Una tensa amistad que podría cambiar todo
Por Paula Gómez
Históricos rivales en Oriente Medio e indirectamente enfrentados, Irán y Arabia Saudí se encuentran en un proceso de reconciliación que podría poner fin, o al menos aliviar, las tensiones en la región.

Fayyad al Ruwaili, jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas saudíes se reunió en Teherán el 10 de noviembre con su homólogo iraní, Mohammad Baqeri, para debatir maneras de fomentar la cooperación en materia de defensa entre ambos países.
Ambos han mostrado su voluntad de ampliar sus relaciones bilaterales, sobre todo en materia de seguridad a través del desarrollo de la “diplomacia defensiva”. Irán incluso ha invitado a las fuerzas saudíes a unirse a sus ejercicios navales el año que viene mientras que Riad ha defendido la territorialidad de su vecino ante ataques israelíes. Pero, ¿cómo se puede pasar de unas relaciones diplomáticas que se rompieron en 2016 a tal nivel de cooperación?
No se puede entender esta restauración de relaciones sin tener en cuenta el contexto geopolítico actual, en el que juegan un papel esencial tanto China como Estados Unidos y la reelección de Trump, así como la guerra de Gaza e Israel en sí. Pero remontemonos unos años atrás para ver en qué punto se encuentran ambos regímenes en el contexto actual.
La ruptura de relaciones diplomáticas se produjo por parte de Riad en 2016, aunque ya estaban enfrentados a través de sus proxies en guerras como la de Yemen, Siria o en Irak . El detonante fue un ataque por parte de manifestantes iraníes a la embajada Saudí como reacción al asesinato del clérigo Nimr al Nimr (entre otras figuras del chiísmo) en el país árabe.
Como bien describe Karim Sadjadpour, las diferentes visiones de cada régimen han marcado sus agendas y alimentado sus rivalidades. Mientras que Riad ha apostado por la alianza de seguridad con Washington y la normalización de sus relaciones con Israel, Teherán ha mantenido su resistencia a la supremacía estadounidense y se opone a la existencia de Israel en sí.

En la competición regional Irán ha mostrado ser más fuerte fuera de sus fronteras a través de la influencia que han ganado sus proxies en estos conflictos. Los Hutíes controlando la capital de Yemen enfrentados al gobierno reconocido internacionalmente que es apoyado por Riad, la recomposición del gobierno alauita de Bashar al Assad durante la guerra civil contra los rebeldes suníes en Siria; además de la influencia con la que cuenta Hezbollah en el Líbano y Hamás en Gaza, Teherán se ha mostrado más exitoso militarmente en estos enfrentamientos con su vecino.
Por contra, Arabia Saudí está caracterizada por su éxito a nivel doméstico, donde Mohammed Bin Salman ha adoptado la Agenda 2030 con el foco en las generaciones más jóvenes, con una economía en auge e intentando incluir a las mujeres en la esfera pública (aunque aún le queda un largo camino). A pesar de que la situación a nivel local es mucho mejor en el reino Saudí, esta posición en la política exterior de Riad puede volverse en su contra.
Específicamente el proceso de normalización de sus relaciones con Israel como parte de la agenda estadounidense es el más problemático a nivel local. La opinión pública ha presionado al príncipe Mohammed Bin Salman a pedir el establecimiento de un estado palestino como prerequisito para establecer relaciones diplomáticas con Tel Aviv.
En cuanto a la seguridad territorial de Arabia Saudí, la prevalencia militar de Irán y su alcance a pesar de las sanciones internacionales es un riesgo directo. Y esto quedó evidenciado cuando en 2019 Irán lanzó un ataque coordinado a instalaciones petrolíferas saudíes como reacción a las sanciones impuestas a Teherán por la administración de Donald Trump, dejando fuera de servicio el 50% de la capacidad del reino por más de dos semanas.
Como considera Moussa Bourekba, investigador principal en CIDOB “La prioridad dada a la guerra en Ucrania, así como su reticencia a responder a varios ataques atribuidos a Irán contra objetivos saudíes y emiratíes, han llevado a los países del Golfo a cuestionar la fiabilidad de Estados Unidos a la hora de garantizar su seguridad y contener las ambiciones regionales y nucleares iraníes”.

