Saltar al contenido

En busca del verdadero rostro de Jano

Por Juan Francisco Baroffio

Hoy Rusia es un gigante misterioso que muestra un rostro feroz. La estrepitosa gangrena moral, económica y política del puño de hierro soviético había dejado un país vastísimo pero que parecía herido de muerte. La Rusia de Putin se mueve en un coqueteo entre oriente y occidente. Un pie en Asia y otro en Europa. Como una especie de Jano, Rusia nos resulta difícil de ubicar. ¿Cuál es su verdadero rostro? ¿El de la herencia asiática, con improntas tártaras, mongolas, cosacas, condimentado con campesinos y popes? ¿O es la que mira a Europa? Esa que construyó Pedro el Grande, de palacios, artistas, avenidas y teatros, con música de Tchaikovsky de fondo.

Ilustración | Ana Paula Duran, Diplomacia Activa

El siglo de oro

Ciertamente el alma rusa es un misterio. Y el Siglo de Oro de la literatura rusa se caracterizó por la preocupación por encontrar la raíz de esa esencia.

Cada uno de los seis grandes escritores que destacan en ese periodo tan fructífero en las artes, la filosofía y el intelecto, emprenden la búsqueda de un elemento ruso que pueda erigirse en el modelo de la nacionalidad de ese territorio tan dilatado. Algo que hermane al hombre ruso y lo presente, virtuoso o maligno, pero único, ante Asia y Europa.

Alexandr Pushkin (1799-1837), Nicolai Gogol (1809-1852), Iván Turgenev (1818-1883), Fiodr Dostoievsky (1821-1881), Lev Tolstoi (1828-1910) y Anton Chejov (1860-1904), enumerados cronológicamente, son las figuras determinantes del periodo literario más rico de Rusia y uno de los más luminosos de la literatura universal. Es curiosos que se hayan dado tantos nombres destacados en un periodo muy breve, que podríamos situar caprichosamente entre la epístola Al amigo poeta de 1814 (primer texto publicado por Pushkin) y Hadji Murat de 1912 (novela póstuma de Tolstoi).

Estos autores provenían de formaciones religiosas y culturales diferentes. Sus posiciones sociales e intereses políticos también eran muy variados. Pero en todos se dio una preocupación por lo ruso. Y en cierta forma se vieron imbuidos de un mandato, una verdadera carga moral, de ser el profeta nacional.


Fiódor Dostoievski, Antón Chéjov y Lev Tolstói

Los temas

La literatura rusa del siglo XIX crea la imagen pre soviética y que perdura aún hoy en el imaginario popular. Literariamente esa Rusia es una gran estepa poblada por siervos de la gleba y amos terribles. Un territorio inhóspito atravesado por jinetes cosacos. Es una tierra de clima duro, cruel; de nevadas copiosas.

Las obras literarias, en todos sus géneros, están pobladas de muchachos idealistas, de jovencitas de corazón puro (siendo el arquetipo, sin dudas, Lisa la protagonista de Nido de hidalgos -1859- de Turgeniev), de mujeres de pañuelo en la cabeza que se inclinan a la luz de las velas de los íconos. También es frecuente encontrar a padres de familia despóticos que, de alguna forma, replican la autocracia del zar. La pobreza de los campesinos, la arrogancia de los señores, el alcoholismo de los hombres y la resignación de las mujeres.

Pero no todo es un entorno rural. En las ciudades los matrimonios burgueses buscan mejorar su posición social; los generales, ministros y príncipes intrigan o buscan empresas heroicas, mientras son observados con envidia por grises empleados públicos. Las grandes damas y princesas pueden ser caprichosas o románticas. En las buhardillas encontramos jóvenes artistas y soñadores. Y, también, el flagelo del alcoholismo.

Lo moral

El tema resulta particularmente frecuente. Ya sea como una crítica a las supersticiones campesinas que los nobles aprovechan para presentarse como portadores de la autoridad Divina (por ejemplo en la novela breve Los campesinos -1897- de Chejov) o, por el contrario, como el elemento de pureza aún entre los despojos de la pobreza o de salvaguarda contra las tentaciones de los grandes centros urbanos.


