Trump vs América del Norte: la guerra que no fue
Por Marko Sal
El presidente de Estados Unidos, amenazó con imponer represalias arancelarias a sus socios y aliados más cercanos. Sin embargo, en menos de 48 horas, la crisis comercial que desató llegó a su fin.

Para los miembros del área de libre comercio de América del Norte, la imposición de aranceles estuvo rodeada de escepticismo. México y Canadá apostaron que la interdependencia económica y el marco del Tratado México-Estados Unidos y Canadá (T-MEC) limitarían la irracionalidad de Trump. El pronóstico fue acertado, pero por un instante la amenaza pareció una posibilidad inminente.
En respuesta al mandato de sus electores, Trump anunció el 1 de febrero la imposición de aranceles universales del 25% a México y Canadá, con la única excepción de los recursos energéticos canadienses, que tendrían una tarifa del 10%. El mandatario justificó la medida por el déficit comercial de Estados Unidos con sus socios, así como por la crisis migratoria y el tráfico de drogas, que —según él— representan una amenaza para la seguridad nacional estadounidense. Ante esta decisión, México y Canadá se vieron obligados a responder dentro del marco del T-MEC, aunque cada uno utilizó un libreto diferente.
Con la cabeza fría
Gestionar la vecindad con Trump se ha convertido en el principal reto para la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, en materia de política exterior. La situación es aún más compleja cuando Estados Unidos percibe a México como una amenaza de seguridad nacional. En este sentido, la estrategia de Sheinbaum ha sido evitar provocaciones y fortalecer el diálogo para mejorar el entendimiento bilateral.
Uno de los principales esfuerzos del Gobierno Mexicano ha sido demostrar a Estados Unidos un cambio en su estrategia de seguridad, destacando incautaciones récord —con aproximadamente 40 toneladas de drogas, equivalentes a 20 millones de dosis de fentanilo— y la detención de hasta 10,000 personas presuntamente vinculadas al crimen organizado. Con todo, estos mensajes no han logrado modificar la postura de Trump, quien mantiene una visión fija sobre la seguridad fronteriza.
Aunque en la prensa han resonado disputas como la controversia sobre el nombre del Golfo de México, Sheinbaum ha optado por una postura más cautelosa en temas clave como migración, seguridad y comercio. Inicialmente, adoptó un tono más firme, como lo demuestra la carta enviada a Trump a inicios de año, en la que advertía sobre la posibilidad de imponer aranceles en respuesta a eventuales gravámenes a las exportaciones mexicanas. No obstante, ante el riesgo de escalar el conflicto y otorgarle a Trump un mayor margen de maniobra, Sheinbaum decidió reformular su narrativa.

Siguiendo la línea del secretario de Economía, Marcelo Ebrard, en lugar de considerar los aranceles un callejón sin salida, Sheinbaum con “cabeza fría” optó por una estrategia arriesgada: apostar a que Trump no impondría gravámenes bajo el argumento de que dicha medida pondría en riesgo la economía de Estados Unidos (particularmente al sector automotriz). Asimismo, ante las acusaciones de la Casa Blanca sobre un supuesto vínculo del Gobierno de México con el crimen organizado y la responsabilidad unilateral que la administración trumpista atribuye a México en la crisis de salud pública por el consumo de narcóticos, Sheinbaum rechazó categóricamente estos señalamientos.
La presidente criticó la falta de acciones concretas por parte del gobierno estadounidense para abordar estas problemáticas —incluyendo el tráfico ilegal de armas, que según un informe del Departamento de Justicia de Estados Unidos, termina en manos del crimen organizado— y subrayó que la corresponsabilidad de ambos países es esencial para encontrar soluciones efectivas a la migración y la crisis de narcóticos.
El factor tiempo jugó también un papel crucial para la estrategia mexicana. En una conferencia matutina, Sheinbaum anunció que su gobierno tenía planes «A», «B» y «C» como contingencias ante posibles medidas de Trump. Cuando la Casa Blanca confirmó los aranceles, ordenó a Ebrard activar el «Plan B», que incluía medidas arancelarias y no arancelarias sin especificar los bienes que se verían afectados.
Al programar su presentación para el martes 4 de febrero, el mismo día en que los aranceles entrarían en vigor, generó incertidumbre en Washington y dejó a Trump sin una base clara para responder. Ante este vacío de información, en lugar de escalar el conflicto, el presidente estadounidense optó por convocar a Sheinbaum a un diálogo telefónico, evitando un choque económico.
Finalmente, de la llamada entre Sheinbaum y Trump efectuada el lunes 3 de febrero, ambos mandatarios llegaron a cuatro acuerdos para frenar las represalias comerciales por un mes. Estos contemplan desplegar 10,000 elementos de la Guardia Nacional mexicana (aproximadamente 10% de sus integrantes) para reforzar la frontera norte y frenar el tráfico de fentanilo. A cambio, Estados Unidos reconocería la exigencia del Gobierno Mexicano de evitar el tráfico de armas de alto poder para que estas no lleguen al crimen organizado, establecería dos nuevas mesas de diálogo de alto nivel en materia de seguridad y comercio, y pondría en pausa los aranceles hasta el mes de marzo.

