La Turquía conservadora de Erdogan
Después del intento de golpe de estado en julio de 2016, el gobierno decidió establecer medidas de mano dura para lograr manejar fácilmente las hostilidades impulsadas por la declaración de estado de emergencia. Entre estas medidas se ha visto, desde la urgencia de silenciar a ciertas comunidades hasta el uso de la fuerza policíaca para continuar protegiendo los “valores familiares” que tanto aprecia la Turquía de Erdogan, acercándolo cada vez más al autoritarismo.

Con la facilidad para irritar al gobierno actual ante comentarios o críticas que se califican como “oposición”, surge la necesidad de callar intensamente estas voces que exigen respuestas y soluciones a diferentes problemáticas que atacan directamente a diversos grupos vulnerables del país. Desde el 2016 el presidente turco se ha comprometido a que sus opositores se desvanezcan sin importar el precio, entre las excusas se encuentra la protección de los valores familiares fundamentales para la nación turca o mantener la seguridad de ciudades como Ankara y Estambul. Para sentirse seguro en su propia administración, el líder político ha purgado las instituciones imponiendo su propia ley para continuar con la acumulación incesante de poder, y eliminar todo obstáculo y los intentos de removerlo de su posición como presidente.
«La democracia es solo el tren en el que nos subimos hasta que lleguemos a destino. Las mezquitas son nuestros cuarteles, los minaretes, nuestra bayoneta, las cúpulas, nuestros cascos y los creyentes, nuestros soldados«.
Cum Hürriyet
La comunidad LGBTQ+
Recientemente Netflix buscaba producir una serie en territorio turco, pero la iniciativa fue rápidamente descartada debido a que el Consejo Supremo de Radio y Televisión (RTÜK), encargado de supervisar, monitorear y si es necesario sancionar los contenidos que no se apeguen a los principios por los que se rige la nación, ordenó que se cancelara dicho proyecto ya que incluía personajes pertenecientes al colectivo LGBTQ+, específicamente homosexuales.
Esta muestra de violencia estructural en contra de la diversidad sexual es lo más pequeño respecto a lo que viven diariamente puesto que, al ser constantemente invisibilizados, son más susceptibles a la discriminación y agresiones. El mismo presidente considera a los homosexuales «contrarios a la moral tradicional del Estado» y por ello en 2018 comenzó con una iniciativa para prohibir cualquier acto público de la comunidad.
Uno de los principales hechos para seguir ejemplificando este tipo de ataques es el de la activista Hande Kader, una mujer transexual activista y trabajadora sexual de 22 años, que fue asesinada y su cuerpo fue encontrado incinerado en la calle. A pesar de que se ha pedido justicia, su caso fue ignorado por las autoridades por involucrar a alguien del colectivo LGBTQ+ dejando de lado su perseverante trabajo en contra de la discriminación hacia transexuales y su lucha por los derechos que siguen estando en un claro peligro.
Medios de comunicación
Los medios de comunicación no se han librado de estos nuevos peligros que representa el liderazgo del presidente que ha callado a reporteros, complicando cada vez más sus trabajos. En caso de no conseguir tenerlos bajo su control, ha optado por detenciones arbitrarias para poder reducir la capacidad de los medios de comunicación de oposición o que simplemente se pronuncien de manera crítica ante el gobierno. Según Advocates of Silenced Turkey, organización no gubernamental que se dedica a registrar las faltas de derechos humanos que se llevan a cabo en el país, se estima que desde 2016 aproximadamente 156 medios desaparecieron por decreto ejecutivo, perdiéndose de esta forma alrededor de 2500 empleos; 778 credenciales de prensa fueron revocadas; y 120 reporteros han sido arrestados de manera arbitraria.
Todos estos trabajadores han sido atacados directamente por haber hecho comentarios negativos y que a la vez condenan las violaciones de derechos humanos por parte del oficialismo turco, encontrándose como uno de los estados con más reporteros encarcelados junto a China, Egipto y Arabia Saudita, lo que deja en claro que estos líderes no dan lugar ni oportunidad a la crítica. A esto se les suman las amenazas y encarcelamientos injustos a activistas que continúan luchando para que se convierta en un lugar más seguro para todas aquellas minorías y grupos vulnerables que son constantemente agredidos y borrados de la vida pública.
