Saltar al contenido

La ruta del Yuan en América Latina

Por Tomás Peña

El avance de China en América Latina —y especialmente en Argentina— no es casual ni improvisado: llega con inversiones millonarias, créditos blandos y megaproyectos de infraestructura que seducen con la promesa de desarrollo. Pero esa promesa viene cargada de desafíos geopolíticos y económicos que no pueden ignorarse.

Ilustración: Erick Retana

En Relaciones Internacionales, nada es absoluto y todo es relativo: el equilibrio de poder global cambia de forma según la época, y lo que hoy parece sólido, mañana puede tambalear. La potencia de un país no se define sólo por su músculo militar, sino también por su influencia diplomática, su penetración cultural y su peso geopolítico. Sin embargo, ese estatus se construye lentamente —se gana de a metros— y puede desmoronarse velozmente —se pierde de a kilómetros. ¿Es este el caso de China en América Latina?

Lo cierto es que, en la última década, la inversión extranjera directa del gigante asiático ha transformado radicalmente la coyuntura regional. Su papel como prestamista global y comprador voraz ha estimulado como nunca antes las exportaciones del Cono Sur, reconfigurando los flujos económicos y los vínculos políticos. Pero más allá de los beneficios inmediatos, la pregunta clave es si esta presencia se traducirá en una influencia duradera o si, como tantas otras veces en la historia, se desdibujará con el cambio de vientos globales.

La diplomacia del yuan.

Cuando se juega al “monopoly”, dos fenómenos suelen dominar la dinámica de la mesa: Por un lado, esta quien compró más propiedades y cuenta con margen de maniobra para negociar. En segundo lugar, se encuentra quien controla las estaciones y servicios públicos, y por lo tanto, acumula un flujo constante de ingresos aún sin tener las propiedades más valiosas. El primer punto se refiere a que la inversión depende del capital, –lo que es escaso en Latinoamérica y abundante en Beijing– y el segundo, refleja que el control de la infraestructura estratégica otorga poder sostenido y rentable.

Cabe destacar, que el politburó chino desde la reforma de Deng Xiaoping, hizo estas cuentas y, lejos de aislarse, se dispuso a jugar.  Y tal como se observa, la transformación china procuró un aperturismo feroz, con inversión extranjera récord y en expansión por el enorme y sostenido crecimiento económico que ha demostrado a lo largo del primer cuarto de siglo. 

En este marco, el modelo de inserción económico internacional se ayorna al plan “go out”, impulsado por Xi Jinping, apoyado principalmente por la banca estatal (China Eximbank y China Development Bank) y por políticas orientadas a favorecer la internacionalización de empresas estatales y privadas. Asi también, proyectos logísticos como el puerto de Chancay, Perú, financiado principalmente por Cosco Shipping Ports (empresa radicada en Hong Kong cuya inversión representó alrededor de 3.400 millones de dólares) ilustran esta estrategia.

Anuncios

También podemos mencionar la inversión de 1.1000 millones de dólares de diversas empresas chinas (BYD, Great Wall Motor, Guangzhou Automobile Group, Hozon Auto, entre otras) para la fabricación y desarrollo de EV`s, los cuales se tratan de automóviles eléctricos por sus siglas en inglés. Como así también, su adquisición empresarial en el litio argentino por 3.300 millones de dólares (alrededor del 67% del litio argentino lo contienen empresas chinas), mediante empresas como Ganfeng Lithium, CATL, Tibet Summit, Zijin, entre otras.

Otra de las jugadas de China, es ser un acreedor de préstamos internacionales para la ineludible asistencia financiera que precisan los países de América Latina y el Caribe como lo han sido los casos de los acuerdos Swaps con Surinam, Argentina y Ecuador (1.000 y 5.000 millones de dólares respectivamente).

Asimismo, Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Perú y Uruguay se han sumado como miembros no regionales al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, banco financiado principalmente por China, que realiza acuerdos de colaboración financiera con el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) y el Banco Nacional Banco Nacional de Desarrollo de Brasil (BNDES). 


¿Le interesa a Pekín incrementar sus relaciones internacionales con América Latina?

