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Un conservador popular argentino

Con la plaza llena, las banderas partidarias flameando y rock nacional de fondo, el líder pronuncia su discurso, sabe bien qué quiere la masa, marca al “pueblo” y al “antipueblo” y dice que viene a “despertar leones”. ¿Es un peronista? No, es la nueva tendencia que llegó a la Argentina, la del conservadurismo popular.

En el “Manual del perfecto idiota latinoamericano”, Mario Vargas Llosas, Plinio Apuleyo Mendoza y Carlos Alberto Montaner usan la gastronomía para categorizar a dos tipos de izquierda.

Por un lado, la “izquierda vegetariana” es la que se mueve dentro del marco de la democracia occidental, cercana al modelo socialdemócrata europeo. En Latinoamérica los casos pueden ser los de Michelle Bachelet o el de Tabaré Vázquez.

Mientras que por el otro lado se alza la “izquierda carnívoraque se proyecta hacia el colectivismo autoritario de inspiración bolivariana. El caso por excelencia en la región fue el de Hugo Chávez que, con sus comensales Evo Morales, Rafael Correa y Cristina Fernández de Kirchner, se hicieron un festín en el exceso de sus poderes y la radicalización de sus discursos y militancias.

A mediados de la segunda década del siglo, la derecha fue el plato principal de América del Sur y con ello me pregunto si los comensales degustaron un plato vegetariano o uno carnívoro.

La mesa está servida

La derecha vegetariana de nuestro tiempo sería el liberalismo progresista. La mesa es elegante, hay algunos empresarios que se transformaron en políticos y muchos de estos en aquellos.

Se sientan Macri, Piñera e Iván Duque y, como son de viajar, brindan con Emmanuel Macron y Barack Obama. Sostienen el orden liberal de las relaciones internacionales, esto quiere decir que defienden tres pilares: la promoción de la democracia liberal, la defensa de la globalización y el fortalecimiento de instituciones internacionales con cierto grado de autonomía.

La democracia liberal es uno de los grandes logros de la humanidad que ha llevado tanto libertad como paz, progreso y desarrollo a diferentes rincones del mundo. Sin embargo, quienes deberían ser sus centinelas, parecen débiles palomas ocupadas más por la imagen que por la política, moderados que se preocuparon tanto del marketing que se olvidaron de la política. No es sorpresa, entonces, que estén perdiendo la batalla que llega al corazón y a la mente de los ciudadanos.

Como afirma el economista chileno Andrés Velasco, el problema “se encuentra en la propia raíz del liberalismo. Temerosos de la censura o la opresión, los pensadores liberales más a menudo han optado por la neutralidad moral”.

La deficiencia que han tenido estos líderes para generar un movimiento que reivindique los valores liberales ha dado paso a otra derecha, una que suele servirse del mismo menú del que lo hacen la izquierda carnívora. ¿Los platos? ortodoxia, autocracia y nacionalismo.

La importancia del liberalismo radica principalmente en poner a la razón en el centro, algo que se enfrenta a los sentimientos más pasionales que explotan carnívoros de todas las ideologías. La negación de la ciencia y del sentido común, en ponderación de los discursos grandilocuentes y los fanatismos, es uno de los obstáculos que enfrentamos como sociedad.

“El verdadero progreso es inseparable de una alianza irrompible de dos libertades, la política y la económica, en otras palabras de democracia y mercado”.

Mario Vargas Llosa

En un paso inesperado, Barack Obama, quien había realizado la invitación, tuvo que dejar la mesa. Es así que quedaron pagando gobiernos que habían apoyado a su virtual sucesora, Hillary Clinton. Algunos países, como Argentina, regresaron a la izquierda pero esta vez sin sal.

Desabridos, los “presidentes proxies” —aquellos que llegaron al poder gracias al auspicio de líderes más fuertes que los “hicieron” presidentes como el caso de Alberto Fernández— tuvieron que hacer frente a la pandemia de Covid-19 pero sin el respaldo, la visión, ni la habilidad suficiente, dejaron un gusto pobre en el paladar de todos los ciudadanos.

