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Puertas abiertas, mentes sensatas

El COVID-19 es uno de los mayores desafíos globales en la historia moderna y todas las naciones están lidiando con sus impactos. Aún con las miles de muertes y dificultades económicas, académicas y humanitarias, parece incomprensible que algunos líderes no volteen a ver al resto, especialmente a los más indefensos y vulnerables del mundo. 

En todo el mundo, 19,5 millones de personas se han visto obligadas a buscar refugio fuera de su país. 

Durante las crisis sanitaria global, la mayor parte de los refugiados han perdido el acceso a los medios esenciales para sobrevivir; se han visto empujados al borde de la miseria. Muchos se han visto obligados a regresar al país del que huyeron a través de la deportación o debido a la falta de opciones en su país de acogida. En general, el reasentamiento y otras vías migratorias se han vuelto cada vez más limitadas durante la pandemia. 

El reasentamiento consiste en el traslado de personas refugiadas de un país de acogida a otro Estado que convino recibirlas y, en última instancia, otorgarles residencia permanente.

ACNUR

En un momento en que los refugiados necesitan la solidaridad de la comunidad internacional, países como Australia y Estados Unidos han reducido el número de asilados a los que se les permite reasentarse durante 2021. Preocupa que se convierta en un modelo progresivo, en el cual con el pasar de los años se acepten cada vez menos solicitudes. En la actualidad, Australia redujo su programa de reasentamiento en casi un 30 por ciento, el país permitirá la entrada de un máximo de 13.750 personas. En los Estados Unidos, el límite se redujo drásticamente a solo 15.000 personas, esto es un mínimo histórico, ya que en el 2016 se permitieron más del triple de solicitudes conforme a los números actuales.

En el pasado ambos países han desempeñado un papel muy importante en ayudar a los refugiados a reasentarse: Australia a través de programas de integración y de contribuciones que les han permitido integrarse lo más pronto posible. Por otra parte, Estados Unidos a dado la bienvenida tradicionalmente a la mayor parte de los acogidos reasentados del mundo, al menos en términos absolutos. El papel histórico de estos dos países no debería verse opacado con el pasar de los años. La pandemia no es excusa para cerrar la puerta. Los países con menos recursos siguen albergando a la gran mayoría de los asilados del mundo. Dejándonos claro que los estados con una mejor economía pueden hacer más para ayudar a aliviar la carga de estas naciones. 

Una tradición de apoyo a los refugiados 

En muchos sentidos, Australia ha establecido el estándar más alto en lo que respecta al asentamiento de refugiados. Durante décadas este país ha acogido a miles de asilados cada año, ofreciéndoles un espacio seguro y proporcionándoles los recursos para prosperar, un apoyo importante como programas de idiomas gratuitos y acceso a servicios de salud y empleo que pueden ayudar a los recién llegados a integrarse. 

Al mismo tiempo se ha convertido indiscutiblemente en una nación más rica gracias al reasentamiento de acogidos, con una fuerza laboral más fuerte, más diversa e incluso ha escalado puestos en el Índice Global de Innovación, convirtiéndolo en uno de los pocos países que busca la creación de vínculos entre el refugiado y el país de origen. Permitiéndonos ver que se ha convertido en un lugar mejor gracias a las contribuciones de sus comunidades de la diáspora afgana, vietnamita y palestina, por entre otras.

Al mismo tiempo se ha convertido indiscutiblemente en una nación más rica gracias al reasentamiento de acogidos, con una fuerza laboral más fuerte, más diversa e incluso ha escalado puestos en el Índice Global de Innovación, convirtiéndolo en uno de los pocos países que busca la creación de vínculos entre el refugiado y el país de origen. Permitiéndonos ver que se ha convertido en un lugar mejor gracias a las contribuciones de sus comunidades de la diáspora afgana, vietnamita y palestina, por entre otras.

Sin embargo todos estos esfuerzos pueden verse opacados al reducir el número de reasentamientos, países como Australia y Estados Unidos están adoptando un enfoque ciego para la protección de los asilados. En cambio, han optado por seguir una política simple; poner a sus propios ciudadanos en primer lugar. En primera instancia puede sonar lógico en un gobierno que en una crisis global no se incluya a nadie que no comparta su nacionalidad. Pero este es un error, no solo porque se está dejando a su suerte a cientos de miles de personas vulnerables, sino porque también al excluir a los refugiados, Australia y EE.UU. cierran sus puertas a la oportunidad de dar la bienvenida a una nueva generación de personas que estén listas para ayudar a reconstruir sus economías y recuperarse de la catástrofe tras la pandemia.

