Saltar al contenido

Maquiavelo: el arte de gobernar

Por Agustina Miranda Giordano

A lo largo de los siglos, mucho es lo que se ha dicho, escrito y -con frecuencia- malinterpretado sobre el perspicaz pensamiento de Nicolás Maquiavelo. Pero, ¿Qué en qué consistía realmente su pensamiento?

Ilustración | Ana Paula Durán

La caracterización con la que se lo suele vincular comenzó mientras el florentino vivía. Conocido por ser, en palabras del historiador Guicciardini, un hombre que siempre fue “extravagante respecto de la opinión común, e inventor de cosas nuevas e insólitas”.

La novedad que postula está asociada, fundamentalmente, al alejamiento de los lugares comunes, de los caminos trillados recorridos por la tradición del pensamiento político clásico y medieval. La nueva mirada que vislumbra a un príncipe “nuevo” se da a partir de un extrañamiento y de un posar la vista sobre temas aún no revelados. Estas ideas novedosas se dan en un contexto general en el que el viejo mundo se está derrumbando. Italia y, particularmente, Florencia son el escenario de una “civilización tan deslumbrante como decadente y precaria; tan sofisticada como generadora de servidumbre”.

El contexto histórico-político en el que vivió y desarrolló su pensamiento está impregnado del momento singular que vive Florencia e Italia de su época: una profunda crisis de las repúblicas y Estados italianos que, a partir de 1494, hacen de Italia el centro de luchas por la hegemonía europea entre España y Francia. Situaciones que, en gran medida, determinan los derroteros del pensamiento de Maquiavelo y que vemos reflejados, por ejemplo, en la famosa exhortación a liberar a Italia del bárbaro dominio con el que concluye El príncipe.

Y es que especialmente nos interesa esta obra. Con El príncipe (1513) Maquiavelo abre un camino que todavía no ha sido recorrido. Su caracterización del principado y del príncipe nuevo da comienzo a una novedosa forma de reflexionar y teorizar el pensamiento político. Este escrito presenta varios temas, de entre ellos hay dos temas centrales que son, por un lado, la clasificación de principados: cómo se adquieren, cómo se mantienen y por qué se pierden. Y, por otro lado, particularmente, se dirige a los príncipes y brinda consejos para su desempeño.


Este nuevo modo de pensar tiene que ver con la lectura del pasado, la referencia al dato histórico como elementos que contribuyen a iluminar y clarificar el presente y sus problemas: Historia Magistra vitae. La historia como “maestra de la vida”, expresión latina utilizada por Cicerón, en ella contenida la idea de que el estudio del pasado es una lección para comprender el presente y el futuro.

En este sentido, el pensador florentino se aboca al estudio de la política tal y “como es” y no “como debe ser”. Se trata de una polaridad entre la realidad y las apariencias que aparece quebrada, escindida. Hay una nueva lógica en su pensamiento que tiene que ver con la supervivencia y la realidad efectiva del Estado que conduce a Maquiavelo a pensar lo político desde una lógica de la eficacia, un realismo crudo y sin adornos.

“Muchos son los que se han imaginado repúblicas y principados que nadie ha visto ni conocido jamás realmente, y está tan lejos el cómo se vive del cómo se debería vivir, que quien renuncie a lo que se hace en aras a lo que se debería, aprende más sobre su ruina que su conservación”

El Príncipe (Capítulo XV), Nicolás Maquiavelo.

El arte de gobernar, como “arte”, implica una articulación entre el dominio técnico, pragmático y teórico que se plasma en las acciones de gobierno, en instituciones políticas y discursos. En este sentido, varios son los consejos que expresa Maquiavelo.

En primer lugar, sobre las cualidades del príncipe, Maquiavelo indica que este no debe apartar su cabeza del adiestramiento militar y en la paz debe ejercitarse aún más que en la guerra. De forma que cuando cambie la fortuna, encuentre disposición para afrontarla. Un príncipe que se quiera mantener en el poder necesita aprender a no ser bueno, hacer uso, o no, de esa bondad, dependiendo de las necesidades.

Asimismo, resulta óptimo que un príncipe reúna buenas características como ser compasivo, leal, valeroso, íntegro, pero esto es imposible dada las “condiciones humanas”. Por ello necesita ser prudente para evitar incurrir en los vicios que lo privarían del estado. El príncipe debe ser percibido en sus acciones por su nobleza, coraje, fortaleza y mantener compostura para no ser engañado ni embaucado ya que con esta imagen adquiere reputación. Entre simulaciones y apariencias, algunos vicios son necesarios para conservar el estado, de modo que parecerá virtud aquello que constituirá su ruina, y lo que parece vicio le proporcionará seguridad y bienestar.


