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Realismo y narcoterrorismo en el Caribe

Por Agustín Bazán

La operación Lanza del Sur redefine el equilibrio regional. Bajo el discurso antidrogas, Washington despliega presión militar sobre Venezuela y reabre el debate sobre soberanía, poder y seguridad hemisférica. Su impacto irá más allá de lo táctico y marcará el rumbo de América Latina durante los próximos años.

Henry Kissinger condensó la esencia del realismo en una máxima que atraviesa décadas de política exterior estadounidense: Estados Unidos no tiene amigos ni enemigos permanentes, sino intereses permanentes. En la misma línea, advertía que las potencias que subordinan su acción exterior a una pureza moral inalcanzable terminan perdiendo tanto la seguridad como la virtud que pretenden proteger.

La reciente operación Lanza del Sur, anunciada por Washington, se inscribe con notable precisión en ese marco conceptual. Presentada como una ofensiva contra el narcotráfico, emerge en un contexto de tensiones crecientes con Venezuela y proyecta repercusiones potencialmente profundas sobre el equilibrio estratégico del Caribe y, por extensión, sobre todo el orden regional.´

Southern Spear is a go

El 13 de noviembre de 2025, el secretario de Guerra de Estados Unidos, Pete Hegseth, anunció en la red X el inicio de la operación Southern Spear (Lanza del Sur), describiéndola como una misión dirigida por una Fuerza de Tareas Conjunta para “defender la patria”, “expulsar a los narcoterroristas de nuestro hemisferio” y “proteger a Estados Unidos de las drogas que están matando a nuestra gente”.El mensaje culmina con una frase clave: “El hemisferio occidental es la vecindad de Estados Unidos, y la protegeremos”.  

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La operación no surge en el vacío. Desde septiembre de 2025, las fuerzas estadounidenses han ejecutado ataques aéreos contra embarcaciones en el Caribe y, luego, en el Pacífico oriental, bajo el argumento de combatir a redes de narcotráfico vinculadas a organizaciones calificadas como “narcoterroristas”, entre ellas el Tren de Aragua, a quien se le adjudica tener fuertes y estrechos vínculos con el gobierno del dictador Nicolás Maduro. Los ataques han dejado alrededor de 80 muertos, en su mayoría tripulantes de las llamadas narcolanchas, y se inscriben en la denominada Operation Southern Spear, de la cual Lanza del Sur parece constituir su fase de mayor visibilidad política.

Desde una lectura morfológica y doctrinal, el nombre de la operación no parece casual. En la tradición estadounidense, las misiones que incluyen el término Spear (“lanza”) suelen asociarse con la eliminación de objetivos de alto valor. Basta recordar que en 2011 la Operation Neptune Spear (Lanza de Neptuno) culminó con la eliminación del líder terrorista Osama Bin Laden en Abbottabad, Pakistán.


Ilustración | Financial Times

Una geometría de presión

El anuncio de Lanza del Sur coincide con la llegada al área de responsabilidad del Comando Sur del portaaviones USS Gerald R. Ford, el más grande de la flota estadounidense, acompañado de su grupo de escolta.Con este refuerzo, Estados Unidos concentra aproximadamente 15.000 efectivos en el Caribe, junto con cazas F-35B, drones MQ-9 Reaper, aviones de patrulla marítima P-8 Poseidon y otros medios aéreos y navales de alta tecnología. A la flota aeronaval desplegada, se le deben sumar reservas militares estacionadas en Puerto Rico.

Analistas describen la operación como una “geometría de presión”. Ocurre que todo el esfuerzo militar estadounidense, está enfocado en sellar rutas marítimas para asfixiar progresivamente a las organizaciones criminales y, de paso, aumentar el costo estratégico para los actores estatales que se perciben como sus protectores. En otros términos básicamente se le está ejerciendo presión a Caracas para actuar, a sabiendas de las graves consecuencias que tendría para Venezuela responder militarmente a la presencia estadounidense en la región. En términos realistas, se trata de construir una correlación de fuerzas que deje a los aliados del narcotráfico con pocas opciones: huir, fragmentarse o ser destruidos.