Rompiendo amistades
Históricamente, Canadá ha enfrentado menos condiciones estrictas que México, pues Estados Unidos lo ha considerado como aliado natural en el continente. Trump, por su parte, no comparte esta visión. Para él, el déficit comercial con Canadá representa un subsidio injusto que Estados Unidos da sin recibir nada a cambio, a pesar de que Canadá es su principal proveedor de energía. De hecho, el 97% del petróleo canadiense se exporta a Estados Unidos, y hasta el 80% de sus exportaciones totales tienen como destino la Unión Americana.
El anuncio de los aranceles fue un golpe para el orgullo canadiense. Liberales y conservadores por igual estaban desconcertados por los gravámenes norteamericanos, incluyendo al líder conservador, Pierre Poilievre, quien criticó que Canadá fuera objeto de mayores aranceles que China. Por su parte, el primer ministro, Justin Trudeau, ha insistido en que el tráfico de fentanilo desde Canadá es mínimo: apenas el 0.08% de las incautaciones anuales en Estados Unidos. Además, argumentó que los cruces irregulares desde Canadá son menores comparados con los de México. Pero a Trump los datos, por más objetivos que sean, no lo convencen.
A diferencia de la postura mexicana, los altos funcionarios canadienses respondieron recíprocamente con aranceles del 25% sobre productos de la Unión Americana por un valor de 106.000 millones de dólares estadounidenses. Los impuestos se aplicarían en productos como el jugo de naranja de Florida, el whisky de Tennessee y la mantequilla de maní de Kentucky, así como otros productos como cerveza, vino, verduras, perfumes, ropa, calzado, electrodomésticos, muebles, equipo deportivo e insumos como la madera y los plásticos. Sin hacer mención de ello, Trudeau estaba apuntando a productos estratégicos de estados con senadores republicanos
El conflicto incluso se extendió a funcionarios de ambos países. Por ejemplo, el gobernador de Texas, Greg Abbott, advirtió a Trudeau que no tendría miedo en utilizar restricciones para dañar a la economía canadiense. Por su parte, el premier de Ontario, Doug Ford, quien ha sostenido una narrativa anti China y anti México en lo comercial para ganar el visto bueno de Trump, anunció que cortaría el suministro de electricidad a estados como Michigan, Nueva York y Wisconsin, escalando aún más la crisis. La tensión era tal que la situación pudo salirse de las manos de Trump y Trudeau por igual.
Así como sucedió con Sheinbaum, Trudeau y Trump sostuvieron dos llamadas el lunes 3 de febrero. De estas surgió una copia y pega del acuerdo entre México y Estados Unidos. Trudeau se comprometió a desplegar 10.000 efectivos de primera línea para la protección fronteriza, reforzar la frontera con helicópteros, tecnología y personal, nombrar a un “zar del fentanilo” y firmó una directiva de inteligencia sobre el crimen organizado y el fentanilo respaldada con 200 millones de dólares. Para México, sin embargo, el acuerdo de Trudeau encendió alarmas, pues el primer ministro incluyó a los cárteles del narcotráfico en la lista de grupos terroristas.

La era de las tempestades arancelarias
La manera en la que Trump aplica los aranceles y a quiénes se los aplica nos da a entender que no los utiliza meramente como una estrategia de política comercial. Si algo ha permanecido constante entre la primera y la nueva administración de Trump es su uso de la retórica arancelaria —combinada con discursos anti migratorios y de seguridad nacional— para ganar popularidad entre los electores estadounidenses y forzar a sus contrapartes a hacer concesiones.
América del Norte estuvo en el precipicio de una guerra comercial cuyas consecuencias hubieran sido catastróficas para los tres países. Sin embargo, es importante resaltar que en ningún momento Trump declaró su intención de poner en riesgo el T-MEC; su objetivo era meramente político. Ahora, con las concesiones otorgadas y los aranceles congelados, México y Canadá tienen un mes para fortalecer sus controles migratorios y fronterizos.
Entre ambos países, México logró cierto margen de maniobra diplomático frente a Estados Unidos. Al corresponsabilizar a la administración Trump en mesas de trabajo sobre migración, combate al narcotráfico y comercio, la administración de Sheinbaum logró transformar un enfoque unilateral en una estrategia más coordinada. Empero, la incertidumbre sigue latente y México deberá tratar a Trump un día a la vez. Para futuras negociaciones con su nuevo gabinete, los funcionarios mexicanos deberán estar a la altura, especialmente frente a figuras clave como Marco Rubio.
En términos económicos, la postura de Trump hacia sus socios comerciales envía una señal de alerta tanto a aliados como a rivales de Estados Unidos. Aunque la desescalada es un respiro momentáneo, la incertidumbre persiste y podría afectar los mercados en los próximos meses. Si los aranceles se consolidan como su principal herramienta de presión, muchos inversionistas evitarán comprometer capital en México, Canadá y otros países que sean objeto de gravámenes, inclinándose en su lugar por trasladar sus inversiones a Estados Unidos.
Las tormentas comerciales que Trump está dispuesto a provocar en nombre de la “era dorada de Estado Unidos” pueden representar una amenaza para el desarrollo y crecimiento económicos en muchas partes del mapa. Independientemente de si seguirá o no cumpliendo con sus amenazas, Trump ha logrado una cosa: sembrar confusión e incertidumbre para su beneficio.
El ex primer ministro canadiense, Pierre Trudeau, solía decir: «Vivir junto a Estados Unidos es como dormir con un elefante. No importa lo amigable y pacífico que sea, uno siente cada uno de sus espasmos y estremecimientos». Para México, la relación siempre ha sido como un baile entre un elefante y un ratón, donde el más pequeño debe moverse con extrema cautela para no ser aplastado. La diferencia hoy es que el elefante ya no es ni amable ni pretende bailar. Ahora avanza con fuerza bruta, sin miramientos, arrasando con todo lo que se interponga en su camino para alcanzar sus intereses. México y Canadá son solo los primeros en sentir el peso de sus pisadas.
Marko Alberto Sal Motola (México): Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad Anáhuac Querétaro. Líder del Área de Redacción en Diplomacia Activa.
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