Henry Kissinger: Un siglo de lecciones
Por Francisco Sanchez Giachini y Mauricio Rodríguez
Con una trayectoria incuestionable, el exsecretario de Estado norteamericano llega a los cien años iluminando las incógnitas del mundo actual.

Hace 100 años, el 27 de mayo de 1923, en la pequeña localidad bávara de Fürth, nacía Heinz Kissinger, quien años más tarde saltaría a escena bajo su nombre anglosajón Henry. De orígenes judíos, la familia Kissinger tuvo que escapar en 1938 de su patria para radicarse en Nueva York, donde nuestro protagonista pasaría los próximos años.
Ítaca no es el destino sino el viaje
En 1943 ingresa al Ejército de los Estados Unidos, donde finalmente obtiene la nacionalidad norteamericana. Luego de pasar por varios regimientos y posiciones, es designado dentro de los cuerpos de inteligencia en territorio alemán, llegando incluso a ser nombrado “sargento” y tener la misión de “desnazificar” los zonas donde había sido apostado.
A su regreso, culmina sus estudios en Harvard en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, obteniendo allí también -y con honores- su maestría y doctorado. De más está decir que además se desempeñó como docente y catedrático en esta prestigiosa casa de altos estudios, manteniendo diversos cargos dentro de la misma que le permitieron avanzar con su investigación y con una de sus grandes pasiones; la escritura.
Sus estudios, así también como los contactos estratégicos que supo hacer durante los años lo llevaron a la política, siendo miembro del Partido Republicano y ocupando durante los próximos años diversos espacios dentro del mismo. Así es que supo ser la mano derecha de quien fuera en ese entonces Gobernador de Nueva York, Nelson Rockefeller.
Para 1969, el entonces presidente Richard Nixon lo nombra Asesor de Seguridad Nacional, teniendo gran relevancia en las cuestiones vinculadas a la Guerra de Vietnam, las constantes luchas contra los grupos pacifistas que se declaraban en contra de esta y la desclasificación posterior de archivos que lo ponían en una posición de responsabilidad frente a los grotescos bombardeos sobre Camboya y Laos. A pesar de esto, su gestión en el conflicto le valió para ser nombrado Premio Nobel de la Paz en 1973.

