Fuego cruzado, alivio inesperado
Por Axel Olivares
Israel e Irán se enfrentan en un conflicto sin precedentes, que escala cada día hacia un escenario más incierto. Pero mientras el mundo observa con gran preocupación, hay una región que no la ve con tan malos ojos. Paradójicamente, las naciones entre medio de las dos potencias militares celebran que, por primera vez en mucho tiempo, no son el blanco.

A medida que más actores suman su pronóstico al conflicto entre Israel e Irán, más escala la tensión entre estos dos históricos enemigos. Con el pretexto de destruir el programa nuclear iraní, el ejército de Benjamín Netanyahu ha lanzado un centenar de misiles a puntos estratégicos iraníes, lo cual fue respondido de la misma forma por las milicias del ayatolá Alí Khamenei. A diferencia de las ofensivas mutuas perpetradas por ambos países en abril de 2024, esta vez tanto Israel como Irán buscan neutralizar al máximo a su contrincante.
Mientras tanto, un mundo sumamente consternado por el accionar militar de Israel sobre la franja de Gaza como también espantado por la escalada nuclear iraní, no puede no opinar al respecto. El primero, sin duda, en anticipar sus acciones ante un posible escenario más complejo, fue el presidente Donald Trump, quien comunicó este sabado por la noche que se habían llevado a cabo exitosos ataques en tres sitos de importancia para el Plan Nuclear iraní en Fordow, Natanz y Esfahan. «Ahora es tiempo para la paz», añadió en su red social.
El régimen iraní, que había despejado cualquier posibilidad de diálogo afirmando que, si Estados Unidos se involucra en el conflicto, “comienza la batalla” (como escribió en sus redes sociales Khamenei), se ve ahora envuelto en una disyuntiva sobre si devolver de modo alguno tamaño golpe o, por el contrario, permanecer a la espera y mantener en vilo a los objetivos estadounidenses en la región y el mundo.
Paralelamente, varios líderes europeos -a pesar de criticar con severidad el avance militar israelí sobre la franja de Gaza- defendieron el derecho de Israel a defenderse de los misiles iraníes, así como también consideraron una oportunidad clave para detener el programa nuclear iraní. “Este es el trabajo sucio que Israel está haciendo por todos nosotros. También somos víctimas de este régimen. Este régimen clerical ha traído muerte y destrucción al mundo», afirmó el canciller alemán Friedrich Merz durante el G7.
Por otro lado, autoridades más cercanas al régimen islámico resaltaron el derecho a la autodefensa de Irán, entre ellos el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, un acérrimo enemigo de Netanyahu. «Sobrepasó hace mucho al tirano Hitler en lo relativo al crimen de genocidio», señaló el líder de Estado turco.
Los posicionamientos, las justificaciones de los respectivos ataques y las alianzas tienen al mundo en vilo, pero, por ahora, hay un tercer grupo de actores cuya posición de espectadores los asombra tanto como los alivia. Se trata del resto de los países persas cuya población ve todas las noches iluminadas por los misiles balísticos que pasan de un extremo al otro.
Iluminando casamientos y cumpleaños, países como Jordania, Siria, Líbano o Irak disfrutan el hecho de que, por primera vez, los proyectiles no apuntan contra ellos. De hecho, entre los ciudadanos se reúnen para “ver el partido” y contemplar el intercambio de disparos.
En redes sociales, muchos usuarios suben videos de los proyectiles viajando como estrellas fugaces y celebrando que esos misiles van dirigidos por hacia los dos países que históricamente más problemas les han causado. Varios videos registran a personas bebiendo y celebrando mientras los misiles rasgan el cielo nocturno.
“Hemos pasado por 14 años de guerra, y esta es la primera vez que Siria no tiene nada que ver con ella y sólo somos espectadores”, afirmó a Associated Press Khaldoun Hallak, un ciudadano sirio de 25 años.
La poca simpatía por Israel sumada a la reputación que el país tiene desde las operaciones militares perpetradas en Gaza no han hecho más que consolidar un odio visceral hacia el Estado Hebreo. Además, el avance israelí en Líbano y Siria ha robustecido el sentimiento antiisraelí en las propias fronteras.
Por otro lado, el papel de “defensor del mundo árabe” que Irán se adjudicó ha provocado violencia e inestabilidad política por años. Teherán ha extendido sus tentáculos por sobre todos los países circundantes financiando e instalando milicias como Hezbollah en Líbano, los hutíes en Yemen, Hamas en Palestina, y otras en Irak y Siria.