Fundamentalmente, el príncipe debe guardarse de ser considerado con desprecio y  odio. Todo príncipe debe desear que se le tenga por compasivo y no por cruel, pero no hay que hacer mal uso de la compasión. Tampoco debe preocuparse de que se le tilde de cruel por mantener unidos y leales a los súbditos, con pocos castigos ejemplares será más compasivo que por excesiva compasión.

Aquí surge un dilema ¿es mejor ser amado que temido o al contrario? Lo mejor sería una y otra cosa al mismo tiempo, pero es difícil de conciliarlas, por lo que es más seguro ser temido que amado. Dado que los hombres son “ingratos, volubles, falsos, cobardes, codiciosos”. Mientras son tratados bien se muestran disponibles, pero, llegado el momento de necesidad, se voltean y dan la espalda. Por lo que Maquiavelo pone el acento en el vínculo del temor, el cual se mantiene gracias al miedo al castigo el cual no se va nunca.  El príncipe debe hacerse temer, de modo que, si no obtiene amor, consiga rehuir el odio, pues hay compatibilidad entre el ser temido y no ser odiado.

“Los hombres aman por voluntad propia, temen por voluntad del príncipe, un príncipe prudente debe fundarse en lo que es suyo y no en lo que es de otros”

El Príncipe (Capítulo XIX), Nicolás Maquiavelo.

Para mantener el estado a veces hay que obrar contra la lealtad, la compasión, la humanidad, la religión. El príncipe necesita de un ánimo dispuesto a cambiar conforme con las mutaciones del destino. Pues tiene que “no alejarse del bien, pero saber entrar en el mal de necesitarlo”. Asimismo, es menester saber disfrazar la naturaleza, ser un simulador y disimulador ya que el que engaña siempre encontrará a quien se deje engañar: “Todos ven lo que pareces, pocos tocan lo que eres”.

¿Qué conviene a un príncipe para ser estimado? Nada proporciona a este tanta estima como las grandes empresas y el dar de sí ejemplos singulares. No existen las opciones seguras, nunca. El orden de las cosas trae siempre consigo otro problema, y es por eso que la prudencia consistente en saber conocer la naturaleza de los inconvenientes, lo que permite discernir sobre lo conveniente. Asimismo, debe entretener al pueblo en las épocas convenientes con fiestas y espectáculos, conservando intacta su magnificencia y dignidad.


Ilustración: Paul Windle.

Resulta un asunto primordial la elección de los ministros del príncipe, estos son buenos o malos según la prudencia del príncipe. De ahí que la imagen que nos formamos sea a partir del examen de los hombres que tiene a su alrededor: es sabio si está rodeado de gente competente y fiel, o no lo es si ha tenido mal juicio sobre la designación de ellos, pues su primer error fue elegirlos.

Siguiendo el hilo de sugerencias que propone el florentino, señala que prospera quien armoniza su modo de proceder con la condición de los tiempos. Decae quien entra en contradicción con su tiempo: “si los tiempos y las cosas cambian, se viene abajo porque no cambia su modo de actuar”

“Nada impide que los hombres, en tiempos de bonanza, puedan tomar precauciones, o con diques o con márgenes, de manera que en crecidas posteriores o bien siguieran por un canal o bien su ímpetu no fuera ya ni tan desenfrenado ni tan peligroso. Lo mismo ocurre con la fortuna que demuestra su fuerza allí donde no hay una virtud preparada capaz de resistírsele; y así dirige sus ímpetus hacia donde sabe que no se han hecho ni márgenes ni diques que puedan contenerla.”

El Príncipe (Capítulo XXV), Nicolás Maquiavelo.

A lo largo de los años estas enseñanzas se mantienen vigentes de modo sorprendente, como también es llamativa la frecuente malinterpretación que ha habido sobre el pensamiento de Maquiavelo, la cual podemos ver reflejada en el uso peyorativo del término “maquiavélico”. Por el contrario, podemos ver que Maquiavelo demuestra una asombrosa conciencia sobre el mal moral, lo que significa que distingue claramente entre el mal y el bien y sabe cómo usarlo de acuerdo con las situaciones que se le presentan.

Este proceder en ocasiones va en consonancia con la moral tradicional de su tiempo, la cristiana, y en otras ocasiones no. Ahora bien, situándonos en nuestro complejo presente ¿Qué enseñanzas nos dejan sus pensamientos?


Agustina Miranda Giordano (Argentina): estudiante de Profesorado de grado universitario y Licenciatura en Filosofía, Universidad Nacional de Cuyo.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: