Mendoza, un lugar
En 1819 Argentina estaba al borde de la desidia. La sanción de una constitución unitaria dejaba un vacío de poder al interior que sería llenado por caudillos provinciales y la balcanización de un Estado que había muerto antes de nacer. Hoy, a 200 años de este hecho, un presidente comete el error de gobernar en la desunión, desde la centralidad y su mala praxis remueve fantasmas del pasado y alimenta las fantasías del futuro.

Ser o no ser
El ex gobernador mendocino, Alfredo Cornejo, lo dijo sin tapujos en una entrevista: «Mendoza tiene todo para vivir como un país independiente». Esta idea refleja un sentimiento ya instalado en la sociedad que, entre viñedos, afirma que su cultura cívica es diferente, que somos un «poco más conservadores» y que respetamos las reglas. Algunos se remontan a los inicios para alegar nuestras diferencias con una Argentina que sufre de macrocefalia estatal y federal. Para Jorge Ricardo Ponte, investigador del CONICET, «es una ciudad lo suficientemente original como para merecer narrar su historia».
Igual de importante es la cultura política de la Provincia, no porque nuestros políticos sean mejores, sino porque algunos de ellos independiente del partido al que se encuentren afiliados, siguen los ideales sanmartinianos del buen gobernante: la coherencia entre hechos, palabras y pensamientos. Como el humano es falible y puede tentarse a no respetar ciertos valores morales, nuestros ancestros agregaron a la Constitución provincial el artículo 115 que prohíbe la reelección de los dos cargos más altos del Poder Ejecutivo, la del Gobernador y la del Vicegobernador.
Esta alternancia es uno de los pilares de la democracia y de la Provincia, que ha resistido los vicios de la política a lo largo de las décadas. Su importancia la podemos ver en el análisis comparado, ya que otras regiones del país son gobernadas por caudillos autoritarios que no dan lugar al progreso y, obviamente, no respetan la división de poderes.
Cuando Alberto Fernández pidió solidaridad y paciencia a trabajadores, y a pequeñas y grandes empresas, los ciudadanos esperamos del sector político una actitud similar, pero eso no pasó. El presidente se enojó y llamó demagogos a quienes pedían que se bajara el sueldo, a quienes exigían un símbolo de solidaridad política. Ese símbolo llegó desde Mendoza cuando el Gobernador radical, Rodolfo Suarez, anunció que los funcionarios provinciales percibirían un sueldo de hasta $50.000 al mes, con el fin de colaborar con la mitigación del Covid-19.