Necesidades crecientes

Las necesidades de los refugiados siempre han sido inmensas, pero la pandemia las ha acentuado. Se estima que hay 26 millones de asilados en todo el mundo. Muchos han vivido en el exilio durante décadas y a veces no se toma en consideración que los acogidos han llegado a pasar más de 20 años en promedio en desplazamiento sin un lugar definido ni seguro. Este número con los años sigue aumentando según una investigación del Banco Mundial.

Como resultado, un número significativo de personas está naciendo en situaciones tan vulnerables que no conocerán otra vida más que la de un asilado. La mayoría que se contabiliza en millones languidecen en países como Pakistán, Irán y Turquía; algunos llevan más de 40 años fuera de su país. En Pakistán por ejemplo, hay actualmente más de 1,4 millones de refugiados registrados de Afganistán y otros 500.000 no registrados. Es poco realista e injusto que países que se mantienen en vías de desarrollo como Pakistán puedan brindarle alojo y apoyo inmediato a todos. Pero también es insostenible sugerirles e incluso, en algunos casos obligar, a los asilados que regresen a su país de origen, especialmente cuando países como Afganistán todavía están sumidos en problemas graves para la administración de vacunas, eso sin olvidar la inseguridad que se ha convertido en una constante.

El reasentamiento en los llamados «terceros países» como Australia y los EE.UU. representa solo una fracción de las necesidades totales de los acogidos; es una opción disponible solo para un grupo muy reducido de personas altamente vulnerables. Pero el reasentamiento sigue siendo una herramienta crucial que puede llegar a brindar a algunas personas acceso a seguridad a largo plazo.

 El enfoque canadiense 

Algunos países están avanzando en una dirección positiva. El plan de inmigración de Canadá para los próximos tres años por ejemplo, describe un modesto aumento en el reasentamiento de asilados, con un número objetivo que aumentará de 23.500 este año a 25.000 en 2023. Y aunque el número no sea inmenso, ese compromiso es significativo: mientras las fronteras se cierran en gran parte del mundo, Canadá continúa apoyando a las personas que necesitan protección desesperadamente.

Esto pone de relieve un hecho importante: cerrar la puerta a los asilados no es la opción, nunca debe serla. En cambio, las naciones más desarrolladas pueden elegir la apertura y la generosidad. Canadá ha reconocido la importante contribución que los refugiados hacen a su país en lugar de excluirlos por temor a que sean una carga. Los asilados son un activo, ya sea como trabajadores de primera línea o como contribuyentes al tejido económico y social de la sociedad. 

«La gente muere mientras los gobiernos gastan miles de millones en controlar las fronteras. Deben garantizar urgentemente todos los fondos necesarios para mitigar las crisis de personas refugiadas del mundo«.

Amnistía Internacional

La reubicación nunca será la solución milagrosa para resolver el desplazamiento, pero proporciona un salvavidas vital para un pequeño número de refugiados. La ampliación de los programas también será un símbolo de solidaridad para los estados que acogen a millones de asilados. El acto de reasentar reconoce e intenta aliviar la presión sobre los recursos, la infraestructura y la cohesión social. 

«A aquellos que huyen de la persecución, del terror y la guerra, los canadienses les damos la bienvenida, independientemente de su religión. La diversidad es nuestra fortaleza. Bienvenidos a Canadá». Justin Trudeau

Sin duda el COVID-19 presenta graves riesgos para la salud pública y la prosperidad económica. Pero estos desafíos no deben utilizarse como justificación para exprimir los programas de reasentamiento y alejarse de las obligaciones de compartir la responsabilidad. 

El desplazamiento continúa a pesar de la pandemia, los conflictos en Etiopía o las agitaciones en curso en Afganistán son la evidencia más clara. La responsabilidad recae en países como Australia y Estados Unidos para revertir su trayectoria actual. En vez de reducir el número de reinserciones, deberían volver a sus posiciones como líderes mundiales en este ámbito. Los problemas de salud y los trastornos económicos no tienen por qué resultar en fronteras y mentes cerradas. 


Emilio Cruz López (México): Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad Iberoamericana.

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