El Kurdistán, la línea roja de Turquía
Por Paula Gómez
Si hay un asunto desde la fundación del país a manos de Atatürk que se ha mantenido hasta hoy sin apenas variación, es la mano dura con la que se ha tratado a la etnia kurda. El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) hoy en día es la principal preocupación de su seguridad nacional.

Para Turquía la cuestión kurda supone una línea roja en su seguridad nacional. La inacción ocasional contra el ISIS, el veto a la entrada de Suecia en la OTAN, así como su oposición a la creación de una región autónoma en Siria y los ataques a la Región Autónoma Kurda en Iraq lo demuestran. A pesar de esto, tanto Moscú como Washington han tratado con ellos, y dependiendo de la administración de turno, la cooperación con las milicias kurdas ha defraudado más o menos a la minoría.
La existencia de los kurdos supone un problema de seguridad nacional e integridad territorial para los países que los acogen, pero en Turquía se encuentra su oposición más férrea, llegando a bombardear territorio kurdo perteneciente a sus vecinos acusando de servir de base para el PKK.
Para Ankara esta es una organización terrorista, que también es reconocida como tal por la Unión Europea y Estados Unidos. El PKK es una amenaza a su integridad territorial con la que no cede: aquellos que les apoyen o simpaticen con el grupo se enfrentarán a la presión otomana.
El Partido de los trabajadores se fundó a finales de los setenta como una respuesta a la discriminación kurda en Turquía, con aspiraciones independentistas que desligaran la región de las políticas represoras turcas. Abdullah Öcalan, el fundador del grupo, inició una insurgencia armada en 1984 contra el estado turco, la cual ha dejado alrededor de 50.000 muertos junto a cientos de miles desplazados, y por la que cumple cadena perpetua en el país.

Desde los 2000´s se han intentado llevar a cabo procesos de paz entre ambos como el que se produjo de 2013 a 2015, que fue terminado por el presidente turco tras declarar que no podían seguir un proceso con quienes amenazan su hermandad y unidad nacional.
Sin embargo, el PKK renunció a las aspiraciones independentistas a finales de siglo. Desde entonces solo lucha por el reconocimiento de la identidad y cultura kurdas, aspirando a tener los derechos y libertades que gozan el resto de turcos en el país.
No hay que quitar responsabilidad al PKK de sus ataques terroristas y el comienzo del conflicto armado en los ochenta; pero tampoco hay que dejar de cuestionar la habilidad de negociación turca y el “anti-kurdismo” que no permite avanzar en el cese de hostilidades desde ninguna de las partes.
Esta posición estricta ante el objetivo principal de eliminar toda forma del PKK le ha llevado a poner en compromiso incluso los intereses de sus propios aliados de la OTAN.
En la lucha contra el terrorismo del Estado Islámico, desde el bloque occidental se confió en las Unidades de Protección Popular (YPG), el brazo armado del Partido de la Unión Democrática (PYD), grupo político kurdo de Siria.

Mientras el ISIS avanzaba en el levante topó con tres enclaves kurdos que limitaban con sus conquistas sirias, en 2014 capturaron Kobani; sin embargo, tras un año de batallas el YPG recuperó el territorio. Washington supo apreciar la fuerza de la milicia y comenzó a enviar ayuda, reconquistando miles de kilómetros cuadrados que se había agenciado el grupo terrorista e incluso su capital Raqqa.
Ankara ha acusado siempre al grupo sirio de ser una extensión del PKK en el territorio; no obstante, a pesar de desmentir la supuesta vinculación desde ambas organizaciones, ni siquiera durante el auge del Estado Islámico colaboró con sus socios apoyando este bando en la lucha contra el terrorismo.
Con el conflicto a las puertas de su territorio, los turcos rechazaron atacar las posiciones del ISIS y además no permitió que los kurdos turcos cruzaran a territorio sirio para defenderse.
Los kurdos del lado sirio, solos en la lucha con el estado islámico y en medio de una guerra civil, tuvieron que hacer frente también a los ataques del gobierno y del Ejército Libre Sirio (ELS), el cual recibió ayuda desde Turquía para parar el avance de las milicias. Esto fue cuestionado por analistas ya que el debilitamiento premeditado del YPG podría haber beneficiado al ISIS.
De hecho, desde el PKK se ha llegado a acusar a Ankara de ser cómplice de algunos ataques del Estado Islámico sobre ciudades kurdas en 2013, mientras llevaba a cabo lo que denominó como “guerra sincronizada contra el terrorismo” en referencia a ambos grupos.