Sin lugar a dudas, este supuesto se corrobora en el tiempo y no excede el plano político. Podemos constatar, que en materia comercial el volumen creció a más de 500.000 millones de dólares en toda la región (siendo el segundo socio regional más grande), y que también el cono sur ha sido atractivo para Oriente dada la complementariedad de sus economías.

En pocas palabras, a China le sirve la materia prima iberoamericana para variar la dieta de sus 1.400 millones de habitantes, sin olvidarse de los recursos naturales estratégicos. A su vez, para el Cono Sur, todo lo mencionado previamente —y especialmente visible en países como Brasil, Chile, Uruguay y Perú— representa un espacio geoeconómico y diplomático alternativo a la tradición occidentalista. Pero también le interesa especialmente, como un socio para escapar la trampa de la primarización de exportaciones latinas.

Ahora bien, a partir de un consumo interno creciente de tecnología y maquinaria avanzada, la atractiva idea de fomentar la competitividad en estos mercados con el fin de posicionarse como exportadores de bienes con mayor valor agregado, si las políticas domésticas persiguen este fin. Es decir, China puede asistir al cono sur a industrializarse más, pero solo si se diseñan políticas activas para ello. De lo contrario, China tiende a reforzar el modelo primarizado. 

Desde el plano multilateral, China ha consolidado su presencia en América Latina mediante mecanismos como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, los BRICS, el G77 + China y el foro CELAC + China, cuya última reunión —celebrada el 13 de mayo y que marcó el décimo aniversario del vínculo— evidenció el fortalecimiento de esta asociación estratégica.

Y mientras los primeros 100 días del gobierno de Donald Trump estuvieron marcados por un endurecimiento diplomático hacia la región, con subas arancelarias y deportaciones masivas, Beijing ofreció una agenda alternativa centrada en la cooperación: el presidente Xi Jinping se comprometió a destinar 10.000 millones de dólares a la región, facilitar exenciones de visado, otorgar 3.500 becas gubernamentales, 10.000 plazas de formación en China y 500 becas para docentes internacionales en idioma chino, entre otras iniciativas.


Imagen | Infobae

Los intereses nacionales.

La alianza comercial y estratégica entre China y América Latina —particularmente visible en el aumento de exportaciones y en la concreción de proyectos de infraestructura como puertos, trenes, represas hidroeléctricas, parques eólicos, corredores bioceánicos y la explotación de minerales críticos— no agota el conjunto de desafíos que plantea la relación bilateral, sino que constituye apenas una de sus múltiples dimensiones. Por lo que, el nuevo “Consenso de Beijing”, trae aparejada una fuente de retos significativos.

El crecimiento sostenido que ha experimentado China desde la década del ochenta (un ritmo promedio del 9% anual), explica sus necesidades internas emergentes sobre recursos naturales, alimentos, insumos y energía. Y por su parte, Argentina enfrenta un enorme costo de oportunidad si elige mermar sus relaciones en detrimento a un voraz occidentalismo. Asimismo, Israel, Estados Unidos y Europa pueden ser faros a los que el presidente de Argentina pueda apuntar, pero peca de desmesura diplomática si desestima las capacidades argentinas y confunde el interés nacional.

La negativa del presidente Milei, de no adherir a los BRICS, fue coherente al descuidado trato que tuvo con el presidente chino durante su campaña presidencial en 2023, lo cual acentuó del arranque un desacertado conflicto. Pero muchas veces en política exterior las palabras pesan menos que las acciones, y dados los intereses de ambas partes, los resultados que se presentaron en 2024 nos indica que hubo un repunte de un 15% en las exportaciones argentinas a China

No obstante, es fundamental reconocer que la apertura al mercado chino conlleva costos políticos. Un ejemplo ilustrativo tuvo lugar en enero de 2024, cuando la entonces canciller Diana Mondino mantuvo un encuentro en el Palacio San Martín con Florencia Miao-Hung Hsie, representante de la Oficina Comercial y Cultural de Taipéi en Argentina. La reacción de la embajada china no se hizo esperar: expresó su profundo malestar, advirtió sobre la posible exigencia de un pago anticipado del swap vigente y amenazó con restringir las compras de soja y carne. Ante esta situación, la Cancillería argentina desmintió oficialmente el encuentro, buscando mitigar el impacto diplomático.

