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DIPLORAMA 78

¿Dónde está la ONU, que fue creada para salvarnos del infierno?

Annalena Baerbock | Presidenta de la Asamblea General de las Naciones Unidas

Edición N° 78

En Nueva York, la ONU promete reformarse; en Nepal, una generación entera aprende a derribar gobiernos; en Israel, la seguridad sirve de excusa para atacar a Qatar; y en Estados Unidos, las balas sustituyeron, una vez más, a las palabras.


Naciones (des)Unidas: Sesión n°80

Santiago Leiva

El 22 de septiembre, los ojos del mundo estarán puestos en Nueva York, donde 193 Estados participarán de la 80.ª Asamblea General de la ONU. A más de tres cuartos de siglo de su creación, la organización busca renovarse y afrontar las crisis globales con una nueva perspectiva. La elección de una presidenta mujer marcará el rumbo para las reuniones de los altos funcionarios, quienes integrarán la agenda decisiva para el futuro de la organización.

En primer lugar, Donald Trump regresará luego de cuatro años sin subirse al estrado. A su vez, se debatirá el reconocimiento del Estado de Palestina en medio de la sangrienta cuestión de Gaza que ya dejó a más de 60.000 palestinos muertos en dos años. En este tenor, países como Francia, España o Australia buscan el reconocimiento del Estado palestino e incluso su incorporación como miembro pleno de las Naciones Unidas.

La atención global también estará en la nueva República Árabe Siria, cuyo presidente de transición, Ahmed al-Sharaa, debutará en la Asamblea General de la ONU. Antes conocido como al-Golani y vinculado a Al-Qaeda hasta 2016, tendrá la misión de anunciar un nuevo Estado sirio y reposicionar a su país en Medio Oriente. En paralelo, la ONU afrontará una semana marcada por la guerra en Ucrania, los conflictos en África y el desafío de restablecer la cooperación global.

A la espera de los discursos de los mandatarios, te recomendamos los siguientes enlaces para estar atentos: 


Generación Z vs Nepal

Iker Escobar León

Imagen | Narendra Shrestha

Esta semana, en cuestión de horas, el caos se desató a lo largo de Nepal: disturbios, descontento social, redes sociales, saqueos, heridos y fallecidos han conmocionado a la nación, desatando así la crisis política más grave de la historia contemporánea del país asiático. ¿Qué ha llamado la atención del ojo internacional? Las movilizaciones sociales han sido encabezadas por jóvenes pertenecientes a la generación Z. 

La profunda y extensa corrupción que cubría a Nepal rebasó la última gota cuando el gobierno encabezado por el primer ministro KP Sharma Oli anunció un bloqueo contra redes sociales. Dicho evento reflejó la inconformidad popular y la frustración general por la falta de oportunidades económicas. El lunes, 8 de septiembre, comenzaron protestas pacíficas lideradas por juventudes nepalíes, las cuales fueron reprimidas por el gobierno, escalando velozmente las hostilidades. Tal movimiento fue bautizado como “la protesta de la generación Z”.

A las pocas horas, se reportaron bajas civiles y forzó la renuncia de Sharma Oli, el martes 9. La turba no se detuvo ahí, los manifestantes buscaron a más líderes políticos para la rendición de cuentas, desatando saqueos, actos de vandalismo e incendios de edificios gubernamentales. El vacío de poder político en Nepal ha forzado también la huida de varios ministros y cabecillas nepalíes, dificultando una transición adecuada y una desescalada del conflicto interno. 

Las revueltas en Nepal no han sido un fenómeno esporádico de la región; los movimientos se suman a un cúmulo de protestas en el Sudeste Asiático, popularizando el término de “Primavera Asiática”, asemejando a las manifestaciones de la Primavera Árabe. ¿Veremos próximamente el caso nepalí resonar a lo largo de Asia, cual efecto dominó? ¿Se formará un caldo de cultivo para una futura guerra civil?

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En Medio Oriente no hay refugio

Estanislao Molinas

Ilustración | Karim Jaafar

El 9 de septiembre de 2025, Israel lanzó un ataque aéreo sobre Doha, capital de Qatar, con el objetivo de eliminar a la cúpula de Hamás. La ofensiva, llevada a cabo en pleno barrio diplomático, dejó seis muertos —entre ellos un miembro de la seguridad catarí y combatientes de la milicia— y generó una inmediata ola de reacciones internacionales. Aunque Hamás aseguró que sus dirigentes sobrevivieron, el golpe marcó una escalada sin precedentes al traspasar fronteras tradicionalmente intocadas.

