Larga vida a la Ley Fundamental de Alemania
El 8 de mayo de 1945, días después del suicidio de Hitler, las tropas alemanas se obligaban a capitular ante los Aliados tras la firma de la “Rendición Incondicional”, poniendo fin a una de las etapas más tenebrosas de la humanidad. Alemania quedaba, una vez más, destruida, desmantelada y dividida. Cuatro años después, el 8 de mayo de 1949, se aprobaba en la ciudad de Bonn la Ley Fundamental. En un principio esta no fue pensada como una constitución por encontrarse los territorios alemanes bajo ocupación aliada, habiéndose limitado la facultad de los teutones de darse su propio cuerpo legislativo. Cabe preguntarse entonces, si se trataba de un cuerpo provisorio ¿por qué fue y es tan importante?

Primero que nada para entender el cambio de paradigma que significó su implementación, tenemos que entender los precedentes de la misma. En 1919, luego de la derrota sufrida en la Gran Guerra, la República de Weimar promulgó una nueva constitución. En dicho texto se sentaron las bases del denominado “constitucionalismo social” donde se empezaba a considerar al individuo como elemento de un conjunto mucho más amplio, la sociedad. A pesar de este gran avance, el texto legal incluyó diversos mecanismos que facultaban al Canciller y al Presidente a ir contra las normas, Parlamento e incluso contra la mismísima Constitución, otorgándoles además ciertos poderes de limitación de las libertades del individuo.
El segundo factor que antecede a esta normativa es la asunción al poder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Partido Nazi) y, principalmente, con dos acontecimientos determinados: el primero fue el oportunísimo en el incendio del Reichstag, lo que llevó a Hitler a extorsionar a Paul von Hindeburg (Presidente en aquel entonces) para que promulgara una seria restricción de los derechos civiles con el fin de “limitar el actuar comunista”. El segundo acontecimiento fue la Ley Habilitante de 1933 o “Ley para el remedio del pueblo y del Reich” donde, amparados por la mismísima Constitución, se atribuían facultades cuasi dictatoriales al Canciller, poniéndole fin a la República de Weimar y a su Carta Magna. Dichas circunstancias facilitaron que durante los próximos 12 años en el país no se respetara ningún tipo de derecho individual o colectivo, que se suprimieran los partidos políticos, se eliminara la libertad de expresión y se cometieran las más viles atrocidades, flagelando la integridad humana como no se había visto hasta ese entonces.

Tras esta espantosa experiencia fue que las autoridades alemanas de los territorios bajo el poder de los Aliados Occidentales (EEUU, Francia y Reino Unido) propusieron poner en marcha una nueva legislación para asentar las bases de un país reconstruido. Si bien podían dictar un Constitución propiamente dicha, el parlamento alemán de la “Trizona” se las apañó para concretar una normativa que cumpliera una función similar, siendo esta aprobada el 8 de mayo, aceptada por los aliados occidentales el 12 del mismo mes y promulgada una semana más tarde.
Originalmente, desde el 23 de mayo de 1949, la Ley Fundamental tenía jurisdicción en los territorios que acababan de convertirse en Alemania Occidental. Aquellos estados federales al este de la frontera no estaban contemplados de iure dentro de la República Federal de Alemania (RFA) y no lo estarían hasta la reunificación en 1990. A pesar de esto, la Alemania Oriental nunca fue reconocida como un estado legítimo internacionalmente por la RFA, aislándola incluso entre los años 1955 y 1966 con la implementación de la Doctrina Hallstein (similar a la “Una sola China”), asentándose su política exterior en el derecho exclusivo de representar internacionalmente al Estado, suceder al antiguo régimen alemán y reivindicar el ejercicio de la soberanía sobre los territorios alemanes previos a 1937.
¿Qué cambió?
El objetivo primordial que tuvieron en vista los “constituyentes” de Bonn fue reconocer los errores y horrores del pasado y, por consiguiente, plasmar las enseñanzas que surgieron de tan atroces experiencias en un cuerpo único e inviolable.