Gogol y Tolstoi son, tal vez, los que llevaron la cuestión religiosa y moral como un peregrinaje artístico y esencial de sus vidas. Son representativos textos como Almas muertas (1842) de Gogol o El reino de Dios está en vosotros (1894), en la que Tolstoi expone los fundamentos del movimiento fundado por él (una suerte de anarquismo cristiano y pacifista).

Pero también Dostoievsky buscará los elementos morales de la vida humana. El propio autor era un enamorado de la imagen de Cristo, pero su fe era menguante y contradictoria. Y esos dilemas atraviesan a sus personajes. La culpa, los vicios, el mal siempre están presentes. La bondad y el amor se convierten en alimentos que llegan tan tarde que sus delicias ya no pueden ser saboreadas por los protagonistas de las obras de este autor. En El jugador (1866), vemos los estragos de una amante que rechaza el amor y de ruletas que dejan en la calle. En Noches blancas (1848), su primera novela, acompañamos al hombre alienado en una gran ciudad que no puede acceder plenamente al contacto humano. Sin dudas Crimen y castigo (1866-1877), su obra cumbre, lleva sus inquietudes morales y sociales a la máxima expresión.

Dos mundos

Casi toda la literatura rusa, así como su vida política y social, transcurre bajo la sombra de dos ciudades: Moscú y San Petersburgo. La primera es la ciudad enclavada en el corazón de Asia, de cúpulas de cebollas, edificios bajos y militares. Es la esencia de un mundo de antiguas tradiciones, una severa autoridad cristiana ortodoxa y que mira hacia el lado de la tierra, del campo, de los ríos, de la estepa, de los bosques, de los hielos eternos de Siberia. Hacia ella miran los siervos y los señores feudales. En sus tierras sobreviven con sus dramas solitarios las tres hermanas que protagonizan la obra homónima (1901) de Chejov.

En contraposición, está la esplendorosa San Petersburgo: una ciudad producto de la visión de un zar y construida para vencer las inclemencias del territorio. Es una ciudad europea, que mira hacia el mundo de la revolución industrial, de la banca, de las artes. Por sus avenidas señoriales se pasean los príncipes esquivando mendigos congelados, los jóvenes artistas traen libros que contravienen las prohibiciones de los zares y el idioma francés resulta tan natural como el ruso. Un frívolo del Romanticismo como el protagonista de Evgeni Oneguin (1823-1831) de Pushkin y un artista que se vende y es atormentado por una presencia maligna, como el de El retrato (1835) de Gogol, se codean por sus calles.


El alma rusa

Ciertamente no es una cuestión resuelta. Estos autores lograron escribir grandes clásicos de la literatura universal, creando historias desde lo particular de su tierra. Todos ellos, logran presentar atisbos de ese misterio esencial, pero no lo agotan. En ellos se patentiza la polaridad entre ser una nación europea o asiática.


Imagen | Foreign Affairs

La Rusia de hoy, que invade Europa y se apoya en el Asia dominada por China, presenta las mismas dicotomías identitarias irresueltas. Vladimir Putin, sabe sacar provecho de esta cuestión. Su pie en Europa le permite beneficiarse de las bondades económicas del mundo occidental, con su séquito de los llamados “oligarcas”, sus jóvenes vulgares y ruidosos que se pavonean en autos caros y ropa de diseñador, como una suerte de símbolo burlesco del progreso material de su economía. Su otro apoyo, lo asiático, le permite apelar a lo nacionalista, a la Madre Rusia, a lo bucólico y de apariencia emocionalmente autóctono, reviviendo tradiciones cosacas y manipulando a la Iglesia Ortodoxa Rusa.

Rusia hoy, se encuentra en la misma encrucijada que sus grandes autores crearon en la literatura. Pueden cabalgar con Taras Bulba como en la novela histórica de Gogol (1835) y enfervorizar un nacionalismo romántico pero atroz o pueden enfrentarse a los salvajes cosacos como el joven Piotr Andréyevich Griniov en La hija del capitán (1836) de Pushkin, y así salvar mucho más que la propia vida.

Tal vez lo importante no sea la búsqueda de una identidad arquetípica e inmóvil a la que someterse, sino abrazar al mundo con sus posibilidades infinitas. Y no sería algo solo recomendado para los rusos.


Juan Francisco Baroffio (Buenos Aires, Argentina) Escritor, historiador, ensayista y bibliófilo. Director de Ulrica Revista.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: