Pensar en una ciudadanía multicultural
Por Emilio Cruz López
El intercambio entre personas de diferentes culturas es sinónimo de crecimiento para las sociedades. No obstante, aún hay muchos desafíos pendientes.

En 1948, los países miembros de la naciente Organización de las Naciones Unidas asumieron el compromiso de respetar, proteger y promover los treinta artículos que pasarían a darle vida a los Derechos Humanos, que, por primera vez en la historia, se habían reunido y sistematizado en un solo documento, un solo proyecto para todas las naciones.
Desde ese entonces, en la teoría, los Estados debían garantizar el respeto a la dignidad inherente de todo ser humano que se encontraran bajo su jurisdicción. Años más tarde con el Principio de Responsabilidad de Proteger se escaló un nivel más, en el cual los países que no estuvieran en condiciones de hacerlo se sometían a responsabilidad internacional, y por ende, cualquier Estado tenía el deber de intervenir para salvaguardar a la humanidad misma, particularmente en casos de crímenes atroces.
La dignidad humana es el derecho que tiene cada ser humano de ser respetado y valorado como ente individual, con sus características y condiciones por el hecho de ser persona.
La presencia de los Derechos Humanos garantiza la evolución del Estado de derecho hacia el Estado constitucional. No importa que tan rígidas puedan ser otras disposiciones, estas nunca deben violar la condición humana. También, bajo una concepción internacional, la gobernanza global debe crear y mantener instrumentos para resolver problemas globales compartidos y específicos. Es decir, es un concepto que busca caminar hacia la supranacionalidad de las sociedades. Y, es así como también los Derechos Humanos deben ser universales, procurando el respeto irrestricto de las identidades sociales y culturales que componen a cualquier Estado.

El sociólogo Anthony Giddens afirmó, en su libro «Las consecuencias de la modernidad», que la globalización conduce a una mayor interdependencia entre los países y a la creación de una sociedad global en la que las fronteras nacionales pierden importancia y las normas y valores se vuelven cada vez más universales. La globalización ha afectado la capacidad de los Estados y sus ciudadanos para hacer frente a las problemáticas globales, a los gobiernos de hoy se les exige responder a problemas transnacionales con soluciones nacionales. El resultado es un evidente fracaso.
La interdependencia es lo que sucede cuando la acción que sucede en una parte del mundo afecta a otra, que tal vez parecía lejana. Mientras en un tiempo anterior los gobiernos tenían capacidad para proteger a sus países de los problemas precedentes del exterior, hoy la revolución política, social y económica derivada de la globalización los ha hecho casi inoperantes en muchos aspectos.
Una de las consecuencias de esta coyuntura de no querer acortar el futuro que nos ha alcanzando es la de negarnos a la realidad. Esto explica en parte el ascenso de gobiernos populistas, autoritarios y en algunos casos neo-fascistas que promueven “soluciones sencillas” a temas complejos como lo son la migración, el crimen organizado trasnacional, y el cambio climático.
También, ha traído consigo una alarmante intolerancia al multiculturalismo ante una concepción torcida de la defensa de la “soberanía”, lo cual ha favorecido el cambio de estructuras mentales y emocionales, generado una sólida cultura en torno al consumo que permea el desarrollo de la dignidad inherente de los seres humanos, donde las personas emiten juicios de valor entre sí en función de lo que tienen, en vez de lo que piensan o sienten. Esta visión ha fomentado también un dilema entre la ética y la economía, donde los individuos se enfrentan a la problemática de ser aceptados socialmente en un mundo que ha generado mayores necesidades, «limitadas» por la coyuntura social y económica que imperan en el orden mundial.
En el contexto mundial, hablar de globalización, de pluralismo nacional y de multiculturalidad es también hablar de democracia. Es decir, de derechos individuales y colectivos, de división territorial, de poderes, de instituciones representativas y participativas, de procedimientos de control, de la regulación del uso de símbolos colectivos, de procesos de decisión en ámbitos estatales e internacionales, así como, en algunos casos, del acomodamiento político de las colectividades que viven bajo una misma democracia.

El multiculturalismo representa un sinónimo de crecimiento para las sociedades, ya que fomenta la interdependencia mediante el acercamiento e intercambio de visiones que se traducen en un fomento directo a mejorar la calidad de vida de todo ser humano. No obstante, el sistema económico que impera en gran parte de las sociedades ha potenciado fenómenos graves como la desigualdad, que inherentemente ha potenciado la violencia. Por su puesto, esto trae consigo discursos y retóricas estériles que únicamente tienen como objetivo observar a la inclusión social como un enemigo a vencer en detrimento directo de los ideales y valores democráticos que, justamente, pretenden el fomento e intercambio de ideas para un mejor diálogo que impulse el multiculturalismo.
Entonces, estamos en una coyuntura internacional que exige cambiar la reglas del juego. Es necesario que la ciudadanía tenga la capacidad de convertirse, frente a la exclusión y discriminación que vive, en sujetos capaces de ejercer derechos y deberes, buscando la participación en los espacios donde se tomen decisiones que afecten de manera directa su vida cotidiana.
Tomando como primicia que los Estado-nación democráticos se vuelven más diversos cultural, radical, étnica, lingüística y religiosamente con el paso del tiempo: El dilema de nuestro tiempo es que las naciones de todo el mundo están tratando de determinar si se percibirán a sí mismas como multiculturales.
Debemos caminar hacia una ciudadanía multicultural, una tipo donde los inmigrantes y grupos minoritarios pueden conservar aspectos importantes de sus idiomas y culturas, así como tener plenos derechos de ciudadanía.
Este concepto legitima el derecho y la necesidad de los ciudadanos de mantener compromisos con sus comunidades culturales, el Estado-nación, y la comunidad global. Los ciudadanos deben ser incluidos y reconocidos estructuralmente dentro de su nación para desarrollar una fuerte lealtad y compromiso con ella, solamente de esa manera podrán convertirse en ciudadanos participativos.

Los individuos y grupos que experimentan una ciudadanía fallida no pueden convertirse en ciudadanos efectivos, libres y empoderados.
La democracia cultural es una característica importante de una sociedad democrática; deben tener derecho a mantener aspectos importantes de las culturas e idiomas de su comunidad, siempre que no entren en conflicto con los ideales democráticos compartidos del estado-nación.
Este elemento trae consigo un fuerte debate que representa la evolución del proceso de universalización de los derechos humanos, frente a un contexto internacional turbulento a consecuencia del fenómeno de la corrupción, de la fractura del sistema democrático, la violencia, y la concentración del poder en los Estados. Es ahí donde las identidades nacionales buscan hacer frente común mediante el fortalecimiento de sus respectivas culturas y tradiciones en detrimento de la pluralidad o la riqueza que tiene el intercambio entre culturas.
No obstante, esta situación podría suponer un obstáculo en la medida en que las naciones tomen cualquier elemento externo y lo interpreten como una amenaza a su identidad cultural frente al expansionismo de intereses nocivos; por tanto, en este escenario pareciera ser que el reto de las identidades nacionales consiste en sobrevivir a la universalidad.

Entonces, las sociedades multiculturales se enfrentan al problema de construir Estados-nación que reflejen e incorporen la diversidad de sus ciudadanos y, sin embargo, tengan un conjunto general de valores, ideales y objetivos compartidos con los que todos sus actores estén comprometidos.
Emilio Cruz López (México): Estudiante de Relaciones Internacionales, Universidad Iberoamericana