De todas maneras, es menester para la Cancillería argentina apoyar la política de “una sola China” no solo por sus intereses comerciales, sino también porque toca el nervio vivo de su soberanía: la cuestión Malvinas. Desde el comienzo de las relaciones diplomáticas con Beijing que se ha adherido a esta postura por cuestiones de reciprocidad y, pese a las ambivalencias y pendularidades que en ocasiones experimenta la política exterior argentina, se considera diplomáticamente coherente mantener esta posición.

El reclamo chino, -al igual que el argentino- se ampara en el principio de integridad territorial. Por contraposición al principio de la libre determinación de los pueblos, Argentina entiende que Malvinas no es un pueblo, sino una población implantada por una potencia colonial. Simétricamente, China considera que Taiwán no es un pueblo colonizado ni subordinado, sino una provincia rebelde que forma parte integral del Estado chino desde hace siglos. 


Equilibrio y pragmatismo.

En resumen, el avance chino deviene de las líneas de financiamiento que ofrece al resto del mundo y la necesidad de mejorar la infraestructura local para poder extraer materia prima y bienes estratégicos en función de objetivos de seguridad alimentaria y energética. También, de los objetivos de internacionalización de sus empresas estatales para acceder y controlar mercados en el resto del mundo y todo ello en el marco de la disputa geopolítica con los Estados Unidos. 

La diplomacia del pragmatismo instrumental convive con la ardua tarea de atemperar el encegado alineamiento ideológico con Occidente, para construir una agenda que priorice los proyectos claves que lleva la potencia en el país. Un ejemplo de ello en Argentina sería, la estación satelital en Neuquén, la represa hidroeléctrica en Santa Cruz y la exploración y explotación de litio en el noroeste, integrada por un paraguas financiero chino.

No obstante, deberá ser clave que estos proyectos respeten estándares medioambientales, transparencia y sostenibilidad, evitando los efectos del denominado neocolonialismo de commodities.

El RIGI en Argentina, vigente, contenido en la Ley 27.742 (la denominada “ley de bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos») una serie de concesiones para la IED. fue controvertida en su promulgación durante Junio de 2024 por extender beneficios claves para las inversiones mayores a 200 millones de dólares.

Estos son: exención y reducción de ganancias al 25%, estabilidad fiscal y legal por 30 años, importación de bienes de capital sin aranceles y devolución de IVA e ingreso de divisas libres desde exportaciones, además de eximir a las organizaciones de presentar estudios de impacto ambiental. 

Anuncios

Por ende, dada la experiencia latinoamericana, debe de construirse una autonomía estratégica para escapar del riesgo de la dependencia excesiva. Así lo expreso la CEPAL, donde advirtió sobre la necesidad de políticas que extraigan valor económico endógeno, proveyendo mecanismos institucionales para que la inversión extranjera directa de China se traduzca en desarrollo productivo, diversificación sectorial y compensaciones distributivas. En otras palabras, desarrollar insumos industriales especializados, -como el litio procesado, el aceite refinado y bioinsumos no solo commodities brutas- con el fin de desarrollar sectores industriales propios a partir de la inversión. 

Claro que no debemos de olvidar, que la influencia china presenta una oportunidad para el desarrollo económico latinoamericano pero, en paralelo, un enorme desafío para su autonomía estratégica. Puede resultar ser fuente de empleo, como puede ser extractivismo. El desafío que se nos plantea va a consistir en transformar la inversión en un motor de desarrollo integral, y no en una mera fuente de financiamiento.

Si nos enfocamos en la política exterior de Argentina, la misma deberá buscar equilibrio para desactivar riesgos o tensiones innecesarias con el gigante asiático. En este intercambio, se requiere construir una gobernanza de instituciones sólidas, capaces de convertir a la Argentina en un actor creíble frente a los grandes polos de influencia mundial sin que ello comprometa la independencia ni la equidad. 


Tomas Peña (Argentina): Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad de San Andrés. Miembro de Diplomacia Activa.

Deja un comentario

Descubre más desde Diplomacia Activa

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo