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¿Ucrania ya perdió la guerra?

Por Lautaro Bermúdez

Con Trump de vuelta en la Casa Blanca, el futuro de Ucrania podría depender de una paz rápida con concesiones difíciles. Mientras Kíev busca el apoyo estadounidense, un cambio en la política exterior podría amenazar su soberanía y la moral de sus tropas ¿Es este el camino hacia la estabilidad o hacia una capitulación que dejaría al país a merced de Moscú?

A fines de septiembre, Volodímir Zelensky se sentó frente a Donald Trump en una sala de Nueva York. Con un gesto firme, el presidente ucraniano presentó su «Plan de la Victoria», un ambicioso proyecto diseñado para asegurar el apoyo de EEUU en su lucha contra la invasión rusa. “Putin no puede ganar”, remarcó Zelensky, apelando a una visión compartida de la necesidad de detener la guerra. Trump, por su parte, se mostró optimista: habló de su «buena relación» con Putin y, sin vacilar, afirmó que, de ser elegido, resolvería el conflicto «muy rápidamente»

Ahora, con Trump de nuevo en la Casa Blanca, la preocupación en Kiev está aumentando. Su victoria electoral trastoca por completo el panorama geopolítico en torno a la guerra en Ucrania. Durante la administración Biden, el apoyo de EEUU fue incondicional: armamento avanzado, asistencia financiera y la promesa de mantenerse al lado de Ucrania hasta el final, sin importar el costo o la duración del conflicto. Pero con Trump en el poder, las señales apuntan a un cambio radical.

Trump prometió repetidas veces una paz rápida, asegurando que pondría fin a la guerra en “24 horas”. Sin embargo, su equipo está dando indicios de que la solución implicaría concesiones difíciles para Kiev, con la posibilidad de un alto el fuego que congelaría el conflicto en las líneas actuales, consolidando las ganancias territoriales de Rusia y, tal vez, suspendiendo indefinidamente las aspiraciones de Ucrania de unirse a la OTAN. 

Para Ucrania, acostumbrada a depender del apoyo occidental como piedra angular de su resistencia, este cambio no solo sacude su estrategia militar, sino que amenaza con desmoronar la moral de sus tropas y la cohesión de su población. ¿Será este el camino hacia una paz pragmática que estabilice la región, o una capitulación que dejaría a Ucrania a merced de Moscú?

Una paz rápida a través de concesiones

En su reciente victoria, Donald Trump dejó en claro su objetivo de negociar un fin rápido para el conflicto en Ucrania, aplicando su experiencia como negociador para “detener las guerras” y, así, reducir la implicación militar estadounidense. Sin embargo, sus declaraciones y enfoque generan escepticismo en líderes y aliados europeos, quienes temen que esta paz rápida se traduzca en concesiones que favorezcan a Rusia. En este sentido, la propuesta de Trump parece orientada a congelar la situación actual en el terreno, manteniendo las hostilidades detenidas en las líneas de combate actuales, lo cual consolidaría el control ruso sobre aproximadamente un 20% del territorio ucraniano, incluyendo áreas clave en el este y el sur del país.

Este concepto de una paz que preserve las ganancias territoriales rusas cuenta con el respaldo de figuras cercanas a Trump, como Richard Grenell y el vicepresidente J.D. Vance, quienes ven un alto el fuego como una medida inicial para reducir tensiones y evitar una escalada mayor. Sin embargo, el enfoque está lejos de significar una victoria para Ucrania. Entre las propuestas más controvertidas se incluye una suspensión de 20 años en la solicitud de ingreso de Ucrania a la OTAN, lo que representaría un golpe a los deseos de integración de Kíev en la estructura de seguridad occidental y, en la práctica, limitaría su capacidad para consolidarse como un aliado estratégico de Europa.

Para el equipo de Zelensky, este tipo de “paz pragmática” difícilmente podría considerarse estable o justa, ya que solo aliviaría las tensiones a corto plazo. Desde la perspectiva ucraniana, cualquier alto el fuego que preserve el statu quo en el terreno beneficiaría estratégicamente a Rusia, que aprovecharía este período de calma para reforzar sus posiciones y reorganizar su capacidad militar. Lejos de ser una solución permanente, Ucrania teme que una paz congelada sea utilizada por Moscú para reagruparse y atacar nuevamente cuando las condiciones sean más favorables.