Uno de los ejes que se plantearon a la hora de redactarla fue el reconocimiento de la persona humana y sus derechos fundamentales, como lo es el derecho a la vida, a la libertad de expresión, de prensa y religiosa, que habían sido violados sistemáticamente durante las dos décadas anteriores. Además de esto, se incluyó un mecanismo por demás novedoso con origen en los errores de 1919; se aplicó una cláusula de “rigidez” a la primera parte de la norma (donde se reconocen los derechos básicos), haciendo que bajo ninguna circunstancia se puedan dejar sin efecto aquellos principios rectores. Otro principio adelantado a su época fue la igualdad innegable entre el hombre y la mujer, y la constante búsqueda de la misma. Adicionalmente a estos ejes, se planteó la cuestión de la libertad y seguridad como elementos que deben coexistir en completa armonía y equilibrio, siguiendo los ideales de Occidente y tratando de ignorar de forma categórica a la organización estatal de sus vecinos del este, situados bajo el velo comunista. Dichos principios establecen las bases claras de un Estado democrático de derecho, pero también de un orden social y económico justo y equitativo.
Asimismo, en la búsqueda de proteger al individuo y a la sociedad, se limitó de forma categórica la función del Presidente, quedando su figura relegada a un plano meramente protocolar como lo son —en su mayoría— actualmente los estados que se apegan al sistema parlamentario. Otro cambio importante para disminuir la influencia de Berlín en el resto del territorio fue la consagración de los Länder (Estados federados) como sujetos federales con una libertad sin precedentes, constituyéndose como una de las entidades o regiones más autónomas que existen en el mundo a día de hoy. Esto ya se encontraba plasmado en la Constitución de 1919 pero como una figura que seguía siendo relegada a una autoridad nacional única.

Vigencia
Hablar de esta obra legislativa es hablar de vigencia y es que, a más de 70 años de su promulgación y contra todo pronóstico, la Carta Magna sigue estando presente y regulando la vida de los más de 80 millones de alemanes. Durar casi tres cuartos de siglo con plena vigencia es un mérito que hay que distinguirle a los redactores de este cuerpo legal, pero dicho reconocimiento no se construye solo. Sería una locura pensar que en tanto tiempo no se le realizaron “rotoques” o modificaciones, pero estas fueron un tanto distintas a la que sufrieron sus pares de otros Estados. A diferencia de las constituciones de diferentes países latinoamericanos, o incluso europeos, estos cambios no se dieron como consecuencia de una crisis constitucional, social, política o económica, sino que surgieron para no atrasarse en materia de derechos y legislación, por lo que podríamos decir que en realidad no se la ha modificado, sino que el paso de los años la ha embellecido, mejorándola pero bajo ningún concepto cambiar lo que es, lo que dice o lo que significa.
Las principales transformaciones que se le han realizado en estos más de 70 años fueron la reincorporación del Servicio Militar Obligatorio, la creación de las Fuerzas Armadas y la adhesión de la llamada “Ley de Emergencia” (que causó un profundo descontento en la sociedad, recordando la Ley Habilitante de 1933). Pero sin duda alguna la modificación más relevante que ha sufrido hasta la fecha fue la incorporación a la jurisdicción de la Ley en 1990 de los cinco Estados Federales orientales, culminando así de forma legal el proceso de reunificación.
De la temporalidad a la reputación y orgullo
Si hay algo por lo que se le reconoce gran mérito es por haber sentado las bases de un país que había sido destruido hasta los cimientos tanto política como económica y socialmente. Una Carta Magna gestada y establecida como una simple norma en medio de la incertidumbre y el caos total, en un país dividido y ocupado, que supo convertirse en la Constitución que regiría al Estado, la sociedad, la economía y la política alemana durante los próximos 70 años.
La letra de la misma supo adaptarse a los bruscos y constantes cambios del Siglo XX y, mientras otras naciones sufrían inestabilidad y crisis por el contexto mundial que se vivía, pudo mantenerse vigente incluso en tiempos convulsionados como lo fue la reunificación del país.
Hablar de éxito en materia legislativa y constitucional es, sin duda alguna, hacer referencia a la Ley Fundamental Alemana. A diferencia de otros países donde cambios legislativos tan profundos terminaron con crisis de legitimidad sin precedentes y pérdida de unión nacional, la Carta Magna alemana solidificó las bases de una nueva nación y comenzó el gran trabajo de volver a unir a los alemanes, tanto en lo sentimental como en lo legal.
Francisco Sánchez Giachini (Argentina): estudiante de Abogacía, Universidad de Mendoza, y columnista de Diplomacia Activa.
Categorías