Cierra el salón

Con las puertas cerradas, una luz tenue y junto a los proxies, nuevos gobiernos toman un café bien amargo por la noche. Es la “derecha carnívora” que reúne a Donald Trump, Jair Bolsonaro y sus pares europeos Victor Orban, Santiago Abascal y Marine Le Pen.

Hay muchas formas de llamar a esta derecha aunque, a mi parecer, el nombre más preciso lo da el internacionalista Francisco de Santibañes al llamarla “conservadurismo popular”.

Los conservadores populares critican los tres pilares que defienden los liberales progresistas y resaltan los principios básicos de la tradición conservadora: la defensa de la nación, de la religión y del modelo tradicional de familia. Pero difieren en dos puntos con los conservadores clásicos ya que, en principio, no conocen la moderación, consideran que ser “políticamente incorrectos” es insultar a los cuatro vientos y contra cualquier minoría. Además, usan las redes sociales como cubiertos bien afilados que desgarran cualquier disidencia.

“Si recurrimos a groserías de diversa catadura transformaremos las relaciones sociales en algo pútrido. Es llamativo que los hay que se quejan de la decadencia cultural y, sin embargo, emplean palabrotas de grueso calibre en público como si una cosa no tuviera que ver con la otra”.

Alberto Benegas Lynch (h)

El segundo poroto que suma la derecha carnívora o los conservadores populares, es que son profundamente antielitistas. Esto, en palabras de Santibañez, “los lleva a cuestionar a un establishment nacional, que, consideran, ha dejado de representar los intereses y valores de sus pueblos”, agrega además la razón por la que muchos los consideran populistas de derecha y es que, “estos líderes defienden un modelo más directo de democracia que el ejercicio por las repúblicas liberales”.

Dos características que se suman a este cóctel antiliberal son: el descreimiento de la ciencia y el ataque a las minorías sexuales. Con respecto a lo primero, el blanco es el cambio climático que, según ellos, es una idea creada por el “marxismo cultural”. Recientemente la pandemia y las vacunas también estuvieron en la mira de quienes rechazan a la comunidad científica global.

La segunda característica, que se relaciona directamente con el modelo tradicional de familia y el apoyo religioso que tiene la derecha carnívora, es el ataque al feminismo y al movimiento LGBTIQ+ al que llaman “ideología de género”. Mucho de esto proviene de ideas conspiranoicas y absurdas avaladas por los pensamientos más primarios del hombre pero es, también, una respuesta a la violencia e hipocresía con la que muchos falsos progresistas avanzaron en su agenda.

El postre

La globalización trajo beneficios al mundo como menores índices de pobreza, mayor acceso a la información, la visibilización de sectores sociales relegados, más multilateralismo y mercados libres. Pero también generó, entre otras cosas, desigualdad y homogeneidad de los discursos.

En particular, lo considerado “políticamente correcto” construyó policías del pensamiento y el lenguaje que se encargan de denunciar cuando no sos lo suficientemente inclusivo. Esto engendró un sentimiento de malestar en mayorías silenciosas que ahora corren la carrera política para regresar a los “buenos tiempos”, los tiempos de “ley y orden”.

Si bien comparten varias de las características mencionadas, cada conservador popular adapta su discurso al contexto en el que vive para explotar mejor el enojo acumulado de su electorado. En algunos casos la culpa fue del inmigrante, en otros de China y los menos originales culpan a los homosexuales; lo seguro es que todo enemigo es bienvenido para exaltar la identidad que los sigue.

Un punto que resalta de Santibañes es que, si bien los conservadores populares son profundamente capitalistas, “están dispuestos a subordinar la búsqueda de la eficiencia económica a otro tipo de objetivos, entre los que se encuentran el mantenimiento de la estabilidad social y la defensa nacional”.