El primer ministro catarí, Mohammed bin Abdulrahman al-Thani, denunció la operación como “terrorismo de Estado” y advirtió que socava las negociaciones de paz mediadas por Doha. Las condenas se multiplicaron desde Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y la Unión Europea, mientras que Estados Unidos, sorprendido por la unilateralidad, lamentó que Israel bombardeara a un aliado soberano. Desde la perspectiva israelí, el ataque fue presentado como represalia por un tiroteo en Jerusalén un día antes. Analistas del CSIS subrayan que la operación se inscribe en una estrategia más amplia de Israel, que también ha golpeado Beirut, Damasco, Teherán y Saná, con el fin de privar a Hamás de refugios seguros.

La ofensiva en Doha colocó a Qatar en el centro de la tormenta regional. Como respuesta, Doha convocó para el domingo y lunes siguientes una cumbre árabe-islámica de emergencia destinada a coordinar una posición común y revisar su papel como mediador en el conflicto. La cita será un termómetro para medir si los países del Golfo logran articular una estrategia conjunta o si, por el contrario, la presión israelí y las fracturas internas seguirán marcando la agenda de Medio Oriente.

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El peso de las palabras

Valentina Terranova

Imagen | Mark Peterson

El pasado miércoles, una sola bala, certera y hábil, causó la muerte de un joven con mucha, o para algunos, demasiada influencia política. En las imágenes puede verse la sangre brotar del cuello del militante conservador Charlie Kirk, tras un disparo que resultó letal en el campus de la Universidad Utah Valley ¿Qué refleja en realidad este asesinato?

Kirk era una de las caras jóvenes del movimiento Make America Great Again (MAGA), tenía 31 años y era cofundador de Turning Point USA. Lo cierto es que su asesinato durante un evento público es la viva representación de la violencia política que atraviesa al país norteamericano: tras años de violencia discursiva, finalmente las palabras de odio abandonaron la retórica y se volvieron acción. Lo que decimos importa; puede modelar el mundo en que vivimos y volverse letal.

48 horas después, mientras el mundo entero se desvela con este hecho, Donald Trump aseguró haber dado con el sospechoso. “Alguien muy cercano a él lo entregó”, afirmó. Según el presunto asesino, un joven de 22 años, Kirk estaba “lleno de odio”, razón por la que decidió matarlo. Una declaración irónica que demuestra que el odio genera más odio y que la violencia política se retroalimenta. La muerte de Kirk, más allá de las simpatías o rechazos que generaba, obliga a reflexionar sobre la violencia política que azota a Estados Unidos. Así, aunque Donald Trump se sienta cercano a la resolución del crimen y dar con el autor del disparo sea un logro judicial, la Casa Blanca en realidad nunca estuvo tan lejos de zanjar un asunto.

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Lawfare

El diploconcepto que abordamos esta semana, lawfare, surge de la combinación de law (ley) y warfare (guerra) y alude al uso instrumental de los tribunales con fines políticos. En América Latina, se ha convertido en una bandera de defensa en casos como los de Lula da Silva, Cristina Fernández de Kirchner o Rafael Correa, quienes sostuvieron que los procesos judiciales en su contra fueron intentos de neutralizarlos como adversarios políticos.

El problema de fondo es que el lawfare erosiona la confianza de las instituciones y convierte a la justicia en un campo de batalla política. Pero también ha derivado en una paradoja; un recurso retórico usado por líderes acusados para deslegitimar cualquier investigación, incluso cuando las pruebas son sólidas.

El caso de Jair Bolsonaro en Brasil muestra este dilema. El 11 de septiembre de 2025, la Primera Sala del Supremo Tribunal Federal lo condenó a 27 años y tres meses de prisión por encabezar una conspiración para anular las elecciones de 2022 y permanecer en el poder. Cuatro de los cinco jueces lo encontraron culpable de abolición violenta del Estado democrático, organización criminal armada, intento de golpe de Estado y otros delitos.

La sentencia se basó en abundante evidencia. El borrador golpista presentado a las Fuerzas Armadas, un plan para instaurar un estado de excepción y disolver tribunales, redes de espionaje paralelas y, en su punto más extremo, un complot para asesinar a Lula y a autoridades judiciales A ello se suma el ataque del 9 de enero de 2023 en Brasilia, cuando miles de seguidores intentaron provocar una intervención militar.

A diferencia de otros casos, aquí un caso de lawfare se ve muy distante. Las pruebas concluyentes demuestran un plan golpista y no una persecución judicial. El desafío es no banalizar el concepto. Si todo se interpreta como lawfare, se diluye la línea que separa la manipulación política de la defensa legítima del orden democrático.


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