Cumbre de la OTAN en Madrid
Por Jesús del Peso Tierno
España acogerá en los próximos días la que probablemente sea la cumbre más importante desde que se fundase la alianza atlántica. ¿Cómo llegan los diferentes países a la celebración de esta cumbre?

Si hasta hace tan solo unos meses la gran cantidad de países que la conformaban venían cuestionando su viabilidad económica, desde la invasión rusa de Ucrania ha quedado más que patente la utilidad de la OTAN para cada uno de los miembros que la conforman. Pero ¿Cuáles son los aspectos de mayor relevancia para la OTAN del futuro? ¿Se ha cerrado la brecha abierta entre los socios europeos y Estados Unidos? ¿Cómo afectará de ahora en adelante esta cumbre al panorama de la seguridad internacional?
La OTAN fue creada en 1949 como la mejor manera de disuadir a las potencias comunistas de una Europa partida en dos, que marcaba muy claramente la línea entre el mundo libre y el bloque comunista y que creaba consigo misma un importante paraguas militar de cooperación militar entre cada uno de sus miembros.
Sin embargo, la desaparición de la URSS y la paulatina incorporación de los antiguos regímenes comunistas a la alianza fueron, poco a poco, cambiando los objetivos de la OTAN.
Con una creciente sensación de cooperación y seguridad, y la pérdida de la percepción de amenaza que Rusia suscitaba dentro del mundo libre, la alianza se vio obligada a cambiar los objetivos para los que había sido creada.

De esta manera se fue ampliando el espectro de objetivos a los que pretendía dar respuesta, incorporando nuevos conceptos sobre lo que suponía la seguridad hasta campos mucho más difusos de lo que eran Rusia y el comunismo hasta entonces: el terrorismo y la ciberseguridad.
Y así, poco a poco, comenzó a abrirse una pequeña brecha entre cada una de las orillas del Atlántico que, con el tiempo y tras 4 años de Trump en la Casa Blanca, acabaron por dinamitar el equilibrio en el reparto de los gastos dentro de la OTAN.
La disparidad de los objetivos y la diferenciación entre la percepción de las amenaza de cada una de las partes comenzaron a dejar el instrumento de seguridad que suponía la alianza en un segundo plano y, mientras Estados Unidos se involucraba más en el pacífico y la contención de China, desde Europa se abordaban temas que les eran mucho más cercanos (y sobre los que se habían sentido agraviados por parte de sus socios americanos) como Afganistán o sus propias misiones para la contención del terrorismo en el Sahel, lo que incluso llevaba a abrir el debate en torno a la creación de un ejército europeo.
En definitiva, la OTAN había quedado desorientada…

Un vuelco inesperado
Los socios de la OTAN estaban llamados a debatir en Madrid el documento marco sobre el que debería trabajar la alianza a lo largo de los próximos 10 años a través del documento “OTAN 2030”.
Así, la cumbre de Madrid apuntaba a ser un foro en el que debatir nuevas competencias para la alianza atlántica, nuevos campos sobre los que aunar fuerzas, cómo encarar la amenaza china… en definitiva, se buscaba salvar la alianza encontrando un nuevo motivo que reunificase dentro de la misma a los (hasta entonces) desnortados miembros que la componen.
Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania ha provocado una sacudida geoestratégica a nivel mundial, y con ella la OTAN enfrenta, ahora más que nunca, el objetivo principal para el que fue verdaderamente creada: la disuasión de Rusia.
A lo largo de sus más de 70 años de historia, nunca había sido testigo de una invasión de la manera que estamos viendo en la actualidad en el este de Europa, y si hasta ahora los aliados europeos eran suspicaces a una verdadera agresión de Rusia en territorio europeo, ahora, han sufrido un duro golpe de realidad.
Rusia ha logrado en apenas 3 meses de conflicto precisamente todo lo contrario de lo que pretendía explotar con la guerra: la división de los diferentes países que conforman la OTAN y forzar por la vía de la intimidación la fragmentación de Europa.
Sin embargo, en estos tres meses hemos visto presente más que nunca la tan discutida unidad europea, y ha servido de ejemplo suficiente para mostrarle a todos aquellos países “no alineados” la necesidad de unirse a la alianza frente a la amenaza rusa.
Por su parte, Estados Unidos se ha encontrado un panorama que le está sirviendo, ahora más que nunca, para demostrar su liderazgo global ante esta situación, y prueba de ello es el más que estrecho respaldo al gobierno de Ucrania, tanto militar como económicamente. Así, Rusia se ha encontrado con otra piedra en el zapato esperanzada de que el giro estadounidense al pacífico le permitiera un mayor margen de maniobra en el este de Europa.

De la misma manera, la Unión Europea está mostrando su capacidad para reunificar la voz de los 27 países que la conforman y plantar cara firmemente a sus rivales por el este y es que, si hasta hace bien poco su principal hándicap era la división en cuanto a las relaciones que debían seguir los Estados con Rusia y las posteriores sanciones económicas, la invasión de Ucrania ha propiciado, de la misma manera, otro cambio de guion demostrando una unidad encomiable, el otro cabo ardiendo al que se aferraba Moscú para anexionarse Ucranias sin sufrir un elevado coste.
Así pues, la cumbre de Madrid se plantea como un foro trascendental no para el devenir de la seguridad europea, sino para el nuevo balance de poderes a nivel global que comenzaremos a ver una vez termine la guerra en Ucrania.
Jesús del Peso Tierno (España): Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad Rey Juan Carlos de la Comunidad de Madrid.
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