La administración de Zelensky entiende que la situación en Washington demanda ajustes en la estrategia diplomática y de defensa de Ucrania, ya que el respaldo incondicional de EEUU ya no es seguro. Por ello, hace un tiempo Kíev comenzó a reformular su discurso, enfatizando que la ayuda a Ucrania no debe ser vista únicamente como un acto de solidaridad, sino como una “inversión en seguridad europea” que beneficia a todo Occidente. En su Plan de la Victoria, Zelensky busca comprometer a los aliados no solo en términos de apoyo armamentístico, sino también en una cooperación a largo plazo que incluya la eliminación de restricciones sobre el uso de armas en territorio ruso y una colaboración sostenida para frenar la expansión rusa.

No obstante, Trump ha dejado claro que su prioridad es reducir el involucramiento militar de EEUU en conflictos extranjeros, lo que choca directamente con los objetivos de Zelensky. Entre las opciones discutidas por el equipo de Trump se encuentra la creación de una zona desmilitarizada, patrullada exclusivamente por fuerzas de paz europeas a lo largo de la línea de contacto, eximiendo así a EEUU de compromisos de seguridad directa en la región. Aunque esta idea aliviaría la presión sobre Washington, implicaría una ruptura con la política actual de la OTAN y trasladaría a países como Polonia, Alemania y Francia la responsabilidad de supervisar el cese de hostilidades.

¿Cómo sostener la voluntad de lucha?

El cambio de postura en Washington tiene repercusiones para el ejército y la sociedad ucraniana. La posibilidad de una paz negociada que legitime las pérdidas territoriales y excluya las aspiraciones de Ucrania de ingresar a la OTAN es vista por muchos como una traición a la causa por la cual el país luchó con tanto sacrificio. Desde el inicio del conflicto, las fuerzas ucranianas combatieron bajo la premisa de que Occidente, y en particular EEUU, respaldaría sus aspiraciones de recuperar la integridad territorial. Sin embargo, la percepción de que la Casa Blanca ahora podría considerar concesiones a Rusia amenaza directamente esa convicción.


Ilustración | Andrei Cojocaru

Como es bien sabido, la moral de las tropas ucranianas depende no solo de sus recursos materiales, sino también de la certeza de que cuentan con el apoyo de sus aliados. La mera posibilidad de que su principal respaldo esté reconsiderando su compromiso es un golpe difícil de absorber, sobre todo para aquellos que sacrificaron demasiado en este conflicto. Si los soldados ucranianos comienzan a dudar de la disposición de EEUU a continuar apoyándolos, su voluntad de resistencia seguramente se verá afectada.

Para quienes están en el frente de batalla, la idea de un “arreglo” que congele el conflicto se percibirá como una forma de capitulación, y como una traición a las promesas de Occidente. De esta forma, ante la posibilidad de una paz “impuesta” que no refleje sus objetivos de soberanía y seguridad, Ucrania podría ver desmoronarse su cohesión interna y su voluntad de lucha. Para Ucrania, entonces, la reducción del respaldo estadounidense plantea un desafío existencial: la continuidad de la lucha ya no dependería únicamente de sus capacidades militares, sino también de la cohesión y voluntad de una población que se vería cada vez más aislada en su resistencia.

A nivel regional, la paz pragmática propuesta también plantea desafíos importantes. Un acuerdo que congele el conflicto y legitime las anexiones rusas podría llevar a una reconfiguración del equilibrio de poder en Europa. La percepción de que EEUU está dispuesto a tolerar una presencia rusa consolidada en el este de Ucrania podría llevar a los aliados europeos a replantearse sus propios compromisos de defensa y a prepararse para un escenario de seguridad cada vez más incierto. 

El horizonte que ahora enfrenta Ucrania es incierto y, en muchos aspectos, desalentador. La promesa de una paz pragmática que congele el conflicto y legitime las ganancias territoriales rusas no solo socavaría la cohesión interna del país, sino que también pondría a prueba el compromiso de Occidente con sus principios fundamentales de soberanía y autodeterminación.  Si bien Trump plantea su enfoque como una solución rápida, el precio de esta paz podría ser demasiado alto para Ucrania, dejando la pregunta de fondo: ¿Ucrania ya perdió la guerra, o puede aún sostener la lucha?


Lautaro Bermudez (Argentina): Licenciatura en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de San Martin. Miembro de Diplomacia Activa.

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