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¿Esperanza económica para Venezuela?

Por Julián Resentera Ficcardi

El presidente Nicolás Maduro anunció nuevas medidas que impactarán en el Mercado de capitales de una de las economías que lleva más de ocho años en estancamiento. Diversos organismos indican que será la nación que más crecerá en América Latina para el año 2022.

Ilustración | Ingrid Fonoy Díaz

Tanto el Fondo Monetario Internacional como la CEPAL prevén que Venezuela experimentará tasas de crecimiento cercanas al 5%. Mientras que la Credit Suisse estima predicciones menos tímidas con tasas cercanas al 20%. De una forma u otra, queda claro  que para los organismos y agencias internacionales será uno de los países latinoamericanos más beneficiados del nuevo escenario global, tanto los precios elevados de la energía como la desaceleración de la inflación favorecerán el futuro venezolano. 

Sin embargo, las nuevas medidas adoptadas por el ejecutivo nacional podrían mejorar las expectativas del país. Nicolás Maduro, anunció que a partir del 16 de mayo alrededor del 10% de las acciones de las empresas públicas se ofertarán en la Bolsa de Valores de Caracas para poder estimular las inversiones tanto nacionales como extranjeras.

Este cambio rotundo en la política económica sorprendió a muchos, ya que las empresas que comenzarán a cotizar en bolsa son las mismas que fueron nacionalizadas durante el mandato de Hugo Chávez. El mandatario dijo que está abierto a «escuchar nuevas propuestas, ideas y visiones de la recuperación económica venezolana”. También aprovechó a realizar un llamado para que los distintos sectores sociales dejen «la mezquindad» para «poder trabajar unidos y consolidar la primera etapa del crecimiento de la economía real».

Las sanciones comerciales impuestas por Estados Unidos y el deterioro macroeconómico, así como la falta de acceso a mercados de créditos internacionales contribuyeron considerablemente a la desinversión en estas empresas, cuyos servicios tienen una mala reputación por parte de sus ciudadanos. Sin embargo, el contexto macroeconómico mundial obligo a actores como la potencia americana a repensar sus relaciones con el país sudamericano. Hoy más que nunca los ojos del poder político estadounidense están puestos en Venezuela, dado que cuenta con una de las mayores reservas de crudo en el mundo

Antes del estallido de los precios de crudo, la administración estadounidense se refería a Maduro como un sangriento dictador. Actualmente -en un contexto de escasez de recursos energéticos- Washington prefiere llamarlo “presidente”, sin hacer alusiones a ningún tipo de régimen. 


Ilustración | Patrick Chappatte

Este acercamiento a Estados Unidos y las nuevas medidas adoptadas por Maduro pueden calificarse como una posible reconciliación del Gobierno nacional con el capital privado, lo cual nos hace reflexionar acerca del fracaso económico de las autocracias socialistas de América Latina. Desde hace un par de meses, se han evidenciado nuevos gestos políticos relacionados a la devolución de propiedades anteriormente expropiadas y que nunca pudieron ser sostenidas con capital estatal. 

Los políticos venezolanos saben que existe una gran capacidad ociosa en el mercado energético, también son conscientes de que todo el petróleo del cual gozan no puede ser extraído por empresas estatales, ya que no cuentan con capital suficiente o con tecnología y conocimiento necesario para extraerlo. Por otro lado, tampoco se oponen a la “dolarización de la economía”, al menos en términos prácticos, ya que saben que el Bolívar no es una moneda lo suficientemente fuerte como para atraer capitales extranjeros, dejando en claro que ni los mismos representantes del gobierno confían en su propia moneda. Venezuela salió en marzo de su fatídica fase de hiperinflación y no están dispuestos a revivir de nuevo semejante crisis monetaria. 

A pesar de las predicciones de organismos internacionales en relación a la recuperación económica, muchos economistas advierten que estas mejoras son desiguales y se estima que solo el 12% de la población se encuentra «relativamente bien», mientras que el resto de la sociedad sigue enfrentando los estragos de la crisis y las consecuencias de la pobreza estructural que afectó al estado latinoamericano por más de una década. 

Si bien el país tiene un gran camino por delante y se encuentra a años luz del desempeño económico de los países desarrollados e incluso de sus propios vecinos, podemos catalogar este nuevo cambio como un acercamiento al aperturismo y a los mercados internacionales. Al igual que el caso argentino, con los precios de los alimentos, Venezuela tiene una oportunidad dorada gracias a los valores internacionales del crudo. Resulta interesante ver como la historia insta de nuevo a las naciones latinoamericanas a repensar su relación con el resto del mundo

Queda claro que Venezuela está lejos de ser un país abierto como lo puede ser Chile, Perú o Colombia. Sin embargo, dio un paso que hace un año atrás hubiera sido impensado. Por lo que deberá enfrentar grandes desafíos tales como la lucha contra el hambre, la corrupción, la falta de transparencia, el retorno a procesos electorales limpios y la falta de competitividad comercial frente al mundo. 


Julián Resentera Ficcardi (Argentina): Licenciado en Economía, Universidad Nacional de Cuyo.

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