
Por otro lado, también es imperioso el trabajo que debe realizar la nueva administración con respecto a los Derechos Humanos. Hubo grandes retrocesos en los últimos años, particularmente en las áreas de seguridad pública, derechos de las mujeres, personas de la comunidad LGBTIQ+ y las comunidades originarias. Ya expresó su compromiso por atender estos temas e incluirlos como pilar en su agenda de gobierno. Por ejemplo, en el área judicial se debe garantizar su independencia, Bolsonaro rompió con la tradición de escoger un fiscal que no integraba la lista secreta que ya era tradición política en el país.
Se debe promover la rendición de cuentas en las asignaciones de gasto del congreso y delimitar cuáles son los proyectos en los cuáles no hay la transparencia suficiente y necesaria para que se puedan concretar. Tampoco se debe olvidar de las infancias, la situación educativa para ellas es crítica, buscar revertir la mayoría de los rezagos causados por la pandemia de COVID-19, tampoco se debe omitir que en la administración de Bolsonaro se enfatizó la oposición a la educación sexual integral.
Al final, Brasil después de la dictadura militar se convirtió en un pilar para la promoción de los Derechos Humanos en el sistema interamericano, este es el papel más relevante que tiene que volver a buscar el nuevo gobierno si es que verdaderamente se busca una transformación de raíz.
Emilio Cruz López (México): Estudiante de Licenciatura en Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana.
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