Incluso, tras los terremotos de este mismo año que desbastaron la zona kurda fronteriza entre Turquía y Siria, el PKK declaró un alto al fuego de forma unilateral “por responsabilidad moral y humana”, como señaló la Unión de Comunidades del Kurdistán (KCK). No obstante, los ataques del gobierno turco no cesaron, lo que provocó que se rompiera esta “paz” temporal que se había dado desde esta minoría.
Turquía es un actor primordial en la OTAN para preservar los intereses en la región; sin embargo, también es el miembro más problemático, incluso presionando de más con sus decisiones unilaterales que no atienden a la necesidad del grupo.
El posible aumento de su presencia en Oriente Medio y por ende su influencia, además de su estratégica posición ante la invasión de Ucrania intentado establecerse como mediador, proyecta la relevancia geopolítica del país y la necesidad del bloque occidental de mantenerlos cerca.
La entrada de Suecia en la OTAN ha sido la más reciente controversia que ha envuelto a estos actores. Helsinki y Estocolmo bajo el contexto del conflicto ruso-ucraniano solicitaron la adhesión a la OTAN, pero a este último le ha costado un poco más levantar el veto que Ankara le impuso.
Teniendo en cuenta que para que un nuevo miembro se incorpore a la organización todos los países de esta deben de estar de acuerdo, y que Turquía además de contar con una posición geoestratégica aporta el segundo ejército más grande al Atlántico Norte tras el de Estados Unidos, Erdoğan está llevando al límite sus peticiones y relaciones con el grupo.

El país nórdico cuenta con cien mil kurdos en su territorio, y entre ellos ha acogido a numerosos líderes y miembros de organizaciones como refugiados políticos, además de activistas por los derechos de la minoría. Es por ello que Ankara ha acusado al país de “refugio de terroristas” cuando rechazó la petición de extradición de miembros del PKK.
Finalmente, Estocolmo cedió en cierta medida a las peticiones de Ankara tras la entrada del nuevo gobierno de coalición conservadora en Suecia. Se aprobó una nueva ley antiterrorista en la que el nuevo presidente confirmó su disposición a cooperar con el país otomano incluso comprometiéndose a entregar a los activistas.
Pero Turquía no solo ve estos contactos occidentales con los kurdos como un tema que solucionar, los intereses rusos en la región también ponen nervioso a Erdoğan. Desde el Kremlin se ha señalado en numerosas ocasiones el respeto por la integridad territorial de los países que acogen esta región; sin embargo, sus intereses económicos y políticos le ha llevado a negociar con esta minoría con la que tiene lazos históricos.
Moscú busca tener un papel activo en el proceso de paz sirio, con el objetivo de consolidar un gobierno de Assad que se convierta en un aliado fuerte en la región. Rusia, consciente de la influencia del PYD, apoya activamente la inclusión de la minoría kurda en el proceso de paz, llegando a presentar incluso un borrador de Constitución en el que les ofrece “autonomía cultural”.
Con este no se busca una independencia, sino garantizar la protección de los derechos de las minorías y el acceso a servicios públicos y educación, propuesta para que trabajen juntos por la transición política de Siria. Esto incrementa las tensiones con Ankara, que teme las repercusiones que este posible resultado puede tener sobre su territorio.
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Pero no solo desde occidente se “traiciona” a esta minoría mirando hacia un lado ante la sistemática represión que sufre por parte de un propio socio de la OTAN, los movimientos que hace Rusia en el tablero tampoco benefician plenamente a los kurdos. Moscú permitió a Turquía lanzar la operación «Rama de Olivo» contra la ciudad de Afrin en 2018, a cambio de concesiones turcas al régimen de Assad en Idlib.
Rebasando también su territorio, la Región del Kurdistán Iraquí, la zona más segura del país y de la minoría, recibe ataques turcos que tienen como objetivo el PKK. A esto ya respondió hace un año el entonces presidente iraquí Barham Salih, que condenó los ataques a la ciudad de Dohuk como una violación a su soberanía inaceptable que amenaza la seguridad nacional iraquí.
Nadie quiere tener a Ankara en contra, las concesiones y permisiones al régimen otomano lo deja muy claro, el país cuenta con una riqueza geopolítica que todos quieren de su lado. El gobierno turco sabe jugar sus cartas y lo ha demostrado con creces.
En momentos de negociación los kurdos seguirán perdiendo siempre que esté en manos del país otomano, una cosa a cambio de otra, y en esta línea roja a su seguridad nacional, Turquía establece los límites, y ni desde occidente ni desde Rusia ni tampoco sus vecinos árabes se quieren enfrentar a Ankara.
Paula Gómez (España): Estudiante de Máster en Estudios Geopolíticos, Charles University, Republica Checa.