Ha sido esa sensación de vulnerabilidad que el reino saudí sintió tras la inacción de Washington lo que ayudó a tomar un camino diferente para afrontar la convivencia con su vecino. En 2019, con ayuda de sus vecinos iraquíes y omaníes, comenzaron a trazar un plan para desescalar las tensiones entre los dos gigantes en un intento también de rebajar la hostilidad en la región.
Aquí es cuando entra China, tomando posiciones en la región y ganando terreno a los americanos, que culminaría con el acuerdo en marzo de 2023 en su capital. En Pekín, los anfitriones convencieron a los saudíes de que harían cumplir a Irán con el acuerdo a través de su influencia económica.
Los dos actores han mostrado su voluntad de cooperar en esta desescalada de hostilidades. Si Arabia Saudí ayuda a Irán a salir de su aislamiento económico y político evitará ser atacado por su vecino (o sus proxies), especialmente desde el sur de la Península Arábiga por parte de los hutíes.
El hecho de que Arabia Saudí esté a las puertas de unirse a los BRICS, grupo al que ya pertenece Irán, y sea posible la inyección de capital en sus estructuras financieras de las que podría beneficiarse el régimen de los ayatolás, muestra el largoplacismo en el que se enmarcan estas renovadas relaciones.
Es por ello que un acercamiento diplomático como prevención supone la mejor opción para ambos, Irán formaría parte de proyectos regionales y Riad evitaría enfrentarse a la influencia iraní en el resto de países árabes. De esta manera también el reino saudí podría desarrollar sus proyectos multimillonarios con garantías de que no serán atacados como en 2019.
Además en el caso de Irán también entra en acción su propia seguridad. El incremento del gasto militar del reino saudí, la colaboración militar con Washington que intenta fortalecer su ejército, además del acuerdo firmado con Pekín para producir drones militares ha preocupado al gobierno chií.

Esto, sumado al aislamiento al que se enfrenta Teherán, ha llevado al país de los ayatolás a mirar hacia el este en busca de cooperación con países como Rusia, India o las repúblicas centroasiáticas además de China. Una paz y cooperación con Riad supondría un gran éxito en su camino para terminar con el aislamiento impuesto por occidente.
Mientras Washington se presenta como un actor hostil en la región, el papel de Pekín es más conciliador, convirtiéndo a los históricos enemigos en socios estratégicos. Pero por supuesto que algo gana China en todo esto: estabilidad marítima en los puertos del Golfo, el cuerno de áfrica y el mar Rojo, esenciales en su Nueva Ruta de la Seda.
Con este acercamiento en proceso, las decisiones de Arabia Saudí podrían ser clave para presentarse como un intermediario entre Irán y occidente. Si Riad coopera e Irán muestra que sus intenciones son de fiar, el país árabe podría utilizar estas renovadas relaciones para ayudar a Teherán a evitar más sanciones. Especialmente tras la reelección de Donald Trump, ya que se espera que el magnate publique nuevas sanciones de “máxima presión”, pudiendo aumentar la hostilidad entre ambos y la región en sí, lo que podría tirar por la borda estos esfuerzos reconciliadores.
Sin embargo las intenciones no son hechos, es por ello que hay que ver de qué manera se materializan. Lo que espera la región es que estos puedan poner iniciativas de paz sobre la mesa para resolver sus frentes abiertos en Líbano, Siria e Irak. Pero sobre todo se pone la mirada en el futuro de Yemen y las acciones de los Hutíes en suelo saudí, que hasta ahora han mostrado frutos a través de la intensificación de las conversaciones entre los Hutíes y Riad.

Aunque vayan por buen camino, la volatilidad de la región y los diferentes intereses en juego podrían minar la evolución positiva de las relaciones irano-saudíes ya que la desconfianza sigue siendo mutua. Con la guerra en Gaza e Israel lanzando ataques a territorio persa y a los hutíes en Yemen, Riad se encuentra en una posición complicada, donde ya ha pedido a Tel Aviv que respete la territorialidad de Irán y también ha expresado su preocupación por la intervención en su frontera sur, hostilidades que quiere evitar a toda costa que traspasen a su suelo.
Los próximos meses con Trump en la Casablanca y el desarrollo de su plan en Medio Oriente serán clave. Desde las sanciones que inevitablemente enfrentará Irán hasta cuál será su papel en el conflicto palestino-israelí serán clave en la evolución positiva o negativa de las relaciones vecinales entre Teherán y Riad.
Paula Gómez (España): Estudiante de Máster en Estudios Geopolíticos, Charles University, Republica Checa. Miembro de Diplomacia Activa.
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