Obteniendo la reelección Nixon en 1972, el protagonista de esta historia es elegido Secretario de Estado, puesto que terminaría de grabar su nombre dentro de la política norteamericana y lo catapultaría a una zona donde podría manejar de otra forma la política exterior de los Estados Unidos.
Así, durante su estadía en dicho cargo se encargó de rebajar las tensiones entre su país y la Unión Soviética, así como también de lograr un acercamiento hacia la República Popular China.
Orden de preguerra
Nos encontramos actualmente en un déjà vu de la historia. Un equilibrio de fuerzas amenazado en forma continua, el cual no parece dar respiro a sus dos protagonistas. La relación entre Estados Unidos y China crea interrogantes en el funcionamiento del orden internacional, los cuales deben ser resueltos con bases en el orden. De no ser así, la única alternativa será la fuerza. “Estamos en la clásica situación anterior a la Primera Guerra Mundial” manifiesta Kissinger.
La experiencia del exsecretario de Estado de Richard Nixon en la “cuestión China” es indudable. Para Kissinger, la gobernantes chinos reclaman el lugar que se merecen en el sistema internacional, estos -cree él- se sienten insultados por la amabilidad forzada que reciben de Occidente. Sus objetivos son claros, rechazar el orden y las reglas -según ellos- de Estados Unidos y empezar a ser parte en la formación de éstas, como una expresión natural de su interés nacional.
Kissinger advierte el repetido e inexacto pensamiento fatalista de Washington, y es que China no busca la dominación mundial, sino poder. El sistema chino lo ve más confuciano que marxista. Dicho de otra manera, Beijing conoce los alcances de sus capacidades pero también sus límites, las cuales van a ser utilizadas con prudencia. Siguiendo esta línea, también explica que el deseo de Estados Unidos de una China democrática no es posible y de serlo, llevaría a una guerra civil con resultados ya conocidos.
Ante este escenario, Kissinger expone la mejor alternativa para el futuro de la relación de las dos potencias y del orden internacional. Es decir, la reducción de hostilidades y emprender una agenda común que tenga como resultado la estabilidad. Los funcionarios demócratas proponen que esta relación tenga como bases el cambio climático y la economía. Sin embargo, el diplomático sostiene que son temáticas débiles sobre las que no se puede esperar una relación a largo plazo. Mantiene este pensamiento sobre todo en la cuestión económica, ya que el peligro se puede encontrar en la poca o nula libertad de maniobra que los halcones de Washington le otorguen a China.
Ahora bien, existen dos escenarios sobre los que se puede trabajar en conjunto. El primero es Taiwán. Kissinger recuerda su visita a China en 1972 para la construcción del camino que se debe seguir.
“Cada vez que Nixon planteaba un tema concreto, Mao decía: ‘Soy un filósofo. No trato estos temas. Dejen que Zhou [Enlai] y Kissinger hablen de esto’… Pero cuando se trataba de Taiwán, fue muy explícito. Él dijo: ‘Son un montón de contrarrevolucionarios. No los necesitamos ahora. Podemos esperar 100 años. Algún día los pediremos. Pero está muy lejos’”.
Henry Kissinger para The Economist
El exsecretario afirma que la tensión producida en Taiwán puede disminuir a través de la formación de grupos de trabajo entre ambas potencias y un camino basado en la confianza. Sin embargo, si Estados Unidos sigue manteniendo una posición dura e inamovible en las cuestiones comerciales con China, resulta muy difícil ver un mañana en Taiwán que no sea resuelto por la fuerza.
El segundo escenario es Ucrania. Las comunicaciones recientes entre Xi Jinping y Volodymyr Zelensky vislumbran los intereses de Beijing. Kissinger entiende que Estados Unidos debe sacrificar espacio en el conflicto ucraniano para la construcción de una relación de confianza.
Aunque muchos en Occidente sostienen que Rusia sería la gran beneficiada ante una posible mediación por parte de Beijing, Kissinger niega este escenario explicando la existencia de una desconfianza mutua entre Rusia y China. No son aliados naturales. La insistencia del gobierno chino en la mediación del conflicto parece responder más a la expresión natural de su interés nacional, que del apoyo a un aliado momentáneo. El medio para el fin.
Liderazgo y próximos desafíos
El arquitecto de la política exterior de Richard Nixon y Gerald Ford atestigua una crisis actual de liderazgo. En su último libro Liderazgo: Seis estudios sobre estrategia mundial, recorre los pasos y las acciones que llevaron a cabo distintos líderes en contextos inestables como el actual.

Kissinger dice que el liderazgo es el reflejo de la cultura política de un país, y en el caso de Estados Unidos hay que reformular la cultura. Manifiesta la necesidad de una política exterior a largo plazo que responda a los próximos desafíos, en los cuales Washington deberá ser más pragmático si quiere salir vivo.
En el temario de los nuevos retos se encuentra la inteligencia artificial (IA). Sin duda será el centro de debates en los próximos años para el cual hay que estar preparados. Los alcances de la IA son aún desconocidos, ¿será utilizada en el campo militar?, ¿ciberseguridad?, ¿campo de la información?
Tanto China como Estados Unidos deberán adoptar una actitud pragmática en cuestiones de la IA. Sin dudas, los desafíos pueden ser una oportunidad para las superpotencias en busca de esa tan ansiada relación de confianza.
Henry Kissinger ha dejado un legado que debe ser recordado, estudiado, pero también ser debatido. La preocupación del asesor de numerosos presidentes es que el mundo avanza a pasos tan agigantados que el intercambio de ideas, el debate y la formación de un pensamiento crítico deben ser la piedra angular de nuestra sociedad.
En una de sus obras más célebres La diplomacia, Kissingerhace un recorrido por la historia de las relaciones internacionales y la importancia de la diplomacia. Aunque algunos vinculan esta obra con la mítica frase, “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”, tal vez (sólo tal vez) sea más oportuno decir que, “Aquel que repite la historia, está condenado”.
Francisco Sánchez Giachini (Argentina): estudiante de Abogacía, Universidad de Mendoza. Columnista y Podcaster en Diplomacia Activa.
Mauricio Rodríguez (Argentina): Analista en Relaciones Internacionales, Universidad de Congreso. Columnista y editor en Diplomacia Activa.
Categorías
Asia, Estados Unidos, gobernanza, Regiones, relaciones internacionales