Rusia y Ucrania ¿Hasta cuándo?
La invasión rusa de Crimea en 2014 y la falta de acción de la OTAN pese a su repetido apoyo, han dejado a la joven democracia ucraniana en una débil posición para gestionar la crisis que se plantea. Ahora bien ¿Cómo se ha llegado hasta esta situación?

La caída de la Unión Soviética en 1991 se extendió por los países que se encontraban al otro lado del “Telón de Acero” como una peste negra que se tradujo en una larga década de pobreza y precariedad. Lo que en la Europa Occidental era el triunfo final sobre el comunismo y lo que Fukuyama se atrevió a profetizar cómo El fin de la historia, supuso una desorientación terrible entre las sociedades eslavas, lo que las llevó ante la difícil situación de tener que decidir quién y cómo iba a liderar su modelo de Estado y crecimiento ante la naciente coyuntura internacional que se planteaba.
Así, tan solo 13 años después, la Unión Europea se apresuraba por incluir en su proyecto político nada más y nada menos que a 10 países que hasta entonces se habían constituido como regímenes comunistas como la mejor manera de custodiar a las nacientes democracias en el Este de Europa. Solo en 2004 se incluyeron al Tratado de Maastricht, Estonia, Lituania, Letonia, Polonia, República Checa, Eslovenia, Eslovaquia y Hungría, y cinco años más tarde Rumanía y Bulgaria. Todos ellos ex-miembros del Pacto de Varsovia y ex-repúblicas soviéticas en la órbita de Moscú.
El vacío de poder y de influencia rusa en la región, dejó un panorama en el que solamente algunas repúblicas de lo que algún día fue Yugoslavia y dos Estados limítrofes -Bielorrusia y Ucrania- se mantenían próximos a las políticas del Kremlin basándose principalmente en la proximidad étnica de sus poblaciones y la llave al desarrollo que todavía le brindaba el poder ruso. Sin embargo las democracias Occidentales no se quedaron ahí, derechos humanos y progreso económico por bandera, siguieron aproximándose cada vez más hacia las fronteras rusas desde el plano político (la Unión) y el militar (OTAN), los mismos pretextos bajo los que se fue fraguando la cada vez más estrecha relación entre la república ucraniana y los Estados Occidentales con el paso del tiempo. Unas condiciones que le confirieron un amplio crecimiento económico y lograron parar la debacle demográfica que seguía arrastrando desde la crisis de los 90 hasta que, con la apertura de las puertas de la OTAN al estado ucraniano, Rusia dijo basta con la anexión por la fuerza de Crimea en 2014.
Así, los acontecimientos vividos a lo largo de los últimos años desde que la sociedad civil comenzase a protestar contra sus déficits democráticos tanto en el interior de sus propias fronteras, como en el seno de su último aliado, le plantean un escenario muy complicado a Putin, quien, viendo como cada vez se debilitan más las bases sobre las que se sustenta su poder, ha optado por el uso de la fuerza como último remedio con el que defenderse de lo que desde Rusia consideran una grave amenaza para su integridad.
UCRANIA
En este escenario se plantea como una actor primordial, y es que, el paulatino alejamiento del diálogo entre occidentales y rusos, y el crecimiento de los roces a lo largo de la amplia frontera que comparten a través de la OTAN ha terminado por enrocar la situación en Europa del Este al que ya le quedan pocas salidas.
Por un lado encontramos los conflictos políticos planteados entre los propios europeos surgidos a partir de la construcción del gaseoducto Nord Steam II, que siendo un bypass a los conductos ucranianos y bielorrusos, dejan en la estacada las aproximaciones logradas sobre la joven democracia en los últimos años. La construcción del mismo, auspiciada por los intereses económicos alemanes se contrapone con la visión que tienen los países al este de Alemania sobre la defensa del continente, lo que terminó por provocar un aumento de la presión política que arrastró a un crecimiento de las misiones atlánticas en la región. La incipiente presencia militar de los socios atlánticos en la frontera oriental, con un aumento de los carros de combate y de las patrullas aéreas tanto en la Región Báltica como en el Mar Negro, provocaron que desde el lado ruso se fomentase de una manera institucionalizada la canalización de migrantes hacia las fronteras polacas a la par que se amenazaba con cortar el suministro energético al continente por un país por el que discurre en torno al 20% del mismo.