La torre de marfil
Durante el 2020 el gobierno de Fernández tomó medidas excepcionales por la pandemia que en un comienzo fueron aplaudidas pero, al poco tiempo, la determinación de sus éxitos fue ofuscada por su falta de razonamiento, diálogo y liderazgo.
Como si fuera una política de Estado, el presidente se empecinó con tratar a Mendoza como una provincia paria que, al ser gobernada Rodolfo Suarez —de un partido opositor—, debía ser asfixiada y vista como una enemiga. La primera discriminación, que revela la disfuncionalidad de un federalismo que privilegia a algunas provincias por sobre otras, se demostró cuando desde Buenos Aires se bloqueó el proyecto de 1200 millones de dólares de la represa Portezuelo del Viento, considerado por los medios locales como el «proyecto de desarrollo del siglo».
«Los mendocinos construyeron en medio del desierto una próspera economía agro-industrial y una de las democracias provinciales más sólidas del país».
Carlos Gervasoni, Gerente Regional de Varieties of Democracy.
Los medios internacionales se hicieron eco de la situación local y en el Financial Times, periódico leído por la elite política global, un artículo reza que «la provincia es autosuficiente en materia de energía, incluyendo hidroelectricidad, petróleo y gas; tiene un sector tecnológico y una industria vinícola florecientes; es un foco de actividad turística ya que se encuentra al pie de los Andes, los cuales son, en sí, ricos en minerales; y está estratégicamente ubicada en una encrucijada entre los océanos Atlántico y Pacífico».
La segunda discriminación llegó con los precios del duty free cuando Alberto Fernández no invitó a Rodolfo Suarez en su visita de Estado a Chile. Además del vínculo histórico, dado por la cercanía, cuenta con el paso limítrofe más importante entre ambos países por el cual pasa el 80% del tráfico internacional. A pesar de ello, la llamada de la Casa Rosada nunca llegó y se perdió una buena oportunidad para fortalecer las relaciones en ambos lados de la cordillera.
Este último hecho llevó a la Provincia a mover la paradiplomacia como pocas veces antes. Un desfile de embajadores ha llegado a las tierras mendocinas para construir lazos políticos y comerciales, mientras que el Gobernador mantuvo una reunión con el embajador de Chile en Argentina para visitar al país vecino. Las relaciones internacionales locales alimentan el sentimiento de independencia y el «lastre» que significa en muchos casos tener que responder a un gobierno nacional.
La tercera discriminación se dio en suelo mendocino cuando luego de tres horas de tardanza en el desayuno que brinda la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR) con motivo de la Vendimia, el presidente argentino dio un discurso improvisado, desprovisto de datos actuales y olvidando anuncios importantes tales como la continuidad del financiamiento del PROVIAR (Programa de Apoyo a Pequeños Productores Vitivinícolas) que está sostenido por el BID y que fundamentalmente apunta a obras de riego.
Un fenómeno global
El «Brexit» fue el proceso de divorcio por el cual el Reino Unido dejó de ser parte de la Unión Europea. Los partidarios de la separación adoptan el silogismo inglés y levantan las banderas del «Mendoexit» que, aunque nos parezca una irregularidad, la norma en este mundo cambiante es la de los regionalismos que derivan de la conciencia y práctica de la autonomía local frente a las burocracias estatales.
Una tarea pendiente si queremos jugar con ligas internacionales es analizar cuál es la que mejor se adecua al caso mendocino. El Brexit no parece ser el mejor ejemplo, pero el abanico es amplio. El movimiento «Yes California» tomó relevancia cuando llamó a un referéndum secesionista local para que California dejará de ser parte de Estados Unidos tras la victoria de Donald Trump en las elecciones.
Los casos no se terminan en Silicon Valley. Un ejemplo particular es el «Exit» dentro del Brexit en el cual Escocia, que forma parte del Reino Unido, plantea su salida del mismo y su permanencia en la Unión Europea. El Scottish National Party y su ministra, Nicola Sturgeon, prevén un nuevo referéndum con la posibilidad de que esto suceda.
Hay casos menos felices, pero que también son necesarios analizar, como son el separatismo en Tigray, Etiopía, y el referéndum de Cataluña de 2017.

Joseph Nye en su libro «The future of power» explica el vacío del poder global con dos transformaciones simultáneas, una de ellas tiene que ver con la pérdida de poder de los Estados en «actores menores» como pueden ser las ciudades y la segunda se refiere al desplazamiento del epicentro económico mundial desde Occidente a Oriente. Si lo analizamos, Mendoza es parte de ambos cambios. Por una parte se siente lejos de un Gobierno Nacional sin rumbo e impopular y por otra, se encuentra más cerca en términos geopolíticos de Oriente que de Occidente.

La David Cameron
En una jugada arriesgada, el diputado nacional José Luis Ramón dijo que presentará un proyecto para llamar a una consulta popular no vinculante que pondría fin a una discusión que considera absurda, la del Mendoexit. «Quienes deben dirimir si Mendoza es Argentina o no, debe ser el pueblo mendocino» dijo Ramón, sin recordar que algo parecido dijo el primer ministro británico, David Cameron, cuando propuso el referéndum en 2016 para dejar de ser parte de la Unión Europea.
Aquella clase dirigente que pensó en un país próspero y desarrollado, lo hizo desde la razón y el patriotismo, donde las grietas se dirimían en consensos maduros y no en sentimientos egoístas. Mendoza tiene mucho para ser pero, para ello, algunos tienen que dejar de parecer. La política barata está al orden del día y tal vez sea hora de poner los pies en la tierra para reflexionar sobre una Argentina moderna, federal y unida en sus diferencias.
Juan Cruz Zalazar (Argentina): Analista en relaciones internacionales (Universidad de Congreso), estudiante de Comunicación Social (Uncuyo) y Director de Diplomacia Activa.
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