El pueblo quiere votar (bien)
Cada dos años Argentina ingresa en la vorágine de renovación de cargos políticos en todo su territorio. Cambian las caras (algunas), las alianzas y los partidos, pero si hay algo que se mantiene intacto es aquello mediante lo que se vota: la boleta partidaria. Es un papel tedioso. Hay casi tantas papeletas como electores de una mesa de votación y estas presentan tal extensión que resulta difícil hasta cerrar el sobre para ser depositado en la urna. Entonces ¿hay alguna solución para tal problema? Muchas personas dicen que la boleta única, otras dirán que sirve en parte pero que se deberían atacar otros problemas que presenta el sistema electoral de Argentina. Palabras van, palabras vienen, pero lo único perdurable (y que no se remedia) en este país parece ser el papel con el que votamos a quienes no resuelven el problema.

Antes de meternos de lleno al tema que nos atañe, es imperioso repasar brevemente el sistema electoral y político argentino actual. La Constitucional Nacional establece en su art. 1° que el gobierno argentino adoptará para si la forma representativa, republicana y federal. Es decir, se realiza mediante representantes elegidos/as por la ciudadanía, organizado en los clásicos Poderes de una república (Legislativo, Ejecutivo y Judicial), y se ve replicado en cada una de las provincias como también en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. A su vez, y por el carácter federal de la organización política preexistente a los pactos fundantes de la Nación, existen tres niveles de gobierno: nacional, provinciales y locales. Los únicos poderes que se someten a una elección popular para la renovación de autoridades son los dos primeros y en cada uno de los órdenes mencionados previamente.
¿Cómo se eligen a las autoridades de cada Poder? En los tres niveles del Ejecutivo hay una similitud: elección de una fórmula en distrito único (según el territorio administrativo político al que representa) mediante un sistema electoral mayoritario que cambia dependiendo el territorio donde se realice la elección. En cuanto a los tres niveles del Legislativo encontramos varias diferencias: a nivel nacional hay dos Cámaras de representantes (Diputados y Senado) mientras que en las 24 jurisdicciones (nivel provincial) hay una combinación entre Legislaturas unicamerales o bicamerales, y a nivel local sólo encontramos Cámaras de un solo cuerpo, una por cada municipalidad existente (en Argentina hay un total de 2234 divisiones políticas administrativas que representan al tercer orden). El último punto para destacar se centra en que todas estas últimas tienen una modalidad para elegir y distribuir sus bancas basado en sistema de representación proporcional, es decir, se asignan las bancas según la cantidad de votos que obtuvieron cada una de los partidos o frentes electorales que se presenten, utilizando diferentes fórmulas matemáticas. Para todos estos procesos eleccionarios se utiliza el mismo tipo de boleta, a excepción de CABA, Córdoba, Neuquén, Salta y Santa Fe que si utiliza una de tipo única.


Como se mencionó al principio, en Argentina hay elecciones generales al menos cada dos años. Si bien existen localidades donde se disputan cargos de gobernadores/as y legisladores/as diferenciadas de cuando son las elecciones nacionales, la enorme mayoría de las jurisdicciones se acoplan al calendario electoral que fija la Nación. Esta adaptación ocurre por tradición o por conveniencia política/financiera, claro. No es simple ni barato llevar adelante procesos eleccionarios en soledad, a menos que exista cierto beneficio político en ello.
Ahora bien, y retomando el camino hacia la reflexión propuesta, ¿qué es una boleta electoral? El Observatorio Electoral Argentino la define como el “elemento físico o instrumento consistente en un trozo de papel (u otro material: cartón, cartulina, plástico) que sirve para emitir el voto”. Según el tipo de lista y de voto es que podemos determinar la clase de boleta que se utiliza para la elección. En nuestro caso se caracteriza por ser una lista cerrada y bloqueada porque el orden de candidatos/as es fijo por cada categoría que se presenta (de ahí proviene su asociación con el término de “lista sábana”), y el voto es único, ya que cada elector/a tiene un solo voto y debe optar por un/a solo/a candidato/a o lista. Así es que cada lista o frente político que se presente en las elecciones debe tener la propia en el cuarto de votación, contando con financiamiento del propio Estado tal como lo establece la ley 26.215 de Financiamiento de Partidos Políticos.
Aquí viene una de las primeras críticas a este tipo de boleta: el dinero que se le destina. Según el portal Infobae, el monto que el Estado deberá pagar para su impresión por cada una de las listas que se presentarán para las categorías de Diputados/as y Senadores/as Nacionales, en las próximas PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) del 12 de septiembre, será $1.673 millones. Este cálculo surge de la cantidad de electores que tiene cada distrito y de las listas que competirán, y que se verá reducido para las elecciones generales de noviembre de 2021, porque las PASO resultan ser como un tamiz de candidaturas. Sin embargo, continuará siendo un número importante de dinero.
Otro de los puntos críticos reside en que se requiere de una estructura partidaria consolidada que sostenga a la boleta, debido a la necesidad de contar con fiscales en cada una de las mesas de votación para su reemplazo (ya sea porque la utilizaron las personas que votaron y/o una mano poco amiga hizo de las suyas), como así también de observadores cuando se realiza el escrutinio provisorio. Está claro que este punto no significa un problema para aquellos partidos o frente políticos que cuentan con una vasta trayectoria, pero si resulta ser un enorme desafío para aquellas que surgen intempestivamente dentro del escenario político, y, por ende, no poseen una maquinaria aceitada de fiscales y militantes con experiencia.