Por si fuera poco, el Parlamento turco acaba de aprobar una ley con la cual se permitiría aumentar el control sobre los usuarios y su contenido en redes sociales, que fue declarado como violación de derechos humanos, específicamente la libertad de expresión por activistas y ONGs, dejando a la sociedad sin ningún espacio libre de las restricciones gubernamentales, único sitio en donde todavía se podía consultar noticias que no estuvieran manipuladas o que tuvieran algún fin político.

Mujeres y niños en Turquía
La violencia hacia la mujer es latente y desafortunadamente altamente ignorada. Para comprenderla de mejor manera hay dos sucesos principales que la evidencian. Comenzando en el 2016 con las medidas autoritarias y las detenciones masivas en las cuales el objetivo principal fueron las mujeres, ya que son consideradas como un grupo vulnerable que no tiene la suficiente visibilidad para poder llamar la atención. Han sido arrestadas junto con sus hijos por cargos mínimos.
El segundo punto concierne a las protestas feministas en el mes de julio de este año tras el feminicidio de Pinar Gültekin cometido por su expareja Cemal Metin Avci, quien declaró haberla ahorcado y asesinado por celos para después de quemar su cuerpo, verter cemento sobre el mismo. A pesar de las pruebas, no se ha llegado a una resolución del caso, lo cual ha avivado rápidamente el enojo del colectivo femenino en todo el país, manifestándolo en las marchas que fueron rápidamente invadidas por las fuerzas policiales y en donde varias de ellas han denunciado haber sido acosadas, golpeadas e incluso detenidas por participar en dichos movimientos. Cabe destacar que esta no es la primera vez que la policía irrumpe en una protesta feminista, podemos recordar que en diciembre del 2019 la representación de “Un violador en tu camino” se vio interrumpida por agentes de seguridad y 7 resultaron arrestadas por participar. Los feminicidios es otro de los problemas que ha crecido llegando a los 474 casos en el 2019 y 157 en el año actual y que rápidamente ha sido totalmente ignorado.
Las mujeres declaran no sentirse seguras y reclaman a su gobierno para que se apegue a la Convención de Estambul, la cual fue firmada en 2011 por Turquía, para la protección de las mismas y promoción de la equidad de género. Sin embargo, ha sido ignorada y la administración ha tomado un camino muy diferente dejando ver la falta de preocupación por la integridad de las mujeres al archivar casos de feminicidio, delitos contra la integridad sexual y violencia doméstica, llegando al punto de llevar a cabo una propuesta de ley aprobada a inicios de este año en la cual una denuncia de violación puede quedar eliminada si la víctima decide casarse, aunque no sea mayor de edad, con su violador. Queda clara la manera en la que se ignora el activismo para exigir sus derechos y justicia cuando al mismo tiempo en la vida política esto se ve como una amenaza inmoral.
Con lo expuesto podemos puntualizar fácilmente que Erdogan se encuentra increíblemente inseguro respecto a la estabilidad de su mandato optando por el autoritarismo, represión y la censura para garantizar su seguridad y una imagen intocable. Además, debemos tener presente el papel del golpe de estado montado en 2016 junto con las constantes críticas, bromas y memes dirigidos a su persona; los pequeños detonantes que han causado todas estas medidas draconianas; la depuración que viven los medios de comunicación; y, por otro lado, la falta de atención a los reclamos de grupos vulnerables que exponen la falta de transparencia y la intolerancia que se vive en la vida política turca.
Todo se termina justificando con la preservación de valores morales y principios tradicionales que, al parecer, no pueden evolucionar por la inexistente diversidad, libre expresión, derecho de manifestación y la incapacidad de garantizar la seguridad, integridad y derechos de aquellos que siguen luchando por su dignidad.
Fabiola Montano Hernández (México): estudiante de Relaciones Internacionales, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
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