La Energía Nuclear en la Crisis Energética ¿Ángel o Demonio?
Por Gastón Emanuel Cisterna
En un mundo marcado por la creciente demanda de energía y los desafíos del cambio climático, es fundamental explorar soluciones que no solo satisfagan nuestras necesidades energéticas, sino que también contribuyan a la preservación del medio ambiente.

La energía nuclear emerge como una opción poderosa y para algunos quizás controvertida, pero que merece una reconsideración detallada. A pesar de sus controversias y desafíos, la energía nuclear tiene el potencial de desempeñar un papel crucial en la creación de un futuro energético sostenible y resiliente.
Este inicio presenta la importancia de la energía nuclear en un contexto global de demanda energética y cambio climático, y sienta las bases para explorar los argumentos a favor de esta fuente energética.
Desafortunadamente, conocemos el poder negativo de esta fuente cuando mencionamos accidentes como el de Chernobyl o las bombas nucleares arrojadas en Hiroshima y Nagasaki por los Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, como desmitificaremos a lo largo de este texto, estos eventos no representan el espíritu de suministro, la demanda y la sostenibilidad de la energía a nivel global, sino los intereses políticos y/o bélicos en la ambición de algunos países.

¿Por qué este tipo de energía es tan «poderosa»?
Para responder a esta pregunta podemos hacer un análisis sencillo (sin entrar en la teoría de las reacciones nucleares) mediante una analogía. Una central térmica (de gas o carbón) produce energía explotando las reacciones electrónicas en átomos/moléculas. Debido a que la densidad de energía y la energía de radiación de las reacciones nucleares son millones de veces mayores que las de las reacciones eléctricas/químicas, la cantidad de energía liberada para procesos nucleares es ampliamente superior. Esta enorme diferencia «cuántica» entre estos tipos de energía surge simplemente del enorme salto de tamaño entre un núcleo y el átomo, que contiene los electrones.
Por supuesto, es exactamente este factor lo que hace que sea tan atractiva. La energía nuclear requiere millones de veces menos combustible por masa para extraer la misma energía que cualquier reacción química, como la quema de carbón. Como resultado, esto hace que la energía y la ciencia nucleares sean una herramienta muy potente para combatir el impacto ambiental de la quema de combustibles fósiles. Podemos pensar esta idea con un concepto de eficiencia: menor combustible para producir la misma cantidad de energía.
¿Qué ventajas se obtienen al considerar mayor energía producida por cantidad de masa o recurso utilizado? La respuesta es, lisa y llanamente, muchas. Sin embargo, podemos intentar responder esta pregunta considerando simplemente que la calidad de vida de un individuo depende fuertemente de la cantidad de energía a la que accede o consume (piense en la cantidad de energía que usted ha utilizado durante su día, ya sea para calefacción o consumo de aparatos electrónicos). De esta forma, es simple concluir que a mayor energía producida cuando se utilizan la menor cantidad de recursos posibles, mayor es la calidad de vida de un individuo.
En la matriz energética de cualquier país podemos encontrar tres grandes grupos de centrales eléctricas: las de base, las intermedias y las de pico. Las centrales nucleares son centrales de base, es decir, suministran la mayor parte de la energía eléctrica de forma continua, como un latido constante en el sistema eléctrico nacional o en sistemas interconectados.
Un reactor nuclear moderno puede generar entre 1000 y 1500 MW eléctricos durante 1 año y medio de forma continua, lo que sería equivalente a alimentar a toda la provincia argentina de Mendoza por un año y medio, parando solo para hacer el recambio de combustible y volver a funcionar por 1 año y medio más. Hechos utópicos para las llamadas energías alternativas o renovables y la necesidad creciente del consumo de energía en escalas masivas.

Con la aprobación del Acuerdo de París en 2015, prácticamente todas las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) convinieron en preparar contribuciones determinadas a nivel nacional a fin de controlar las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar el aumento de la temperatura media mundial de la superficie para finales de siglo a menos de 2º C con respecto a los niveles preindustriales.
En este contexto, las centrales nucleares han evitado casi 70 Gt (7 10 toneladas) de emisiones de CO2 en los últimos 50 años. Durante la operación normal de una central nuclear, no se emite ni un átomo de gas de efecto invernadero a la atmósfera. Ni siquiera los llamados residuos son desechados en una central nuclear, tema que se abordará más adelante.
Tal vez al lector le venga a su mente la mítica imagen de una gran torre emitiendo un humo blanquecino sin interrupción, con la idea de que esta sustancia no es otra cosa más que material radioactivo. Lamentablemente para su sorpresa, este humo no es más que vapor de agua, que usted no bebería pero que incluso podría beber.
De hecho, estas torres, llamadas torres de enfriamiento, son pertenecientes a cualquier planta eléctrica que utilice un ciclo termodinámico, como las centrales de carbón o gas, no solo nucleares. Aún más, las centrales nucleares emiten menos gases de efecto invernadero que las energías renovables, considerando la extracción del mineral de uranio.

Finalmente, uno de los temas más polémicos cuando se hablan de centrales nucleares: los residuos radiactivos. Con residuos radiactivos el común denominador entiende algo que puede ser desechado, perdiendo la importancia sobre el mismo.
Con este concepto en mente, decimos que las centrales nucleares no tienen desechos radiactivos, porque en ninguna parte del proceso el material radiactivo es desechado. Justamente lo contrario, almacenado y monitorizado durante toda la vida útil de la central. Como ejemplo podemos observar la Central Nuclear Embalse en Rio Tercero, Córdoba, República Argentina. Durante los 32 años de vida de la central, todo el combustible utilizado ha sido depositado en una playa de almacenamiento. Nada de desechos, solo una playa para 32 años de funcionamiento.
Ahora ¿Cuántas toneladas de gases de efecto invernadero son liberados a la atmósferas en concepto de “residuo” en Argentina para la producción de energía eléctrica? Según el Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de Argentina, entre el 2018 y 2019, se emitieron aproximadamente 50 millones de toneladas de C02 equivalente. Lo invito al lector a preguntarse cuantas muertes por enfermedades cardio respiratorias son atribuidas a este hecho. La respuesta es cero.
¿Por qué un muerto por radiación pesa tanto en la moral y ética de las personas? Quizás la energía nuclear sea efectivamente un demonio para las sociedades desarrolladas, no por contribuir en gran parte a la solución de las necesidades energéticas globales. Sino por ser demasiado poderosa como solución, utópica e incomprendida, un poco de: «demasiado bueno para ser cierto».
Gastón Emanuel Cisterna (Argentina): Ingeniero nuclear y Master en Física Nuclear.
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