A estas críticas también se le suman algunos de los problemas que identificó la Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tales como la disposición de cuartos de votación (o “cuartos oscuros” en la jerga electoral) para la distribución de boletas; la presencia de estas últimas no oficializadas y la complejidad para definir si un voto es válido o no. Fernando Straface y Geraldine Oniszczuk señalaron en 2009 que la boleta partidaria no le permite al electorado definir a qué y a quién está votando ya que solo se encuentra con un extenso papel en el que se destaca algunos aspectos de los/as candidatos/as o frentes (fotos de algunas personas, nombres y apellidos más destacados que otros, etc.), lo que genera un escenario confuso para el/la elector/a. Por último, no se puede obviar el efecto “arrastre” que deviene de su utilización, donde los/as candidatos/as a categorías de mayor relevancia institucional tienen mayor conocimiento público e intención de voto, generando que se elijan de forma entera sin causarles interés en quienes integran las categorías de menor importancia.
María Inés Tula realizó una serie de propuestas que podrían ayudar a mejorar el desempeño del sistema de votación argentino actual. La autora propone, por un lado, la reducción de la magnitud de distrito de circunscripciones grandes a más pequeñas, entendiendo a dicho concepto como la cantidad de bancas por las cuales compiten dentro de una circunscripción electoral. Esto mejorará la oferta electoral ya que, además de generar un ahorro del gasto público, incidirá directamente sobre la proporcionalidad de la representación en los cuerpos legislativos. Por otro lado, considera necesario adoptar listas desbloqueadas donde se permita que la preferencialidad de candidatos/as sea un nuevo aspecto que entre en la escena del juego político, dinamizando así el sistema.
La boleta única implica un cambio radical a lo que se venía usando. En este tipo de instrumento de votación se condensan todas las listas con todos/as los candidatos/as en una sola, según la categoría a elegir. Por ejemplo, para la categoría de “Presidente/a” en vez de tener que elegir una boleta partidaria entre varias, encontraríamos todas las listas que competerían de la elección en una misma. Según Straface y Onizczuck “sirve principalmente para garantizar el derecho de elegir y ser elegido, limitar la posibilidad de utilizar la boleta oficial para el intercambio de favores por votos y ordenar mejor la oferta electoral”. Los autores la plantean como una superación de los problemas que conlleva el uso de las que son partidarias.
En esta misma línea Julio Aguirre es quien plantea sus beneficios pues ya no sería necesario contar con una estructura partidaria de fiscales y militantes que las suministren porque el gobierno sería quien se encargaría de su impresión y distribución; también se facilitaría el recuento al establecer una división de las urnas donde se depositan los votos. El autor a su vez indica que el proceso electoral sería más ágil por no existir un cuarto de votación debido a que se instalarían pequeños espacios que no permitan visualizar la elección de la persona que vota y más electores/as podrían realizar el acto de decisión a la vez. Y por último se podría realizar el famoso “corte de boleta” sin que implique ser algo engorroso porque las mismas estarían separadas por las categorías a elegir.
Sin embargo no todo es color de rosa. Han habido discusiones con respecto al formato que se debería adoptar: tenemos una grieta entre la boleta única electrónica o de papel. Mientras que en la primera se utiliza algún tipo de urna y/o dispositivo electrónico mediante el cual aquella se imprime con la decisión ya tomada por la persona votante, la segunda implicaría que las autoridades de la mesa de votación la dispensaran en formato papel para ser marcada por cada uno y luego ser depositada en la urna física correspondiente. Jurisdicciones como CABA, Neuquén y Salta avanzaron con la modalidad electrónica, mientras que las provincias de Córdoba y Santa Fe implementaron la de papel.
Quienes critican el sistema electrónico esgrimen argumentos que se podría vulnerar el secreto del voto, modificarlo y hasta anularlo ya que la misma cuenta con un chip que podría ser hackeado por otros dispositivos tecnológicos como también de los posibles errores que podría arrojar la máquina que imprimiría el voto. Respecto a la boleta única papel, los detractores plantean que puede resultar engañosa debido a cómo se diseña, preponderando imágenes de candidatos y/o nombres en lugares que prestan a confusión sobre la categoría que se está eligiendo como así también del tamaño que podría adquirir la misma debido a la abultada cantidad de listas internas que se presentan por frente, tal como es el caso para las elecciones PASO que se aproximan en la ciudad de Rosario.
Estas palabras vienen a aportar un granito más de arena para entablar los debates necesarios sobre qué situaciones y acciones están tornando a nuestra democracia en un sistema cada vez más corrupto. La boleta es una de ella, por lo que la dirigencia política y la ciudadanía deben dar las discusiones para encontrar las soluciones a los problemas que vienen repitiéndose elección tras elección. No se puede sostener un sistema que sea excesivamente caro pero tampoco se puede ir hacia nuevos formatos que puedan vulnerar uno de los derechos más relevantes de una sociedad civil: el voto secreto. Los partidos políticos tienen que dejar de lado sus mezquindades para dar un paso más hacia un sistema democrático que sea representativo, transparente y justo. En las discusiones no se trata de imponer, se trata de consensuar. Consenso para que el pueblo pueda votar (bien).
Alejandro Cabral Páez (Argentina): estudiante de Ciencia Política y Administración Pública (UNCUYO) y Coordinador de Ciudadanía Universitaria y Participación de la Secretaría de Bienestar Universitario (UNCUYO).
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