El problema es que esa geometría de presión no se despliega en un vacío político, sino frente a un régimen, el de Maduro, al que la propia administración estadounidense no reconoce como legítimo y al que acusa de operar como narcoestado a través del llamado Cártel de los Soles. La superposición entre una ofensiva contra el narcotráfico y la confrontación con un régimen considerado ilegítimo alimenta la percepción de que Lanza del Sur constituye, al menos en parte, un instrumento de cambio de régimen por vías indirectas, aun cuando Washington evite formularlo de manera explícita.

Venezuela en el centro del tablero

Estados Unidos, recurre al concepto de  “narcoterrorismo” para fusionar la lógica de la guerra contra las drogas con la de la lucha contra el terrorismo. Esa fusión facilita, en clave realista, la expansión del espacio de “autodefensa” más allá de ataques armados convencionales, argumentando que las redes criminales constituyen una amenaza directa a la seguridad nacional. Cabe recordar que el 20 de enero de 2025, Donald Trump designó a cárteles y otras organizaciones, como organizaciones terroristas. Esto, le permite accionar con mayor firmeza contra los líderes de las mismas.

Para el dictador Maduro, Lanza del Sur no es sólo una campaña antidrogas, sino un preludio de intervención. Caracas ha denunciado la operación como una amenaza de invasión y ha respondido con la movilización de unos 200.000 militares, ejercicios conjuntos de fuerzas terrestres, aéreas y navales, y la creación de unidades de defensa con participación de milicias civiles. Sin embargo, la asimetría de capacidades hace improbable que Caracas opte por una escalada militar directa.

La retórica de Maduro, que llama a prepararse para una “lucha armada” y presenta el despliegue como un episodio más en la larga historia de intervenciones norteamericanas, refuerza la narrativa de “resistencia anti imperial” y le permite activar mecanismos de control interno bajo el paraguas de la defensa nacional. Al mismo tiempo, voces de la oposición venezolana, como la recientemente galardonada con el premio Nobel de la Paz, María Corina Machado han interpretado la situación como un momento “decisivo” y han pedido una transición pacífica, lo que alimenta nuevas especulaciones sobre el verdadero objetivo estratégico de Washington.

El realismo como herramienta

En definitiva, Lanza del Sur materializa con claridad la lógica clásica del realismo: es válido el uso del poder para proteger intereses vitales y moldear el entorno estratégico. Pero también confirma la advertencia de Kissinger: ninguna potencia puede aspirar a un orden estable si descuida el equilibrio entre fuerza, legitimidad y prudencia. La operación exhibe una superioridad militar abrumadora y puede asestar golpes significativos a redes criminales transnacionales; sin embargo, su ejecución en un contexto de abierta confrontación con el régimen de Maduro plantea interrogantes sobre la sostenibilidad estratégica del enfoque.

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Aunque la presencia estadounidense busca contener amenazas inmediatas, también configura la arquitectura de seguridad regional, tensiona principios de soberanía y revive viejos debates sobre el unilateralismo en el hemisferio occidental. Para América Latina, el desafío es doble: evitar quedar atrapada en dinámicas de poder que no controla y, al mismo tiempo, reforzar su propia capacidad de acción colectiva frente a fenómenos que desbordan fronteras: narcotráfico, economías ilícitas, penetración criminal en estructuras estatales, etc.

El verdadero impacto de la operación no se medirá únicamente en embarcaciones interceptadas o líderes criminales neutralizados, sino en la arquitectura política y estratégica que deje tras de sí. Allí radica, como recordaría Kissinger, la diferencia entre una victoria táctica y un equilibrio perdurable.


Agustín Bazán (Argentina): Licenciado en Recursos Navales para la Defensa y Maestrando en Defensa Nacional, Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF), Oficial de carrera de la Armada Argentina, estudiante avanzado de la Licenciatura de Relaciones Internacionales y columnista de Diplomacia Activa.

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