Un conservador popular argentino

La política y el pueblo rompieron la relación hace tiempo en la nación del tango. Con grandes sueldos y como reyes desnudos desasociados de la realidad, quienes deberían gobernar solo muestran empatía en tiempos de campaña.

Argentina es un país con potencial que se encuentra estancado por la mala praxis de una sucesión de gobiernos corruptos o ineptos, que comen mucho o que no saben agarrar bien los cubiertos. Algunos dicen que son “palomas”, otros “halcones”, lo cierto es que ambas aves están en la misma jaula.

El sentimiento de enojo, potenciado por la pandemia y los estragos de su mal manejo, dio nacimiento al conservadurismo popular argentino. Considerando los casos internacionales, quien mejor encarna este lugar es el libertario Javier Milei.

“Si yo tuviera que elegir entre el Estado y la mafia, me quedo con la mafia. Porque la mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente. Y, sobre todas las cosas, la mafia compite”.

Javier Milei

En los últimos años el economista ha protagonizado de forma recurrente espacios televisivos y radiales. Algunos panelistas optaron por burlarse de su peinado o de su euforia, pero su preparación hizo que no tuviera puntos débiles al señalar al aparato estatal argentino y sus nocivas deficiencias.

Popular entre los jóvenes y tendencia en las redes sociales, Milei se hizo un lugar en el debate social argentino. Especialmente le habla a las nuevas generaciones que no ven un futuro en el país pero también a la clase media y los trabajadores que, agotados de pagar impuestos, ya no se sienten representados por la izquierda, el kirchnerismo o las “palomas” de la oposición.

El enemigo es bien conocido: los políticos —llamados por Milei “la casta política” e incluso “los zurdos empobrecedores”—. Al ir contra el establishment, los conservadores populares se muestran como «la voz de la gente corriente» y los enemigos de «las élites».

El candidato a diputado, como buen liberal, ha denostado a los colectivismos; las masas sufren de falta de individualidad. Pero, sin querer queriendo, ha generado una masa de seguidores que repiten sin pensar lemas y frases carentes de sentido, muchas alimentadas por el ahora político (autoproclamado outsider).

Paradójicamente, venera los datos en algunos casos, en otros repite la falacia de la media verdad que opera cuando se mencionan datos que respaldan una tesis, ocultando al mismo tiempo los que la desmienten. No me refiero exactamente a su expertis, la economía, sino a otros tópicos de nicho como el cambio climático, del cual descree y acusa de “mentira del socialismo”.

Pero ¿qué hace conservador a alguien que habla de libertad en todos los canales? La mejor explicación la da Hayek al escribir que “esa repugnancia que el conservador siente por todo lo nuevo y desusado parece guardar cierta relación con su hostilidad hacia lo internacional y su tendencia al nacionalismo patriotero”.

En otras palabras, Milei tiene una actitud negativa frente al cambio, algo que comparte con Donald Trump, Jair Bolsonaro, los conservadores locales más pútridos como Agustín Laje y Nicolás Márquez y parte de la lista que lo acompaña en las próximas elecciones.

“Solo en una sociedad abierta, una sociedad que tolere y respete muchas visiones y opiniones, podemos esperar aprender de nuestros errores y acercarnos a la verdad”.

Karl Popper, After the Open Society

La próxima década será menos liberal y los conservadores populares tomarán la delantera aliados, entre otros, con grupos religiosos sectarios, militantes xenófobos y nacionalista melancólicos de un pasado de grandeza.

Disfrazados de un sin fin de nombres, hay que estar atentos a los conservadores populares ya que el traje, la corbata y la peluca puede mutar, rápidamente, en las sotanas y las botas o, dicho de otra forma: la solución al populismo de izquierda, no es el populismo de derecha. Los corderos no despiertan con obsecuencia y ceguera política, tampoco lo hacen creyéndose leones que se pueden comer a los demás animales, lo hacen valorando su propia individualidad, la razón y la libertad.


Juan Cruz Zalazar (Argentina): Analista en relaciones internacionales (Universidad de Congreso) y Director de Diplomacia Activa.

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