¿Romperá la ONU su propio techo?
Por Desireé Gutierrez
Si dentro de los principales objetivos globales a impulsar antes del 2030 es la igualdad de género, ¿Qué tan dispuesta, después de 80 años, estará la Organización de las Naciones Unidas en poner a una mujer al frente de la Secretaría General?

Siendo hasta ahora la ONU la piedra angular del contemporáneo, es imperante que reflexionemos si tras nueve hombres en su liderazgo, este espacio para la negociación, protección y defensa de los derechos humanos y resolución pacífica de los conflictos, ha sido en realidad un actor que, si bien comprensivo y atento a las crisis y convulsiones internacionales, se ha demostrado incapaz de abandonar del todo el sistema patriarcal. Aunque en el discurso y en programas especializados se plantee como quinto objetivo de desarrollo sostenible a lograr antes del 2030, la igualdad de género en torno a la cantidad de mujeres al frente de la toma de decisiones o como parte del eje central del liderazgo dentro de sus sedes, está aún lejos de ser una realidad.
El mandato de Antonio Guterres, actual Secretario General de la ONU, está por terminar en diciembre del 2026, quien tomó posesión en enero del 2017 y fue reelecto en el 2021. Como cabeza de la organización, su gestión ha navegado en un mundo sumido en diversos conflictos, crisis humanitarias, ideologías extremistas, la pandemia COVID-19, complicaciones económicas y la actual guerra arancelaria. Independientemente de cómo vaya a ser juzgada su gestión, entendemos que estamos hablando del cargo más alto como funcionario administrativo de la ONU, tratándose de una función con el mayor grado de diplomacia, abogacía, dirección ejecutiva y portavoz de los intereses de los pueblos del mundo.
Cuando se acerque el final del mandato de Guterres, los presidentes de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad enviarán una carta conjunta para dar inicio formal al proceso de selección del próximo Secretario o Secretaria General. Luego, informarán periódicamente a todos los Estados miembro sobre los candidatos/as presentados/as, publicando sus documentos de respaldo en la página web oficial de la ONU. Los/las aspirantes deberán exponer su visión y participar en diálogos informales con los Estados Miembro en la Asamblea General, antes de que el Consejo de Seguridad inicie su deliberación.
Desde 1996, es el Consejo de Seguridad quien llega a un consenso para recomendar un único nombre a la Asamblea General, misma que mediante el voto mayoritario emite en una resolución el nombramiento oficial. Llegar a este puesto, que en los últimos años se ha determinado por períodos de cinco años, es un proceso que incluye un esfuerzo importante por parte de los Estados miembros de resistir inevitables cabildeos políticos y promoción a través de alianzas con delegaciones clave para conseguir el respaldo del Consejo de Seguridad de manera unánime.
En 2016, se presentaron siete mujeres y seis hombres como candidatos/as a Secretario/a General. Para el 2021 a pesar de que la reelección de Guterres se veía clara, hubo intenciones de postulación de diversos perfiles femeninos que no sólo levantaron la mano sino que empezaron a señalar y cuestionar por qué no se abría paso a una mujer para el puesto. Pero nada había retumbado tan fuerte para resurgir la exigencia de que debe suceder a Guterres una mujer, como lo hizo la organización GWL Voices con su brutal e histórico estudio que cuantificaba la infrarrepresentación de las mujeres dentro de los organismos internacionales, publicado durante la “semana grande” de las conferencias y comisiones dedicadas a la mujer (CSW).
Llevadas a cabo en marzo de 2025 en Nueva York, denotaron que en 54 estructuras de la ONU (incluyendo bancos internacionales y cortes de justicia) desde 1945 las mujeres solo las han dirigido en un 13% de las ocasiones. De las más de 2800 personas que han sido representantes permanentes de la ONU desde 1947, sólo el 7% han sido mujeres. Además, de los 193 Estados Miembros, 73 nunca han estado representados ante Naciones Unidas por una embajadora, y en 64 delegaciones sólo ha habido una mujer al frente en una sola ocasión. Y en pleno 2024, sólo un 21% de los embajadores permanentes de la ONU eran mujeres y 19 de las grandes organizaciones internacionales jamás han tenido una mujer en su liderazgo.
Con lo anterior como justificación legítima, GWL Voices, conformada por 75 mujeres líderes de todo el mundo que tienen como objetivo construir e impulsar un sistema internacional igualitario, presentaron la campaña #MadameSecretary, donde hacen un llamado de acción urgente para la selección de la próxima Secretaria General. ¿Qué tan descabellado suena que el próximo representante de las Naciones Unidas pueda ser una mujer y, en su caso, que sea también latinoamericana?