Entre los países más eufóricos por este choque de titanes se encuentra Siria, el cual hace poco logró derrocar al dictador Bashar Al Assad. Su régimen no podría haber sobrevivido tanto tiempo sin la ayuda del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), el brazo armado de Irán. Con la caída de Assad, Irán perdió un aliado estratégico. Al mismo tiempo, los sirios no olvidan el hecho de que Israel lanzó ataques aéreos sobre Siria durante la misma época.
En Líbano, el alivio puede ser un poco más corto. Desde noviembre de 2024, Hezbollah ha permanecido en silencio luego de un alto al fuego con Israel. Asimismo, no han dado a entender que tienen la intención de unirse al actual conflicto. Luego de finalizar las batallas con Israel, el grupo paramilitar ha perdido gran parte de su liderazgo y de su arsenal. Sin embargo, teniendo en cuenta el estilo operativo de Israel, existe la posibilidad de que avance nuevamente sobre Líbano para eliminar al “embajador más fiel” de Irán.
Más hacia el sur, el tono es un poco más cauto. Arabia Saudita, un enemigo histórico de Irán, teme protagonizar una guerra contra su viejo rival. Siendo una de las mayores potencias dentro de los países árabes, si los saudíes se “unieran a la fiesta”, serían los primeros en apuntar por parte de Teherán.
A partir de la capacidad militar de cada contrincante, Irán se encuentra bajo un peligro sin precedentes. La inteligencia israelí ha logrado filtrarse en las operaciones iraníes, lo cual le posibilitó la localización exacta de cada central de enriquecimiento de uranio. Si a esto se le suma el posible acompañamiento militar estadounidense, Irán, quien no puede depender en su totalidad de una Rusia ocupada con su propia guerra, la República Islámica podría caer. Pero ¿qué significaría eso para el resto del territorio persa?
Ahora, Medio Oriente ve con satisfacción que los pesos pesados apunten directamente entre ellos, pero la caída de uno o el otro representaría un nuevo escenario local. Teniendo en cuenta la supremacía militar, Israel tiene mayores chances de ganar esta pulseada, pero eso no representaría mayor estabilidad para la región.
En declaraciones para medios locales, Netanyahu prometió un “Medio Oriente diferente” con la esperanza de que más países árabes se acerquen a Israel y, así, ampliar los Acuerdos de Abraham, un tratado firmado entre Israel y Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán. Al ser consultado si el derrocamiento del régimen es el principal objetivo del ejército israelí, Nethanyahu aseguró: “Lo veo desde una perspectiva histórica… Ciro liberó a los judíos, y hoy el Estado judío podría liberar a los persas”.

Si bien Israel goza de una democracia liberal relativamente impecable en comparación al país persa, cuyo gobierno está atravesado por mandatos divinos y corrupción, el Estado israelí no logra ganar la confianza de sus vecinos quienes ven cada día cómo las Fuerzas de Defensa de Israel siguen avanzando sobre Gaza y alimentando el descontento árabe.
En este sentido, ante una hipotética supremacía israelí sobre Medio Oriente, esto podría no representar estabilidad sino más bien precaución por parte de los gobiernos de la zona ante los intereses de Israel, en particular, del gobierno de Benjamín Netanyahu.
Paralelamente, el ayatolá Ali Khamenei se encuentra más en peligro que nunca de ser derrocado. Mientras todos los fusiles israelíes buscan su ubicación, Donald Trump no ocultó el hecho de que Estados Unidos sabe dónde está, lo cual podría ser cuestión de una simple reunión ejecutiva para decidir su fusilamiento. Sin embargo cabe preguntarse si la caída daría lugar a una democracia en Irán y el resto de los países atados al régimen iraní.
Lo cierto es que el régimen teocrático tiene una muy baja popularidad entre los iraníes, una población conformada por varias etnias que han atestiguado un régimen basado en el terror. A esto se le suma una oposición muy dividida. Es por eso que, en caso de que el régimen de Khamenei caiga, el país se vería sumido en un vacío de poder, pero a diferencia de otros países sin gobernanza, aquí se está hablando de un país que está cerca de adquirir la capacidad de fabricar armas nucleares.
Varios analistas coinciden en que Israel no estaría interesado en instalar un régimen propio, lo que dejaría lugar a un golpe de Estado por parte de la Guardia Revolucionaria, una situación aún más preocupante que la actual.
Desde Occidente, la prioridad es eliminar al régimen y, en particular, su programa nuclear. Sin embargo, quien más preocupación mostró al respecto fue el presidente francés Emmanuel Macron quien aseguró durante la cumbre del G7, diferenciándose de sus contrapartes, “el mayor error ahora sería buscar un cambio de régimen en Irán por medios militares porque eso conduciría al caos”. En la misma línea, recordó: “¿Alguien cree que lo que se hizo en Irak en 2003 (…) o en Libia hace una década fue una buena idea? ¡No!”.

Tanto Irak como Libia lograron salir de regímenes totalitarios gracias a la intervención militar de terceros. No obstante, la falta de un plan post-derrocamiento dio como resultado dos naciones sin rumbo.
Como resultado, Medio Oriente está teniendo un respiro que, si bien puede sonar cruel y apático, es comprensible teniendo en cuenta que ningún aspecto de su territorio es ahora blanco ni de las fuerzas israelíes ni del régimen iraní. De todos modos, si una u otra potencia llegase a caer, tanto los países de la región como la península arábiga sufrirán la desestabilización del tablero geopolítico del cual, en la mayor cantidad de los casos, son los peones, y en efecto, víctimas de intereses contrapuestos.
Axel Olivares (Argentina): Estudiante de Comunicación Social, Universidad Nacional de Cuyo. Redactor y columnista en Diplomacia Activa.
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