Y es que, lo que ha terminado por alimentar esa escalada ha sido la reciente negación alemana al alojamiento de armas nucleares en su territorio. La postura de Berlín plantea así un panorama muy complicado, pues, esta frontera es la última línea roja para el Kremlin quien, ante el temor de una reubicación de las armas al Este de Alemania o incluso en jurisdicción de Kiev, ha respondido con un aumento desorbitado de las tropas rusas en la frontera, alimentando el temor a una hipotética invasión al país. El establecimiento de misiles balísticos y armas nucleares en territorio ucraniano supondría que, tal y como alegan desde el Kremlin, el tiempo que tardasen recorrer estos misiles hasta Moscú fuese de 5 y 10 minutos respectivamente.

El aumento de las tropas rusas en la frontera no es más que una muestra de la seriedad con la que se toman este asunto en el Kremlin, trasladando el foco de atención al lugar donde de verdad se miden las fuerzas entre ambos contrincantes: el Mar Negro, y es que, en un lugar en el que la flota ucraniana se encuentra devastada desde la toma de Crimea, la principal fortaleza naval sigue siendo Estados Unidos, quien, con apoyo de patrulleras francesas y británicas, trata de relanzar la defensa naval ucraniana en un espacio en donde la armada rusa considera como propio y que es, además, la llave principal para el desarrollo comercial del país al brindarles el acceso directo al Mediterráneo.
Los escenarios que se plantean tras la reunión entre Putin y Biden
Para desencallar la situación se dieron cita el pasado martes los presidentes Biden y Putin a través de una conferencia en la que trataron los asuntos que más preocupan en ambos bloques.
El líder estadounidense ha expresado a Putin su honda preocupación por su actitud en esta crisis, según un comunicado de la Casa Blanca, y ha reclamado una “inmediata desescalada” en el conflicto y “una vuelta a la diplomacia”. Ha reiterado su apoyo a la “soberanía” y a la “integridad territorial” de Ucrania.
Iker Seisdedos, El País.
Rusia, por su parte, exige la garantía de que Kiev no entrará en la OTAN y de que tampoco lanzará una ofensiva para tratar de recuperar el territorio perdido en la invasión de 2014, mientras, Biden ha exigido la inmediata desescalada del conflicto y ha reiterado su apoyo a la integridad territorial ucraniana sobre su territorio. Asimismo ha rechazado el envío de soldados estadounidenses a la región pero advirtió de “enormes sanciones económicas” entre las que se incluirían, entre otros, la prohibición de compra de dólares u otras divisas por parte de los bancos rusos, así como un aumento de las defensas militares en el flanco oriental de la OTAN en consecuencia de producirse un ataque contra suelo ucraniano.
Con esta advertencia la pelota queda en el tejado del Kremlin, desde donde creen que las advertencias americanas “detendrán la invasión de Ucrania”, tal y como aseguró Mijaíl Kasiánov, primer ministro de Putin durante su primera legislatura y actual dirigente del partido liberal Parnás, quien añade, “de lo contrario Rusia retrocedería 30 años” hablando sobre unas medidas económicas que pondrían a Rusia en un aprieto, más aún si tenemos en cuenta que su moneda sigue hundida 74 rublos el dólar -cuando antes de la guerra en 2014 se situaba en 35 rublos- y al unísono, el Banco Central Ruso se ve incapaz de contener una inflación animada por la crisis de suministros que sufre todo el planeta.
Jesús del Peso Tierno (España): estudiante de Relaciones Internacionales, Universidad Rey Juan Carlos de la Comunidad de Madrid.
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Si Rusia no cuida sus fronteras pues la OTAN lo va cerrar junto con EEUU. Putin está defendiendo su punto geoestatégico. Al final sea Rusia, OTAN, EEUU ese país (Ucrania) pienso que estará bajo la sombra de un cualquiera y no bajo su propia autonomía
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