Mientras se hace hincapié en que no se busca hacer campaña por ninguna candidata en particular, la directora ejecutiva de GWL Voices, Maria Fernanda Espinosa hizo el comentario de que “mirando solamente en Latinoamérica hay cientos de opciones”. Que se mencione a esta región no es casualidad, ya que existen reglas no escritas en Naciones Unidas, como que el cargo de secretario general debe rotarse entre los grupos regionales, por lo que tras el africano Kofl Annan, el asiático Ban Ki-moon y el europeo Antonio Guterres, indudablemente para 2026 será el turno de América, y es que si nos basamos también en la última vez que se rumoró que la rotación apuntaba a Latinoamérica terminó en efecto en el puesto el peruano Javier Perez de Cuellar. Hasta ahora, GWL Voices asegura tener la opinión favorable de 81 países para promover a una mujer como Secretaria, pero por supuesto habrá que ir traduciendo este apoyo en nombres concretos.
Sabiendo que las candidaturas no dependen principalmente de las personas, sino de los Estados miembros que las presenten como postulantes, dentro de las mujeres con trayectorias excepcionales en materia diplomática y multilateral, que no solo empiezan a sonar sino que también ya han demostrado en años recientes intenciones de levantar la mano, está la expresidenta de Chile, Michelle Bachelet; la primera ministra de Barbados, Mia Mottley; la vicepresidenta de Costa RIca, Rebeca Grynspan; y la actual secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales de México, Alicia Bárcena. Sin duda, muchas más mujeres podrán ser mencionadas, pero si tuviéramos que apostar, se puede tener por seguro que entre estos nombres estaría una potencial Secretaria General, haciendo énfasis en Bachelet y Bárcena como punteras.

Recordando que para la elección del alto cargo administrativo de la ONU también cuenta el nivel de influencia y aprobación que necesita lograr la postulación, particularmente México podría estar muy bien posicionado, contemplando los niveles actuales de aprobación internacional que tiene la presidenta Claudia Sheinbaum y el manejo diplomático que ha llevado en su comunicación, disuasión y negociación con Donald Trump. Si bien Bachelet podrá tener el impulso de diversos mandatarios sudamericanos como Luiz Inácio “Lula” Da Silva, presidente de Brasil, la aspiración de estas mujeres por primera vez en la historia puede volverse una oportunidad real en 2026.
Ahora bien, cuando una mujer llegue al puesto más alto de este organismo, ¿verdaderamente se rompería el techo de cristal en el ámbito multilateral? Si bien el término “techo de cristal” acuñado en 1978 por la consultora laboral estadounidense, Marilyn Loden, establece que las mujeres no ascienden en el mundo laboral debido a una cultura machista que obstruye su crecimiento y no fomenta equidad de oportunidades, sería aplicable entendiendo que la #MadameSecretary estaría eliminando esa barrera, es fundamental hacer hincapié en que no serviría de nada una mujer a la cabeza si no aprovecha su puesto para buscar destruir los techos sistémicos para todas las demás, donde tenga una visión que busque reestructurar la paridad y procesos internos que prioricen las selecciones con igualdad de oportunidades para liderazgos femeninos tanto en los consejos como en los diversos organismos que emanan de la propia naciones unidas. Cuando una mujer sea Secretaria General, probablemente y como ya suele pasarle a diversas mandatarias, la lupa y escrutinio público será puntual, no solo será importante su trayectoria diplomática y posicionamientos sino también su imagen, manera de interactuar, vestimenta y temas que decida priorizar.
El liderazgo femenino ha sido en los últimos años muy estudiado por diversos politólogos y sociólogos, algunos haciendo énfasis en que muchas se moldean con rasgos “masculinos” para liderar, otros planteando que por su socialización como mujer donde siempre se le cuestionan o invalidan decisiones si no están bien fundamentadas, una mujer líder es más precavida y busca rodearse de especialistas o parámetros para el planteamiento de una decisión que sea en gran medida acertada de manera comprobable; y uno que otro de plano difiere y dice que las características de un liderazgo no parten de una razón de género, sino que emana de la personalidad y conocimientos propios de la persona.
Independientemente del gran peso que podría cargar una Secretaria General de la ONU, ante este mundo cada vez más conflictivo, extremista, polarizado y en crisis, pareciera que la única respuesta contundente, de cohesión, mediación y reforma para la supervivencia del único y máximo organismo multilateral que posee hoy el planeta es que exista congruencia entre lo que predican y practican; que haya una resignificación de lo que representan, dándose la oportunidad, por primera vez en 80 años, de tener al mando a alguien con un tipo de liderazgo nunca antes visto y que a través del mismo pueda asegurar lazos, crear nuevos canales de comunicación y que vele con otros lentes por la seguridad y paz internacional.
Desireé Gutiérrez (México): Licenciada en Relaciones Internacionales, Universidad del Valle de México campus Qro. Creadora de contenido independiente.
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