Una reflexión sobre los derechos humanos
Por Arturo Martínez Bautista
Las luchas políticas, económicas, sociales y culturales aún siguen vigentes. Aveces olvidamos que estamos inmersos en un complejo y dinámico sistema de relaciones, que somos parte de un proceso continuo.

Hablar de los derechos humanos como resultado de las luchas implica decir que cuentan con un componente de disputa, las relaciones humanas pueden ser de dos tipos: o bien se trata de relaciones de cooperación o bien de conflicto.
¿Qué relaciones dan forma a los Derechos Humanos?
Si miramos hacia atrás en la historia y partimos de las revoluciones liberales sí, estas suponen una lucha contra los privilegios políticos, económicos y sociales del Antiguo Régimen, la burguesía como clase en auge económico reclamó su papel en las distintas organizaciones que componen los Estados.
Un primer paso fue la creación de los Parlamentos, que se traslada en la consecución del derecho político, siendo al principio muy limitado ligado a la renta ya que se consideraba que aquellos que disponen de riqueza son los mayores interesados en los asuntos públicos, posteriormente hemos asistido al paso del sufragio censitario al universal masculino, no se trata de un proceso fácil, no podemos decir que no es resultado de luchas políticas y económicas puesto que ha sido derramada mucha sangre para conseguirlo.
Hoy vemos el resultado de dichas luchas en el artículo 21 de la DUDH en el que se reconoce el derecho a la participación en los asuntos públicos directamente o a través de representantes.
A través de una democracia directa o a través de una representativa, también se sostiene que la voluntad del pueblo es la base de la autoridad de todo poder público y que queda recogida a través del ejercicio del voto. Así, el derecho político queda garantizado por el sistema democrático, ergo, es el mejor para garantizar el derecho de participación en los asuntos públicos.

Si colocamos a este a través del entendimiento de los derechos humanos como resultado de un proceso, estamos situándonos en un proyecto emancipatorio, donde el concepto de emancipación disfruta de una gran tradición filosófica por lo que se trata de un concepto muy explorado por distintas escuelas de pensamiento.
Grosso modo emanciparse es volar del nido de aquellos que te tutelan, en nuestro caso supone la independencia respecto de nuestros progenitores y una iniciación en la libertad y la autonomía.
Respecto a la política emanciparse implica dotarse de autonomía política para participar del gobierno colectivo de los intereses públicos de la Res-pública puesto que se es ciudadano, participar en el gobierno de lo público supone autogobernarse. El proceso de emancipación en definitiva, pasa por la consecución de los derechos políticos, de la mano del derecho a la participación política recogido en el artículo 21 tenemos el derecho de asociación en el artículo 20, ambos derechos son inseparables puesto que la reunión y asociación política es una condición para la protección de intereses políticos, gracias a ese es posible la existencia de partidos políticos que garantizan un principio democrático esencial: la pluralidad política, con todo ello asumimos que hay control de poder, por lo tanto, el reconocimiento de este derecho implica una limitación del ejercicio del poder.
Pero, ¿ha habido únicamente relación de conflicto en el establecimiento de dichos derechos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos?
La Declaración Universal de los Derechos Humanos nace como proyecto fruto de la voluntad de los países de unirse con la aspiración de acabar con la barbarie a la que asistió la humanidad que culminó con la Segunda Guerra Mundial, no se trata de un tipo puro de conflicto, sino que se trata de una cuestión mixta entre cooperación y conflicto. Los países que han ratificado la DUDH tienen voluntad de cooperar en la protección de los derechos humanos, pero no vale únicamente con la positivación de dicha voluntad de cooperación, así como no vale únicamente la positivación del resultado de la lucha social en la consecución de derechos.
Dice Jean-Jacques Rousseau en ‘’El Contrato Social’’ que para que el fuerte mantenga su poder ha de convertir su fuerza en derecho convirtiendo así la obediencia en un deber, la positivación de dichas luchas ha sido constitutiva para la consecución de la protección de los derechos humanos. Pero como hemos dicho anteriormente, ha de ir acompañada con una fundamentación moral para que dicha obediencia se convierta en un deber.
Esta última no puede estar regida únicamente por cuestiones instrumentales o religiosas, si bien contribuyen a la aceptación de los derechos humanos a través del diálogo religioso en aquellos sistemas políticos que no son democráticos, como lo puede ser una teocracia, no nos sirve como fundamento, sino que se trata de una cuestión vehicular y parcial en la universalización de la protección de los derechos humanos. Para que haya universalidad debe haber en un primer lugar una fundamentación racional, puesto que debe ir más allá de condiciones particulares y aspirar a lo que la humanidad puede llegar a ser.
Como señala Edmund Burke, la positivación de un derecho en una Carta o Constitución no implica su realización material, para que exista el derecho deben existir garantías. Estamos asistiendo a la materialización de la extensión del sufragio universal, quiere decir, con la inclusión de la participación política de las mujeres.

El reconocimiento de dicho derecho a la participación política de las mujeres tuvo su proceso durante el siglo XX a varias velocidades a lo ancho del globo, hoy sigue habiendo países en los que la participación política femenina no es una realidad y en las democracias occidentales la materialización de dichos derechos continúa.
Como hemos recogido al principio de esta reflexión, entender los derechos humanos como resultado de la lucha por los derechos políticos, económicos, sociales y culturales implica que ha sido un proceso y que como tal, sigue siendo un proceso, puesto que el destino del ser humano está anclado a su incardinamiento y recorrido en la historia.
Arturo Martínez Bautista (México): estudiante de Relaciones Internacionales, Universidad Tecnológica de México
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